CÓMO
CONOCERSE
A SÍ
MISMO
“Un análisis psicológico del hombre
y del Ser”
Dedicado
muy especialmente
a
mis nietos Raúl y Álvaro y a mi nieta Sara,
con
el deseo de que algún día
comprendan
éstas y otras
verdades
que les harán
más libres, más conscientes
y
más fraternales.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ……………………………………………… Página 5
CAPÍTULO I: RELACIÓN DEL HOMBRE CON EL UNIVERSO………………………………………………………..
Pág. 11
CAPÍTULO II: CAMBIANDO NUESTROS PATRONES
MAGNÉTICOS ………………………………………………….. Pág. 19
CAPÍTULO III: QUIÉNES SOMOS Y DÓNDE NOS
MANIFESTAMOS…………………………………………………Pág. 28
CAPÍTULO IV: LO QUE SOMOS Y LO QUE CREEMOS
SER ………………………………………………………………………Pág. 37
CAPÍTULO V: LOS INSTRUMENTOS DEL ESPÍRITU Y
SU DESARROLLO ……………………………………………………Pág. 44
CAPÍTULO VI: EL NO-YO, EL YO Y EL YO
SUPERIOR…… Pág. 64
CAPÍTULO VII: EL CONOCIMIENTO QUE HACE VER
LA REALIDAD ……………………………………………………….. Pág. 77
CAPÍTULO VIII: CONOCIÉNDONOS A NOSOTROS
MISMOS …
………………………………………………………………………Pág. 94
CAPÍTULO IX: CONCIENCIA Y
AUTO-CONCIENCIA……. Pág. 111
CAPÍTULO X: LA ATENCIÓN QUE LIBERA DEL
SUFRIMIENTO
……………………………………………………………………..Pág. 121
CAPÍTULO XI: BUSCANDO EL SENDERO………………….
Pág.129
CAPÍTULO XII: PROGRAMANDO UNA NUEVA
PERSONALIDAD
……………………………………………………………………..Pág.143
CAPÍTULO XIII: LA PERSONALIDAD Y EL NUEVO
FUTURO
……………………………………………………………………..Pág.153
INTRODUCCIÓN
No hay que ser muy observador
para darse cuenta de que un bebé no tiene apenas consciencia del mundo físico,
por ejemplo, quiere coger algo que está fuera de su alcance sin saber que sus
brazos no llegan, es decir, no conoce el mundo físico ni las leyes que le
gobiernan y por tanto aún no sabe cómo actuar. Cuando un niño nace aún tiene la
conciencia en el mundo de donde viene, que no es otro que donde vamos cada
noche cuando nuestro cuerpo físico duerme y donde vamos después de la muerte del
mismo. Según va tomando conciencia del mundo físico va perdiendo la conciencia
de ese otro mundo de Ángeles, por eso los niños son clarividentes durante unos
pocos años por mucho que sus padres se empeñen en decirles que no se inventen
cosas o que no tengan tanta imaginación. Los niños nacen con “conciencia” de Alma fruto de todos sus
anteriores renacimientos a través de millones de años, pero sin consciencia del
mundo físico porque aún o han tenido experiencias que memorizar. El niño
comienza por tomar consciencia del nuevo mundo gracias al placer de alimentarse
de la leche materna, lo que le hace “desear” tener esa experiencia otra vez,
pero más adelante tendrá que hacer frente a otras experiencias que serán motivo
de rechazo porque le causarán dolor, y otras donde se mostrará indiferente ante
ellas.
Así es que,
la base de las experiencias se encuentra en la información que llega al cerebro
procedente de los sentidos y que la mente luego almacena como placer (deseo) o
dolor, (rechazo) de lo que se deriva toda una serie de emociones que llegan al
amor o al odio entre otras. Con cada experiencia que tiene el niño, la mente la
almacena en la memoria, representada también en agrupaciones neurales del
cerebro. Cada vez que se repite una experiencia con algo nuevo, ésta toma el
lugar de la anterior, y cuando se repite mucho una misma experiencia se forma
el hábito, y según sea su educación, sus
enseñanzas, sus relaciones sociales, etc. así será el carácter que se forme.
Pero, como todos nos podemos dar cuenta, nuestra consciencia del mundo físico y
nuestro carácter van cambiando con el paso de los años dependiendo de cuáles
sean las experiencias de cada día.
La
humanidad, como tal, también ha pasado por diferentes estados de consciencia
comenzando por la inconsciencia del mundo físico como en el caso del recién
nacido. Mucho antes de obtener el germen de lo que, a través de la evolución,
se ha convertido en la mente, éramos inconscientes del mundo físico como lo son
los animales o como lo somos mientras dormimos. Hubo una época en que éramos
tan inconscientes como los minerales pero llegó un momento en que los impactos
del exterior “despertaron” otra conciencia superior que nos hizo mostrar algo
parecido a lo que hoy llamamos sentimientos. De ahí surgieron, como hemos dicho
en el anterior párrafo, los deseos por los que se sentía placer y rechazo por
los que causaban dolor, pero también aliciente para seguir experimentando
aunque nuestra consciencia todavía era interna, es decir, todavía no “conocía”
el mundo físico. Fue la evolución en esa conciencia interna la que, de forma
similar a los animales, nos llevó a necesitar otra consciencia superior que
estuviera relacionada con el mundo físico, y por eso las jerarquías de los
mundos superiores (invisibles a los sentidos) nos facilitaron el germen de la
mente. Según fuimos desarrollando la mente y conociendo el mundo físico nos
hicimos autoconscientes de nosotros mismos y nos dimos cuenta que éramos
individuos. Así es que, hemos pasado de la consciencia del mundo interno o
mundos superiores, a la consciencia externa del mundo físico (perdiendo la
anterior) gracias a la cual estamos evolucionando por medio de las experiencias
en este mundo.
En el caso
del niño tiene una primera etapa de casi inconsciencia hasta los 7 años, una
segunda donde se reconoce como un ser pero dependiente de sus padres hasta los
14, y una tercera donde se independiza gracias a que se siente responsable de
sus actos a los 21. A nivel de humanidad evolucionante, pasamos por una etapa
de inconsciencia del mundo físico; una segunda donde nos dejábamos dominar por
las emociones y actuábamos de acuerdo a los deseos; y una tercera, en la que
estamos ahora, donde gracias a la mente somos auto-conscientes y estamos
desarrollando la voluntad y los poderes del Alma. Todo eso ha hecho que nos
identifiquemos tanto con este mundo físico que muchos creen todavía que son el
cuerpo físico. Es cierto que otros saben que eso no es así, pero la realidad es
que, por no ser, no somos ni siquiera la mente. Tanto el niño como la humanidad
se dejaron dominar por el placer y eso les llevó a desear más experiencias
placenteras, y así se ha llegado a intentar vivir para satisfacer los deseos
personales. Como he dicho, a partir de obtener la mente, también comenzamos a
desarrollar la voluntad, pero tanto la mente como la voluntad están muy apegadas
a lo material, a la personalidad, y a todo lo que nos satisfaga egoístamente. Cuando
teníamos la conciencia interna desconocíamos el mundo físico, ahora tenemos
conciencia del mundo físico pero desconocemos el mundo del Alma, que es el
verdadero hogar del Yo o Ego.
Es
necesario que el hombre se conozca a sí mismo y para conocerse a sí mismo debe
auto-observarse para así poder ser consciente de lo que pertenece al mundo y lo
que pertenece al Alma. Cuando despertó el hombre a este mundo pensaba que era
el cuerpo y se identificó como un Yo a la vez que consideraba “no-yo” a todo lo
demás. Ahora se identifica con la mente y considera no-yo a su cuerpo físico
pero todavía tiene poca idea de que esa conciencia tampoco es la que le
corresponde. El hombre actual, como le ocurre al niño, actúa según lo que se va
grabando en su cerebro desde que nace, la repetición automática de hechos crea
hábitos, éstos crean el carácter y éste último crea unos rasgos que le hacen
actuar casi como un autómata. Y es de ese estado de consciencia en el que
estamos ahora y donde, (aunque creamos que este mundo es real) en realidad
estamos dormidos, del que debemos salir para elevarnos a la conciencia del
Alma. Actuamos según lo que tenemos guardado en el cerebro y que, a su vez,
despierta ciertas emociones que impulsan a pensar y a actuar de la misma forma.
No es el mismo yo el que ante un problema se pone a razonar conscientemente que
el que se deja llevar por las emociones o que el que actúa todos los días
haciendo las mismas cosas; no es el mismo yo el que intenta crear algo nuevo
gracias a su discernimiento y a su voluntad, que el que está viendo la
televisión con su mente entretenida en lo que está viendo; no es el mismo yo el
que vive en las experiencias del pasado o en las imaginaciones del futuro, que
el que se auto-observa en cada momento presente o ahora, siendo consciente de
que sus emociones y sus pensamientos no son él; y no es el mismo yo el que
escribe en el teclado del ordenador de forma automática, que el que observa
atentamente cómo se van formando las palabras en la pantalla.
Desde
pequeñitos y según las experiencias que tengamos, estamos activando células
nerviosas, con la particularidad de que, cuando cierta cantidad de ellas se
activan juntas también se conectan juntas, llegando a crear esa repetición una
relación y conexión duradera en el cerebro. De esta forma se crean las redes
neurales estáticas que, al cabo de un tiempo, se convierten en hábitos. Viendo
esta actividad repetitiva a lo largo de toda la vida comprenderemos que el
cerebro configura una estructura limitada o “realidad” basada en los mismos
sentimientos, emociones, pensamientos, etc. Así es que, mientras sigamos
sintiendo las mismas emociones y deseos, y
mientras sigamos pensando igual que en el pasado, seguiremos creando la
misma realidad que en la que vivimos, y seguiremos creando las mismas
circunstancias que volverán a crear las mismas emociones y forma de pensar.
La
neurociencia actual ya ha confirmado la relación existente (causa y efecto)
entre la mente, las emociones y el cuerpo físico que tantas veces ha explicado
la filosofía oculta o esotérica. Tal y como dicen, tenemos unas sustancias
químicas (neurotransmisores, neuropéptidos y hormonas) que con cada pensamiento
hacen que el cerebro envíe unas señales químicas al cuerpo para que, a modo de
mensajes sobre lo pensado, hagan que el cuerpo reaccione de acuerdo al
pensamiento, confirmando así que cuerpo y pensamiento están en sintonía. De
esta forma podemos comprender fácilmente que si creamos pensamientos positivos
(amor, compasión, fraternidad, etc.) el cuerpo produce sustancias químicas que
nos harán sentir bien pero, de igual forma, si creamos pensamientos negativos
(miedos, preocupaciones, etc.) también nos sentiremos mal. Está claro, pues,
que según sentimos el resultado de nuestros pensamientos volvemos a pensar de acuerdo
a eso que sentimos como resultado de la acción de las sustancias químicas. Si
esto lo aplicamos a los hábitos que nos hemos creado, nos daremos cuenta de que
ha sido la repetición de una forma de pensar y de sentir lo que nos lleva a
actuar casi de forma automática obteniendo siempre los mismos resultados. Es
aquí donde cabe preguntarse ¿Hasta qué punto dominamos nuestros cuerpos y hasta
qué punto es lo contrario? Lo cierto es que el 95 % del comportamiento y de las
expresiones que tenemos a lo largo del día son resultado de esa personalidad
fruto de todo lo que acabamos de explicar a lo largo de nuestra vida. De
acuerdo con estas enseñanzas, es fácil comprender que el Yo, como conciencia
superior, apenas tiene oportunidad de expresarse y por eso se suele decir que
está “dormido”.
Mientras el
ser humano siga actuando según las experiencias del pasado, según los dictados
de sus deseos y de sus emociones incontroladas, según las respuestas mentales
automáticas, y según el carácter y los hábitos de siempre, no “despertará” a esa
nueva conciencia de “sí mismo”. Por eso es tan necesario que cree un nuevo
mundo ideal con sus deseos y con su imaginación para luego llevarlo a la
práctica; es necesario que deje de etiquetar a todo cuanto conoce, y que vea a
los demás como Almas y no según las experiencias que se haya tenido con ellos.
Es necesario que el hombre actual sea auto-consciente para poder observar
atentamente sus deseos, sus emociones y sus pensamientos, solo así podrá “conocerse a sí mismo” y construir una
nueva conciencia y un nuevo mundo.
CAPÍTULO
I
RELACIÓN DEL HOMBRE
CON EL UNIVERSO
Desde el punto de vista del ocultismo así como de la
ciencia, el Sol es el “padre” de los planetas del sistema solar, de él nacieron
y lógicamente con él se desintegrarán. A la vez, el Sol también es el
sustentador de nuestra vida gracias a su luz, calor, vitalidad, etc. porque su
luz hace crecer, su calor hace que el agua se eleve para formar las nubes y la
lluvia, su vitalidad la respiramos también de la atmósfera y por otros aspectos que también se relacionan con la explicación del porqué
la Tierra está a la distancia justa que debe estar para que nosotros podamos
existir físicamente. La luz del Sol se desprende de la fusión del hidrógeno
caliente comprimido con el helio, por otro lado, el Sol tiene ciclos de
expansión y de enfriamiento siendo la fusión la que causa la expansión, sin
embargo, gracias a la gravedad, el Sol no se desintegra en partículas porque
ésta le comprime. A su vez, contiene un magnetismo que es el que facilita,
regula y limita la forma y todo lo que hay en el Sol.
Esto es lo que afirma la ciencia, pero el ocultista dice que, como
ocurre con el hombre que es la imagen visible que procede de lo invisible, así también el Sol visible procede del
invisible y que el origen del invisible es Dios. Este es el mismo caso que lo
que ocurre con nuestro cuerpo o el de cualquier animal, es decir, vemos cuando
el animal se ha formado pero ¿quién va formando progresivamente ese organismo
perfecto para que pueda cumplir sus funciones en la vida física? Para que haya
fuego tiene que haber calor, y para que haya calor tiene que haber movimiento o
vida. Si el movimiento comenzó antes de la manifestación, en el vacío y frío
espacio, como así se afirma ¿Quién lo hizo? Y para que esta manifestación como
sistema solar haya sido y sea perfecta en sus movimientos y no un caos ¿No ha
debido ser ideada previamente, como imagina un inventor algo antes de ponerse a
construirlo?
Nuestro sistema solar se ha formado a partir de una nebulosa de éteres
cósmicos, los cuales se han combinado hasta formar los átomos físicos y éstos,
a su vez, han formado los elementos químicos conocidos a partir de los cuales se forman las diferentes clases de materia. Se
puede pensar que todo esto se ha formado por casualidad? Toda esta obra
demuestra inteligencia, sabiduría, belleza, amor, arte y ciencia ¿Qué manos
invisibles y qué inmensa sabiduría ha podido crear una obra tan perfecta como
también se demuestra en los pequeños organismos así como en nuestros cuerpos?
¿Y los sistemas solares, galaxias, planetas con sus satélites equidistantes,
etc. pero todo moviéndose en perfecta armonía y equilibrio en su justa
distancia? De una nebulosa se forma una galaxia o un sistema solar, de un huevo
con un líquido viscoso en su interior se forma un animal, de dos células se
forma en el interior de la mujer un nuevo ser ¿Es tan sabia la naturaleza cuyo
origen dice la ciencia que es la nada? De la nada no se puede sacar nada y, por
tanto, no puede haber inteligencia creadora salvo que a la naturaleza o a la
Nada le llamemos Dios.
Según la ciencia, el Sol se formó
hace miles de millones de años cuando la gravedad atrajo una nube de materia
cósmica, su núcleo aumentó de densidad y temperatura y el gas y el polvo se
fusionaron. Por otro lado, aseguran que hay ciclos vitales en las estrellas,
por ejemplo, la nebulosa “El Águila” está formada por nubes (ascuas) de
estrellas que murieron hace tiempo e incluso “residuos” de lo que fueron
planetas y vida. Por consiguiente se considera que esta nebulosa está en un
ciclo o estado de “inactividad” externa pero de actividad interna que en su
momento dará como fruto una nueva estrella o Sol. En la nebulosa de Orión,
compuesta de gas y polvo, la gravedad ya ha atraído esos restos que mencioné
anteriormente y ha aprehendido el fuego cósmico. Por consiguiente está naciendo
una estrella. ¿No ocurre lo mismo en nuestro planeta y respecto a los reinos
que en él habitan? ¿No ocurre en el microcosmos (el hombre) lo mismo que en el
macrocosmos (el universo)? Todo el universo, incluyendo nuestro planeta,
evoluciona, es decir, nace, se desarrolla y muere para dar paso a una nueva
forma y vida superior, pero repito, en toda esta manifestación hay inteligencia,
amor y belleza. Cuando el cuerpo físico muere su materia se desintegra y vuelve
a su origen elemental hasta que otra vida o Alma evolucionante la atraiga para
formar su futuro cuerpo. Así va evolucionando también la materia que representa
el cuerpo físico de Dios, de ahí que se diga que todo está constituido por vida
y materia de las cuales se desarrolla la conciencia.
El verdadero ser humano es un
Espíritu cuyo origen, invisible a nuestros sentidos físicos, es el Mundo de Dios, nuestro Creador. Si la
planta tuviera una conciencia objetiva del mundo en que vive se podría
preguntar: ¿Cuál es mi origen y de dónde he nacido que no lo puedo ver? Y
aunque supiera que procede de una semilla que no puede ver, también podría
preguntarse ¿quién ha sembrado y alimentado la semilla para que yo nazca y me
manifieste? Pues bien, nosotros también tenemos el mismo origen que la semilla.
El verdadero Espíritu (origen del hombre como personalidad) está
representado por el poder de la “voluntad”
y por la “conciencia” que se
manifiesta siempre que la personalidad esté lo suficientemente desarrollada. Éste
se expresa a través de la mente pero en realidad es el observador de los
pensamientos, de los sentimientos y de
los actos del hombre. Nosotros (como todo lo que evoluciona) tenemos ciclos de
actividad e inactividad, o sea, renacimiento o vida y asimilación de las
experiencias o muerte. En un ciclo menor y muy importante para nosotros,
también tenemos ciclos de actividad y descanso a través de la conciencia de
vigilia y del sueño reparador; y todo esto es así hasta que llega el momento en
que abandonamos el cuerpo físico en lo que llamamos muerte. El Espíritu es
quien, a través de la “vida individualizada,” hace que el cuerpo físico viva
hasta que el momento “programado” de la muerte llega, o sea, cuando hemos hecho
frente o resuelto las líneas generales de nuestra vida más o menos como se
esperaba. A través del renacimiento y según vayamos espiritualizando a la
personalidad, llegaremos a deshacernos del cuerpo físico y continuaremos
nuestro desarrollo en otros cuerpos superiores e invisibles como otros seres lo
están haciendo en sus correspondientes mundos. Lo mismo que el macrocosmos está
compuesto de diferentes formas y tamaños de las mismas, nuestros cuerpos están
compuestos de átomos y elementos químicos que después forman moléculas,
células, etc., sin embargo, la vida inteligente que lo habita (el Alma) es la
vida de Dios que, con sus poderes latentes y a través de una involución en la
materia y una evolución consciente individual, llegará a ser como su “Padre que está en los cielos”. La misma
vida que animó los cuerpos prehistóricos anima a los cuerpos actuales, con la
diferencia de que, desde entonces y hasta ahora, hemos evolucionado muchísimo
en sentido intelectual, moral y espiritual. Y las mismas vidas que animan estos
cuerpos llegarán a un nivel tan espiritual que utilizaremos cuerpos como los de
los Ángeles y más sutiles aún, es decir, de éter de diferentes mundos.
Lo mismo que las oleadas o enjambres
de Espíritus (nosotros como Espíritus e hijos de Dios) diferenciados por Dios,
en Él mismo, evolucionan en los planetas, así mismo, nuestro Ego se manifiesta
en cada vida a través de sus cuerpos para poder evolucionar a la vez que
evolucionan todas las partículas (células, moléculas, átomos etc.) que los
componen. Lo mismo que el Sol tiene ciclos, también el Espíritu los tiene (renacimiento
y muerte). Lo mismo que el Sol tiene toda una serie de energías magnéticas y
fuerzas, también nuestros cuerpos (vital, emocional y mental) las tienen para
poder funcionar cada uno de ellos en su propio mundo para que nosotros podamos
obtener cierto desarrollo en cada vida. Lo mismo que el Sol desprende energías
invisibles, también nosotros expulsamos energías de nuestra aura en forma de
sentimientos, deseos, pensamientos, etc. Lo mismo que la gravedad mantiene
unida la materia del Sol, así el cuerpo energético vital mantiene unida la
materia del cuerpo físico. Así como se produce en el Sol un plasma solar,
también nosotros expulsamos vibraciones de nuestra aura que pueden afectar a
los sentimientos y pensamientos de los demás. Lo mismo que el Sol se formó hace
muchos millones de años de polvo y gas, también nuestros primeros cuerpos se
formaron hace millones de años y pasaron de invisibles a lo que son actualmente
según la necesidad de experiencia y desarrollo. Lo mismo que el Sol tiene
influencia y poder sobre los planetas, así el Espíritu está por encima de sus
cuerpos y tiene influencia y poder sobre ellos.
El sistema solar está compenetrado
por un sistema septenario de Mundos de diferentes grados de materia y
conciencia, de los cuales el ocultismo afirma que solo vemos el físico con sus siete
planetas. A su vez, nuestro mundo físico recibe cierta influencia del Sol y de dichos
mundos superiores con tal de mantener el equilibrio en el Sistema Solar y en la
evolución tal y como se manifiesta en la Tierra. Guiándonos, como hemos hecho
antes, por el axioma hermético de “Como
es arriba es abajo,” y teniendo en cuenta que el Sol representa al Espíritu
en nosotros, podemos asegurar que dicho Espíritu tiene influencia sobre sus
siete expresiones en los diferentes mundos (cuatro cuerpos y una trinidad
espiritual) a través de las cuales él mismo evoluciona. Pero además, en nuestro
propio cuerpo físico también se reciben las influencias superiores a través de
los siete centros llamados chacras, de las glándulas endógenas y del cerebro
La filosofía oculta dice que nuestro
Creador elige cierta parte en el espacio para manifestar su creación y que su
origen es una materia obscura que progresivamente se va haciendo brillante y
caliente hasta formar una nebulosa ígnea de la cual se forma el Sol y se
desprenden los planetas para luego condensarse y enfriarse. Si nosotros
queremos crear algo, primero lo ideamos y pensamos, luego ponemos los
correspondientes sentimientos con la intención de que todo salga bien y después
lo creamos físicamente ¿No es lógico que el origen del sistema solar sea el
mismo y haya sido planeado y estructurado por Dios? ¿O es que este orden y equilibrio es fruto de
la casualidad y ha surgido al azar? ¿Quién origina el movimiento, el calor, la
luz, la gravedad, etc. si no ha sido una suprema Inteligencia Divina?
Alguien pensará que todo el Sistema
Solar no ha podido ser creado solamente para nosotros. Si una célula, en su
diminuta conciencia, estuviera en un órgano determinado de nuestro cuerpo
podría afirmar: “Este universo es infinito
(el cuerpo) y sin embargo no vivimos nada más que nosotras”. Pero sabemos
que, además de células, tenemos otros muchos grados de materia, vida y
conciencia en nuestro cuerpo, (neuronas, moléculas, átomos, neutrones,
protones, etc.) como también tenemos otros cuerpos de materia más sutil
formados de la materia de los sentimientos y de los pensamientos. Luego
entonces, ¿Por qué tienen que tener los habitantes del Sol y de los planetas un
cuerpo físico como nosotros? ¿Por qué no pueden estar evolucionando otros seres
en cuerpos invisibles a nuestros ojos como lo son nuestros sentimientos y
pensamientos? ¿No se afirma que la vida procede de bacterias y, sin embargo,
hemos llegado al estado actual? Y si
toda esta creación hubiera sido creada por Dios, como pensamos los ocultistas,
¿No estaríamos dentro de Él como están los personajes de una novela en la mente
de su autor? ¿No sería nuestra vida y conciencia parte de Su Vida y de Su
Conciencia como es la vida y la conciencia de la célula parte de la nuestra?
Nuestros cuerpos tienen fuerzas,
(vitalidad) magnetismo, (aura)
combustible particular como en el Sol, (átomo) etc., pero ¿Quién ha formado el
cuerpo físico si no es el Espíritu que es creador y aprendiz de Dios? Dios es
Espíritu, y al igual que Dios crea un sistema solar para expresarse, nuestro
Espíritu crea sus cuerpos para manifestarse. Nosotros evolucionamos gracias a
este cuerpo físico y Dios lo hace a través de su manifestación del Sistema
Solar. Nosotros facilitamos la evolución a las células y Él nos facilita la
evolución en Su Cuerpo (Sistema Solar) Nosotros dejamos el cuerpo físico para
pasar a un estado de inactividad física y descanso (la muerte del cuerpo
físico) para luego prepararnos para un nuevo renacimiento donde progresaremos
más; Dios hará eso mismo cuando su creación llegue a su perfección final y
asimile Sus frutos.
Es muy posible que cuando el Sistema
Solar llegue a su fin el Sol pierda el equilibrio; que el hidrógeno se mueva
hacia el borde del Sol; que el núcleo arda más hasta producir un gran
resplandor; que aumente de tamaño; que los planetas se consuman y se alejen del
Sol; que las ráfagas solares afecten a los planetas; puede que de Saturno sólo quede el núcleo;
que el hielo de los planetas se derrita y se convierta en vapor; que la Luna “Europa” eclipse a Júpiter, etc.
El Sistema Solar será irreconocible, el Sol se irá devorando a sí mismo y sólo
se verá una pequeña mancha blanca que arrojará inmensas oleadas de polvo que se
extenderá sobre los planetas, pero al final, esta materia (cenizas solares)
formará parte de otra estrella. ¿Qué ocurre con el cuerpo físico cuando lo
abandonamos? ¿No es un caos? ¿La materia de cada cuerpo (éteres, emociones,
pensamientos) vuelve al mundo al que corresponde para formar parte de otros
cuerpos futuros que serán utilizados por otros Espíritus? Creo que tenemos
motivos para creer en la Biblia cuando afirma que: “En Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser” y que, como dijo
el apóstol San Pablo, “tenemos un cuerpo
material y otro espiritual.” Somos un Espíritu que renace cada cierto tiempo para desarrollar sus poderes latentes,
su voluntad y su mente, y así seguirá siendo hasta que “seamos perfectos como nuestro Padre que está en los cielos es perfecto.”
CAPÍTULO II
CAMBIANDO NUESTROS
PATRONES MAGNÉTICOS
“La energía
sigue al pensamiento” es una famosa frase entre los ocultistas que se suele
interpretar como que “allá donde enfoque
su atención el hombre es donde pone su energía y su actividad interna.”
