martes, 9 de agosto de 2016

Pasad por la puerta estrecha, que muchos pasarán por la puerta ancha.



Pasad por la puerta estrecha, que muchos pasarán por la puerta ancha.
CONFERENCIA DEL SEÑOR ROBERTO RUGGIERO.

Oración
en you tube, desde aquí

Queridos hermanos y hermanas:
Continuamos con nuestro simbolismo de desligar las luces enfocando apenas nuestro emblema, con un aislamiento del mundo para concentrarnos en nuestra finalidad de desenvolver lo interno.
El crecimiento de la conciencia es un proceso lento, que estamos haciendo paulatinamente con nuestras reuniones devocionales, pensando en el dolor del mundo en el sufrimiento de los enfermos, en las necesidades en general, para que ese proceso abra canales en nuestro interior y vaya sensibilizando las fibras que representen en cada uno. Lo que cada uno está aspirando: crecer espiritualmente. Porque el que más crezca estará en mejores condiciones de servir. El crecimiento no tiene finalidad en si mismo, sino en la posibilidad de que aumente la posibilidad de servir a los demás.
En el ritual rosacruz, se dice que si se juntan varios carbones pueden encender llama y dar calor y luz. Nosotros queremos encender las fibras más íntimas de nuestro ser, en servicio y Amor hacia los demás. Todos, al iniciar nuestro servicio, miramos nuestro símbolo, nuestra cruz, y decimos: “Que las rosas florezcan en vuestra cruz”.
Para prepararnos para nuestra oración, hemos elegido unos versículos que vamos a escuchar y seguir:
(Evangelio según San Lucas).
Capítulo 13. Versículos. 22 al 28.
¡Qué sorprendente el esfuerzo del Cristo para explicar verdades, para conseguir que se comprendiera la finalidad de la existencia! Se vive, pero no se cumple con lo que debería ser lo primero: el crecimiento, la capacitación, el mayor valor. Porque Él dice:
“Pasad por la puerta estrecha, que muchos pasarán por la puerta ancha”. Es decir, viviendo la vida, entendiéndola en el sentido común, material. Este pasaje es muy fácil y muy cómodo, pero no dejará nada más que frustración. En cambio Él dice que aprendamos a pasar por la puerta estrecha, que es aquella en que nos privaremos posiblemente de muchas de las satisfacciones que tiene el mundo en general. Pero, en ese esfuerzo que representa la puerta estrecha, conseguiremos lo que no conseguirán los demás. El esfuerzo del Señor Cristo, fue perpetuar enseñanzas que aquí tenemos a nuestra disposición: comprenderla es una necesidad, y vivirla es la consecuencia.
Comprenderla, porque primero debe pasar por nuestro intelecto y nuestro sentimiento.
Una vez que llegue a estar en nosotros mismos, somos nosotros que debemos hacerla una realidad en nuestras vidas.
Hablamos de una cierta tristeza; no es que no sepamos de los esfuerzos que realmente están haciendo la tristeza se debe a que una gran mayoría no disfruta del entendimiento de que, a pesar de formar un conjunto, el mundo es algo más que nosotros. Esa gran mayoría no vive la realidad; no cosechará más que decepciones.
Porque las decepciones son – como dice el versículo – como un padre que cierra las puertas para no dejar entrar; es Dios que se ve obligado a recurrir a la ley de consecuencia para hacer cambiar a los seres que de otra forma no cambiarían.
Estamos hablando de que la era de Acuario, tan comentada ya, representará enorme adelanto. Hagan la siguiente observación: ¿En qué cambió el mundo desde hace seiscientos años? Cambió nada más que en moda, en vestimenta, en cosas externas: la Humanidad es la misma. ¿Qué va a pasar entonces, para que dentro de seiscientos años (cuando entra aproximadamente Acuario) el mundo sea diferente? Habrá transformaciones muy severas. Ya ahora, por estudios científicos y por afirmaciones de conocimientos superiores, se habla de que el mundo se transformará de tal forma que desaparecerán continentes existentes y aparecerán nuevos. Son cataclismos; para que pueda aparecer algo nuevo, debe desaparecer lo existente. Esa desaparición representará dolor, sufrimiento, padecimientos tremendo como sufre el sur de Italia con movimientos sísmicos, con erupciones volcánicas. La lava baja del monte Etna, ya pronta a inundar y a hacer desaparecer pueblos, como un día desaparecieron Herculano y Pompeya; así va a desaparecer todo lo existente.