Algunas personas no tendrán muy claro su significado pero sabiendo que el 99,99
% o más de nosotros somos energía, quizás comiencen a intuir la profundidad de
lo que vamos a tratar. Es cierto que, aparentemente, somos lo que vemos, o sea,
un cuerpo físico, pero la física actual ya ha demostrado que dentro de lo que
llamamos materia hay células, moléculas y átomos, los cuales se dividen en
partículas (protón, neutrón, electrón) y otras subpartículas energéticas. Es
así como podemos entender que la materia está compuesta de energía a la vez que
dicha materia “flota” sobre un vacío (desde el punto de vista material)
energético y que, estas partículas y subpartículas “flotan” también, a su vez,
sobre otro vacío desconocido normalmente llamado “nada” o materia obscura.
Desde el punto de vista físico
significa que lo que perciben nuestros sentidos podría estar formado sólo por un 4 % de materia blanca o
física, mientras que el origen de la materia ocupa un 96 %, es decir, que
además de tener un cuerpo físico compuesto de materia como cualquier otra cosa,
el porcentaje es tan pequeño que en realidad somos más “algo invisible” o “vacío” que materia física. Esto es fácil de
comprender, tenemos un cuerpo físico como el mineral (materia aparentemente sin
vida) pero también tenemos otro que es la vitalidad que anima al anterior y
hace que nos parezcamos a las plantas en que nacemos, crecemos, nos
reproducimos y morimos. Pero hay algo que nos separa de la imagen de la planta
y nos asemeja a la de los animales superiores, y ese algo son los deseos y las
emociones que no tienen los vegetales. Sin embargo, todos sabemos que el ser
humano es superior al animal porque tiene voluntad, razón y consciencia de sí
mismo, por consiguiente, somos el reino más evolucionado que hay sobre la
Tierra desde el punto de vista de la materia y de la conciencia. De ahí que se
diga en ocultismo que tenemos un cuerpo físico, un cuerpo vital o vida que anima el cuerpo
físico, un cuerpo emocional, y otro mental.
Acabamos de decir que desde el punto de vista físico o material,
somos más “nada” que “algo” porque ese “algo” está solamente en el cuerpo
físico pero, ¿Dónde está esa parte invisible o “nada”? está claro que esa
“nada” es la base u origen de las partículas energéticas que forman el átomo
como lo son las moléculas respecto a las células y a las formas físicas. En ocultismo
esa base que, a su vez, vivifica el cuerpo físico se llama “cuerpo etérico o
vital”. Pero cualquier persona sabe que tenemos deseos, emociones y
pensamientos, lo que significa que, aunque tampoco los veamos, existen también
como algo “invisible” y, como ya veremos, se reflejan en el cuerpo físico. Lo
mismo ocurre con los pensamientos pero a éstos los creamos gracias a otro
cuerpo llamado “mental”, gracias al cual el hombre ha construido todo lo que le
rodea. Si, viendo esta exposición,
comprendemos que (para la mayoría de las personas) nos sentimos físicos porque
nuestros sentidos solo perciben la materia física y porque no tenemos otros
medios para ver esa parte “invisible”, entenderemos que puede ser posible que
la propia evolución nos facilite en el futuro los medios para adquirir otros
sentidos y otro estado superior de conciencia que, progresivamente, nos haga
ver esa otra parte invisible que ahora no vemos. Si el hombre ha pasado por
estados de inconsciencia similares al vegetal o al animal y gracias a ellos ha
adquirido la autoconciencia actual ¿por qué no va a poder adquirir otra
conciencia superior si encuentra los medios?
Lo mismo que una montaña tiene
algún camino que facilite la subida más cómodamente aunque se tarde más por el
hecho de rodearla y otro que acorte el tiempo pero que sea más escarpado y
sacrificado, también nosotros tenemos otros medios para acelerar el proceso de
adquirir un nuevo estado de conciencia esforzándonos por abandonar el que tenemos
hasta ahora. Dejando a un lado el cuerpo físico y el vital que le anima,
nuestra vida gira casi al 100 % sobre el cuerpo emocional y el mental, ya que
pensamos de acuerdo a lo que sentimos y sentimos y pensamos de acuerdo a lo que
hemos “creado” o lo que somos en nuestro cerebro. Es decir, todo lo que hemos
guardado en el cerebro como resultado de las experiencias, es en lo que nos
basamos para pensar, actuar y expresarnos. Y este “conocimiento” guardado en
agrupaciones y circuitos de neuronas es lo que nos hace responder y actuar de
la misma forma ante las circunstancias de la vida. Si el resultado de las
experiencias ha creado un hábito, unos rasgos y un carácter en nuestra monótona
y casi repetitiva vida, eso es lo que tenemos como “programa” de actuación en
el cerebro. Es decir, que casi siempre actuaremos igual en cada momento
“presente” y que casi siempre viviremos y nos expresaremos de acuerdo a lo
vivido en el pasado.
Esto significa que para cambiar
esto y tener alguna posibilidad de crear una nueva forma de vida tenemos dos
opciones, una posible y la otra lo contrario. La posible es adquirir
conocimientos nuevos y trabajar sobre ellos de la forma que ya explicaremos más
adelante, y la imposible, que sería nacer cada día con un cerebro limpio pero
con el conocimiento que damos aquí. En mi opinión, esta sería la solución al
problema de que, como estamos tan identificados con el mundo y con el cuerpo
físico nos dejamos dominar por los problemas, por las circunstancias, los
deseos, las preocupaciones y el estrés que creamos y que nos atan a ese estado
de conciencia que, desde el punto de vista del Alma, llamamos “dormido”. Si,
como podemos ver, llevamos una vida casi predecible al 100 % porque hacemos
todos los días lo mismo y respondemos como autómatas ¿no sería conveniente que
encontráramos algo nuevo que nos sacara de esta forma de vida que nos ata tanto
al cuerpo físico, a nuestro carácter o programa cerebral y al tiempo? ¿No habrá
algún conocimiento que nos haga vivir conscientes y voluntariamente en el presente
(despierto) y alguna forma de no vivir en el pasado creando la posibilidad de
vivir ahora con otros pensamientos y emociones futuras?
Cada individuo vive en la
realidad o mundo que él mismo ha creado con su pensamiento, una persona puede
ser un pésimo conductor pero puede estar convencido de que es bueno, o una
anoréxica puede estar muy delgada pero, en su pensamiento, puede verse gorda.
Por otro lado, sabemos que podemos estar viendo la televisión o leyendo un
libro sin apenas enterarnos de nada porque nuestra mente está deambulando de un
sitio para otro sin ningún tipo de control por parte del Yo. Si cada
pensamiento fuera creado consciente y voluntariamente por el Yo de forma que
solo manifestara lo positivo y constructivo ¿No tendríamos otra personalidad y
otra vida llena de posibilidades futuras guardadas en el cerebro a modo de
programas? La filosofía oculta enseña que, como deudas y resultados de las
vidas anteriores, traemos “programadas” las líneas generales de nuestra vida,
pero también enseña que tenemos un libre albedrío y que, como voluntad del
Alma, podemos cambiar muchos hechos y circunstancias de nuestro destino. Por
consiguiente, sé que mi voluntad es un aspecto del Espíritu y que cuando
gobierna a la mente y la utiliza para dirigir y controlar a la personalidad,
puede crearse una personalidad diferente y un mejor y nuevo destino. Y si,
viendo lo hasta ahora expuesto, sabemos que lo que creemos ser y lo que
entendemos por realidad es la parte física o casi “nada” de la “verdadera
realidad” puesto que el resto es “invisible” o “Espíritu”, está claro que si
trabajamos desde lo más elevado de esa parte invisible que en realidad somos,
podremos elevar nuestra propia conciencia y crearnos un futuro mejor.
Esto tiene su analogía en las
causas que se originan en una vida y que se reflejan como efecto en las
siguientes de acuerdo al trabajo que haya hecho el Yo con sus respectivos
cuerpos. Así, cuando en una vida nos esforzamos por elevar nuestra moral,
nuestro intelecto y nuestro Espíritu pensando, tanto o más en el prójimo como
en nosotros mismos, obtendremos una vida futura mucho más próspera. De esta
misma forma, si voluntaria y conscientemente pensáramos como Alma (99,999 % de
autoconciencia) y como observadores de lo físico con la intención de que la
conciencia afecte a la materia ¿No sería posible que la gran mayoría (poder del
Alma) pueda cambiar a la minoría (la personalidad u hombre dormido)? Todo lo
existente está basado en patrones energéticos o arquetipos que son creados en
el mundo del pensamiento, de donde procede la mente y, si el Alma existe en
esos mismos planos, ¿No es lógico que tenga poder sobre esos arquetipos que en
nosotros se manifiestan como patrones de conducta y en el mundo como
“naturaleza”? Dicho de otra manera, si tenemos un cuerpo compuesto y
relacionado con la clase de energía y grado de vibración existente en los
mundos invisibles ¿No es lógico que esa conexión nos permita cambiarnos a
nosotros mismos y a nuestro futuro?
No es necesario decir o recordar
los miles de “milagros” que se han producido en personas que dedicaban su vida
a la oración o a la fe, es decir, de personas que estaban despiertas (tenían su
atención y su consciencia) en las esferas del Alma. Hoy son muchos los
experimentos realizados por la física cuántica con el pensamiento y con la
oración cuyos resultados han sido la alteración de la materia física. Es más,
hay experimentos que demuestran que los rasgos personales quedan grabados y
alteran la genética. Luego entonces, si sabemos que la voluntad puede gobernar
a la mente y ésta a los deseos y a las emociones ¿Por qué no vamos a poder
cambiar nuestros patrones energéticos para dejar de pensar en el pasado y así
crear posibles oportunidades futuras? Ciertos experimentos han confirmado que
los sentimientos y los pensamientos, no solo afectan a nuestra personalidad y a
nuestra vida, sino que también lo hacen sobre el espacio y el tiempo, o sea,
sobre el futuro.
No sé a cuántas de las personas
que lean estos párrafos les habrá pasado pero yo tengo dos pruebas en mi vida
que confirman este hecho, una de ellas podría estar relacionada con la fe,
cuando en una carretera secundaria y a las tres de la madrugada me vi en unas
circunstancias especialmente negativas pero, sin saber por qué, estaba seguro
que alguien aparecería por algún sitio y me ayudaría; lo que así ocurrió con
ciertos detalles especiales. La otra prueba está más relacionada con el hecho
de “programar” o visualizar repetidamente durante un tiempo unas circunstancias
o hechos que desde lo más profundo de mi corazón yo deseaba pensando en el
beneficio de otras personas. Yo estaba seguro que surgiría la oportunidad y que
se cumpliría y así fue. Tanto en un caso como en otro mi mente trabajó para que
se produjera un hecho futuro y, si bien podría decir que la fe, la oración, el
agradecimiento de antemano a Dios o la auto-programación pudieron jugar algún
papel en todo ello, lo cierto es que lo que yo deseé desde la conciencia del
verdadero Yo se me fue concedido.
Está claro que la rutina y la
monotonía diaria y el hecho de expresar las mismas emociones y los mismos
pensamientos, crean un arquetipo personal o campo energético de determinado
grado de vibración que estará en sintonía con los mundos “emocional” y “mental”.
O sea, dependiendo del valor moral de los deseos y de las emociones así como
del grado intelectual y espiritual que tengamos, así estarán nuestros cuerpos
en sintonía y se identificarán con esas regiones invisibles superiores. Si
estamos muy dominados por los deseos y emociones inferiores llevaremos con
nosotros y vibraremos de acuerdo a las vibraciones más bajas del mundo
emocional. Si tenemos poco control mental y nuestra mente anda de un lado para
otro sin que nos demos cuenta y sin que la observemos, vibraremos de acuerdo a
las regiones inferiores del mundo del pensamiento donde hay más inconsciencia.
Pero si nos esforzamos por pensar, sentir y actuar de una forma más elevada y
positiva hasta el punto de crear una nueva personalidad, cuyo campo magnético
coincida con las regiones superiores de ambos mundos, siempre tendremos muchas
más posibilidades de “encontrar” una nueva realidad o de ser atraídos hacia una
nueva situación. Para ello hay que observarlo todo con una nueva mente, hay que
responder de diferente forma ante las circunstancias y experiencias, y hay que
crear un nuevo estado mental como observador y creador de posibilidades en
dichas regiones. Naturalmente que no se trata de pensar en el deseo de ser o
alcanzar algo, sino de vivir como si ya lo fuéramos o como si ya lo hubiéramos alcanzado,
porque sólo así podemos obtener una respuesta magnética de esas regiones
espirituales.
Si seguimos actuando y
expresándonos como siempre todos los resultados serán predecibles, pero si
conseguimos que el mundo externo no gobierne al interno y que esa realidad
rutinaria siga impidiendo que el verdadero Yo despierte y cree voluntaria y
conscientemente hechos positivos originales que rompan los esquemas cerebrales,
entonces surgirá lo impredecible. Cuando, en vez de expresarnos de acuerdo al
patrón rutinario de toda la vida somos creativos y vivimos en sintonía con los
mundos espirituales, lo que estamos haciendo es pasar de “actuar” como efecto
automático a “crear” causas conscientes. Si, además, incluso antes de obtener
resultados, manifestamos gratitud,
armonía y felicidad interna, lo estaremos lanzando hacia esas regiones
invisibles espirituales para que, además de ayudar al mundo, el algún momento
futuro obtengamos la correspondiente respuesta positiva. Si esas regiones y
mundos están compuestos de materia influenciable que responde a la voluntad del
Alma, está claro que si cambiamos nuestros patrones magnéticos por otros
derivados de una nueva manera de sentir y de pensar de acuerdo a un futuro
lleno de positivismo, esa gran parte o porcentaje espiritual responderá a esta
pequeña parte física. Cuando vibramos positivamente porque intentamos expresar
sentimientos y pensamientos elevados, estamos siendo creadores de patrones
magnéticos espirituales que nos traerán un mejor futuro. Es decir, cuando nuestra
voluntad y mente creadora expresan consciente y voluntariamente la voluntad de
Dios como nueva forma de vida, las
fuerzas espirituales responden.
Estamos hablando de un estado de
consciencia “nuevo” en el que no nos dejemos influenciar por el pasado
(problemas, disgustos, sentimientos y deseos negativos, etc.) ni donde podamos
crear pensamientos negativos, porque si hacemos esto no podremos recibir nada
nuevo sino más de lo mismo que expresamos. Esto es algo así como que al
recordar un hecho pasado que nos causó sufrimiento, suframos otra vez o que,
basándonos en un hecho que nos causó dolor en el pasado imaginemos que nos
ocurrirá lo mismo en el futuro, ocurriendo entonces que los resultados o
respuesta de las fuerzas ocultas sean siempre negativos. No podemos cambiar
nuestros patrones de conducta y nuestra vida cotidiana si seguimos pensando y
sintiendo igual y si aún nos dejamos dominar y nos expresamos de acuerdo a los
recuerdos, problemas y sufrimientos del pasado. Pero menos avanzaremos aún si seguimos
viendo todo a través de los sentidos sin ponernos en la posición de
observadores y de pensadores, a la vez que nos identificamos con el mundo
externo, con las emociones y con los pensamientos. Con el mundo del Alma, del
verdadero Ego, sólo se puede contactar por medio de un perfecto y consciente
control de la mente y de las emociones en cada momento presente o ahora; o sea,
que al mundo del Alma hay que llegar como “no persona común”.
Si estamos casi las 24 horas
pensando en hechos sin importancia, en problemas e incluso sin que el Yo se
entere de lo que piensa la mente y de lo que siente el cuerpo ¿Cómo podemos
esperar alguna respuesta positiva de los mundos superiores? La negatividad solo
atrae negatividad, y lo que se piensa y se expresa inconscientemente tampoco
puede traernos mucha ayuda. Vivir en el ambiente del Alma es algo así como
cuando nos quedamos ensimismados y perdemos la noción del tiempo y del espacio.
Y en un nivel algo más bajo es como intentar ser y ver a todo lo que nos rodea
como lo vería el verdadero Ego. No debemos seguir viendo a las personas que nos
han hecho daño como tal sino como Almas, no debemos ver el mundo según las
experiencias negativas que hayamos tenido en él; no podemos pensar en el futuro
según los esquemas que tenemos guardados en el cerebro sino que debemos crearle
desde esa posición de positivismo y repetirlo a diario para luego llevarlo a la
práctica. Es desde esta posición desde donde nos olvidamos de nuestro cuerpo
físico y estamos plenamente atentos en cada momento presente o ahora para
expresar la nueva forma de sentir, de pensar y de ver la vida.
CAPÍTULO III
QUIÉNES SOMOS Y DÓNDE NOS MANIFESTAMOS
Como todo ocultista sabe y hoy
incluso la física cuántica afirma, el hombre conoce el mundo físico según se
representa éste en su cerebro una vez recibida la información por medio de los
sentidos de nuestro cuerpo; a lo que
hay que añadir que “somos conscientes” de las percepciones de los sentidos
gracias a la mente. Estas líneas podrían dar respuesta a la pregunta ¿Cómo
observamos el mundo físico? Pero, lo que somos es algo diferente, aunque
también relacionado con el cerebro y los sentidos. Lo que somos está fundado en
toda la información recibida y guardada desde que nacemos (educación, enseñanzas,
hábitos, normas sociales, etc.) pero administrada e interpretada según la
consciencia y el desarrollo moral, intelectual, espiritual y evolutivo de cada
individuo, sin embargo, todo lo dicho hasta ahora tiene más de irreal que de
real. La verdad es que, como siempre ha afirmado la filosofía oculta, lo que
vemos fuera de nosotros y que llamamos mundo físico es la condensación de
energías vibrando a baja frecuencia, como así lo demuestra también la física
actual. Por tanto, lo que vemos dentro de nosotros es una copia eléctrica
(señales eléctricas que llegan al cerebro) del mundo físico o externo, por eso,
nosotros, en realidad vivimos en lo interno y recibimos la información y
experimentamos en lo externo.
Nosotros, como seres internos que
somos, no podemos alcanzar el mundo externo puesto que somos los observadores y
experimentadores desde lo interno, y esto es así porque, al igual que el mundo
físico, nuestro cuerpo físico también es energético e irreal para el “Ser”.
Aunque muchos digan que el mundo y el cuerpo físico son reales, la verdad es
que nosotros (el verdadero Yo o conciencia) sólo percibimos la información que
nos facilitan los sentidos, siendo éstas imágenes creadas gracias a los
impulsos eléctricos que llegan al cerebro y de éste a la mente. Ahora no nos
queda más remedio que hacernos la pregunta del millón ¿Existe el mundo físico? Lo
cierto es que solo es real para los sentidos y son éstos los que nos han hecho
creer desde que existen, que el mundo es físico. Por tanto, sí lo es para la
consciencia objetiva que centra su atención en lo externo y para los sentidos,
pero no lo es para el verdadero Ego o Yo puesto que lo que recibe son imágenes
“no físicas” de lo que existe fuera de él y que en realidad también es energía
(protones con sus correspondientes partículas) La ciencia decía no hace tanto
tiempo que el átomo y, por tanto, el mundo son materia y situaba al hombre ahí
con su cuerpo material, pero hoy, al descomponer el átomo y las partículas que
lo componen y al descubrir el campo de Higgs afirman que el cuerpo y el mundo
físico no son materia física sino energías que vibran a muy diferentes
frecuencias y cargas atómicas.
Esto acerca mucho la ciencia a la
filosofía oculta y de hecho la física cuántica se está haciendo complementaria
del ocultismo, pero lo que la ciencia posiblemente no sepa aún es que las
partículas últimas descubiertas son una pequeña parte de las partículas
originales que formaron el mundo físico. El mundo físico está formado por
cuatro éteres sobre los que la ciencia aún sabe muy poco, y cuando descubra eso
se dará cuenta de que los deseos, sentimientos, emociones y pensamientos que
forman parte de nosotros también son partículas energéticas que están entre el
cuerpo físico y el Alma. Es muy posible que la ciencia se pregunte ¿Cómo es que
esas energías (materia) se agrupen y reagrupen para dar forma a los cuerpos? La
respuesta de la filosofía oculta es que esos éteres, según su naturaleza, son
los que forman los moldes energéticos sobre los cuales se adhieren y organizan
los átomos de la Tabla Periódica para crear los diferentes tipos de “materia”
que normalmente llamamos sólido, líquido y gaseoso. Pero la filosofía oculta
también afirma que esos moldes energéticos o etéricos tienen su origen en el
Mundo del Pensamiento y que por ese motivo, el hombre necesita la mente para
ser consciente de lo que perciben los sentidos lo que, a su vez, demuestra que
el verdadero ser humano, el receptor, está en un mundo o dimensión superior a
la mente.
Si nuestro cerebro, al cual llega la
información de los sentidos, está compuesto de materia como el resto del cuerpo
(misma composición atómica) ¿No deberíamos percibir con todo el cuerpo por igual?, pero sabemos que
no es así, luego entonces ¿Dónde se encuentra el Ser o percibidor de las
imágenes que llegan al cerebro? Los impulsos eléctricos que llegan al cerebro y
que se transforman en imágenes actúan así para que la mente las perciba y el
observador o Yo quede informado. Estas imágenes se perciben gracias a los
sentidos y al cerebro físico, pero sabemos que una imagen despierta un
sentimiento, deseo o emoción y que éstas hacen que la mente responda,
consciente o inconscientemente, con un pensamiento. Esto significa que las
percepciones de los sentidos pasan por varios mundos o dimensiones que la
filosofía oculta llama Mundo de Deseos o Emocional y Mundo del Pensamiento, y
es en las regiones superiores de este último donde se encuentra el verdadero Yo
receptor de lo que existe fuera de él. De ahí que una persona con algún
problema serio en la mente, no pueda responder y actuar correctamente con su
cuerpo en el mundo físico, ya que la conexión entre el Yo y sus cuerpos (cerebro, cuerpo de deseos y
mente) falla en algún lugar. Así es que, el que siente y tiene deseos, el que
piensa, y el que afirma conscientemente “yo
soy yo”, no está en el mundo ni en el cuerpo físico, ni tampoco en el Mundo
de Deseos o emocional ni en su cuerpo de deseos, ni tampoco es la mente porque
ésta es el foco a través del cual él percibe y responde ante los hechos y
circunstancias que afectan a su cuerpo físico. El Yo es el Alma o Ego que
evoluciona renacimiento tras renacimiento creando esos mismos cuerpos en cada
vida, pero siendo éstos cada vez más desarrollados y más sensibles a las
influencias de los mundos espirituales.
Una vez comprendido todo lo anterior
¿Qué es y dónde queda lo que llamamos muerte? La muerte existe para nuestro actual estado de conciencia de vigilia, pero
si fuéramos conscientes en esos mundos superiores no experimentaríamos la
muerte porque nuestra consciencia seguiría activa aunque muriera el cuerpo
físico. Si el cuerpo físico es un mero instrumento para tener experiencias y
obtener el conocimiento necesario que nos haga evolucionar; si el cuerpo de
deseos (de partículas de “materia” más sutiles) no somos nosotros sino que es
el aliciente para actuar y responder sentimental y emocionalmente ante lo que
nos ocurre y lo que nos rodea; y si la mente, de materia aún más sutil, es el
medio para que el Ego perciba el mundo físico y para que responda consciente y
razonablemente ante cualquier hecho o circunstancia, ¿Quiénes somos y dónde
existimos? Somos consciencia como personalidad física aquí en el mundo físico
pero somos conciencia como Ser. Somos el Ego o Alma inmortal que contiene los resultados
de todas las anteriores vidas y que, desde las regiones superiores del Mundo de
la Mente, percibimos y experimentamos en el mundo físico a través de los
diferentes cuerpos. Lo que significa que cuando el cuerpo físico muere no
morimos nosotros sino que seguimos expresando sentimientos, deseos, emociones y
pensamientos. De ahí que la filosofía oculta afirme que la muerte no existe
para el verdadero ser humano.
Afirma la ciencia que el universo
surgió de la Nada o del Caos, esto puede ser cierto desde el punto de vista de
los sentidos, de la consciencia objetiva o de la ciencia física. Pero el
ocultista sabe que cuando se ha evolucionado lo suficiente como para ser
clarividente voluntario y para ser conscientes en el mundo o regiones
superiores al mundo físico, este mundo físico con todas sus formas, tiene su
origen y está compenetrado por los éteres que compenetran a los átomos (como
los átomos compenetran las moléculas y éstas a las células) y que estos éteres
están compenetrados por otra materia más sutil, y ésta por otra aún más sutil.
Sin embargo y piensen lo que piensen los científicos, todo este Plan tiene como
fin para nosotros el desarrollo del cerebro, de la auto-consciencia, de la
voluntad, de la mente y de la conciencia del Alma que nos identificará en su
momento con Dios como parte suya que somos. Cuando más se descompone una
partícula física más subpartículas se descubren hasta que llega el momento en
que nos damos cuenta de que todo es energía pero que ésta actúa según un plan
inteligente y ordenado, y que actúa, reacciona y se expresa con cierta
inteligencia, sentimiento o deseo.
La materia física o condensada no es
más que átomos vibrando a baja frecuencia pero cuando se profundiza en ella y
se separan los átomos, siguen estando unidos por otra clase de energía aún
desconocida por la ciencia (los éteres) y a la que algunos llaman “vacío”, y
por la mente que creó los mundos que componen nuestro universo de cuya materia
y energía formamos nuestros cuerpos. Si, como dicen los físicos, el universo se
creó de una sola partícula (origen del Big Bang) significa que nosotros, como
cuerpo físico y como Almas, éramos y somos parte de esa partícula, por tanto,
todos nosotros, como Espíritus e hijos del Creador, tenemos el mismo origen. La
diferencia entre nosotros está en el grado evolutivo que cada uno haya
alcanzado a través del renacimiento; (según el esfuerzo, adaptación,
sacrificio, etc. que cada uno haya hecho) del grado de conciencia que haya
obtenido; y también respecto al desarrollo de los sentimientos, de la mente y
de la voluntad en relación con otras formas de vida evolucionantes como, por
ejemplo, los reinos que nos siguen.
Como ya hemos dicho y con lo
expuesto hasta ahora, podemos llegar a la conclusión de que lo que percibimos a
través de la mente y gracias al cerebro y a los sentidos, es una ilusión para
el Ego y que no es el mundo real al cual pertenece o pertenecemos como
conciencia. Sin embargo, es cierto que gracias a la acción y a las experiencias
del hombre en este mundo de percepciones (aunque lo perciba desde el Mundo del
Pensamiento) este Ego o Yo superior está evolucionando y desarrollando los
poderes latentes del Espíritu, que son los mismos poderes del Mismo Ser que le
creó y que creó todo el universo con nosotros incluidos. De ahí que en la
biblia esté escrito que “En Dios vivimos,
nos movemos y tenemos nuestro ser” y que “Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios.” La verdadera
Realidad, no ilusoria, se irá percibiendo poco a poco según se vayan
desarrollando los poderes del Espíritu, de forma similar a como hemos
desarrollado hasta ahora la auto-consciencia, la mente y la voluntad que tanto
nos diferencia de los animales.
Si el origen de todo lo existente es
la “Nada” o “Vacío” y nosotros (físicamente hablando) al igual que el universo,
somos una condensación de materia que procede de otro vacío individual, está
claro que debemos ir desapegándonos de lo terrenal y del concepto de que somos
un cuerpo físico para poder identificarnos con ese “Vacío” que, en el más elevado
sentido, es la “Realidad” o “Todo”. Lo mismo que para nosotros “adquirir
conocimiento” es identificarnos con lo conocido, así mismo debemos conocer la
Realidad para identificarnos con ella puesto que la “realidad” procede y es ese
“vacío” al cual nosotros también pertenecemos. Como esa identificación no la podemos hacer en el mundo ilusorio de
los sentidos, debemos buscarla en nuestro interior, en el verdadero Ser, en el
Espíritu creado por Dios, la única Realidad. Según vayamos identificándonos con
la Realidad iremos despertando su naturaleza latente en nosotros y sentiremos
cada vez más que somos parte de Él.
Como ya hemos explicado, la
diferencia entre lo más y lo menos sólido radica solamente en que las
partículas energéticas que componen cada cuerpo o forma física vibran a
diferente frecuencia, Así, si pudiéramos percibir con nuestros ojos dichas
energías, veríamos que las formas están llenas (sin vacíos entre los átomos) de
partículas energéticas en movimiento. Son los pensamientos, los sentimientos y
las emociones mezcladas con las percepciones de los sentidos los que dan forma
a lo que nosotros llamamos mundo físico o mundo real. Científicamente está
demostrado que nuestros sentimientos, emociones y pensamientos alteran la
naturaleza de la materia actuando sobre dichas partículas energéticas; por otro
lado, sabemos que el hombre es creador por medio de su mente, de su intuición y
de su imaginación. Prueba de ello es todo lo que hemos creado sobre la faz de
la Tierra a lo largo de millones de años. Esto lo ha demostrado también la
ciencia con algunas pruebas de laboratorio efectuadas, como por ejemplo: El
japonés Masaru Emoto alteró la naturaleza del agua por medio de pensamientos,
palabras y oraciones; y algo parecido también se ha efectuado sobre el ADN por
medio de la visualización, la imaginación, los pensamientos, los sentimientos y
los deseos.
Por consiguiente, todos estamos
hechos de energía y esta energía vibra a mayor o menor frecuencia dependiendo
de los sentimientos y pensamientos que expresemos en todo momento. Lo que
significa que nos manifestamos según vibremos en positivo o en negativo, en lo
moral o en lo inmoral, en lo espiritual
o en lo egoísta y material, etc. Queda claro, por tanto, que el mundo de las
percepciones en que vivimos, que creamos y que llamamos real, es el efecto de
las vibraciones que llevamos con nosotros.
Así, cuando tenemos ideales elevados (de espiritualidad, amor, simpatía,
tolerancia, etc.) y los llevamos a la práctica con nuestros diferentes cuerpos,
no solo vibraremos en sintonía con los mundos espirituales y de acuerdo a las
Leyes Divinas, sino que también percibiremos el mundo y a los demás desde esa
perspectiva.
Como hemos podido ver a lo largo de
este capítulo, aunque tengamos un cuerpo físico, nuestro origen no es este
mundo, en realidad casi no existimos aquí porque, aunque los sentidos y la
mente perciban algo cuyas formas llamamos físicas, el verdadero Ser, el Ego, lo
percibe desde su propio mundo mental abstracto, el cual está incluso por encima
de las regiones relacionadas con nuestra mente razonadora; prueba de ello es
que nosotros (representados aquí como voluntad) tenemos poder y dominio sobre
la mente. Profundizando un poco más sobre este asunto diremos que a nivel
subatómico y etérico no existen las características física que percibimos con
nuestros sentidos (color textura, olor, sonido…) esas características se
perciben gracias a los sentidos del cuerpo físico, al cerebro y a la mente,
pero cuando estamos fuera del cuerpo no somos conscientes del mundo físico ni
de lo que contiene, que es como decir que estamos en otro mundo de partículas
que nuestros sentidos no perciben. Quien percibe y observa es el yo personal
consciente en este mundo físico puesto que no ha evolucionado lo suficiente
como para percibir en los otros mundos, (como por ejemplo, donde vamos cada
noche mientras dormimos) pero sabemos que la conciencia no es ese yo, sino que
es algo superior que se manifiesta como un maestro espiritual, como intuición y
a veces en forma de premoniciones o profecías.
Este Ego o Yo manifestado a través
de sus cuerpos, pero utilizando principalmente a la mente para enfocarse en el
mundo físico, es el que debe utilizar el cerebro y los sentidos para obtener el
mayor provecho de su vida en la Tierra; ese Yo está unido al Espíritu que es
parte de Dios, del cual fue diferenciado. Nuestro verdadero mundo y nosotros
como Espíritus somos celestiales porque, tanto el origen de las partículas que
crean los mundos como nuestro propio Ser, tienen su origen en el propio Mundo
de Dios, el creador del universo, del cual no se puede dar forma ni imagen.
CAPÍTULO IV
LO QUE SOMOS Y LO QUE CREEMOS SER
Desde el
punto de vista de cualquier persona normal, cuando decimos “”YO” nos estamos
refiriendo al cuerpo físico, incluso los estudiantes de ocultismo con todo el
conocimiento que tenemos también pensamos en la imagen de la personalidad que
vemos, el cuerpo físico. Por un lado es lógico, el verdadero “YO” lleva renaciendo
en cuerpos desde hace millones de años y
tiene tan centrada la conciencia en el mundo físico que la personalidad no se
acostumbra a pensar y a actuar como el verdadero Ser que es. Pero si a nosotros
nos ocurre eso, también es cierto que sabemos que no somos el cuerpo sino que
somos el resultado de una involución del Espíritu en la materia y de un
desarrollo de diferentes cuerpos siendo el físico el más desarrollado y del
cual nos servimos para experimentar y para evolucionar aquí en la Tierra hasta
que podamos volver de nuevo a nuestro hogar espiritual. Sin embargo y
generalmente, la ciencia no sabe ni admite nada de esto con tal de no reconocer
que hay otros mundos de materia más sutil donde habitan otros seres con cuerpos
etéricos o que nuestro verdadero YO no pertenece a este mundo ni es el cuerpo
físico.
Si
analizamos nuestro cuerpo podemos comprobar que somos energía (el átomo y los
elementos que lo componen) pero para la gran mayoría de la ciencia somos poco
más que oxígeno, carbono e hidrógeno. La verdad es que nuestro cuerpo está
compuesto de átomos que son iguales que los de otras formas físicas, es decir,
nuestro cuerpo está compuesto de la misma materia que otros cuerpos; de las
moléculas surgen millones de células que forma un cuerpo que, aunque en el
99,99% es igual a los demás, esa pequeñísima diferencia nos hace diferentes en
lo interno. Esta diferencia radica en el ADN, en las células que forman el
cuerpo, o sea, el óvulo y el espermatozoide. Hasta aquí estamos más o menos de
acuerdo los ocultistas y los científicos pero, analicemos más detenidamente lo
que somos y lo que no somos.
LOS OJOS. Cuando
decimos que “vemos” con los ojos no es así, los ojos son unos recolectores de
luz, a la cual retienen para producir unos impulsos eléctricos que llegan al
cerebro donde éste “interpreta” o “ve” como imagen las vibraciones que están
captando los ojos. Es decir, la luz choca con la cornea, de ahí pasa a la
pupila, luego al cristalino de proteínas y después pasa a la parte posterior o
retina donde los fotoreceptores de luz la convierten en impulsos eléctricos y
los envía al cerebro. Hasta ahí todo bien pero ¿quién interpreta esos impulsos y lo que “ve”? ¿Dónde está ese yo de la
ciencia? en el cerebro no puede estar puesto que su composición física es
la misma que otras formas o partes físicas que no “ven”. Si el yo no está en el
cerebro físico ¿No debería estar en algo invisible similar a esa energía que interpreta
el cerebro? Es aquí donde la filosofía oculta afirma que tenemos un cerebro
etérico, parte de un cuerpo etérico, que mantiene vivo el cuerpo físico y que,
por tanto, hace que el Yo recoja la información que el cerebro recibe por medio
de los sentidos.
Este cuerpo
etérico tiene su origen en la concepción y está relacionado con ese ADN. Los
Ángeles del Destino que administran nuestro karma y nuestro destino, son los
que antes de la fecundación preparan el molde de lo que va a ser dicho cuerpo
etérico y, cuando está todo planificado y el verdadero Yo o Ego está listo para
renacer, ellos depositan en las células masculina y femenina lo que los
científicos llaman ADN. A partir del genoma de esas células se formará el
cuerpo físico sobre el invisible y energético cuerpo etérico pero, si bien esto
está relacionado con la imagen física tal y como la ciencia está investigando y
trabajando a través de la áreas del cerebro, ¿dónde están, (si estuvieran en el cerebro), las emociones, los
sentimientos, la intuición, la inspiración, la voluntad, etc.? Los ojos son
las ventanas del Alma, son ventanas por donde pasa la luz, pero el verdadero Yo
no es esas ventanas sino el observador y el pensador. El cerebro lo único que
hace es procesar y comparar con lo procesado un segundo antes para así formar
la imagen o película de lo que captan los ojos.
EL CEREBRO. El cerebro
es el procesador y centro de operaciones, repito, el centro no el controlador, por tanto, cuantas más conexiones haya
más control habrá sobre el cuerpo físico. El cerebro está recibiendo
información constantemente por medio del sistema nervioso, y las neuronas
transmiten impulsos a una velocidad de 300 km por hora. Esto nos permite
pensar, sentir y recordar, por eso cualquier problema que afecte al cerebro
pone en peligro a la personalidad, sin embargo, eso no es lo peor, puesto que
si el cerebro queda dañado significa que ni el Ego puede recibir información ni
tampoco puede expresarse a través de él.
El cerebro se divide en áreas que
gobiernan diferentes partes y funciones del cuerpo, es algo así como un mapa
pero que con el paso de los años se degrada. La ciencia ha llegado a estudiar
hasta tal punto el cerebro que han detectado más o menos actividad en las áreas
según los pensamientos que se emitan de acuerdo a lo que se vea, se sienta o se
oiga. Y aquí ocurre un hecho interesante que demuestra cómo el poder de la
mente, o mejor dicho, de la voluntad del Ego, puede transformar la actividad de
esas áreas. Se ha demostrado que cuando una persona piensa voluntaria y conscientemente
(concentración mental voluntaria y meditación) pone en actividad el área que
corresponda a lo que piensa en detrimento de la contraria, es decir, una
persona que siente odio puede atrofiar la parte del cerebro que representa el
odio concentrándose y meditando sobre el amor. Así es que la actividad cerebral
responde y transforma el cerebro de acuerdo a esa influencia que llamamos
voluntad del Ego. Pero esto no se puede interpretar como “voluntad” de la mente
o de la personalidad (como afirman muchos) porque la personalidad y la mente
están en mil cosas a la vez, por no decir que muchas veces no somos conscientes
de lo que nuestra mente piensa.
Si la ciencia ha comprobado que
la meditación, la concentración y toda actividad voluntaria, consciente y
persistente puede cambiar y transformar la actividad del cerebro en sus
diferentes áreas, está de acuerdo con la filosofía oculta cuando dice que somos
un cuerpo físico; un cuerpo vital que da la vida al físico; un cuerpo de deseos
(donde nacen los deseos, las emociones y los sentimientos) que es el aliciente
para la acción; y un cuerpo mental que es con el que razonamos normalmente pero
que no controlamos la mayor parte del día. Si bien la ciencia dice que es esa
mente la que puede transformar el cerebro, la filosofía oculta dice que el
verdadero Yo está por encima de la mente y está representado por la voluntad y
la conciencia, como así podemos comprobar cuando utilizamos la mente voluntaria
y conscientemente para concentrarla en algo que nos interesa. Así es que la
voluntad no está en el cerebro.
Por tanto, la ciencia viene a
demostrar que el Yo es quien, a través del cerebro, gobierna el cuerpo físico y
es consciente de lo que le rodea, pero no dice nada sobre dónde está y qué es
exactamente el verdadero ser humano. Sin embargo, aun basándonos en lo admitido
por la ciencia, está claro que por medio de la voluntad nos podemos hacer
mejores personas, desarrollando en el cerebro nuevas áreas relacionadas con el
amor, la fraternidad, el altruismo, la compasión, etc. La persistencia y la
repetición relacionadas con el cerebro etérico serán las encargadas de sentar
las bases en el cerebro físico y, a partir de ahí, iremos eliminando la
actividad de otras áreas de naturaleza negativa que impiden nuestro crecimiento
espiritual y nuestro progreso en la vida física.
Esta nueva actividad que se
convertirá en buenos hábitos tendrá su repercusión en los cuerpos emocional y
mental. Además y por otro lado, el pensamiento positivo mejora la salud física
y mental y cierra nuestra aura a todo lo negativo que pretenda entrar. Cambiar
la forma de pensar no es solo cambiar la actividad neuronal del cerebro sino
que, como dice la filosofía oculta, cambia la personalidad, (carácter, hábitos,
ideales, etc.) cambia el destino presente, y cambia el destino y el karma de la
próxima vida. La voluntad (el Yo) a través del manejo voluntario de la mente
para pensar en lo positivo, repercute en el cuerpo de deseos haciendo
exactamente lo mismo que en el cerebro, es decir, atrofiar los deseos y
sentimientos negativos para aumentar y desarrollar los positivos; donde hay un
pensamiento positivo no puede haber uno negativo. Como vemos, es el Ego quien,
a través de su voluntad, puede y debe gobernar la mente y sus pensamientos para
sujetar y controlar sus deseos y sentimientos negativos, con tal de que el
cuerpo etérico forme nuevos hábitos.
La formación de un nuevo cuerpo
comienza con la unión de las células, pero repito, la formación del cuerpo físico NO la del verdadero Ser o Alma que
está junto a la madre pero fuera de su cuerpo durante los primeros meses de
gestación. Cada célula tiene un genoma, un proyecto futuro, y ambas células
deben juntarse para fusionar los cromosomas que serán la base de datos para el
color, forma y demás caracteres del cuerpo. A partir de las tres semanas
comienza a formarse lo que será el sistema nervioso, el cerebro y la médula
espinal; a las ocho semanas están presentes todos los órganos; a las nueve
semanas ya es un feto según la ciencia; a las doce ya respira líquido
amniótico; y a las veinticuatro puede oír. Entre las doce y las diez y seis
semanas penetra el Ego para hacerse cargo de su cuerpo, el cual está construyéndose
de acuerdo al futuro destino kármico que ese Ego tiene pendiente según las
obras que hizo en su anterior o anteriores vidas.
LA
RESPIRACIÓN. El aire pasa por la garganta, por la tráquea, de ahí va a
los pulmones y a los alveolos, luego sale de los pulmones para ir al torrente
sanguíneo y así terminar en las células de todo el cuerpo. El sistema nervioso
(conectado al cerebro como la vista y el
oído) es el que hace que el aire que pasa por la nariz y que nos produce placer
o disgusto, nos haga sonreír, relajarnos, etc. o todo lo contrario. Esto es
gracias a los millones de células que inhalan los olores y que gracias a los
miles de receptores comunican los resultados al cerebro.
Cada respiración proporciona el
aire que necesitan las células y hace que el corazón bombee sangre. Un latido
manda sangre de los pulmones al corazón y de ahí se suministra oxígeno y
glóbulos rojos a todo el cuerpo. Cuando no llega sangre al cerebro, el hombre
pierde la consciencia, se desmaya; y es que la sangre es imprescindible para el
funcionamiento del cerebro. El Yo obtiene el control del cuerpo gracias a la
sangre, donde no hay circulación sanguínea no tiene control, de ahí que cuando
cortamos la circulación sanguínea de un brazo se nos duerma, o mejor dicho, perdamos
la consciencia de él excepto porque lo vemos. Así es que gracias a la
respiración extraemos el beneficio de nuestras vidas y gracias a la sangre,
junto al cerebro y al sistema nervioso,
tenemos control sobre nuestros cuerpos.
Por consiguiente ¿Somos el cuerpo
físico? No, porque su composición es igual que otras formas físicas y sabemos
que la materia ni siente ni piensa. ¿Somos un cuerpo físico que tiene vida? NO,
porque entonces seríamos simplemente como las plantas que, como sabemos, no
sienten ni piensan. ¿Somos un cuerpo físico que tiene vida, deseos y emociones?
NO, porque entonces seríamos como los animales que, como sabemos, tienen todo
eso pero no piensan. ¿Somos un cuerpo
físico, que vive, que tiene emociones, sentimientos, deseos y que, además,
piensa? NO, porque aunque eso es lo que muchos afirman, la voluntad está por
encima de todo eso y puede manejarlo y gobernarlo. Luego entonces, somos un
Espíritu que se expresa como “voluntad” y como “conciencia” en la persona, pero
con la excepción de que la voluntad es un aspecto del verdadero ser Humano, del
Ego que, como conciencia, nos habla, nos aconseja y nos corrige cuando hacemos
mal. Así se desarrolla la voluntad y se controlan los cuerpos, o lo que es lo
mismo, así nos manifestamos como lo que verdaderamente somos, un Espíritu que a
través de sus cuerpos desea desarrollar sus poderes y alcanzar la perfección.
CAPÍTULO V
LOS INSTRUMENTOS DEL
ESPÍRITU Y SU DESARROLLO
Es evidente
que según evoluciona la humanidad va descubriendo el mundo en el que vive a la
vez que se descubre a sí mismo. Los físicos pasan de considerar al átomo como
el origen de la materia a decir que toda la materia es energía, y los
psicólogos pasan de decir que la mente es un producto del cerebro a decir que
ésta es inmaterial e independiente. Pero las teorías relacionadas con la
filosofía esotérica, el budismo o la metafísica van más allá y dicen que la
materia o energía son en realidad “pensamiento divino manifestado” y que
nuestra mente es un mero instrumento del Ego para poder expresarse y
evolucionar en este mundo por medio de sus diferentes cuerpos y experiencias.
Por consiguiente, si queremos delinear lo que verdaderamente somos y dejar
claro lo que es el Ego y cómo puede desarrollar sus poderes, debemos
analizarnos profundamente y en todos los aspectos, pues el Ego es el centro de
acción consciente que puede cambiar nuestra vida, destino, carácter e incluso
fisonomía.
Todavía hay
muchas personas que piensan que somos el cuerpo físico, otros dicen que somos
eso mismo más los deseos, sentimientos y pensamientos, y otros van más allá y
afirman que somos todo eso pero que por encima está la consciencia del Yo, es
decir, la consciencia de que somos un individuo con voluntad propia. Así es
que, de una forma generalizada, la mayoría de las personas se consideran los
creadores de sus pensamientos, los
percibidores de sus sentimientos, y los autores de sus actos, pero pocos
pueden explicar lo que es el verdadero Ego o Alma. Somos consciencia y nos
sentimos consciencia en cada momento en que, como “Yoes” pensamos, sentimos,
deseamos, hablamos, actuamos y ponemos voluntad. Esto es lo que somos para la
mayoría de las personas, una consciencia que se reconoce a sí misma como un “Yo
soy” o “mi mismo” gracias a todos los aspectos o vehículos de manifestación del
Espíritu. Sin embargo, son pocos los que actúan desde esa posición en cada
momento, ya que están tan identificados con sus cuerpos que creen que son ellos
mismos. El verdadero Yo es el conocedor, pensador y observador del “mi mismo”
como personalidad formada por los cuerpos físico, emocional y mental, es decir,
es el ser consciente de sí mismo y de que él no es todo lo demás, y de que todo
lo demás son instrumentos a su disposición para evolucionar y manifestar sus
poderes como Espíritu.
Los
sentimientos, deseos, placeres, penas y hechos manifestados a través de la
mente, del instinto o del subconsciente forman el “mi” o yo personal, mientras
que los que se identifican conscientemente (actúan como consciencia) como Egos,
son pensadores voluntarios y observadores conscientes de esa personalidad. La
personalidad cambia según las experiencias pero generalmente lo hace
involuntaria e inconscientemente. Sin embargo, la persona que gracias a su
desarrollo está identificada con el Yo, cambia voluntaria y conscientemente sus
aspectos personales (gustos, aficiones, formas de pensar, etc.) La personalidad
se expresa pensando que es ella misma (desear, disfrutar del placer, ser
egoísta, crear malos pensamientos, etc.) mientras que el Yo, como observador de
la personalidad, diferencia si el hecho es interno o externo y la respuesta que
voluntaria y conscientemente puede dar. El Ego intenta cambiar a la personalidad
para que no actúe por instinto, como subconsciente o de forma automática en
forma de deseo, sentimiento y pensamiento. Él observa en silencio y intenta
imponer su buena voluntad para que los deseos, sentimientos y forma de pensar
estén de acuerdo con su naturaleza espiritual, pero para que esto suceda, la
personalidad debe silenciar la mente y utilizar a ésta para discernir entre lo
correcto e incorrecto y lo verdadero y lo falso. Un sentimiento o deseo suele
venir de dentro pero no es lo mismo actuar o responder a un hecho como si
fuéramos ese sentimiento, deseo o incluso pensamiento, que responder consciente
y voluntariamente como observador consciente quitando así la respuesta
personal.
Una cosa es
la actividad mental personal (pensamientos automáticos e inclinados al egoísmo
y al materialismo) y otra actuar como conocedor del mecanismo de la mente y
controlador de la misma; no es lo mismo actuar como sentimiento o como mente
que como la consciencia que los observa, estudia y manifiesta. Yendo un poco más
allá, reconocemos que tenemos el poder de cambiar nuestros deseos, sentimientos
y pensamientos pero ¿quién o qué es eso que es auto-consciente de que tiene ese
poder en sí mismo? Ese es el estado más puro o elevado de conciencia en que nos
encontramos pero, en el cual y por lo general, no expresamos. La personalidad
son muchos pequeños estados de consciencia de los cuales el Ego, como pensador
y conocedor, es consciente. La personalidad, como cuerpos, cambia día tras día
pero el Ego no; la personalidad puede ser examinada por el Ego pero el Ego no
se puede examinar a sí mismo; por tanto, la personalidad es no-ser y el Ego es
Ser. En consciencia, nadie puede decir “yo no soy” porque la consciencia es el
Yo. No podemos ni siquiera imaginarnos fuera del Yo o como que desaparecemos
como Yoes; nos podemos imaginar a otros Yoes como hermanos pero no podemos
pensar que nuestro Yo sea otro porque la consciencia del Yo está por encima de
la personalidad. La consciencia del Yo está en cada momento presente, en cada ahora,
pero la personalidad con sus cuerpos puede viajar por el pasado o el futuro.
Teniendo
claro ya que además de pensar, sentir, desear, etc., como yoes, tenemos el
poder de la voluntad para impedir que sean todos esos aspectos quienes nos
dominen, quiero insistir en que cada individuo debe liberarse de sus
pensamientos, sentimientos, deseos y acciones que instintiva, inconsciente o
automáticamente actúan mayormente en contra de la buena voluntad del Ego. La
mayor parte del día estamos dominados por tendencias hereditarias, costumbres,
sugestiones de los demás, auto-sugestiones, deseos, imaginación, etc. y no
queremos verlo porque preferimos ignorar que podemos ignorarlo, cambiarlo o
eliminarlo de nuestra vida sólo con un poco de voluntad. El común de las
personas piensa y actúa como si fuera todo eso, a la vez que se queja porque
quisiera ser mejor, pero no comprende que puede transformar y controlar a la
personalidad para no ser un mero juguete de ella y de las circunstancias
externas que le rodean. Actuamos como autómatas, nos dejamos dominar por las
corrientes emocionales y los deseos, somos esclavos de nuestros propios estados
de ánimo y no nos reconocemos ni nos auto-observamos en cada ahora para
experimentar desde la posición que nos corresponde. El auto-reconocimiento como
un Alma o Ego nos presenta un nuevo mundo de posibilidades respecto a pensar,
desear, sentir, hablar y actuar porque desde ese nuevo punto de partida todo
eso se hace voluntaria y conscientemente.
Es normal y
para muchos inevitable actuar o sentir de acuerdo a los pensamientos que
alcanzan y dominan a la mente, procedan de quien procedan. Un pensamiento
externo negativo, al cual escuchamos y le damos unas cuantas vueltas en la
cabeza, nos puede causar preocupación, ansiedad o incluso no dejarnos dormir.
Pero el hecho de ser ignorantes del tema que estamos tratando puede hacer que
le demos más vueltas buscando una salida y que resulte ser peor todavía. Cuando
algo nos molesta en la ropa que llevamos puesta averiguamos lo que es para
quitarlo y eliminar la molestia. Pues así mismo podemos hacer con lo que llega
a nuestro cerebro procedente de los sentidos, y lo mismo respecto a la manera
de actuar y de responder de la mente. Sí, ya sé que muchos opinarán que es muy
difícil de conseguir esto, pero yo aseguro que la auto-observación y el hecho
de recordarse a sí mismo como un Yo superior en cada momento posibilitan el
poder de decidir qué pensar, sentir, hablar o hacer. Podríamos considerar este
hecho como el verdadero sentido de la vida porque este poder de decidir a
voluntad hace que seamos dueños de nuestro karma y creadores conscientes de
nuestro destino. Eliminar cada día los pensamientos negativos dominantes o
controlar la mente a voluntad durante una hora diaria es un buen comienzo y un
gran paso que repercutirá como más poder sobre la mente y como paz en vez de
preocupaciones y ansiedades. Debemos considerar a la personalidad como una
entidad en nosotros que quiere imponer su forma de vida y de pensamiento puesto
que (excepto el poco tiempo que utilizamos para discernir o concentrar la mente
en algo serio) la mayor parte de cada día nos lleva de un lado para otro entre
deseos, hábitos, impactos, temores, vicios, etc.
Es un hecho
que la filosofía oculta occidental, así como la de hace varios milenios
oriental, hablan de planos mentales por encima y por debajo del consciente,
pero tuvo que ser Leibnitz en occidente quien de verdad diera públicamente
importancia a este hecho. Así es, además de la consciencia personal existen
unos niveles de los que somos inconscientes y otros llamados subconscientes de
los cuales solo somos conscientes gracias a sus efectos. Podríamos decir que la
consciencia actúa como tal solo en un 10 o un 15 % del día, preguntémonos ¿Cuántas veces al día somos conscientes de
lo que pensamos? La mente se ha estado modificando toda la vida y lo sigue
haciendo basándose en todo lo percibido y experimentado desde la infancia, en
lo guardado en la memoria, en los hábitos, en el subconsciente, en el instinto
y, en definitiva, en la personalidad de esta vida.
El 90 % de la actividad mental es
subconsciente, y como ejemplo de la existencia de este subconsciente diremos
que a veces queremos recordar o resolver algún problema conscientemente y no
podemos hasta que, después de dejar de intentarlo, el subconsciente nos da la
respuesta. Tenemos diferentes vehículos o instrumentos de manifestación y
desarrollo como Egos que somos, y todos ellos deberían estar bajo el dominio de
la mente como ésta debería estar bajo el dominio de la voluntad del Ego. Sin
embargo, la mente y todo lo relacionado con ella (subconsciente, imaginación,
intuición, supraconciencia…) solo forman la punta del iceberg de lo que
verdaderamente es el Espíritu. Por tanto y viendo que el ser humano está
compuesto de muchas partes, es importante que hagamos las correspondientes
distinciones entre las mismas hasta llegar a comprender que el verdadero Ser o
Ego está por encima de todas ellas y que tenemos el deber de trabajar a favor
de dicho Ego para que nuestra consciencia se identifique con la de su propio
plano mental.