Recurrí al examen del mundo desde hace seiscientos años, para calcular de aquí a seiscientos años las tremendas transformaciones que tendrá que haber para que la era de Acuario sea diferente. Entonces, ¿cuál es la conclusión? El esfuerzo que hay que hacer para vivir una dimensión de la realidad, diferente a la que estamos viviendo.
Hay tristeza porque estamos por enfrentarnos con dolores (para cambios, pero dolores al fin) como el que significa que un padre cierre las puertas para que nadie pueda entrar. Y ya nuestra mente creció bastante como para sentir lo que representa esta advertencia. ¿Qué estamos haciendo? Procurando comprender y vivir de forma diferente, para poder ser un lazo de unión, de paz, un lazo de comprensión, de entendimiento para los demás; siempre que podamos, disminuir lo que evidentemente parece que se avecina.
No hacemos profecía, porque no es nuestra costumbre; pero vemos la inquietud en que se envuelven tantos sectores del mundo, que parece que todo lo quiere abarcar.
En estos momentos, desenvolvamos nuestra conciencia y procuremos – por lo menos – que lo que parta de nosotros sea cada vez más cierto. Decimos con mucha prudencia “cada vez más cierto”, porque aunque la perfección se conozca como ideal, no se alcanza fácilmente. Pero lo que no se alcanza enseguida, puede ser alcanzado por medio de la perseverancia, hasta que en el transcurrir del tiempo la persona se examine, y un día se encuentre un tanto diferente. Ese “tanto diferente” que cada uno alcance mejorar, justificará todos los esfuerzos.
A veces nos resentimos porque surgen inconvenientes en nuestras vidas. Son apenas advertencias; estamos envueltos en un Amor Universal que nos protege, que nos quiere, que nos ampara. Que tan sólo quiere que nos rebelemos de ciertas costumbres que ya no corresponden. Procuremos escuchar esas voces amigas, esas voces queridas que nos dicen: ¡Adelante, hacia arriba, y para siempre!. Hagamos eco en nosotros mismos: hagamos algo de nuestra parte. Porque si hacemos algo, ellos – no tengan duda- harán el resto. Los mundos celestes están habituados a trabajar para el Bien; y lo único que quieren es un punto de apoyo en la Tierra, que les sirva de base para hacer el resto. Que con un sincero proceder, seamos merecedores de ser ese punto de apoyo y servir de vehículo a los mundos celestes, ara que nuestra vida y la de todo el globo sea para bien, sea para mejor, sea para alcanzar algún día una etapa diferente como está previsto para la era de Acuario. Pero tememos que cueste.
Mis amigos; ese es el mérito y el valor de los estudios que nos están recordando siempre la verdad. Los versículos que hemos escuchado, dicen que no nos engañemos: no vayamos por puertas muy amplias y muy fáciles; elijamos las puertas más estrechas, aunque represente ciertos renunciamientos, ciertos esfuerzos a realizar. Porque la vida en la Tierra es para la experiencia y para el crecimiento superior. La paz, la cosecha, viene a su debido tiempo; pero generalmente, no es en la Tierra.
No vivamos atados a esos falsos atractivos de querer ahora, cuando ahora no es el momento.
Mis amigos: no es exigir demasiado; es apenas colocarnos en el lugar que nos corresponde. La Tierra es para la experiencia, para el crecimiento anímico. Cuando hemos hecho cursos de estudio, y nos hemos sentado en bancos de aprendizaje, no hemos ido a divertirnos: hemos ido a aprender. Ahora, aquí, estamos aprendiendo.
Comprendamos el verdadero sentido de la vida; disfrutemos de la oportunidad que se nos ha concedido con una nueva existencia. Aprovechémosla en toda su extensión, y algún día – y no estamos hablando de falsas esperanzas ni dramatizando – campanas de sonidos inimaginables, tocarán recibiendo a aquel que haya pasado por la Tierra, y haya sabido cumplir la parte que le correspondió.
Mis amigos: esto lo hemos expresado como preparación para orar por los enfermos del mundo.

24 de marzo de 1981
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