Hemos
mencionado dos aspectos mentales internos relacionados con la mente, estos son
el subconsciente y lo que algunos llaman el superconsciente, uno está por
debajo de la consciencia y el otro por encima. La mente subconsciente es donde están guardadas las impresiones del
pasado de cada individuo hablando incluso a nivel de raza, son impresiones del
pasado reproducidas en forma de instinto, prejuicios, simpatía o antipatía,
tendencias, etc. Este aspecto mental es independiente del carácter natural de
cada vida e individuo, por tanto, la personalidad tiene su asiento en el
subconsciente y en el carácter que se forma en cada vida, ya que éste también
pasa a ser parte del subconsciente. Es conveniente saber que cuanta mayor
atención se pone en lo que nos interesa más profunda será la impresión en el
subconsciente, del cual es parte la memoria. La persona que toca la acordeón, el
mecanógrafo o la cajera del supermercado van grabando en el subconsciente el
progreso que lentamente van haciendo hasta que aprenden a pulsar las
correspondientes teclas de manera automática, pero ese automatismo procede de
esa mente subconsciente como también ocurre con los hábitos y con los
conocimientos que guardamos como nuestros o como verdad.
Si bien
podríamos llamar “almacén de las inspiraciones del pasado” al subconsciente,
también podríamos llamar “almacén latente del futuro desarrollo de la
humanidad” al superconsciente; es decir, el superconsciente es donde está
latente el superhombre y de donde procede la intuición, la inspiración o el
genio. Esto quiere decir que lo mismo que el estado actual de la mente estuvo
latente alguna vez en el pasado (cuando no éramos auto-conscientes como
individuos) así mismo ocurre con la mente superconsciente que algún día será el
estado normal de la mente en toda la humanidad. Este futuro estado evolutivo
está latente en cada individuo, ya que todos estamos en el “Plan de Dios” por
medio del cual tenemos que llegar a ser perfectos como Él. De hecho, algunos ya
demuestran ciertos poderes de esta supermente gracias a que se han esforzado
más y se han adaptado mejor a dicho Plan Divino. Nuestra mente es una
pequeñísima porción del mundo mental y nuestro cuerpo mental está engendrado
para que en determinada etapa evolutiva de la humanidad desarrolle todos sus
poderes. Así es que, lo mismo que un árbol frutal está latente en una semilla,
así mismo, el superhombre está latente en el hombre. Esto será fruto del futuro
desarrollo como lo es el hecho de que desde que nace un niño hasta su pubertad
pasa por los diferentes grados mentales por los que ha pasado la humanidad.
El hombre
evoluciona vida tras vida gracias a sus experiencias, a su karma y a su
esfuerzo, entre otros, y esto ocurre en base a las circunstancias e impactos
externos, a las sensaciones y experiencias internas y a esa “presión interna” a la que todos estamos
sometidos gracias a la cual la humanidad
no deja de inventar, crear, procrear, etc. Por tanto, el desarrollo
mental se debe también a todo esto puesto que la mente se siente atraída hacia
todo ello. Los sentidos son el resultado de millones de años de evolución,
comenzando por el del tacto y terminando por la vista, y lo mismo que todos se
han desarrollado progresivamente, también la consciencia desarrollará
progresivamente otros sentidos relacionados con ella misma y más directamente
con el Ego (telepatía, clarividencia, clariaudiencia…) Esto, a su vez,
desarrollará la intuición, la inspiración y el genio que, al mismo tiempo,
formará a un superhombre bondadoso, altruista, fraternal, etc. Por
consiguiente, estamos en camino de una nueva conciencia y preparando el terreno
que nos llevará a despertar los nuevos sentidos latentes. Dios no solo creó el
mundo visible, sino que creó todo lo visible e invisible, y si nosotros, sus
hijos, tenemos que hacernos semejantes a Él, tendremos que conseguirlo a través
de las experiencias y el desarrollo de la conciencia en todos los planos, sea
el físico o sean los etéricos.
Cuando hace
millones de años se comenzó a desarrollar el germen de la mente fue gracias a
las experiencias captadas por los sentidos que entonces teníamos, y al igual
que el cuerpo físico vive gracias a los nutrientes necesarios también la auto-consciencia
se adquirió gracias al conocimiento que nos daba la mente, por eso mismo se
podría afirmar que un hombre sin sentidos no tiene consciencia. Conocemos
gracias a los sentidos y cuanto más fiel y profunda sea la percepción de lo que
nos llega por esa vía más posibilidades tendremos de imaginar, discernir o
intuir con la mente para desarrollar la mente superconsciente e incluso la
espiritualidad. Podríamos ir un poco más allá y decir que casi todo lo que
somos es gracias a la luz y al movimiento, puesto que es la luz la que refleja
el mundo externo en la retina para que pasen al cerebro y son las vibraciones
las que hacen lo mismo en otros sentidos. Estos conocimientos, sensaciones o
impresiones son los causantes de los sentimientos y éstos de los pensamientos
gracias a la intervención del Ego, así es que, sin cerebro y sin sistema
nervioso no evolucionaríamos porque el Ego no podría transformar las
experiencias en consciencia. Es este
y no otro el medio de comunicación y manifestación del Ego en el mundo físico,
todo un sistema de comunicaciones que a través de la mente llegan al cerebro
para que el hombre pueda evolucionar. La naturaleza y las jerarquías divinas
facilitaron en el principio de nuestra evolución todos los medios necesarios
para que, en un momento dado, se desarrollarán dichos medio de comunicación y
esa mente sin la cual no hubiéramos llegado donde estamos. Pero fue en ese
momento dado cuando el Ego se hizo cargo de su propio desarrollo y de su karma para hacer frente a su destino.
Es el Ego quien percibe lo que llega por los sentidos y en nosotros está hacer
que lo que llegue sea lo mejor y hacer el mejor uso de la mente para acelerar
el proceso de perfección.
Como
podemos ver, las herramientas del cuerpo físico que el Ego tiene para
desarrollar sus poderes en este mundo son:
1º.- La percepción por parte de los sentidos.
2º.- La transmisión por parte del sistema nervioso.
3º.- El registro por parte del cerebro.
Pero también hay que decir que ni
todo llega con la misma claridad ni todo llega al Ego si no hay interés y
voluntad en la percepción de los hechos. Todos sabemos que una persona puede
estar tan concentrada en lo que está haciendo que no se entere de otras cosas
importantes a su alrededor, o que, a veces estamos mirando algo pero pensando
tan profundamente en otra cosa que es como si no miráramos. Por esa razón es
conveniente poner atención en lo que hagamos o que nos atraiga porque esto
desarrolla la voluntad y la voluntad es la base del progreso. Cuanta más
atención haya más claras las percepciones y cuanto más claras sean éstas, más
impresiones se grabarán y con más profundidad lo harán. Una fuerte voluntad demuestra
que hay una fuerte individualidad que educa y gobierna la mente, mientras que
lo contrario puede llevar a la idiotez. Todos los días hablamos con personas
pero la mayoría de las veces no nos fijamos ni siquiera en la ropa que llevan
puesta. Si, como sabemos, el subconsciente se abastece de impresiones gracias
al interés y a la atención, deberíamos prestar atención a todo lo que hacemos,
sobre todo para poder interesarnos en los hechos, ideas y sentimientos que
sirvan de desarrollo espiritual, moral e intelectual. A una mente poco educada
le será difícil concentrarse y practicará poco la atención voluntaria, más bien
al contrario, se sentirá interesada por cosas sin importancia, será distraída y
estará influenciada por pensamientos ajenos a la voluntad. Por tanto, para
desarrollar la atención se deberían llevar a cabo algunas prácticas como por ejemplo:
1ª.- El hecho de observar los pequeños detalles nos lleva a
desarrollar el interés y este interés hará que haya atención ocurriendo
entonces que hay más interés.
2ª.- Procurar que la atención no se debilite y para ello es
conveniente buscar o crear nuevos puntos de interés o cualidades, estos cambios
y nuevos detalles hacen más cómoda la atención y evitan que se canse.
Como vemos,
la voluntad es de gran utilidad para el trabajo a realizar respecto a las
impresiones externas, pero no lo es menos respecto a lo interno (emociones,
hábitos, deseos y ciertos aspectos mentales) El dominio de unas cosas u otras
dependerá mucho del gobierno y la educación mental que cada individuo tiene, ya
que la mente suele andar por lo fácil y conocido; es decir por el camino de
menor resistencia. Precisamente este andar siempre en las mismas cosas es lo
que crea el hábito, el cual, por lo general, suele ser más malo que bueno, lo
que no quita que lo positivo del hábito sea que podemos hacer que todos ellos
sean buenos. Cuando un hábito se ha hecho fuerte y se afianza firmemente en el
subconsciente es un nuevo aspecto del carácter, y si éste es negativo se
necesitará una gran voluntad para erradicarlo, es más, generalmente, con la
voluntad solamente no es suficiente. Fue San Pablo quien dijo que aun teniendo voluntad no podía hacer el
bien que quería y que el mal que no quería sí lo hacía. El hábito tiene una
relación directa con el subconsciente y por eso tan importante o más es conocer
la naturaleza del mal hábito como la manera de eliminarlo del carácter. De aquí
que, además de voluntad, sea necesario combatir los malos hábitos con otros de
naturaleza opuesta, o sea, dirigir la mente por nuevos senderos para que deje
de recorrer los de menor resistencia. Por tanto, deberíamos utilizar la
imaginación para programar y visualizar cada mañana un nuevo carácter y una
nueva imagen (contraria al mal hábito) en nosotros tan firme y claramente que
el subconsciente nos lo recuerde a lo largo del día. A continuación sería
necesario poner en práctica los nuevos hábitos e ideales para que,
progresivamente, se repitan automáticamente; que es lo mismo que llevar a cabo
o manifestar los deseos, sentimientos y pensamientos correspondientes para que
los malos hábitos mueran de inanición. Por último, hágase cada noche una
retrospección mental de los hechos del día para ver dónde, cómo y cuándo se ha
vuelto a caer en el mal hábito y propóngase vencer la tentación al siguiente
día. No olvidemos que cada victoria sobre un hábito representa más fortaleza y
poder para eliminar otros, pero también que nunca se debe retroceder.
Cuando,
como en este caso, se intenta explicar todo el mecanismo que utiliza el Alma
para evolucionar y expresarse, nos podemos dar cuenta de que el cuerpo físico
es el de menor importancia dentro de que también sea imprescindible para ello.
El cuerpo físico es el vehículo que actúa en el mundo físico pero que expresa
lo que se produce en lo interno (deseos, sentimientos, pensamientos memoria,
imaginación, etc.) es decir, el carácter; de aquí que tengamos que analizar más
profundamente los mecanismos internos para ver cómo funcionamos realmente. Esto
nos lleva a poner en duda ese famoso proverbio que dice:”Según piensa el
hombre, así es él”. El carácter y comportamiento de una persona no se basa
solamente en su forma de pensar o en la clase de pensamiento puesto que el
pensamiento se origina de acuerdo a las impresiones y sensaciones externas e
internas que nos llegan por diferentes medios y que originan sentimientos,
emociones, deseos, subconsciente, memoria, etc. Un matemático o persona que
trabaje con lo que comúnmente llamamos pensamientos abstractos no puede hacer
que su carácter sea abstracto, pero una persona normal que se interese por algo
que estimule sus deseos o emociones sí puede moldear su carácter en ese sentido
porque lo está creando en el subconsciente.
El ser humano tiende a parecerse
a sus ideales, tiende a amar lo opuesto a lo que odia pero todo esto está unido
a sus deseos, emociones y sentimientos. La mente es fría, y aunque encontremos
cierta satisfacción en pensar no deja de ser un trabajo relacionado con deseos,
necesidad, curiosidad y otros sentimientos. Así es que, los ideales sobre los
que se forma el carácter dependen de sus gustos repulsiones, sensaciones,
emociones, etc. Por consiguiente, podríamos decir que el hombre actúa y es de
acuerdo a sus ideales y a lo que ama porque: Primero, las acciones se producen
según los patrones de los sentimientos y deseos; y Segundo porque,
generalmente, actuamos inconscientemente de acuerdo a nuestros deseos,
placeres, odios y otros sentimientos y emociones. Otro carácter tendríamos si
actuáramos siempre como cuando tenemos un problema serio que resolver que es
cuando actuamos en consciencia y con discernimiento.
La emoción, de la cual se derivan
los sentimientos, suele surgir de la
toma de conciencia de algún hecho u objeto fuera de nosotros, de algún hecho
guardado en la memoria o de algo que traemos a la mente y que puede pertenecer
al subconsciente, pero de cualquier forma produce sentimientos, impulsos de
acción o actividad mental. De una forma u otra la emoción, el sentimiento y la
acción reaccionan mutuamente sobre el Yo, por ejemplo: placer, dolor, amor,
odio egoísmo, altruismo, etc., todos nos afectan y pueden llegar a manifestarse
incluso en el rostro. Es un hecho que las emociones (miedo, ira, desconfianza…)
nos afectan pero también lo es que nosotros podemos cambiarlas por medio de la
voluntad, y si no, haga la prueba. Cuando por algún motivo perciba que se está
enfadando sonría persistentemente y verá que el enfado desaparece, por este
motivo podríamos decir también que el hombre es lo que su falta de voluntad ha
permitido que sean sus emociones guardadas en su subconsciente.
La auto-observación y el recuerdo
de sí mismo deben ser una constante en el control y uso de los vehículos del
Ego si queremos que las emociones positivas formen parte del carácter.
Recuerden lo dicho sobre los hábitos y tendremos la clave para la solución, la
repetición del aspecto contrario y la expresión física contraria al sentimiento
negativo que queremos erradicar serán suficiente. Como ya he dicho, la voluntad
es la base del desarrollo siempre que se sepa utilizar para el beneficio del
Ego. La persona que piense en tristezas y que se siente en un sillón con una
posición de decaimiento y abatimiento creará melancolía; la persona que se
proponga y persista en olvidarse o no manifestar la pasión o el deseo que le
domina conseguirá que éste muera; y la que, antes de enfadarse espere unos
segundos y analice el motivo, comprenderá que es absurdo hacerlo. Recuerde lo
dicho sobre la auto-programación e imagínese optimista, con fuerza para vencer
un mal hábito o emoción, hinche el pecho y hable y piense con la autoridad del
Ego para salir airoso de la lucha; imagine todo esto una y otra vez y formará
el carácter que desee con las emociones y sentimientos que desee.
Tenemos otra facultad
(generalmente mal o poco utilizada voluntaria y conscientemente) que también
podría considerarse un instrumento del Ego y que, bien utilizada, nos puede
servir de ayuda para el desarrollo, esta es la imaginación. Cuando se limita y
se adapta a nuestras necesidades de una forma razonada podemos utilizar la
imaginación de forma creadora y constructora respecto a arquetipos o diseños
que se desarrollarán físicamente en un futuro más pronto que tarde; como
ejemplo podríamos decir ciertas invenciones o descubrimientos. La imaginación
es algo así como el arquitecto de hechos o acciones futuras, pero por eso mismo
una mente malévola o mal educada puede verse arrastrada llena de surrealismo,
tinieblas y confusión. Lo cierto es que la imaginación se usa más, comúnmente,
en su aspecto ocioso, fantasioso y de ensoñación que en su aspecto creador o de
prevención futura, y este uso de su aspecto negativo es similar a lo que
comúnmente llamamos “soñar despierto” ¿De qué sirve imaginarnos que somos muy
importante en determinado sentido o que hemos conseguido tal o cual cosa de
inmenso valor? Es preferible no caer en ese aspecto fantasioso de la
imaginación y ser realista para utilizarla consciente y voluntariamente en
favor de la creatividad y la espiritualidad.
El uso positivo de la imaginación
trae progreso, propósito y realización. Haríamos muy bien en imaginar a diario
toda una serie de hechos provechosos para que queden grabados en el
subconsciente porque la voluntad hará uso de ello en su momento. En casi todos
los trabajos y acciones se puede usar la imaginación visualizando los hechos
por adelantado de una manera perfecta y positiva e intentando llevarlos a cabo
en su momento; esto se convertirá en hábitos y traerá sus frutos. Es mejor
imaginar propósitos y hechos constructivos y cambiarlos o reformarlos mil veces
que soñar despierto. Y así de útil es también eliminar imágenes mentales que
detestamos o que nos perjudican porque no entran en nuestros planes de progreso
ni concuerdan con los planes de Dios. Un uso de la imaginación que podríamos
practicar a menudo por sus buenos resultados es el hecho de vernos tal y como
deseamos ser porque cuando se persiste llegan a realizarse las visualizaciones.
Por tanto, sabiendo que la imaginación es la que puede crear el molde o diseño
de lo que se manifestará en el futuro, no sólo deberíamos estar más pendientes
de lo que imaginamos y programamos, sino que deberíamos preguntarnos ¿mis
imaginaciones son positivas o negativas, me hacen bien o me perjudican?
La memoria,
por otro lado, no es propiamente una facultad sino que es más bien uno de los
poderes de la mente, porque el desarrollo y la educación de las personas
dependen en gran parte de este poder. Tengamos en cuenta que sin la memoria que
comunica a la mente dónde está el recuerdo de las experiencias, cada acto que
se haga sería nuevo; o sea, seríamos como el niño pequeño que está aprendiendo
pero que nunca termina de aprender. La memoria está formada de impresiones,
ideas y pensamientos guardados en “registros” que, según se repitan las impresiones
se pueden elevar a la consciencia para uso del Ego. Cuando se recuerda algo
puede ocurrir que se guarden nuevas
ideas que alteren las originales, incluso la imaginación puede alterar estos
registros; de ahí que, en estos casos, sea conveniente ser fiel a lo guardado o
intentar que la reforma sea para mejor desde el punto de vista moral,
intelectual o espiritual. Las grabaciones en la memoria se hacen en mayor o
menor profundidad dependiendo del interés y la atención que se ponga. Es
conveniente tener presente que si las impresiones originales de la memoria no
son profundas y claras, las reproducciones tampoco lo serán. La educación de la
mente tiene una directa relación con el cultivo de la memoria porque toda
actividad de la mente depende de la memoria. El cultivo de la memoria
perfecciona el poder de la percepción y desarrolla la voluntad pero una persona
sin memoria va camino de ser algo imbécil.
Si
analizáramos nuestros pensamientos, nuestras ideas y lo que decimos, nos
daríamos rápidamente cuenta de que pensamos muchísimo menos por nuestra cuenta
de lo que creemos; que nos expresamos mayormente según lo guardado y escuchado
de otros; que nos expresamos como si todo fuera nuestro y verdad dándonos
cuenta después de que no todo es así; y que creemos y nos guiamos por todo lo
que oímos (personas, medios de comunicación, noticias, etc.) repitiéndolo
personalmente. La verdad es que estamos sugestionados por todo lo que nos rodea
en mayor o menor grado y de acuerdo a la voluntad y al discernimiento de cada
uno. La sugestión tiene su lugar en la mente y ese lugar comienza a llenarse
desde que nos educan en nuestros primeros años de vida. Cuanto menos poder de
la individualidad más débil se es ante las sugestiones de los demás; así, se
acepta los pensamientos, ideas y palabras de otros y se guardan en el
subconsciente para luego expresarlo como pensamientos o ideas propias. Al igual
que el débil receptor es más sugestionado, también el de más autoridad y más
carácter es el que más poder tiene de sugestionar, pero lo cierto es que somos
sugestionados por esas personas o porque imitamos o repetimos lo de otros. Los
comerciales, vendedores o conferenciantes que hablan con firmeza, autoridad y
poder de convicción son, entre otros, unos de los que más sugestionan. Qué
decir tiene de los políticos, de los hombres poderosos o de muchos religiosos y
predicadores que hablan por ellos mismos y dicen hablar por las enseñanzas de
sus religiones o de Dios. La música, los símbolos, determinados objetos, los
colores, etc. son motivo de sugestión en nosotros porque despiertan
sentimientos o deseos. Como resultado de todas estas sugestiones externas
podemos ver que la mayoría de las veces no somos nosotros los que nos
expresamos sino que repetimos e imitamos lo de otros con poder de sugestión.
Para rechazar tanta sugestión externa lo primero que hay que hacer es
fortalecernos como individualidad y utilizar el discernimiento para distinguir
y clasificar lo que nos llega de otros y del mundo que nos rodea para así
admitirla o rechazarla; evidentemente conviene apartarse de estas fuentes de
sugestión.
Hablando de
sugestión y puesto que estamos analizando la verdadera constitución del hombre
y sus instrumentos, no podemos continuar sin mencionar algo sobre la sugestión
que nos hacemos nosotros mismos. La auto-sugestión tiene su poder cuando
repetimos ciertos pensamientos dirigidos a nosotros mismos llevándolos a cabo a
continuación. Es la expresión la que hace que un pensamiento normal se
convierta en sugestión, qué decir tiene que la repetición y las
afirmaciones aumentan dicho poder, prueba de ello son los mantrams tan de moda
hoy día o el simple hecho de repetirse uno mismo “yo soy….” Porque tarde o
temprano actuará en esa línea de conducta. Lo mismo que una persona que se sugestione
afirmándose a sí misma que es despistada
puede actuar en ese sentido. También puede hacerlo para decir “no” a cualquier
deseo que le domine, solo tiene que repetirlo con afirmación y autoridad, sobre
todo si lo complementa imaginándose la situación, puesto que esta repetición
crearía el hábito. La auto-sugestión voluntaria es la manera que tiene el Ego
de proponerse alcanzar un nuevo estado mental positivo que cambie el carácter o
naturaleza de la personalidad. Al igual que ocurre con los deseos, emociones y
pensamientos, también aquí podríamos decir que somos el resultado de lo que
hemos dicho y pensado de nosotros mismos y de lo que sabemos que otros dicen,
ya que esto queda grabado en el subconsciente para luego pasar a la consciencia
y a la acción. Como consecuencia de todo esto no deberíamos pensar nada
negativo de nosotros (y si lo hay habrá que superarlo) y, al contrario,
sugestionarnos con que nuestra voluntad y nuestra mente son poderosas y las
podemos utilizar para nuestro desarrollo espiritual. La auto-sugestión nos
ayudará en gran medida a conseguir esto, sólo tenemos que darnos a nosotros
mismos las correspondientes órdenes y visualizar la situación que deseamos
conseguir.
La voluntad
está íntimamente relacionada con el deseo como podemos ver al decir que se
puede desear todo lo que se quiera sin tener que poner la voluntad en acción
pero que es muy difícil poner en actividad la voluntad si no hay un deseo. Son
muchas las veces a lo largo del día que nuestros deseos nos dominan y obligan a
utilizar la voluntad pero son pocas las que utilizamos la voluntad
conscientemente para anular la expresión de un deseo. Pero la voluntad tiene un
aspecto que nos puede ayudar a dominar el deseo y este es la libertad de
seleccionar a la luz del discernimiento; el problema surge cuando la voluntad
tiene que luchar contra un hábito formado por la repetición de determinado
deseo. Entonces es cuando se suele demostrar la fuerza y la educación que cada
uno ha hecho de su mente, aunque, de cualquier forma, lo mejor es analizar el
deseo separado del hábito y del propio Ego y proponerse actuar con una fuerte
voluntad de alguna de las siguientes formas (entre otras posibles)
1ª.- Juzgar razonablemente al deseo, como si de un juicio se
tratara.
2ª.- Proponerse, a partir del primer punto, que cuando surja
ese deseo no se le va a prestar atención ni se va a pensar en él.
3ª.- Proponerse que, aun en momentos de debilidad, la
firmeza de la voluntad será tal que siempre se dirá que no al deseo perjudicial.
Aún así no
hay que olvidar que el Ego es el que tiene el poder de dirigir a la mente, al
cuerpo de deseos y al cuerpo físico respecto a hacer o no hacer algo que se
desea, por eso mismo y como suelo decir, es conveniente auto-observarse para
ver cómo y qué pensamos y sentimos en cada aquí y ahora. Por otro lado, también
está claro que se debería formar una idea clara o ideal de lo que queremos
conseguir, y fortalecer la voluntad con afirmaciones positivas pensando en el
futuro.
Hoy cada
día se afirma y se demuestra más que según se piensa y se siente (clase de
pensamiento, sugestiones propias,
imaginación, hábitos de pensar, etc.) así repercute sobre el cuerpo físico. Los
especialistas confirman los malos efectos del miedo o de la ira sobre el
carácter y también sobre el organismo, mientras que la esperanza o el optimismo
hacen lo mismo en sentido positivo para la salud. Lo mismo podemos decir sobre
la imaginación, las pasiones o la auto-sugestión, etc., confirmando la
experiencia entonces que cuanto más elevada e intensa sea la fe, la esperanza
o la positividad de pensamientos,
mejores resultados se alcanzarán para el
organismo. El cultivo de positivas emociones, deseos y pensamientos a la vez
que vivimos con confianza en lo divino, con esperanza de alcanzar nuestros
ideales y con buena voluntad, nos situará en un nivel de consciencia y en un
estado de salud envidiable.
El hombre
no debe tener el concepto de sí mismo de que es un mero instrumento del destino
dominado por las influencias y las probabilidades. El verdadero Ser o Ego está
por encima de todos los conceptos o partes que componen sus vehículos y tiene
el poder de la voluntad y de la mente para dirigir su destino desde dentro. El
hombre puede hacer de sí mismo, de su mente y de su vida lo que quiera; él es
el creador de su propio destino. Ya hemos podido comprobar a lo largo de estos
párrafos que en la personalidad hay muchos factores y que normalmente los
utilizamos en sentido negativo pero también hemos podido comprobar que la
individualidad o Ego tiene los medios suficientes a su alcance como para
transformarla. Es el Ego (cochero) quien a través de las riendas (voluntad)
debe dominar y dirigir a los caballos (mente pensante, imaginación,
deseos, emociones, etc.) Por
consiguiente, hay que tener unas riendas fuertes y ser un conductor hábil y
observador cuyos ideales de destino deberían ser los más elevados. El dominio
de la mente es la clave para que nos expresemos con la mejor voluntad y para
que utilicemos todos los instrumentos a favor de nuestro propio desarrollo y el
del resto del mundo.
La doble polaridad existe en todo
el universo pero es el uso de la mente, bajo la voluntad del Ego, la que puede
hacer bien o mal, tener fuerza o
impotencia, equilibrio o desarmonía, etc. Todos somos libres de dirigir nuestra
vida y nuestro destino hacia el lado del bienestar y del éxito o al de los
problemas y el fracaso. Todos podemos ejercitar el libre albedrío sobre
nuestros aspectos o instrumentos
internos para tener una vida llena de paz y felicidad o lo contrario. Poco se
ha debido enterar el lector de todo lo explicado si no pone en práctica lo
dicho en estas líneas con tal de transformar su carácter que, en definitiva, es
crear un nuevo destino. Cada persona interesada en progresar espiritualmente
por cualquier medio a su alcance, debería poner en práctica estas y otras
muchas enseñanzas similares como “instrumentos para acelerar su desarrollo en
el Sendero de Perfección. Pregúntese el lector ¿Me ayudan estas enseñanzas a
ser mejor, a ser más fuerte o a ser más eficiente y espiritual? Si es así, como
debería ser ¿Por qué esperar más tiempo para poner manos a la obra?
CAPÍTULO VI
EL NO-YO, EL YO Y EL YO
SUPERIOR
Si
analizamos la evolución de la humanidad, como tal desde sus primeros tiempos,
nos daremos cuenta de que el yo del pasado no es como el del presente ni éste
es como será el del futuro. El yo del pasado ni siquiera debería llamarse “yo”
puesto que no se reconocía a “sí mismo”
como tal. Hacia el final de la Época Lemúrica y principios de la Atlante, antes de que
desarrolláramos suficientemente la razón como para reconocernos a nosotros
mismos como un “Yo”, actuábamos como un no-yo, es decir, sin autoconciencia y
más que nada por instinto, impulso o deseo… El origen de este no-yo es el deseo
porque en ese estado evolutivo todo se basaba en lo que comenzábamos a
“guardar” en la recién nacida mente. Cada experiencia que nos llegaba a través
del cuerpo de deseos (sentimientos, placer, dolor, frío, calor, satisfacción,
etc.) dejaba su semilla en la mente naciente y en este cuerpo, y esta era la
base para futuras actuaciones y respuestas. Cuando el resultado de un impacto
externo, experiencia o sensación, despertaban placer repetidamente, terminaba
actuando el cuerpo de deseos (no la mente) para que ese no-yo experimentara ese
hecho por medio del deseo propio. Así es que, la humanidad de entonces, que no
sabía aún razonar ni había desarrollado la voluntad de ahora, se dejaba
gobernar por los deseos, sentimientos, emociones, placeres, etc., a la vez que
también guardaba, como base de lo que hoy llamamos mente, el resultado de sus
experiencias.
Cuando se
crea una relación entre un objeto o experiencia y el placer que ello produce,
nace el deseo por experimentar de nuevo ese placer, y como la imagen de ese
objeto ha quedado también registrada en la mente, al repetirse una y otra vez,
ocurre que está dando origen a la memoria. Sin embargo y aunque esto ocurrió en
aquella época, aún no éramos el yo auto-conocido de ahora. Así es que, al igual
que en los animales, la experiencia de placer crea el deseo y va formando las
bases de la futura mente, a lo que hay que añadir que con cada repetición se
desarrolla una vibración o poder que es el estímulo necesario para que el cuerpo
mental pueda reproducir las imágenes. Así el objeto y el placer se relacionan y
esas experiencias son la base de futuras actitudes instintivas o por deseos en
vez de razonadas, pero que servirán para comenzar a utilizar la mente y como
origen de la memoria. Esta es la manera en que va naciendo el yo personal o
pensante, porque las mismas vibraciones de las experiencias u objetos que
llegan al cerebro hacen que la mente “conozca”.
Y cuando esas experiencias se repiten comienza una reflexión (dependiendo si el
resultado es agradable o lo contrario) y una relación que hace intuir que ese
no-yo comienza a ser algo separado de todo lo que le rodea, algo independiente.
Según estas
experiencias del no-yo fueron repitiéndose en aquella época, sus vibraciones
atrajeron la materia mental básica que estableció las relaciones entre el
naciente yo razonador y consciente de sí mismo y el no-yo. A partir de ahí se
fueron formando imágenes que hicieron que hubiera una “comparación” que, a su
vez, se convirtió en razonamiento y autoconocimiento. La acumulación de
imágenes que causan placer o dolor, la observación de las mismas, el orden de
sucesión y su relación con otras anteriores experimentadas, etc., desarrolló un
poder que hizo razonar al no-yo y
comprender que había una causa y un efecto entre ellas. Así nació la
comparación y el razonamiento entre el ser y el no ser, entre el placer o el
dolor y el que lo experimenta, entre el deseo que impulsa como aliciente y la
razón. Así es que, el yo personal en sí mismo nace de la dualidad, de la
observación inconsciente, de la comparación, de la separación, de la distinción
y del “conocer” y reconocer los objetos y las experiencias del no-yo.
La
ignorancia del no-yo respecto al yo fue lo que impulsó a descubrir que era un
ser independiente, y todo gracias a los sentidos físicos u órganos de
percepción que le hicieron consciente y que se apegara al mundo físico. Pero la
ignorancia de lo superior y espiritual y sus consecuencias harán que el yo no
encuentre lo que internamente busca, entonces y gracias a conocerse a sí
mismo, descubrirá que tampoco es real y
que el verdadero Yo no pertenece a este mundo físico.
El hecho de pensar y la
conciencia del yo nacieron en la época atlante como resultado de la acumulación
de las sensaciones producidas por los impactos del mundo sobre los sentidos del
cuerpo físico. El pensamiento, en su origen, no puede nacer de la mente al
igual que un generador no puede producir electricidad sin ese “algo” que haga
que se ponga en marcha por primera vez. El pensar tiene su origen en las
sensaciones pero no puede haber pensamiento sin el yo como “pensador” y
“conocedor”; por tanto, el yo (como conocedor) no puede ser fruto del
pensamiento. Para que haya pensamiento, no solo son necesarias las sensaciones
sino que debe haber una capacidad innata para poder identificar, organizar,
crear lazos de unión, etc., y relacionar éstas con el mundo externo o no-yo.
Cuando el yo personal se hace consciente de las sensaciones, se hace
“conocedor” y a partir de ahí “observador”, y de acuerdo a lo que observe
comenzará a pensar. Esto es, al fin y al cabo, el nacimiento o diferenciación
del yo personal y pensante del no-yo o mundo que le rodea.
Pongamos un ejemplo: Si me hago
consciente, gracias al dolor, de haberme clavado algún objeto punzante, tendré
una sensación de malestar, el hecho de reconocer esa sensación relacionada con
mi cuerpo y con el objeto hará que emita un pensamiento, por tanto, el
conocimiento del objeto punzante y su relación con mi cuerpo a través de la
sensación, me hace tomar conciencia del objeto y actuar como un ser pensante,
como un yo personal. Ni un objeto, ni un sentimiento nos puede hacer
conscientes ni pensadores, porque para que el yo pueda manifestarse como un yo
personal tiene que haber una relación por medio de la cual el yo conozca al
no-yo. El despertar de la conciencia por medio de lo externo y de las
sensaciones convirtió el no-yo (nosotros antes de reconocernos como un yo independiente)
en el yo que ahora somos reconociéndonos como seres sencientes y pensantes.
El yo pensante, la personalidad,
es lo que representa normalmente a cualquier persona cuando dice “yo soy”. Es
cierto que el verdadero Yo, el Ego, es Uno y que es consciente, senciente y existente
de por vida, pero ese Uno se reconoce como un ser en cada personalidad. Esto lo
podemos comprobar desde el mismo momento en que intentamos negarnos a nosotros
mismos diciendo “yo no soy” o “yo no existo”. Ese Yo superior que es la base
imprescindible de la vida manifestada, lo identificamos en cada personalidad
como voluntad para actuar y experimentar el sentimiento, como respuesta a los
choques externos y como la reflexión interna ante el no-yo de donde surge el conocimiento
y el pensamiento. Gracias a estos aspectos,
el yo personal y pensante se da cuenta de que él no es las formas o
imágenes (no-yo) que se reflejan en su cerebro y en su mente; es decir, que este
“yo personal” no puede manifestar voluntad, tener sentimientos ni pensar a
través de esas formas. Por tanto, la personalidad se considera un yo, mientras
que al mineral, al vegetal y al animal les considera un no-yo puesto que ella
no puede manifestarse a través de esos reinos.
Sabiendo ya
que el mundo físico es no-yo (lo que se conoce) y que el conocedor es la
persona, no nos queda más remedio que admitir que la mente es el medio de
obtener conocimiento pero no el Yo como voluntad. El yo obtiene conocimiento
del mundo físico gracias a lo que se refleja en la mente, pero la afirmación de
si es yo o no-yo depende del efecto que produzca en la conciencia. Las imágenes
de lo que percibimos están en la mente pero es el Yo como conciencia quien se
identifica o no con ellas; por tanto, la observación y el discernimiento deben
estar presentes siempre si queremos desarrollar los poderes de la mente y del
Yo superior como origen de todo lo que hemos sido y somos. Cuando se comprende
lo que estamos explicando y se profundiza en la naturaleza de la mente y su
mecanismo para pensar, es cuando se está preparado para distinguir lo ilusorio
de lo verdadero, porque sólo cuando se conoce lo ilusorio puede uno esforzarse
y superarlo. Nosotros estamos acercándonos o descubriendo el Yo superior o Ego,
lo mismo que el conocedor de los números desea aprender las matemáticas aun
teniendo muchos errores en sus prácticas. Pero al igual que el estudiante tiene
que aprender de sus errores y reglas incorrectas o mal comprendidas, también
nosotros tenemos que conocer lo no-yo (lo que no pertenece al Espíritu) para superarlo
y “eliminarlo” de nuestra vida. En realidad no hay otra manera de
identificarnos con ese Yo superior o Alma.
Si nos
situamos en el nivel de la mente (como si sólo fuéramos mente) podríamos
percibir a los demás cuerpos como un yo inferior o incluso un no-yo, puesto que
la mente está normalmente distraída y dominada por el cuerpo emocional. Pero
como ese yo mental está obligado a identificarse con el Ego, debe pasar por
diferentes etapas:
1ª. De ignorancia, cuando recién adquirida la mente no
sabíamos pensar ni razonar lo suficiente como para diferenciar el yo del no-yo;
esto es, al no haber dualidad, estaban juntos y sin diferenciarse. De aquí la
necesidad de no confundir el yo personal o pensante (voluntad-mente) con
el yo animal o no-yo dominado por el cuerpo de deseos. Igual que el no-yo llevó
a la autoconciencia del yo, el yo y el conocimiento y diferenciación de lo que
es perecedero de lo que no lo es, debe llevar al yo a buscar lo real e
imperecedero o Alma.
2ª. Podríamos decir que la segunda etapa es cuando el yo
personal, la humanidad actual, está cansada de luchar por salir de la dualidad
de la lucha entre la influencia del Ego y la mente superior contra la
personalidad apegada a lo material. Los propios deseos por vivir nos han atado
a los placeres y al mundo físico, y así estamos engañados pensando que lo que
perciben nuestros sentidos es la realidad. Pero llegará un momento en la
evolución en que el Ego comenzará a reflejarse en la mente concreta por medio
de ideas y de la intuición para que ésta anhele lo elevado y lo superior.
Son muchos
los obstáculos que el yo debe vencer para poder elevarse a las regiones
superiores del Mundo del Pensamiento para, así, identificarse con su Alma. La
mayoría de los obstáculos son efecto de malos hábitos de pensar o del mal uso
de la mente como principio pensante. Es cierto que su origen está en muchos
casos en el cuerpo de deseos pero son las impresiones, pensamientos y patrones
sobre los que actúa la mente los que llevan al error al hombre. Así es que, para comenzar a despojarse
de esos obstáculos, lo primero que debería hacer es analizar su naturaleza
para, de una forma voluntaria y consciente, poder contrarrestarlos desde la
mente por medio de pensamientos y patrones contrarios. Se trata de crear nuevos
y correctos hábitos de pensar pero desde la posición del Ego, como un perceptor
del mundo y un pensador que sabe que él no es lo que se ve, ni lo que se toca,
ni tampoco lo que se oye. Será necesario el uso de la mente y de las formas y
cuerpos de manera voluntaria y para fines específicos, pero teniendo su
conciencia por encima de la personalidad.
Los
estudiantes de ocultismo intuimos o sabemos que nuestro verdadero Ego se encuentra
en las regiones abstractas del Mundo del Pensamiento, y también sabemos que,
tarde o temprano, tendremos que desaparecer como personalidad puesto que ésta
(con todo lo que ella implica) representa sólo el medio de manifestación y
adquisición de experiencia en cada renacimiento. En el Mundo del Alma no
existen las formas físicas, ni los deseos y sentimientos personales, y mucho
menos la forma errónea de pensar y las imágenes e impresiones que nos hacen
interpretar todo y actuar como si solo existiera lo que perciben nuestro
sentidos. Pero con nuestro estado de conciencia actual podríamos preguntarnos
¿Cómo voy a eliminarme yo mismo? Está claro que de lo que se trata es de
eliminar lo personal para limpiar la mente y así poder situarla en su estado natural
para uso del Ego. Así es que quien desee hacerlo debe comenzar por practicar la
observación de una manera concentrada, consciente y voluntaria, a modo de
observador desde las regiones superiores del Mundo del Pensamiento. Esta es la
mejor manera de controlar la mente para que no se distraiga ni siga
fortaleciendo los patrones, ideales personales e imágenes basadas en lo
personal (obstáculos en general)
Es
necesario examinar y descubrir en qué se basa la mente para existir porque en
base a eso es como pensamos y actuamos. Cuando averiguamos el proceso por el
cual la mente ha creado esos patrones es cuando podemos actuar a la inversa
para crear los patrones del Ego, lo que nos llevaría a eliminar progresivamente
al yo personal. Debe quedar claro que “eliminar al yo personal” no es olvidar
todo el pasado o no hacer nada desde el punto de vista físico, se trata de
quedarnos con la quintaesencia de nuestras experiencias y actuar con conciencia
en pensamiento, palabra y obra. Esta es la manera de desechar todo lo que
impide que el Alma se manifieste en la personalidad. Es cierto que cuando el yo
personal se centra en lo superior y actúa como voluntad y conciencia del Alma y,
por tanto, elimina los obstáculos e impide que haya distracciones mentales,
puede tener la sensación de encontrarse solo y sin aliciente en la vida; sin
embargo, la intención le confirma que está conectando con lo superior.
En realidad, las imágenes que
llegan al cuerpo mental son reproducciones de lo que captan nuestros sentidos,
que es como decir que el cuerpo mental se adapta a lo que llega a él a modo de
desarrollo y que lo hace para que haya material para que el pensador haga las
modificaciones que suele hacer constantemente. Y es en base a esto que sea
necesaria la concentración y el control puesto que lo que intenta la mente es
reproducir perfectamente la imagen que observa fijamente. Pero para alcanzar
ese grado de concentración donde no haya distracciones es necesaria una
atención plena y concentrada para que la conciencia quede fija. Naturalmente
que si queremos que la mente no atienda a las impresiones o sensaciones que
recibe, debe haber un esfuerzo de voluntad consciente por parte de sí mismo, la
cual procede del Espíritu. ¿Se obtiene
la misma información de cualquier imagen que comúnmente vemos que de cualquiera
de ellas que nos sirva para concentrar la mente? Es evidente que extraemos
mucha más información por la concentración de la mente sobre cualquier cosa que
no de una simple observación. Así es que, si queremos que la mente no se
distraiga con las impresiones y sensaciones, si queremos que no esté
constantemente haciendo modificaciones, y si de verdad queremos obtener un
conocimiento profundo de las cosas a la vez que desarrollamos los poderes de la
mente, debemos concentrar ésta para que la atención o la conciencia queden
inmóviles sin ni siquiera prestar atención a cómo resistir a las tentaciones de
movilidad.
Toda persona que haya comenzado a
practicar la observación plena y constante o la concentración, se habrá dado
cuenta de que el hecho mismo de intentar sujetar y centrar la atención de la
mente ya es de por sí un impedimento. Esto es lógico puesto que anda suelta el
mayor tiempo del día dejándose llevar por los sentimiento, deseos, sensaciones,
impresiones externas, etc. Sin embargo, la mayoría de las personas no se dan
cuenta de que ellos no son la mente sino que están por encima de ella y pueden
controlarla. Un principiante en estos conocimientos que desee controlar su
mente, lo primero que debe hacer es
de observador de lo que viene a su mente para después discernir y quedarse con
lo positivo y rechazar lo negativo, o bien para suplantar lo negativo con los
positivo. Esta práctica es una buena base porque la identificación con lo
armónico y positivo hace que se rechace lo que no lo es, consiguiendo así que
nuestra mente atraiga solamente lo positivo. Pero como la mente atrae
pensamientos relacionados, sobre todo, con lo que hacemos, también será
conveniente tener actividades relacionadas con las virtudes humanas que, de
alguna manera, se identifican con el Alma.
Otra de las cosas que debe tener
presente el que se inicia en estos ejercicios y conocimientos es que si, como
sabemos, la mente está siempre pensando y de un lado para otro, lo primero que
debe intentar conseguir es aquietarla y hacer que piense cuándo, qué y cómo la
persona misma quiera. Pensar recordándose a sí mismo debería ser que la mente
actúe dentro del pensamiento de una forma consciente y voluntaria para así
obtener un mejor rendimiento, sin embargo, tan importante es hacerla pensar responsablemente
como darla su correspondiente descanso. Es cierto que, al igual que los
músculos del cuerpo, cuanta más actividad pensante consciente más desarrollo
del poder de la mente, pero lo mismo que los músculos necesitan descansar para
recuperarse, también la mente lo necesita, sobre todo para no derrochar la
energía inútilmente. El derroche de energía no solo agota sino que también trae
un desgaste prematuro respecto al mecanismo mental. Si de verdad se quiere
obtener un beneficio de esto hay que aprender a concentrar la mente a modo de
observación (por ejemplo en la respiración) después de haber pensado
concentradamente en algo, entonces y siempre que se rechace cualquier
pensamiento intruso, se obtendrá el verdadero descanso y la libertad de ir
compenetrándose con lo superior.
Como acabamos de decir, al igual
que el ejercicio de un músculo hace a éste más grande, el ejercicio o acción de
pensar hace al cuerpo mental más grande puesto que el pensamiento hace que vibre
y que atraiga nueva materia del Mundo del Pensamiento. Por tanto, el desarrollo
del cuerpo mental depende de la cantidad y calidad de pensamientos creados día
tras día, sin embargo, el cuerpo mental no selecciona, lo que significa que
dicha cantidad puede ser tan mala como buena. Está claro que quien quiera
desarrollar el cuerpo mental y el cerebro, debería ser dueño de su mente para:
1º.- Pensar siendo consciente de lo que se piensa.
2º.- Dar los correspondientes descansos a la mente.
3º.-Seleccionar, en sentido positivo, lo que se piensa para
que las vibraciones del cuerpo mental atraigan materia mental de las regiones
superiores del Mundo del Pensamiento.
4º.- Utilizarla para la práctica de los ejercicios de
observación, concentración, meditación, contemplación y oración. Estos son
ejercicios que desarrollan principalmente los poderes de la mente y el corazón.
El Espíritu es el origen de todo
lo que conforma a una persona, su origen divino le hará inmortal e ilimitado en
sus poderes, y lo mismo que exteriorizamos lo que somos gracias al desarrollo
obtenido, también tenemos siempre las oportunidades necesarias para desarrollar
el potencial de la Mente Divina por medio de los ejercicios mentales. En
realidad, el potencial está dentro de cada uno como lo están los poderes
espirituales, pero para expresarlos es necesario desarrollar los medios y,
principalmente, lo que llamamos “conciencia de sí mismo”. Además del
conocimiento, en cada uno de nosotros hay un poder listo para expresarse, el
mayor inconveniente para que lo haga son los obstáculos ya mencionados y los
pensamientos personales. Pero lo mismo que hemos creado en el pasado toda una
serie de obstáculos para el desarrollo de la mente abstracta, podemos ahora y
gracias a este conocimiento, crear nuevos patrones de pensamiento y de
expresión. Naturalmente que esto nos lleva a comenzar por la auto-observación
constante y fija de todo lo que hacemos, a hacer ejercicios de concentración
todos los días, y a despersonalizar la mente progresivamente.
Puesto que la atención y la
concentración deberían estar presentes en todo momento de nuestra vida, sería
conveniente que cada aspirante ayudara a su desarrollo con algunos ejercicios
básicos de concentración. Por lo general, suele practicarse la concentración y la
meditación de dos diferentes formas llamadas “con semilla” y “sin semilla”, y
estas, a su vez, se dividen en devocionales e intelectuales. Se suele decir
“con semilla” al hecho de concentrarse y meditar sobre algún objeto con la
intención de alcanzar su origen, vida o idea arquetípica; y se llama “sin
semilla” a la concentración y meditación sobre algo que no es físico sino, por
ejemplo, un ideal devocional o algún motivo mental abstracto.
La concentración y meditación con
semilla está basada en que todo objeto tiene su alma, arquetipo, vida o idea a
la cual se intenta llegar por medio de su forma, color, cualidad y propósito.
Esta es la manera de llegar al alma o aspecto subjetivo del objeto por medio
del discernimiento, el cual termina imponiéndose y transformando el cerebro a
la vez que nuestro yo hace lo mismo respecto a la mente. La concentración y
meditación sin semilla es cuando hacemos lo propio respecto a algo subjetivo.
Sabiendo que la mente se adapta mejor o busca lo que le produce placer, la persona
de tendencia devocional se encontrará más cómoda haciendo los ejercicios de
concentración, meditación, contemplación, y adoración sobre un ideal o imagen
devocional; (por ejemplo Cristo-Jesús) esto es, concentrarse fijamente en la
imagen y mantenerla para que el corazón ate a la mente a dicha imagen. Cuando
la persona tiene un carácter intelectual y un deseo profundo de conocimiento
debe concentrarse sobre algo abstracto o sobre una idea (no sobre un pensamiento
ni una persona) es decir, es necesario discriminar entre el no-yo y el Yo para
desarrollar los poderes de la mente. Sin embargo, lo ideal es que el corazón y
la mente se desarrollen a la misma vez.
Como de lo que se trata con estos
ejercicios es de moldear la mente por medio de la voluntad, el aspirante
también puede concentrarse en otros aspectos internos que nada tengan que ver
con las formas físicas como, por ejemplo, una virtud. En este caso se debe
imaginar la virtud en su estado más perfecto viendo detenidamente cuáles son
sus efectos, entonces será cuando la mente se concentre en su origen espiritual
o esencial. Cuando se practica este ejercicio durante un tiempo, la mente
adaptada a la virtud repetirá sus vibraciones dejando dicha virtud como parte
del carácter y expresión personal. No es necesario decir que cuando la mente se distrae con
otros asuntos ajenos al motivo de la concentración hay que volver a centrarla
las veces que haga falta. La mente debe estar firmemente centrada en el objeto
o motivo de concentración pero no para razonar sino a modo de “extraer” su
verdadera esencia.
La
concentración es el medio por el cual nos separamos del mundo de las formas y
de las modificaciones que hace la mente, para entrar en un estado de paz. Hay
que tener claro que la concentración mental es fijación de la conciencia, y
como la conciencia cambia de estado pero no de sitio, por medio de la
concentración nos damos cuenta de que el espacio no existe. La conciencia
responde a lo que conoce según identifique o no sus vibraciones, por tanto, a
mayor conocimiento y receptividad mayor desarrollo de la misma; esto es, al fin
y al cabo, lo que hacemos con la concentración. Si la conciencia identifica las
vibraciones (conoce) de un objeto que existe a 100 kilómetros de donde estamos
será lo mismo que respecto a algo que haya delante de nuestros ojos. Por eso se
dice que el espacio no existe para la conciencia y por eso, por medio de la
concentración en lo abstracto, en el mundo de las ideas donde no existen las
formas, elevamos la conciencia hasta dar paso a la actividad del Alma. Así es
que si la conciencia es ser conscientes de lo que perciben los sentidos o la
identificación de las vibraciones que la llegan, cuando por propia voluntad y
con la concentración nos aislamos de todo eso,
nos quedamos vacíos del mundo objetivo y de las sensaciones para
penetrar en el mundo del Ego.
Está claro
que si queremos evolucionar más rápidamente por el sendero intelectual debemos
practicar los ejercicios mencionados, pero principalmente y en sentido general
la concentración, porque gracias a estos ejercicios se logra limpiar la mente y
liberarla de todos sus obstáculos hasta dejarla inocente como la de un niño.
Cuando gracias a estas técnicas, la mente se aparta de los objetos externos y
de las imágenes y patrones internos que obstaculizan al Ego, la percepción es
directa y pura. Cuando se ha logrado el control de la actividad pensante del yo
personal es cuando la mente se hace intuitiva, indagadora y receptiva a los
dones del Espíritu.
CAPÍTULO VII
EL CONOCIMIENTO QUE HACE VER LA REALIDAD
Actualmente, el mayor obstáculo que tiene el ser humano para acelerar su
proceso evolutivo y espiritual es la ignorancia. Si supiera que su vida tiene
el mismo origen que todo lo existente en el planeta y que esa vida evoluciona a
través de todas las formas y reinos, no actuaría como lo hace y tendría más
consideración por todo lo que le rodea. La vida es UNA y procede de lo que
comúnmente llamamos Dios, pero cuando Dios “diferencia” esas vidas de Sí Mismo
lo hace con la intención (entre otras) de que cada vida evolucione a través de
las formas físicas para adquirir la conciencia de sí mismo y el desarrollo de
los poderes latentes que, como parte de Él que son, tienen.
Según las enseñanzas ocultas, de forma parecida al ser interno de cada
uno de nosotros, Dios siente la necesidad de crear. Y es que, en el estado
post-morten después de un tiempo en los mundos invisibles, sentimos la
necesidad de renacer para experimentar, obtener conocimientos y elevar la
conciencia de nosotros mismos. Así es que Dios crea, o mejor dicho, diferencia
dentro de Él Mismo, distintas oleadas o enjambres de Espíritus que descienden a
través de un esquema de siete mundos (de diferentes grados de vibración,
materia y conciencia) en los cuales se apropian del “material” necesario con el
que formarse los diferentes cuerpos para poder funcionar en cada uno de dichos
mundos. Cuando el hombre adquiera la conciencia de sí mismo en cada uno de los
mundos donde evoluciona y desarrolle el máximo poder en cada uno de esos
cuerpos y mundos, volverá a Dios como una vida o Espíritu independiente con los
poderes latentes que trajo ya desarrollados. Por tanto ese Ser humano será a
imagen y semejanza de Dios cuando Éste le creó.
Los impactos y la manipulación de las formas, bien sea desde el interior
o desde el exterior, despiertan en la vida evolucionante un principio de lo que
conocemos como sentimientos o emociones, y éstos, a su vez, son un aliciente
para que haya una expresión o respuesta por parte de la “forma”, se aprecie a
simple vista o no, y sea automática o instintiva. Cuando la vida evolucionante
llega a habitar un cuerpo humano primitivo, las respuestas instintivas,
respecto a lo que ocurre en el exterior, tienen un efecto que al repercutir
sobre el ser que las origina, le hace reflexionar naciendo así el principio de
la mente. Fue la mente la que unió el ser animal o instintivo con el Espíritu,
naciendo a partir de entonces un nuevo estado de conciencia o Alma. Desde la
prehistoria hasta nuestros días hemos estado desarrollando la mente hasta el
punto de permitirnos discernir entre lo bueno y justo y lo malo e injusto, y
esto es lo que ha facilitado que este Ego sea un guía y consejero para cada uno
de nosotros. Por tanto, la autoconciencia como un Yo se obtuvo gracias al
cuerpo físico, a sus sentidos y a la mente. Una vez, en nuestro caso,
conscientes del mundo físico y de nosotros mismos, y una vez que (gracias a la
ley kármica de Causa y Efecto) sentimos la necesidad de buscar algo superior y
de despertar para acelerar el proceso de desarrollo espiritual, es la buena
voluntad y la conciencia las que deben guiar nuestros pasos. Por tanto, la
voluntad es tan necesaria para el desarrollo de la conciencia espiritual de sí
mismo, como también lo es para desarrollar la autoconsciencia (como resultado
del conocimiento y de la observación de uno mismo) que nos hará buscar al Ser
interno por encima del mundo externo.
Así y tras muchos renacimientos ya como seres humanos, llegamos a un
estado de conciencia y de desarrollo intelectual que hace que busquemos algo
que nos satisfaga espiritualmente o que responda a nuestras inquietudes sobre
la existencia en un posible más allá. Pasamos por religiones, sectas,
movimientos, escuelas filosóficas, etc., y de todas aprendemos y nos servimos
porque todas son portadoras de ciertas verdades que necesitamos en un
renacimiento o en otro. En nuestra búsqueda vamos poniendo en práctica las
ideas que nos surgen de las experiencias y enseñanzas que recibimos, ya que sin
ideas no tendríamos iniciativas. Pero es muy posible que haya personas que en
una misma vida pasen por varias escuelas o religiones y aun así, necesiten
nuevas y más modernas ideas que les lleven a ver la vida, la humanidad y a
ellas mismas de una manera más fraternal y espiritual.
El sendero de la “mente” en el cual se hayan muchos científicos,
posiblemente sea más largo que el del “corazón” para descubrir y conectar con el
Ser interno que es el que nos hace creer en un más allá. El del ocultismo une a
los dos senderos mencionados y facilita un mayor desarrollo espiritual a la vez
que se adquiere un gran conocimiento que es de mucha ayuda. Todo ser humano va
alcanzando progresivamente superiores niveles de conciencia, y para ello debe
valerse de todo lo que haya a su alcance y que se cruce en su destino.
Ahora bien, si el siguiente paso en nuestra evolución es contactar con
ese Ego que contiene toda la sabiduría de nuestro propio pasado y que es
nuestra más cercana meta de perfección ¿Hay alguna práctica que sirva a todo el
mundo por igual y que nos facilite ese contacto y la correspondiente elevación
de conciencia? a esto respondemos ¡Sí!
¿Qué es lo que impide el contacto con nuestro ser interno? ¡El poco
desarrollo de la personalidad! ¿Y qué es la personalidad? La personalidad está
compuesta por: Los sentimientos y emociones; los deseos; los hábitos; la mente
creadora de todos nuestros pensamientos; el conocimiento y las enseñanzas
recibidas en esta vida; las preocupaciones, problemas, prejuicios y demás
aspectos de la vida que nos dominan; y todo aquello que haga que nuestra mente,
voluntad y consciencia estén enfocados en el mundo físico y en nosotros mismos
como personas. Siendo así ¿Cómo analizamos todo eso para identificamos con esa Alma?
La mejor manera sería: Auto-observándonos, conociéndonos y estando atentos
constante y conscientemente a todo lo que pensamos, sentimos, expresamos y que
nos rodea. Naturalmente que, a modo de complemento de esta filosofía de vida,
no hay que dejar de lado el aspecto espiritual o devocional que tiene íntima
relación con nuestro Espíritu.
Si de verdad queremos hacer una “limpieza” y un orden en la personalidad
para que podamos percibir a nuestro Ser interno, lo primero que debemos hace es
admitir que el mundo de los sentidos no
es el mundo del Espíritu. Es cierto que este mundo físico es necesario para
adquirir conocimiento y para experimentar y desarrollar nuestras facultades
mentales y espirituales. Pero no es lo mismo dejarse dominar por todo lo que
nos rodea como si de verdad fuera nuestro mundo que “ser conscientes” de lo que
hacemos en cada momento y así, mediante la auto-observación, utilizar la
voluntad y el libre albedrío para elegir lo correcto y actuar de acuerdo a lo
que la conciencia nos dicte.
Lo que para nosotros es el estado de conciencia de vigilia (estar
despiertos en este mundo) para nuestra Alma es como un sueño, por eso hay quien
opina que nosotros aquí, en nuestra vida cotidiana, estamos dormidos. Con esto
se quiere diferenciar la actuación automática, instintiva, imaginativa, en
forma de hábitos y cualquier otra forma inconsciente, de lo que debería ser una
actividad consciente en el “siempre ahora” como sí mismo. Este hecho también lo
podríamos llamar “soñar despierto” ya que, por ejemplo: Alguien nos puede
hablar mientras escuchamos música o vemos la televisión (pensando en esos
momentos incluso en otras cosas) y no somos conscientes de ello. Esto por no
decir que muchas veces estamos con la vista puesta en algo y terminamos sin
mirar a nada (mirada perdida) y la mente pensando en cualquier otro asunto que
nosotros no hemos elegido voluntariamente.
Una manera de explicar que estamos dormidos porque nos dejamos llevar
por cualquier cosa es cuando dejamos que nos afecte y obsesione cualquier
problema, preocupación, ofensa, crítica, etc. Esto, además de hacernos sufrir
innecesariamente, nos pone bajo su yugo y no nos damos cuenta (no somos
conscientes en esos momentos, es decir, estamos fuera de nuestra realidad) de
que si estuviéramos atentos a todo eso que nos domina y ejercitáramos la
voluntad de una forma consciente, estaríamos limpios de tanta influencia
dominante. Otra forma de comprender a qué llaman estar dormido o ser
inconscientes de la realidad es cuando somos dominados por los deseos (tabaco;
egoísmo; alcohol; materialismo; vicio de televisión, sexo, etc.) sentimientos (odio,
venganza, rencor, envidia, celos, etc.) y pensamientos o el hecho de que la
mente esté pensando constantemente sin
que seamos conscientes de ello ni le prestemos atención.
Así es que si queremos transformar y limpiar la personalidad para ser y
actuar como el verdadero Yo, una de las primeras cosas que debemos hacer es admitir
que todo lo mencionado y que nos domina es como estar fuera de la realidad en
la que deberíamos estar; o sea, es estar dormidos ante los ojos del Alma. Es
necesario hacer una limpieza de lo negativo para quedarnos solamente con los
deseos, sentimientos y forma de pensar positiva pero, a la misma vez, por no
decir antes, nuestra obligación debería ser desechar toda la basura de
pensamientos que siempre tiene la mente y que, a su vez, no la deja descansar.
Esto lo deberíamos tener ya claro, pero para conseguirlo debemos observarla de
una forma voluntaria y consciente, entonces será cuando podamos prohibir todos
aquellos pensamientos que nos perjudican y que nos distraen. Solo a partir de
entonces podremos decir que estamos despertando y siendo verdaderamente
conscientes de nosotros mismos.
Habrá muchas personas que opinen
que esto no sirve para nada y prefieran seguir pensando e imaginando posibles
hechos del futuro; o también es posible que no les importe guardar rencor o
sufrir por lo que le hizo un jefe, un compañero o su pareja, sin darse cuenta
que los hechos que nos roban la felicidad sólo nos afectan si nosotros
queremos; o quizás teniendo resentimiento o remordimientos del pasado; o en otros
muchos hechos del subconsciente que nos hacen sufrir o tener miedos y fobias; o
dejándose dominar por la mente inestable y cambiante que les lleva al mundo de
la imaginación fantástica; o simplemente prefieran seguir viviendo
satisfaciendo sus deseos pensando que todo lo que consigan se lo van a llevar
después de la muerte; o quizás también prefiera vivir en tensión por dejarse
dominar por las ofensas, críticas y malestares que le puedan causar; etc. etc.
etc. Estas personas no saben que todo eso se puede superar y eliminar hasta
conseguir:
1º.- Pensar y pasar
a la acción sólo cuando sea necesario, pero de una manera consciente y
voluntariamente controlada sobre lo que se desee
2º.-Admitir o
rechazar, según corresponda, todo deseo, tentación, sentimiento, etc.
3º.-Hablar sólo y
conscientemente lo que debamos y con sentido de la responsabilidad
Cuando no somos conscientes de nuestras expresiones y actividades
internas, suele ocurrir que por involucrarnos en un simple pensamiento terminemos
expresándonos de la manera más negativa o absurda, y todo ello sin darnos cuenta
ni dar importancia a lo que estamos planificando. El hecho de ver a alguien
hacer algo malo puede llevar a nuestra mente y a la imaginación a criticarle,
juzgarle y sacrificarle incluso delante de otras personas. Sin embargo el que
está consciente o despierto, no se fijaría en el hecho o le disculparía, ni le
criticaría ni le juzgaría. Limpiar la basura de la mente no es solamente
impedir que la mente piense de forma automática para que no dé pié a la
creación de deseos y sentimientos negativos; también es crear pensamientos
positivos consciente y voluntariamente para crear sentimientos y deseos
elevados. Pongamos un ejemplo sobre esto, supongamos que un hombre de los que
el deseo por el sexo le domina se fija en una bella mujer. Si está en el estado
que llamamos “dormido” comenzará a mirarla con ojos de deseo carnal, pensará e
imaginará mil cosas mientras se deja llevar por los bajos y pasionales deseos y
emociones; esto a su vez estimulará más aún al cuerpo de deseos y éste, también
a su vez, hará lo mismo con la mente repercutiendo como estímulo físico en los
órganos sexuales. Bien, este mismo caso en una persona que ha conseguido ser
consciente de sí mismo y de todo lo que hace la mayor parte del día, no hubiera
ocurrido porque:
1º.- No hubiera pensado nada sobre la mujer
2º.- Como mucho y
voluntariamente, hubiera observado la belleza de ese cuerpo como quien observa
a una rosa o a una hermana desde el punto de vista fraternal y espiritual.
3º.- Esa actuación
no hubiera estimulado ningún bajo deseo, emoción, pensamiento y mucho menos a
los genitales.
4º.- Tendría la
posibilidad de crear toda una serie de pensamientos, deseos y sentimientos
elevados mientras la observa, siendo consciente de que los buenos deseos y
pensamientos alcanzan y benefician a la otra persona y a él mismo, como efecto
y como creador de ellos.
No nos queremos dar cuenta pero vivimos casi como autómatas.
Condicionados por lo que nos rodea; por costumbres enraizadas desde la
infancia; por hábitos que nos perjudican; por deseos que nos pervierten,
intoxican y nos llevan a hacer el mal; por las asociaciones de la mente y un
sinfín de cosas más. Debemos formatear nuestra personalidad y para ello debemos
comprender (despertar) lo que aquí se dice para, a continuación, buscar nuevos
y elevados ideales con los que trabajar cuando tengamos el control del cuerpo
de deseos y de la mente. Si conseguimos ser conscientes en nosotros mismos,
aunque solo sea cinco minutos todos los días, es suficiente para comenzar, pero
repito, ser consciente es estar sumamente atentos y en todo momento a lo que
nos rodea y a nuestras expresiones, es no permitir que la mente piense por sí
misma, es tenerla en silencio hasta que la queramos utilizar a nuestra
voluntad, es controlarla para no crear deseos ni sentimientos que entorpezcan
nuestro desarrollo espiritual; es recordarse a sí mismo en cada ahora, es en
definitiva, estar conscientemente presente ante todo lo que perciben nuestros sentidos. Cuando
conseguimos esto:
1º.- Nos damos
cuenta de muchos hechos que antes no veíamos ni les prestábamos atención.
2º.- Somos cada día
más conscientes, lo que hace que cambiemos los objetivos de nuestra vida.
3º.- Vamos
comprobando que alcanzamos cada vez más paz interior y que vivimos la vida de
otra manera más plena y con la mejor voluntad.
Si tenemos que descubrir que todo eso nos afecta sin necesidad porque no
estamos atentos ni somos conscientes de lo que nos llega ni de nuestras
actitudes, está claro que debemos estar atentos a nosotros mismos con la
consciencia puesta en lo que perciben nuestros sentidos y en la reacción de la
mente y del cuerpo de deseos (respuesta instintiva o automática de
pensamientos, emociones y deseos) es decir, que debemos auto-observarnos. Hay
personas que no se paran a diferenciar la observación de la observación de sí
mismo, pero es importante tener presente las diferencias, por ejemplo: Lo que
observamos con la vista pertenece al mundo físico o externo, está fuera de
nosotros por muchos estímulos o repercusiones que pueda tener en el cuerpo de
deseos, por eso lo percibimos con los sentidos. Para observarnos a nosotros
mismos no se necesitan los sentidos porque lo observable está dentro en forma
de sentimientos, deseos, emociones, pensamientos, pasiones, etc. Es más, una
buena auto-observación nos puede llevar a descubrir muchas facetas del
inconsciente de las que mostramos en nuestra vida cotidiana.
Si de verdad queremos observar y, además, ser cada vez más consciente de
la “realidad” posible, debemos evitar pensar mientras observamos, es decir, no
emitir juicio, crítica, valoración, etc., puesto que si lo hacemos estamos
coloreando la visión con lo guardado en la memoria según nuestros
conocimientos, experiencias e ideas preconcebidas; pues esto transformaría el concepto de lo que se observa. Es
cierto que debemos experimentar y obtener conocimiento de todas las relaciones
y circunstancias, pero cuanto más pura y exacta sea la atención sobre lo que
observamos y más libre esté de las interferencias personales, mejor grabado
quedará lo observado. Para conocernos o para aprender debemos observar
“conscientemente” para que el cerebro estructure correctamente lo que le llegue,
porque si lo que observamos lo mezclamos con razonamientos (en cada persona es
diferente según estudios, experiencias, etc.) el cerebro no hará su trabajo
como debería para así poder nosotros beneficiarnos de él.
Hay personas que confunden la observación con el conocimiento, lo que no
les puede traer ninguna ventaja porque, por ejemplo, no es lo mismo saber que
actuamos mal que observarnos durante un tiempo y comprobar cómo, cuándo y por
qué somos malos. Como tampoco es lo mismo “saber” que estamos conduciendo un
coche que observarnos cómo lo hacemos; o incluso saber que estamos depresivos
que observar nuestro comportamiento. El conocimiento es fruto de la experiencia
y de lo que penetra por los sentidos desde el exterior (acto pasivo y de
atención externa) mientras que la observación de uno mismo es una atención
hacia adentro y se considera activa porque la atención voluntaria (consciencia)
debe ser dirigida.
Aunque para observar algo del exterior pongamos voluntad y consciencia,
tampoco es como la observación interna o de uno mismo. Nosotros podemos ver a
alguien hacer algo malo y dejarnos llevar por los deseos, sentimientos y
pensamientos que surjan automática e instintivamente, esto es “observación
externa pasiva”, es decir, lo que llamamos “estar dormidos”. Pero si al ver
esas mismas escenas, ponemos nuestra atención y consciencia a la vez que controlamos
la mente para que no piense, observaremos nuestro aspecto interno y seremos
conscientes de lo que intenten expresar nuestro cuerpos de deseos y nuestra
mente, pero con la diferencia de que, al ser conscientes (estar despiertos)
seremos dueños de sentir, desear o pensar lo que queramos o de no pensar ni sentir o desear nada. Algo similar ocurre
respecto a las personas que nos han agraviado u ofendido. Si nos dejamos llevar
por nuestro cuerpo de deseos y por nuestra mente cada vez que nos acordamos del
hecho o cada vez que vemos a esas personas, les criticaremos, les desearemos
mal, etc. Pero si estamos despiertos, si somos conscientes de nosotros mismos y
de nuestros cuerpos, tendremos controlados a éstos y no permitiremos que se
expresen en ese sentido, eso es actuar como sí mismo desde dentro y sobre algo
que procede del exterior.
Lo mismo que ocurre con el pensador respecto a lo pensado, así ocurre
con el observador y lo observado, unos están a un lado y otros a otro. Lo observado puede estar en el mundo físico o
en nuestro aspecto interno, la diferencia está en que si es del exterior será
un objeto, animal o persona cuya imagen nos llega a través de los sentidos, y
si es interior lo percibimos como algo más cercano, algo de “nuestra creación” (sentimientos,
deseos, pensamientos…) Aun siendo algo interno de nuestra creación, nosotros,
como Egos, estamos separados y por encima de todas esas expresiones, siempre
que sepamos aislarnos y controlar la mente. Cuando no estamos “del lado
observador” o “como auto-observadores conscientes” actuamos como una
personalidad dominada por los deseos y sentimientos del cuerpo emocional y por
la mente pensante que casi no nos deja libertad para pensar ni la paz interna
que deberíamos tener como sí mismos. Los impedimentos más comunes para
encontrar la paz y la libertad son:
1º.- Los deseos,
sentimientos o emociones que, como respuesta a algo que perciben nuestros
sentidos o a los pensamientos que crea la mente, nos impulsan a actuar, a
pensar o a expresarnos negativamente.
2º.- La mente, que
debido a las interferencias y a las asociaciones (hábitos, preocupaciones,
miedos, impulsos externos o internos, etc.) obstaculiza porque no deja de
pensar.
3º.- El hecho de
hablar inconsciente, impulsiva o instintivamente como efecto de los dos puntos
anteriores.
4º.- La actuación
mecánica o autómata desde cualquier aspecto porque impide que la voluntad se
exprese con consciencia y atención sobre todo lo que le rodea.
5º.-La imaginación,
que también hace que estemos del otro lado de nuestra propia consciencia de “Yo
soy aquí y ahora” y por tanto y como en los anteriores puntos, hace que nos
identifiquemos con todos esos aspectos obstructores de la personalidad.
Identificarse con todos los aspectos mencionados de la personalidad y
con el mundo físico y sus circunstancias y personas, es estar en la
inconsciencia de la realidad, es estar dormidos. Estar despierto se llama al
hecho de ser consciente en sí mismo en todo momento y de todo hecho o expresión
personal gracias a la atenta observación de uno mismo y de lo que nos rodea.
Ya tenemos claro que la observación no es lo mismo que la
auto-observación. En la primera, la atención se enfoca en el exterior por medio
de los sentidos, en la segunda la atención se enfoca en lo interno sin
necesidad de sentidos; de ahí que sea más difícil. Para la ciencia y para la
mayoría de las personas, lo que percibimos del exterior es lo real, pero para
los que comienzan a despertar esta nueva conciencia, lo real es lo interno. Con
lo observado en el mundo externo adquirimos conocimiento y lo aplicamos sobre
el mundo para transformarle, mientras que los que despiertan a este
conocimiento aplican los resultados de la auto-observación para transformarse a
sí mismos y para el desarrollo de la
conciencia y de la voluntad. Por
tanto, por muchos conocimientos que tengamos del mundo físico de nada nos
servirá para cambiar lo interno, sólo el hecho de ser conscientes de lo que
hacemos en todo momento (la observación voluntaria y atenta de nosotros mismos)
nos facilitará el conocimiento necesario para transformarnos internamente. La observación del mundo puede cambiar al
mundo y la observación de uno mismo cambia a la personalidad y la acerca al Ser
interno. Pero no hay que olvidar que renacemos una y otra vez en este mundo
para experimentar, aprender y desarrollar la voluntad, la mente y los poderes
del Espíritu. Por eso, queramos o no, para conseguir esto debemos comenzar
siempre por lo externo, porque gracias a lo externo adquirimos el conocimiento
necesario (por ejemplo, este libro) para después comenzar el trabajo interno.
Con lo dicho hasta ahora sabemos distinguir la observación de la
auto-observación pero, profundizando un poco más y puestos a discernir, nos
podemos dar cuenta de que hay otra nueva división, esta es, la de los
sentimientos y pensamientos frente a la voluntad y a la conciencia que
representan al Yo. La mente, como creadora de pensamientos y como razón, puede
eliminar un deseo o transformar un sentimiento, luego entonces, tiene poder
sobre el cuerpo de deseos. Pero la mente es parte de la personalidad como así
lo demuestra cuando está todo el día pensando por su cuenta e influenciada por
muy diversos aspectos del mismo hombre y del mundo físico. Por consiguiente, la
segunda división debe ser hecha entre dichos cuerpos de deseos y mental y el
Ego, y es desde esta posición desde donde debemos intentar auto-observarnos, es
decir, desde más allá de la mente donde se encuentra la voluntad y la
conciencia o voz del Alma que nos guía y
aconseja. Solo separándonos de nuestros cuerpos y observándolos atentamente
podremos aprender verdadera y rápidamente del mundo físico y observar qué
necesidades espirituales debemos alcanzar y cuáles defectos debemos desechar. Esto es fácil de comprender, veamos
unos ejemplos:
1º.- Si a mí me
afecta lo que escucho o lo que veo es porque me he involucrado en ello o lo he
hecho mío interiorizándolo. Pero si yo lo percibo, si utilizo mi mente para razonarlo y ver que
no tiene nada que ver conmigo, y lo dejo pasar de largo o simplemente no le prestó
ni la más mínima atención, no me afectará.
2º.- Si observo que
mi mente está pensando en algo que la preocupa, que desea o en cualquier
problema o interferencia que tenga y me uno a ello, estaré dominado por la
mente y el problema me absorberá, pero si la observo voluntaria y
conscientemente sin emitir juicio ni pensamiento alguno, entonces dejará de
pensar y estará bajo mi control.
Preguntémonos ¿Soy mis deseos y emociones? ¿Soy yo esa mente que está
todo el día pensando sin control y de un lado para otro? ¿Soy la persona que se
enfada fácilmente, que tiene resentimientos o que planea cómo hacer mal a
otros? Si la respuesta es que no, estamos despertando a la conciencia de sí
mismo o del Alma, y si es sí es que todavía estamos muy identificados con la
personalidad. Si nos involucramos en las
cosas y asuntos del mundo externo de manera inconsciente estamos perdiendo el
tiempo. Nosotros tenemos que vivir en lo interno, aun para afrontar los
problemas, decisiones, oportunidades, etc. Pero que vivamos en lo interno no
significa que no podamos estar por encima de todo eso por el simple hecho de
silenciar la mente voluntariamente y utilizarla de una forma consciente sólo cuando
sea necesario. En el mundo interno podemos sufrir si nos dejamos arrastrar por
los aspectos personales, y no sufrir lo más mínimo controlando la mente para
que no piense y para que no se deje dominar por los deseos, sentimientos,
pasiones, vicios, problemas, etc. Nosotros nos dedicamos a guardar en la
memoria y en el inconsciente todo lo que pasa a nuestro alrededor y todas
nuestras actitudes ¿Y esto por qué? Pues porque no hay selección consciente.
Los hechos externos son una clase de experiencia que podríamos llamar
informativa y esos mismos hechos se convierten en sentimientos, deseos,
emociones, pensamientos… en lo interno,
y éstos son más reales pero si, inconscientemente, nos dejamos influenciar por
ellos, la grabación que hagamos de la experiencia de poco nos servirá.
Sabiendo que el fin del renacimiento y de la evolución es la experiencia
para poder desarrollar las posibilidades latentes del Espíritu en poderes
dinámicos, debemos tener claro que es dentro de cada uno donde caemos una y
otra vez en tentaciones, vicios y problemas que nos absorben. Sin embargo,
también es dentro de nosotros donde debemos imponer nuestra voluntad para
callar la mente y para utilizarla con discernimiento y así extraer el mayor
razonamiento y rendimiento de las experiencias. Es en el interior donde la
mente, manipulada por cientos de pensamientos hace que nos preocupemos por
hechos absurdos y que perdamos la vida en experimentar cosas que más que ayudar
nos perjudican mucho más de lo que creemos. Solo conoceremos el verdadero mundo
interno, el mundo del Alma donde se es libre y se encuentra la paz del
Espíritu, si nos observamos atenta y conscientemente a nosotros mismos para así
abrir nuestra consciencia al Espíritu.
Cuando nos auto-observamos y nos recordamos como “mí mismos” descubrimos
quiénes somos, descubrimos que somos un
yo individual separado de todos los demás aspectos personales, que no somos la
mente pero que la podemos utilizar para pensar y para adquirir conocimiento, y
que nosotros, como un Yo superior, estamos por encima y tenemos poder sobre el
mundo externo. Es un hecho que, con la práctica, vamos desfragmentando nuestra
mente y nuestra memoria y vamos creando una nueva psiquis, sin embargo y si de
verdad queremos sentirnos más libres de lo externo y encontrar la paz del Alma,
debemos intentar y persistir en “sentirnos presentes” en cada instante. Es
decir, ser conscientes de lo que verdaderamente somos: Un Alma en evolución y
no el cuerpo físico ni el resto de aspectos personales. ¿Y esto por qué es así?
pues porque cada vez que nos sentimos presentes como un Yo verdadero o “mí
mismo” nos situamos por encima de las personalidad para estar “alerta” ante
todo lo que hacemos, expresamos y que nos rodea. Ese “estar presente como un Yo
autoconsciente” nos separa también de lo observado y nos facilita el uso de la
mente para analizar cada situación desde el punto de vista del Alma y no de la
personalidad. No es que este hecho presencial ayude a eliminar los obstáculos
pero sí ayuda a practicar la auto-observación que es la que nos hace
diferenciar lo real de lo irreal.
Sabiendo que la auto-observación nos facilita el análisis de los deseos,
sentimientos, miedos, rencores, ambiciones, conversaciones mentales etc., es
aconsejable que en esa observación haya pausas para observar detenidamente en
cada caso pero sin involucrarnos en él; eso crea un poder sobre ese aspecto en
el Alma para que la próxima vez lo superemos más fácilmente. Lo mismo que
nuestros deseos, sentimientos y pensamientos se fortalecen durante muchos
momentos al día por medio de su repetición automática, así nosotros, mediante
la observación atenta y consciente, fortalecemos el poder del Ego y nos hacemos
más conscientes y eficaces en nuestras tareas cotidianas.
Cuando uno es inconsciente de enseñanzas como las del ocultismo e
incluso otras más modernas que van en esa misma línea, es frecuente que a lo largo de la vida se
pregunte muchas veces ¿Por qué me vienen tantos problemas? ¿Por qué me dejo
dominar por estos vicios? ¿Por qué me dejo arrastrar por las circunstancias? o
¿Por qué me afecta todo tanto? Entonces y por lo general se suele buscar al
culpable fuera de nosotros, sin saber que en la mayoría de los casos podemos
evitarlo y vivir libre de todo eso y en la paz del Espíritu. Pero tarde o
temprano, en un renacimiento u otro, el ser humano encuentra el camino que, con
la práctica y la persistencia, le lleva a encontrar momentos de tranquilidad
entre la lucha interna. Por eso cuando alguien cree en estas enseñanzas y pone
manos a la obra, debe poner toda su atención sobre sí mismo desde que se levanta
hasta que se acuesta, pues son muchas las cosas que nos seducen, que nos roban
el tiempo y que nos hacen caer en el mal en pensamiento, palabra y obra. Es
necesario salir de este sueño que nos hace creer que la verdad se halla en el
mundo externo; es necesario terminar con ese desconocimiento del verdadero Ser;
es necesario estar presente de manera consciente en todos los hechos del día
para actuar y responder correctamente; y es necesario que lo que pensemos,
sintamos y deseemos vaya acompañado del aspecto espiritual y de la buena
voluntad.
Recuerde, observe con atención los sentimientos o deseos que se
presenten en su interior como efecto de lo que perciben los sentidos; observe
el diálogo o expresión que surge de lo interno; las sensaciones, los
pensamientos, cómo ocurre, qué expresan, cómo captan su atención, en qué se
siente más tentado y más débil, etc. Pero no se olvide de observar sin
involucrarse en ello, sin pensar en ello, sin identificarse ni emitir nada respecto a ello; simplemente
observe y déjelo marchar. No se necesitan éxtasis, ni experiencias agradables,
ni tampoco hechos que nos hagan pensar que somos más importantes o más sabios
que otros con tal de alcanzar esas experiencias del Alma. El hecho de
observarse a sí mismo ya trae paz, y cuanto más se practica más poder obtenemos
y más libres nos sentimos. Hay veces que incluso la mente se niega a colaborar
en la auto-observación, si conseguimos imponer nuestra presencia consciente
sobre ella, de nada la servirá porque la tendremos totalmente bajo control.
Es cierto que nosotros, como “consciencias”, estamos aprisionados dentro
de la personalidad, pero no podremos dar ese primer paso de “despertar” a una
conciencia superior si no nos situamos como observadores por encima de la
misma, recordándonos constantemente a nosotros mismos qué “somos.” Esta
práctica nos separa cada vez más de todo lo que nos domina, influye y ata a los
cuerpos y a la tierra, acercándonos así cada vez más a la conciencia del Alma a
la vez que nos liberamos de los yoes y de las deudas del destino. Los yoes (vicios,
pasiones, patrones de conducta, deseos, emociones, etc.) no pueden
auto-observarse, por eso la correcta auto-observación solo se consigue cuando
el verdadero Yo, se auto-recuerda a sí mismo como tal y observa cómo y lo que
expresan sus cuerpos, es decir, cuando está plenamente consciente y atento.
Pero ¡cuidado! tampoco confundamos la atención normal de las personas (por
ejemplo, cuando vemos la televisión) con la atención con consciencia. La
atención normal puede desviarse constantemente hacia otra cosa porque no hay
una actitud voluntaria y consciente plena, e incluso se puede ver distraída por
los pensamientos de la siempre cambiante mente; pero la atención plena y
consciente es la que estando viendo esa misma televisión no permite que nada la
distraiga ni la desvíe.
CAPÍTULO VIII
CONOCIÉNDONOS A
NOSOTROS MISMOS
El hombre
actual llegó a ser “humano” gracias a las Jerarquías Creadoras que, evolutivamente hablando, van por delante de
nosotros y cumplen el “Plan de Dios”. Pero a partir de hacerse autoconsciente
en la Época Atlante es el hombre mismo quien se hace responsable de su destino
y de su evolución, esforzándose y avanzando o no esforzándose y muriendo casi
como nació. Así es que, siempre hemos necesitado ayuda, tanto antes de la
autoconsciencia como individuos humanos como después de la misma, y esa ayuda
siempre ha estado a disposición del que se ha querido esforzar por evolucionar.
Quien no progresa, se desarrolla y se diferencia más del grupo es porque no
quiere, no se esfuerza o no comprende la manera en que esas ayudas le pueden
servir. Son muy pocos los que se conforman con lo que tienen y con lo que son, incluso los deseos
de elevación temporales o los problemas y el descontento con las circunstancias
que nos rodean son suficientes para hacer que nos sacrifiquemos por ser
diferentes y actuar de otra manera. Estamos tan acomodados y satisfechos con lo
que somos y tenemos que no queremos esforzarnos en cambiar ni en saber quiénes
somos y qué potencial tenemos. Solo el hecho de esforzarnos en saber quiénes
somos y el desarrollo individual que podamos alcanzar nos puede facilitar una
serie de facultades y poderes que ni siquiera imaginamos, pero para alcanzar
esto, primero hay que comprender lo que somos, las posibilidades y herramientas
que tenemos a nuestro alcance, y lo que no somos y creemos ser. Por
consiguiente, el hombre debe conocerse a sí mismo y para ello también debe autoanalizarse
profundamente.
Para la
mayoría de las personas es difícil admitir y creer que somos autómatas, que no
actuamos como un verdadero Yo en sí mismo, y que tenemos los suficientes medios
para comprenderlo y dejar de actuar como lo que no somos. En cada momento
actuamos de diferente forma (como diferentes yoes) según las influencias,
circunstancias o impactos externos. Respondemos y nos expresamos en
pensamientos, deseos, emociones, palabras y acciones según lo que nos llega,
según lo que sentimos y según las experiencias y lo guardado en la memoria y en
el subconsciente. Sin embargo y aunque creemos que somos nosotros como Yoes los
que actuamos, pocas veces es así porque en realidad podríamos decir que las
cosas suceden porque somos llevados de un sitio para otro por los hilos de las
circunstancias, de los diferentes cuerpos y de la escala de valores que cada
uno de nosotros tiene. Comprender esto es dar un primer paso para comenzar a
cambiar y a ser diferentes de la mayoría. Está claro, pues, que si no
comprendemos que somos autómatas o no queremos admitirlo, poco podremos cambiar
y moriremos más o menos con el mismo desarrollo que traíamos al nacer. Creemos
ser una individualidad porque nos identificamos con un nombre, por las
sensaciones que nos produce el cuerpo físico y por la educación, experiencias y
costumbres que hemos adquirido. Pero la realidad es que cada pensamiento,
sentimiento, deseo, palabra y acción son generalmente manifestados sin voluntad ni consciencia, lo
que nos viene a decir que son falsos yoes. ¿Y por qué decimos que no actuamos
como una individualidad o verdadero Yo? Pues porque cada una de estas
manifestaciones o expresiones no parten desde un mismo centro psíquico ni están
coordinados por una misma voluntad y conciencia, sino que cada una de ellas
surge de manera independiente dependiendo de las impresiones y circunstancias
externas.
Estas
expresiones automáticas o instintivas pueden tener relación entre ellas en un
momento dado pero también pueden estar cambiando constantemente sin que
nosotros lo impidamos porque no hay control, orden ni sistema. Estas
expresiones, respuestas automáticas, etc., son pequeñas partes o yoes de la
personalidad que tienen su ubicación y relación con el cerebro y con la mente
pero que no tienen que ver nada con el Ser representado como voluntad y
consciencia; por tanto y aunque pretendan representar a la individualidad o Ser
no lo son. Comúnmente, cuando decimos “yo” o “yo soy” creemos que lo estamos
diciendo como el verdadero Yo sin darnos cuenta de que es la personalidad quien
está suplantando a la individualidad. Así, podemos afirmar, creer, ver, pensar
o desear algo según lo estamos percibiendo como yo personal, y al rato podemos
cambiar de opinión y afirmar otra cosa porque otro yo personal nos “habla” más
fuerte y más claro. Es obvio pues, que para comenzar a cambiar hay que
analizarse y hay que desarrollar todo aquello que creemos ser, además de
comprender cuáles son los poderes o herramientas que tenemos y cuáles faltan.
Pero, como he dicho, lo primero es admitir que lo que creemos ser no es el
verdadero Yo y que tenemos que observar y analizar lo que somos para poder
convertirnos en lo que debemos ser.
El primer
paso en este sentido es actuar como “consciencia”, es decir, darnos cuenta de
la actividad mental que como personalidad tenemos; observar atentamente cómo
respondemos a través de los diferentes cuerpos; darnos cuenta de que somos
“algo” separado de todo eso; y observar a
la personalidad respecto a lo que hace, lo que sabe, dónde está, cómo
reacciona, etc. Esta es la manera de hacerse consciente de sí mismo, de
separarse de la personalidad y de conocerse como persona actuando, siempre que
se pueda, como consciencia. Cada uno de nosotros hemos llegado a desarrollar
las bases de cada personalidad antes y después de la muerte, pero es a partir
de cada renacimiento cuando, en cada vida, se forma el carácter y personalidad
que confundimos con la individualidad. Pero, lo mismo que cada personalidad es
diferente en grado de desarrollo físico, moral e intelectual, también la
conciencia de cada uno es de diferente grado como podemos ver en el hecho de
que algunos se pueden hacer conscientes de sus actos fácilmente, mientras que
otros ni siquiera admiten esa posibilidad.
Cuando un
aspirante a la vida superior desea llevar a la práctica estos conocimientos
podrá alcanzar diferente grado de conciencia dependiendo del tiempo y de los
momentos que sea consciente al cabo del día y del alcance y profundidad de esos
momentos de conciencia. Por tanto, el autoanálisis que queremos explicar aquí
con la intención de ayudar al desarrollo de la individualidad, lleva a la
autoconsciencia de uno mismo y a conocerse y a observarse como consecuencia. Debe
quedar claro que el hecho de observar el mundo que nos rodea, de recordar o de
pensar, no significa “ser consciente” o autoconsciente, porque son precisamente
esos hechos los que, por lo general, crean la ilusión de ser conscientes de
nosotros cuando no es así. Yo puedo estar pintando uno de mis cuadros
concentradamente con el pensamiento de que estoy pintando y, sin embargo, no
ser consciente de cómo lo pinto, es más, por la noche puedo verme en una
retrospección pintando dicho cuadro y tampoco ser consciente puesto que solo
estaría trabajando con la imaginación y la memoria. Sin embargo, si observo
atentamente mi mano mientras pinta, (sin pensar) y voluntaria y conscientemente
la dirijo y controlo como una herramienta que me pertenece como Yo, entonces me
hará autoconsciente de ese momento presente.
La
humanidad ha pasado por varios estados de conciencia muy similares a los de los
reinos que nos siguen, actualmente se dice que evoluciona en dos estados
llamados de sueño y de vigilia, pero
que en un futuro desarrollará otros superiores entre los que se encuentra el de
la conciencia de sí mismo. Lo cierto
es que, aunque nos parezca difícil de creer, nuestro estado de conciencia de
vigilia es muy parecido al de sueño porque, como algunos dicen hoy, estamos dormidos. ¿Por qué digo esto? pues
porque casi nunca somos conscientes de lo
que somos y lo que hacemos como individualidad. Pocas personas y pocas
veces son conscientes de lo que ocurre en ellas o a su alrededor salvo en
ciertas situaciones notables por su originalidad, emocionalidad, peligro, o de
silencio mental. Son precisamente estos esporádicos momentos de consciencia los
que quedan muy claros en la memoria, pero aunque sean momentos de consciencia
no tenemos control sobre ellos.
Ya hemos
dicho que la humanidad ha pasado por unos estados de conciencia similares a los
que están pasando los reinos de la naturaleza que nos siguen, nuestro anterior
estado fue el de sueño con ensueños, y
el anterior a este fue el de sueño profundo.
Es decir, pasamos de vivir en una conciencia vegetal (sin imágenes) a otra
animal con imágenes en nuestro interior como ocurre en los sueños; de aquí que
se diga que la conciencia evoluciona y tiene grados. Pero desde que adquirimos
la mente y percibimos el mundo físico (fuera y no dentro de nosotros) creemos
que estamos en el estado de conciencia de “despierto” como opuesto al de “dormido”,
y sin embargo no es así porque nos encontramos más bien en una etapa intermedia
entre sueño con ensueños y despierto. Lo mismo que en el pasado percibimos y
tomamos conciencia del mundo físico progresivamente hasta llegar al estado de
vigilia, también ahora estamos obteniendo el estado de conciencia de
“despierto” progresivamente para que, cuando lo alcancemos seamos total y
perfectamente objetivos; a partir de entonces se desarrollará el superhombre
futuro. Por este motivo nos influyen todavía los sueños, estamos pasando de un
estado subjetivo a otro futuro objetivo sobre nuestro Ser. Es decir, en el
pasado no reconocíamos al Yo sino que nos guiábamos por los muchos yoes pero al
obtener la mente estamos empezando a tener vislumbres del verdadero Yo o Ego, sin
embargo, aún nos queda mucho para que pueda suplantar a la personalidad. Ahora
distinguimos entre nosotros como personalidad y todo lo demás que nos rodea,
pero no estamos lo suficientemente despiertos como para distinguir y actuar
como un verdadero Ego o individualidad separada de sus cuerpos. De aquí que por
tener una conciencia de personalidad (dominada por los prejuicios, impactos,
miedos, deseos, sentimientos, instinto, imaginación, etc.) y no del Ego, estemos
semi-despiertos. Si estuviéramos despiertos no nos dejaríamos dominar por todos
esos aspectos de la personalidad y seriamos más objetivos en los asuntos que
llevan al desarrollo del Alma.
La
conciencia que estamos desarrollando progresivamente en la etapa actual de la
evolución se podría llamar “consciencia de sí” y gracias a ella seremos
objetivos respecto a nosotros mismos en un futuro próximo, pero lo que separa
estos dos estados intermedios de la consciencia son los sueños, la imaginación,
el instinto, los sentidos y otros estados subjetivos de la conciencia. El
hombre seguirá semidormido mientras
no se dé cuenta de que se encuentra en ese estado de inconsciencia de la
realidad. Al igual que en el sueño no somos capaces de distinguir los sueños de
lo que actualmente llamamos “realidad”, tampoco la mayoría de las personas
suele distinguir la diferencia entre la conciencia actual de semi-despiertos y
el verdadero despertar que nos permite ver la autentica realidad. En el estado
de semi-despierto podemos conocer la realidad de una forma muy relativa pero
cuando alcancemos la conciencia de sí mismo podremos conocer la realidad sobre
nosotros, aunque claro, para conseguirlo hay que empezar por observarnos,
conocernos y analizarnos profundamente. Sólo en la siguiente etapa evolutiva
conoceremos la realidad del mundo en que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro
Ser. Para alcanzar la autoconsciencia o conciencia
de sí debemos poner en acción la voluntad todo el tiempo posible pero esto
dependerá siempre del dominio propio, es decir, del poder que tengamos,
particularmente sobre el cuerpo de deseos y sobre la mente. Si nos preguntamos
a nosotros mismos que si somos conscientes, en ese momento diremos que sí
porque la pregunta misma nos lleva a la conciencia de nosotros mismos, pero a
continuación estaremos influenciados y dominados por los hábitos, la imaginación,
el instinto o por la mente que estará pensando sin control; o sea que estaremos
otra vez semi-despiertos.
Volviendo
de nuevo al estudio y análisis del hombre tenemos que decir que éste se divide
en dos partes: Primera, la personalidad que ya hemos explicado y que es el
falso yo u hombre, y segunda, el Ego o Alma que es el verdadero Yo superior o
Ser. La personalidad está compuesta de cuatro cuerpos que sirven como vehículos
para el Ego, los cuales se pueden cambiar para bien aunque algunos pocos lo
hagan para mal. El Ego o Alma es la
esencia de todas las experiencias obtenidas con dichos vehículos y a lo largo
de todos sus renacimientos como humano. La personalidad está compuesta por
todo lo aprendido consciente o inconscientemente (educación, enseñanzas,
experiencias, por imitación o instinto, etc.) y ésta se puede manifestar mejor
o peor dependiendo de la influencia o poder que el Ego tenga sobre ella. Por
tanto, cuando el Ego domina la personalidad ésta se interesa por lo que es
bueno para ella, pero cuando quien domina es la personalidad, ésta se interesa
por lo que es malo para el Ego. La personalidad es imprescindible para el Ego
porque sin ella no evolucionaría, por eso y partiendo de un equilibrio entre
ambas partes, es el Ego quien debe manifestarse cada vez más sobre la
personalidad gracias a que la personalidad trabaje a favor del Ego.
El Ego no
es la mente ni sus otros cuerpos, ni siquiera vive en el tiempo pasado o
futuro, él vive en el presente mientras que la personalidad vive casi siempre
en su pasado o en el posible futuro. El hecho de creer que somos la mente y de
pensar que la naturaleza de deseos o emocional forma parte nuestra es lo que
hace fuerte a la personalidad. El Ego vive en el presente, en el ahora, y
cuando, como observadores, nos separamos de la mente estamos acercándonos a la
conciencia de despiertos y a la
realidad; entonces dejamos de preocuparnos y de pensar en lo que piensa la
personalidad. Por el contrario, cuando, basándonos en la personalidad,
centramos la atención en las cosas pasadas o imaginamos otras para el futuro,
la personalidad parece que disfruta entre tantos hechos (problemas, goces,
deseos de placer, sentimientos, preocupaciones, planes de futuro, etc.) y se
hace fuerte no permitiendo que el Ego esté presente. A la personalidad no la
gusta vivir en el presente porque teme a su aniquilación o que se produzca un
vacío mental donde el Ego se haga consciente y la quite poder. La personalidad
no puede conocer directamente y se vale de juicios, opiniones o etiquetas, pero
el Ego sí puede conocer directamente y por eso hay que analizar los cuerpos y
sus expresiones para controlarlos y silenciarlos cuando haga falta con tal de
que haya consciencia en todo momento. Con la auto-observación tomamos
consciencia en el momento presente, con la observación de la mente escapamos de
sus garras y el hecho de darnos cuenta de que no somos conscientes de la
realidad nos facilita la consciencia de sí mismo.
La estructura de los cuerpos, sus habilidades y sus
debilidades pertenecen al Ego, pero el desarrollo o contenido de cada cuerpo
pertenece a la personalidad. Y como la personalidad no es real y se complace y
goza en lo que contiene, no quiere ser subordinada ni quiere conocer la
realidad de sí misma porque, si así fuera, desaparecería como tal; de aquí que
sea tan necesario conocerse a sí mismo. Desde la antigüedad, todas las
verdaderas escuelas han aconsejado a sus neófitos conocerse a sí mismos, pero esto no significa que debamos conocer
cuáles son nuestros gustos, deseos, inclinaciones o aspiraciones, sino conocer
de lo que estamos compuestos y cómo funciona cada una de las partes. Por eso,
la primera norma para adquirir la conciencia de sí mismo es la auto-observación
y análisis respecto a distinguir las diferentes funciones y sus posibilidades y
tendencias. Cuando comenzamos a observarnos a nosotros mismos, nos damos cuenta
rápidamente de que hay cosas agradables y útiles y de otras que son lo
contrario, pero también que cuanto más control tenemos sobre los aspectos negativos
menos pueden perjudicarnos. La imaginación es difícil de controlar y en cuanto
nos descuidamos nos lleva por caminos que no hemos elegido mientras nos
observamos, es más, cuando imaginamos algo que nos agrada terminamos viéndolo
como verdad, lo que nos lleva a estar
tan dormidos como cuando creemos que somos la mente o las emociones.
Otro error es aceptar las
emociones negativas como parte necesaria nuestra, y de esto nos damos cuenta
cuando nos oponemos a ellas (ira, celos, envidia, desconfianza, crítica, etc.)
Estos aspectos personales, entre otros, como por ejemplo el hecho de hablar
constantemente, deben ser resistidos y neutralizados para obtener poder sobre
ellos. Por todos estos hechos decimos que somos autómatas y que actuamos y nos
expresamos sin consciencia y sin voluntad real, y es que, a la mínima que
dejamos de observar cómo funcionan y cómo se manifiestan nuestros cuerpos
volvemos a caer en la actividad de la
personalidad. El mayor beneficio de la auto-observación es descubrir de
qué manera y hasta qué grado nos identificamos con el mundo que nos rodea. El
hombre se pasa casi toda su vida identificándose con sus creencias, con sus
deseos, con lo que siente, con lo que le atrae, con lo que dice y con sus
pensamientos. Se ve tan atraído por todo ello que le cuesta mucho aislarse como
el Yo individual que es. De hecho, esa es la causa de sus respuestas y
expresiones automáticas e instintivas, si el hombre dejara de identificarse
tanto con todos esos aspectos internos y externos no expresaría tantas cosas
absurdas e inútiles.
Esto nos
lleva a analizar más profundamente el tema de la identificación. El hombre ha
llegado a ser y a obtener esas gradaciones de conciencia gracias,
principalmente, a los impactos y sensaciones del mundo externo. Para
demostrarlo sólo tendríamos que imaginar a una persona que desde que nace se le
pudiera aislar de toda clase de impresiones externas. Aunque es muy difícil que
este hecho se cumpla, podemos comprender que esa persona no podría responder o
expresarse de ninguna manera, sin embargo, está claro que en el esquema
evolutivo que Dios ha creado para el hombre entran en juego los diferentes
cuerpos receptores y transmisores. Esto es así hasta tal punto que esos cuerpos
evolucionan y son capaces de transmitir y recibir cada vez más elevadas
vibraciones de los mundos de deseos y mental. Por otro lado y como hemos dicho,
esos cuerpos tienen poder unos sobre otros, considerando al hombre más
evolucionado cuanto más poder tenga el cuerpo mental sobre los inferiores y
según su fortaleza de voluntad. Así es que, actualmente, hay un gran número de
humanos en una fase intermedia entre el dominio de la personalidad y el
nacimiento de la conciencia de sí mismo que nos llevará a ser más objetivos
sobre el verdadero Ser. Está claro
que estos cuerpos se intercalan y pueden trabajar unos sobre otros, pero los
más avanzados de la humanidad intentan controlarlos a través de la mente. Esto
debe ser así en la presente etapa porque tan malo puede ser actuar físicamente
por instinto que por los deseos o por las emociones y, aun así, los más
avanzados intentan adquirir esta conciencia superior egoica que estamos
llamando de “sí mismo”.
Cuando
analizamos y observamos el cuerpo emocional desde una posición de observadores y
de pensadores, es cuando nos damos cuenta de que la mayor parte del tiempo
somos inconscientes de sus reacciones y expresiones. Este cuerpo, tan
importante y poderoso dentro de la personalidad, está siempre buscando la
manera de que nos identifiquemos con él para así convertirse él en nosotros, de
ahí que cuanto más inconscientes seamos más nos dejaremos llevar por sus influencias
y naturaleza como son: Impulsividad, violencia, odio, enfado, impaciencia,
depresión, etc. Y por esta misma razón, quien no intenta despertar y hacerse
consciente de su Alma, cada vez cae más presa del poder de este cuerpo y, por
tanto, sufre o hace sufrir como una cosa normal en su vida cotidiana. ¿Cuántas
veces nos hemos sorprendido con alguien que creíamos conocer y que teníamos
conceptuado como una persona normal o incluso buena y hemos comprobado que es
negativa y destructiva? Nosotros mismos nos podemos sorprender si nos
autoanalizamos conscientemente, solo tenemos que buscar alguna señal de
irritación, infelicidad u otros aspectos similares. Seguro que descubriremos
que nos causa dolor y que cuanto más nos identifiquemos con ese dolor más
aumentará su poder. Es, por tanto, obligatorio para todo aquel que quiera
liberarse de estas emociones y aspectos negativos del cuerpo de deseos, alumbrarlo
con la luz de la consciencia que no está identificado con el sentir ni con el
pensar porque es el “sí mismo”. El simple hecho de observar atentamente esos
aspectos negativos ya hace que la identificación con ellos se rompa y que
comience a manifestarse la conciencia del verdadero Ego.
Si de verdad queremos liberarnos
de las emociones negativas, de la intranquilidad, el descontento, de los
juicios innecesarios, del pasado y del futuro, etc. (es decir, de la
inconsciencia en la que estamos la mayor parte del día) debemos iluminar cada
momento de nuestra vida con la consciencia y para ello debemos auto-observarnos
y preguntarnos de vez en cuando ¿qué está pensando mi mente? ¿Qué emociones o
deseos tengo? ¿Me dejo dominar por todo ello o actúo conscientemente? ¿Qué
influencias externas intentan influenciarme o dominarme? ¿Estoy siendo alterado
por algún aspecto interno o externo y estoy respondiendo automática e
inconscientemente? Es en este estado de inconsciencia ordinaria cuando
normalmente somos dominados por la mente porque estamos identificados con ella.
Es fácil hacernos conscientes cuando en la soledad meditamos u oramos, pero
también es más fácil hacerse inconscientes cuando surgen problemas ya que, la
misma inquietud o preocupación nos suele llevar a la inconsciencia.
Como una herramienta del Ego que
es la mente, (por no decir que es casi un sentido) debemos utilizarla para
discernir y resolver los asuntos, pero repito, utilizarla sin permitir que
actúe por su cuenta y hacerlo siendo conscientes de lo que queremos pensar;
este es el mejor indicador del nivel de consciencia que tenemos. Las personas
que a la mínima se alteran, se descontrolan, discuten, etc., les ocurre esto
porque son arrastradas por las circunstancias, personas, pruebas y desafíos que
no aprueba su personalidad. Sin embargo, cuando lo analizamos voluntaria y
conscientemente iluminamos el asunto con la consciencia y lo vemos todo de
forma diferente. Es bueno comenzar por ser conscientes en momentos de paz para
acostumbrarnos y después serlo ante las tensiones que nos afectan. Cuando somos
testigos de cómo funcionan, se expresan y responden nuestros cuerpos, (hablar,
actuar, sentir, desear y pensar) es cuando nos damos cuenta de lo equivocados
que estamos en una gran mayoría de casos.
Como la personalidad suele estar
más que nada en el pasado, un poco menos en el futuro y casi nada en el
presente, suele manifestarse e intentar mostrar su poder con todos sus aspectos
que solo hacen que entorpecernos, por ejemplo, con el miedo y la ansiedad. El
temor a lo que pueda traer el futuro crea miedo y éste crea ansiedad, lo que no
ocurriría si viviéramos en el presente (aquí y ahora) y, por tanto, fuéramos
nuestros propios observadores recordándonos a nosotros mismos. En estos casos a
quien debemos observar conscientemente para no identificaros con ella es a la
mente. Es verdad que cuanto más nos identifiquemos con la mente más poder tiene
la personalidad para dirigir nuestra vida, y ella se vale de todos estos
aspectos obstructores para hacerse fuerte con el cuerpo de deseos. ¿Y esto por
qué? porque tiene miedo a que podamos aniquilarla. El miedo a lo que nos pueda
pasar, al fracaso, a la pérdida material o económica, a la enfermedad, etc., es
lo que hace que la personalidad quiera ser la que domine nuestra vida. Pero
cuando dejamos de identificarnos con la mente y nos hacemos sus observadores,
esos asuntos dejan de tener importancia y dejamos de identificarnos y de tener
miedo. Cuando, como personalidad, algo nos preocupa y nos causa miedo nos
ponemos a la defensiva, pero si nos preguntáramos ¿qué estoy defendiendo y por
qué hago esto? nos daríamos cuenta de que, generalmente, estamos defendiendo
esos aspectos negativos de la personalidad.
Solemos decir que todo el mundo
tiene problemas y es cierto, pero también lo es que la mayoría de ellos los
crea la mente porque así adquiere más identidad. Cuando ante una circunstancia,
se permite a la mente dar vueltas y vueltas sin tener posibilidad o verdadera
intención de hacer algo respecto a cada momento presente, ésta lo convierte en
un problema que nos puede causar preocupación, miedo, ansiedad, etc. En
realidad y en la mayoría de los casos, no hay problemas sino circunstancias que
creamos, que nos crean o que están puestas por el destino y que, o bien tenemos
que afrontarlas o bien dejarlas hasta que podamos tratarlas de alguna manera
diferente. Mientras ocurre todo esto solemos estar en el pasado o en el futuro,
pero si nos pusiéramos en el presente, en el aquí y ahora como observadores de
la mente, comprobaríamos que los problemas desaparecen. Entonces, ante una
circunstancia que tiene que ser afrontada o aceptada ¿por qué hacer de ella un
problema?
Cuantas más vueltas demos a las
cosas más problemas, preocupaciones, miedos, etc. nos creamos, y cuanto más sea
así más nos identificamos con esos problemas y con la mente ¿Resultado? una
vida de sufrimiento por no tener la “consciencia de sí” para recodarnos a
nosotros mismos en cada momento; esto es, por no estar en el presente aquí y
ahora. Por consiguiente ¿no deberíamos luchar contra la costumbre de dejar a la
mente pensando en el pasado y en el futuro con tal de que se desarrolle la
conciencia de sí? Así debe ser porque desde el momento en que nos ponemos como
observadores de la mente obtenemos poder sobre ella y nos mostramos como lo que
somos, un Alma. A partir de ese momento solo deberíamos observar a nuestros
pensamientos y emociones para ver cómo reaccionan ante los impactos,
circunstancias y sensaciones, pero sin juzgar ni entrar en ello como de
costumbre ya que entonces lo convertiríamos en un problema. Es la mente quien
(con la colaboración de los deseos y emociones) basándose en lo conocido del
pasado y en sus proyectos de futuro no deja de dar vueltas y de hacer proyectos
(inconscientemente por parte nuestra) según las circunstancias, situaciones,
problemas, impactos externos y aspectos internos. Así, un problema sin observar
y analizar consciente y voluntariamente nos puede quitar el sueño, nos puede
obsesionar e incluso crear una enfermedad; de ahí que podemos decir que las
cosas “malas” que normalmente nos suceden en la vida es por culpa de la
inconsciencia o falta de consciencia de
sí.
Esto es demostrable, cuando una
preocupación atrae totalmente la atención de la mente (con sus correspondientes
sentimientos dominantes) está actuando la personalidad, pero en el momento en
que observamos a la mente sin entrar en juicios, esa preocupación desaparece
porque con la voluntad silenciamos la mente haciéndonos así conscientes del
control de nuestros cuerpos. Esto no significa que debamos estar silenciando a
la mente constantemente, significa que debemos ser conscientes de lo que hacen
y expresan nuestros cuerpos para así
expresar lo que, como Egos, creemos que es lo mejor. Pongamos algún ejemplo:
Hemos tenido algún problema con alguien y en ese momento y como personalidad le
hemos ofendido resultando que, en un momento dado, la mente está dando vueltas
al asunto haciendo juicios o injuriándole. Si en ese momento observamos esos
pensamientos frenaremos a la mente y los malos deseos o sentimientos dejarán de
existir; por tanto, ha sido ese momento de “consciencia
de sí mismo” el que, como observadores, nos ha hecho ver una mala acción de
la personalidad. Esta auto-observación tiene por tanto, la gran ventaja de
facilitarnos el poder de evitar hacer el mal desde cualquiera de nuestros
cuerpos y de hacer el bien desde la consciencia de sí mismo.
Tampoco podemos culpar a la
personalidad de nuestros males porque la personalidad es el resultado de un
sinfín de renacimientos, de los cuales (como Egos) hemos ido extrayendo lo
mejor de cada vida. Por otro lado, la personalidad se ve separada del resto que
la rodea en un mundo que es un reto para lo que ella desea ser y alcanzar; de
ahí la suspicacia, la avaricia, la envidia y otros muchos aspectos negativos
que ella tiene para “sobrevivir”. Esta es también la causa de los malos
entendidos incluso en las relaciones íntimas y a nivel de razas, políticas,
ideales, etc. Esto, aunque sea a largo plazo, se irá superando según la
humanidad vaya adquiriendo la conciencia de sí mismo, porque sólo, desde la
observación de la personalidad, la auto-consciencia y la buena voluntad se
superará todo lo negativo de la personalidad para que pueda ser expresada la
conciencia del Ego. Pero también podríamos decir que este conocimiento es como
un arma de doble filo ya que, aunque la consciencia de sí facilita la expresión
positiva de los cuerpos, la voluntad es débil, y eso crea una lucha en las
personas de buena voluntad. Aclarémoslo, una persona quiere vencer un mal
hábito cuando (como observador) se hace consciente de sí mismo y ve que el
deseo le domina, lo que da pie a la lucha entre la consciencia que ve el mal
hábito y sabe que la perjudica y la voluntad que, aunque está bajo la dirección
de la consciencia, se debilita ante dicho mal hábito del cuerpo de deseos.
Esto nos lleva a aquella frase
famosa de que “a mayor conocimiento mayor responsabilidad”, lo que significa
que el mal que cometemos siendo auto-conscientes es más grave que cuando somos
inconscientes. Volviendo a lo que decíamos unas líneas atrás, resulta que
cuanto menos observadores y auto-conscientes de nuestros cuerpos seamos, más
problemas nos creamos y más graves son sus efectos; y lo peor de todo es que
parece que disfrutamos amargando nuestra existencia. Es muy común en España oír
que dos personas no discuten si una no quiere, y es cierto, pero en la práctica
no se suele conseguir si no se está en la consciencia
de sí o se controla en algún grado la mente. Nadie nos puede implicar en
una discusión si no nos identificamos con la mente y si nos hacemos conscientes
de la situación, al contrario, la consciencia nos ayudará a ver el aspecto
positivo de la situación y a poner paz.
Esta debería ser la regla para
vivir en paz y en armonía con el entorno porque nadie que actúe como una unidad
de conciencia puede crear o entrar en los asuntos de la personalidad si no
quiere. La única forma de eliminar el poder que el pensamiento ejerce sobre
nosotros por medio de la actividad mental es escuchando como testigo y siendo un consciente observador del mismo. Entonces podemos decir: “la mente estaba
pensando tal y cual cosa y sin darme cuenta estaba creando malos deseos,
sentimientos y pensamientos”. Así se manifiesta esa sensación de “Yo soy”
cuyo origen está más allá de la mente. La quietud mental y la paz interior
surgen cuando creamos ese espacio vacío o discontinuidad de pensamientos que, a
su vez, dan pie a la manifestación del Alma. A la vez que con esta práctica
dejamos de identificarnos con la personalidad, nos vamos haciendo más
conscientes de lo que hacen nuestros cuerpos y nos sentimos más despiertos y
más atentos a cuanto nos rodea por medio de ese “estar presente en cada aquí y
ahora.” Este es el camino para obtener la total consciencia como “despiertos”
en la etapa actual.
CAPÍTULO IX
CONCIENCIA Y AUTO-CONCIENCIA
La cualidad
humana que normalmente llamamos “conciencia” es el fruto de las experiencias a
lo largo de infinidad de renacimientos del Ego como personalidad y, a su vez, cada
renacimiento es la base de la consciencia del hombre. Podríamos definir a la
consciencia como “personal” o “relativa” puesto que es la consciencia en la que
funcionamos desde que nos despertamos cada día hasta que nos acostamos, estando
ésta relacionada más que nada con el cuerpo de deseos o emocional. La
conciencia es fruto de la quintaesencia que extraemos de las experiencias de
cada vida, y está relacionada más bien con el aspecto intelectual o mental.
Naturalmente que antes de obtener la consciencia de este mundo teníamos una
consciencia subjetiva similar a la del
reino animal desarrollado y también a la que tenemos mientras dormimos. No
obstante, analizando todo esto más profundamente nos podemos dar cuenta de que
caben más divisiones. La consciencia es el medio por el que nos damos cuenta de
que somos o existimos, de dónde estamos, de lo que sentimos y de lo que
pensamos; lo que no significa que siempre sea así dependiendo del uso que
hagamos de la mente.
Veamos
cuántas clases de consciencia podemos tener como humanos:
1º.- El de inconsciencia o de sueño producido por la salida
del Alma del cuerpo físico, quedando éste solo habitado por la vida pero no por
las emociones ni por la mente.
2º.- De vigilia o relativa que es cuando el Ego penetra con
sus cuerpos emocional y mental en el cuerpo físico, conectándose al cerebro
donde recibe las percepciones de los sentidos.
Estos son
los dos principales estados de consciencia en los que vivimos, sin embargo,
dentro de éstos podemos hacer varias diferenciaciones como son:
a) La imaginación, en la cual perdemos momentáneamente la
consciencia relativa del presente para viajar mentalmente al pasado o al
futuro.
b) La memoria, basada en hechos conscientes del yo, variando
ésta según el grado de consciencia del hecho que más o menos se recuerde.
c) La autoconsciencia o recuerdo de “Sí mismo”, que
representa los momentos en que somos autoconscientes de nosotros mismos como
autores, pensadores u observadores de lo que hacemos, sentimos o pensamos.
En el estado de consciencia de “dormido”
no tenemos voluntad de acción puesto que está basado en imágenes subjetivas y
en sensaciones o experiencias de determinados momentos tanto dentro como fuera
del cuerpo, estén o no relacionados con la memoria. En el estado de consciencia
de vigilia o relativa, sí tenemos activada la voluntad pero suele ser usada
para beneficio de la personalidad, para su supervivencia o intereses propios y
no para el desarrollo de la autoconsciencia o consciencia de sí mismo. Para
desarrollar la autoconsciencia debe haber voluntad para recordarse uno mismo
como un Yo separado de la mente.
Si preguntamos a alguien que está
escribiendo en el ordenador que si es consciente de lo que escribe dirá que sí
porque se identifica con el hecho de escribir, sin embargo, desde el punto de
vista de la auto-consciencia casi podríamos asegurar que no es así porque
“saber” que se está escribiendo no significa que sea consciente de cómo lo hace
o qué escribe. Un estado de consciencia es, por ejemplo, Francisco Nieto sabe o
conoce que está escribiendo y otro es el Yo (desde una posición por encima de
la mente y del conocimiento) siendo consciente de que Francisco Nieto está
escribiendo y cómo escribe. Por lo general, cuando actuamos según nuestros
deseos, gustos y forma de pensar, nos identificamos como el yo personal; y
cuando nos dominan los deseos, sentimientos y pensamientos negativos decimos
que son una especie de yoes que debemos dominar y que poco tienen que ver con
nosotros como autoconciencia. Sin
embargo, ni en un caso ni en otro nos damos cuenta que estamos
equivocados porque sólo cuando nos ponemos a observarnos (cómo sentimos y
pensamos) es cuando podemos estar en la conciencia del verdadero Yo
recordándonos a nosotros mismos como “Ser”, lo que significa que podemos
utilizar la mente a voluntad. Mi “Yo” es la esencia que nació cuando nació mi
cuerpo físico y, salvo los muy desarrollados, poco trabajo se puede hacer
directamente sobre ella. Por el contrario, Francisco Nieto es todo aquello que
rodea a esa esencia (educación, enseñanzas, experiencias, etc.) es lo que cree
ser “yo” por medio de lo conocido gracias al cerebro y a los sentidos físicos.
Pero solo cuando Francisco Nieto, como observador y pensador, ponga atención a
sus deseos, a sus emociones y a qué y cómo piensa su mente podrá ponerse en el
lugar de esa esencia llamada Alma.
Los hábitos y respuestas
mecánicas, las imitaciones que vamos haciendo desde que nacemos, los vicios y
costumbres, el poco uso del discernimiento, y todo lo que hacemos sin aplicar
la atención plenamente sobre nosotros mismos, es lo que impide que se
desarrolle la verdadera consciencia de sí mismo o autoconsciencia. Está claro,
pues, que la personalidad, lo que creemos ser, es una falsedad que impide que
se desarrolle la autoconsciencia. A lo largo de su evolución y en determinada
vida, todo ser humano comenzará a sentir en algún momento la presencia de
“algo” (ideales elevados, interés por la vida superior, etc.) que nace y se
desarrolla en él. Es precisamente a partir de ese “nuevo sentir” cuando se
experimenta la “separación” de la personalidad y de la naciente
auto-consciencia.
La base del desarrollo de la
conciencia son las experiencias conscientes y éstas existen para nosotros
gracias a que tenemos sentidos y gracias a la memoria pero ¿tendríamos el mismo
desarrollo si no tuviéramos la memoria y sólo nos valiéramos del momento de la
experiencia? La mayoría de las personas perderían gran parte del desarrollo puesto
que no son conscientes (no practican la observación consciente sobre sí mismos)
de lo que sienten, hacen y, sobre todo, piensan. Somos lo que somos y actuamos
como actuamos gracias, principalmente, a la memoria, y ésta es lo que es
gracias a las impresiones que hemos percibido y guardado desde que nacemos. Si
no fuera por la memoria no podríamos especular, calcular, comparar ni nada de
lo que normalmente hacemos. El hombre piensa y actúa según lo conocido y rara
vez piensa algo original, piensa según las asociaciones de la mente y responde
según lo guardado en la memoria de otras ocasiones pasadas. Pero lo mismo que
la memoria se forma con los hechos donde hemos sido más o menos conscientes (de
ahí que recordemos pocas cosas de la infancia) el verdadero Yo o Ego se
desarrolla según el hombre se esfuerce por ser auto-consciente asumiendo así el
papel de observador de sus cuerpos. Es más, la quintaesencia de las
experiencias de la vida y todo el proceso post-morten está íntimamente
relacionado con el hecho de “ser” o “no ser” auto-conscientes de lo que
hacemos.
Cuando normalmente decimos “me
apetece esto”, “voy a trabajar” o cualquier otra frase similar, por lo general,
no somos auto-conscientes como cuando, por ejemplo, observamos cómo trabajan
nuestras manos teniendo la mente voluntaria y conscientemente concentrada en
ese hecho. Ni tampoco estamos en el mismo grado de consciencia cuando decimos “soy
consciente” que cuando respondemos a la pregunta ¿eres consciente? puesto que
la pregunta nos obliga a auto-analizarnos y a responder conscientemente que sí.
Si metiéramos en un mismo saco nuestros deseos, forma de pensar, sentimientos y
emociones, vicios, costumbres, etc. ¿qué nos quedaría como individuos separados
de la personalidad? Nos quedarían los hechos guardados conscientemente en la
memoria y, por tanto, muy poca auto-consciencia. Esta individualidad más o
menos autoconsciente representaría al Ego o Alma, sin embargo, en la vida real
nos identificamos tanto con ese “saco” que creemos ser él y no nos damos cuenta
de que cuanto más analizamos al mismo como algo separado, más nos recordamos a
nosotros mismos y nos hacemos conscientes de que somos un Yo que está por
encima de todos esos pequeños egos. A primera vista, pues, está claro que según
vayamos eliminando todos esos aspectos de la personalidad iremos obteniendo
poder sobre nuestros cuerpos y actuaremos “en consciencia,” lo que significa
que la vida será más fructífera después de la muerte y que el Ego creará un
mejor destino para la próxima vida.
No cabe la menor duda que algunos
aspectos de la personalidad son útiles (la buena intención, la generosidad, la
simpatía, etc.) pero con la práctica de la auto-observación y de recordarnos a
nosotros mismos, se potencia aún más el poder del Alma. Es decir, podemos ser
simpáticos como personalidad o podemos ser generosos por hábito, pero cuando se
actúa desde la posición del Ego, siendo auto-conscientes, la simpatía o la
generosidad se potencian y pueden ir unidas al amor, a la fraternidad o a la
compasión como acto voluntario y consciente; lo que se expresaría incluso a
través del aura. Las personas que normalmente definimos como “malas” pueden
aumentar su maldad si siguen actuando como personalidad, pero si esas personas
comenzaran a practicar la observación de sí mismas y pusieran voluntad en
recordarse a sí mismos como consciencia, no tardarían en transformar muchos de
esos aspectos negativos. Es cierto
que esos cambios pueden tardar mucho o poco tiempo en producirse puesto que
aquí entra en juego la evolución alcanzada por la propia Alma pero, aún así, se
conseguirían cambios importantes puesto que la voluntad es una expresión de
dicha Alma.
La práctica del desarrollo de la
auto-consciencia bien puede comenzar por hacer un estudio de los hábitos,
expresiones o aspectos más notables de
esa falsa personalidad. Por ejemplo, si la personalidad tiene el hábito
de beber alcohol y nosotros, como seres autoconscientes y pensantes, no
queremos que lo beba, debemos observar y analizar cuándo y cómo surge el deseo
y por qué la mente se deja dominar y accede a esa tentación. Una vez hecho esto
y tomada la decisión consciente y voluntariamente de “no permitir que la mente
se involucre en ese deseo”, debemos estar “atentos” para observar a dicho deseo
cuando se manifieste para dejarle pasar de largo (no actuar ni pensar al
respecto) sin que la mente participe en ello para nada. Está claro que lo
primero que hay que hacer en este caso para dejar de beber alcohol es no
beberlo, pero eso puede traer como respuesta tensión, malestar o enfado, lo que
también es una actitud de la personalidad. Así es que, en estos casos es la
atención plena o consciente la que debe centrarse en el sí mismo o Ser (olvidarse
del deseo y no pensar en nada) para simplemente “ser” o tener el sentimiento de
“existencia” separada y por encima de esos deseos y pensamientos. Hay otros
aspectos más sencillos de practicar y con buenos resultados para ir debilitando
la personalidad, por ejemplo, supongamos que una persona sabe y “es consciente”
de que es egoísta y tacaña, pues bien, en ese caso lo que debería hacer es
practicar la generosidad y el altruismo para que los aspectos negativos de la
falsa personalidad mueran por inanición.
Es evidente que la
autoconsciencia no se desarrolla de un día para otro, alcanzar un grado
superior de consciencia sólo significa ser un poco más consciente de lo que
éramos, así es que, de lo que se trata es de saber dar unas pautas a la mente
para que facilite dicha autoconsciencia y para que persista en esa práctica
despacio pero sin pausa. Para desarrollar la autoconsciencia hay que observarse
a sí mismo y para conseguir esto tiene que haber una lucha con la imaginación
puesto que cada vez que intentamos observar a la personalidad, la mente
comienza a distraerse y a imaginar. También suele ocurrir al principio de esta
práctica que cuando uno se intenta observar no le sea nada fácil ser consciente
de sí mismo por los innumerables pensamientos, recuerdos, imágenes, emociones,
etc. que distraen y tientan a la mente para que no pare de pensar. Como
consecuencia, la base del progreso para ser consciente y observador de la
personalidad y así controlarla y debilitarla es el hecho de auto-recordarse uno
mismo. Por eso es primordial luchar contra la imaginación y la actividad mental
automática practicando una atención plenamente enfocada sobre lo que perciben
los sentidos, a la vez que se concentra la mente y no se la deja actuar por sí
misma. Auto-recordarse uno mismo parece fácil pero no lo es, de hecho, el común
de la humanidad es auto-consciente poquísimas veces al cabo del día.
Aparentemente no es ni siquiera
fácil comprender lo que significa “auto-recordarse uno mismo”, se va
comprendiendo cada vez más según se desarrolla la autoconsciencia, por ejemplo,
ahora mismo, al observar cómo escribe mi mano estas palabras y cómo pienso lo
que voluntariamente quiero escribir estoy siendo consciente de ello y
recordándome a mí mismo como “Ser”. Para acelerar este proceso o
auto-consciencia es conveniente que cada uno se auto-recuerde por medio de la
observación en las cosas sencillas que más a menudo haga (concentración y
auto-observación en la respiración, el
hecho de andar, impedir que la mente piense por sí misma, observar cómo
trabajan nuestras manos, etc.) verá que con la práctica se va haciendo cada vez
más consciente de sus hechos.
La falsa personalidad, que
intenta siempre suplantar al verdadero Ego (nuestros propios engaños, hábitos
mentales, emociones negativas, rasgos, defectos, etc.) basa su existencia en
las emociones y deseos negativos y en las asociaciones y el pensamiento
equivocado de la mente. De hecho, si le quitaran las emociones negativas,
deseos y tentaciones y se controlara la mente para utilizarla sólo cuándo y
cómo queremos, se debilitaría casi totalmente. En este trabajo no cabe la
justificación ni el engañarnos a nosotros mismos, no se debe legitimizar a la
personalidad para nada ni excusarla en sus acciones; es necesario sacrificar esta
falsa personalidad para que florezca el Alma. Se trata de que la personalidad
sea cada vez menos notable y persistente, de que cada vez se pueda manifestar
menos en nuestras actividades diarias. La personalidad también tiene sus métodos de defensa, si una
persona tiene por costumbre tomarse un aperitivo a mediodía o irse a la cama a
las 12 de la noche, y comienza a no bebérselo o a irse a la cama a las 10, verá
que la personalidad se manifiesta con cierto malestar y que si se persiste
puede haber otras manifestaciones peores. Pero es evidente que para debilitar a
la personalidad hay que comenzar por esas actuaciones, ya que de otra forma no
conseguiríamos nada. Con estas prácticas el Ego o Si Mismo se hace activo
mientras que el yo inferior o personalidad se hace pasivo.
Quien se esfuerce en trabajar por
la auto-observación y la atención plena y consciente para recordarse a sí mismo
en todo momento, estará desarrollando la voluntad. Pongamos un ejemplo: Una
persona siente el impulso de la personalidad de hacer algo pero, si por medio
de un chispazo de auto-consciencia advirtiendo que eso no es correcto decide
“no hacerlo”, estaría auto-recordándose a sí mismo y desarrollando la voluntad.
Recordarnos como un Alma no es algo abstracto o imaginativo, es un acto de
voluntad; no es un pensamiento sino una acción voluntaria, ni tampoco
repitiendo “yo soy yo” se consigue nada. Cada vez que nos auto-recordamos
aumentamos el poder del Ego. Pensando conscientemente antes de actuar se
desarrolla la voluntad, pero si nos esforzamos por hacer algo más y mejor cada
día, a la vez cambiaremos la personalidad hacia un aspecto más positivo moral,
intelectual y espiritual. En la vida se suele hacer lo que se puede pero si
queremos cambiar hay que hacer más que eso.
El desarrollo de la
auto-consciencia es muy importante también respecto a las decisiones. Las
decisiones del común de la humanidad tienen poca validez, según se encuentre de
ánimos o de deseos la voluntad así tomará decisiones en un momento dado pero al
poco rato y según el nuevo estado emocional o mental puede cambiarlo. Las
verdaderas decisiones son tomadas con consciencia y voluntad, nuestras
decisiones más comunes son respuestas a los sucesos de nuestra vida. Mientras
no nos esforcemos por ser por recordar, por no olvidar o no dejarnos llevar, y por realizar algo
superior cada día, no conseguiremos nada. Para progresar es necesario tener
presente estos ejercicios a diario, hay que analizarse uno mismo para ponerse a
trabajar, hay que ver qué obstáculos hay que superar y qué virtudes
desarrollar, hay que pensar correctamente y hay que tener voluntad del Alma y
no deseo personal o cabezonería. Es necesaria una correcta coordinación entre
el deseo, el sentimiento, la palabra, el pensamiento y la acción a la hora de
decidir dónde comenzar a trabajar para el propio desarrollo. A la vez, es
aconsejable tener determinación para definir el objetivo a trabajar,
preferiblemente fácil o cercano a nosotros. Si no fijamos en la mente de una
forma clara lo que queremos, nada conseguiremos puesto que la mente anda siempre
de un lado para otro. Los objetivos pueden ser muchos pero hasta que no alcancemos
cierto grado de autoconsciencia no conseguiremos nada.
CAPITULO X
LA ATENCIÓN QUE
LIBERA DEL SUFRIMIENTO
El cuerpo físico es una
percepción de sus propios sentidos y nosotros, como mente, sólo percibimos lo
externo y lo que, según su grado vibracional, alcanzan a percibir los ojos; sin
embargo, no percibimos la Verdad que reside en lo interior. Así es que el
cuerpo físico no es lo que aparenta ser, no es físico, ni líquido, es un
conjunto de átomos vibrando en el vacío gracias a la vida que recibe del cuerpo
etérico. Como campo energético vibracional, indica que podemos adentrarnos en
el cuerpo para transcenderle y así saber verdaderamente quiénes somos y
conocernos más allá de los deseos, de las emociones y de los pensamientos. Por
tanto, de lo que se trata es de conocernos y alcanzar a nuestra verdadera Alma
para identificarnos con ella, mientras hacemos lo contrario con el yo personal.
Como podemos comprobar, el
aislamiento de los ruidos del mundo y de las respuestas involuntarias e
inconscientes de nuestros cuerpos sutiles, solo se puede conseguir por medio de
la observación que hacemos, sea externo (lo que nos llega por los sentidos) o
interno (sentimientos, emociones y pensamientos que la mente crea sin que lo
deseemos ni que seamos conscientes) Para ser observadores o auto-observadores
hay que estar como “presencia en sí mismo” es decir, conscientes en ese objeto
u hecho aquí y ahora. No se puede estar presente si se está pensando porque si
pensamos estamos en el papel de la mente
como pensadores, y eso solo se debe hacer cuando las circunstancias lo
requieran en este mundo. Para estar presente en cada momento y encontrar la paz
hay que separase de la voz que habla en nuestro cerebro, es necesario que no
haya identificación con la mente y mucho menos que nos dejemos llevar por sus
constantes creaciones mentales.
Cuando conseguimos que esa voz
cese, percibimos una sensación de plenitud y bienestar que bien podríamos
definir como la vida misma en nosotros. Por tanto, estar presente en cada aquí
y ahora es contactar con el flujo de la vida a través de lo que observamos o
prestamos plena atención, es, en definitiva, estar presentes como conciencias. En
este estado de conciencia y de libertad se puede disfrutar de la vida de otra
forma a lo conocido porque la satisfacción no es física, pero esto no ocurre
gracias a aquello que nos sucede sino al estado de auto-observación y
conciencia que hemos alcanzado. No hay que confundir el “estar presente
voluntaria y conscientemente” con la concentración, porque ésta es mental y se
practica con el objetivo de dominar a la mente mientras que la atención plena
es relajada, no tiene objetivo, y solo hace que “estar atenta” en cada momento
o situación. Cuando practicamos esta atención plena nos podemos dar cuenta de
cómo la mente suele estar siempre en las cosas del pasado o proyectando hechos
hacia el futuro, pero casi nunca en el presente o aquí y ahora. Prestar plena
atención a cualquier cosa es entrar de lleno en lo que ese instante contenga o
muestre pero sin utilizar a la mente.
Cuando llevamos esta práctica
hacia el interior de nuestro propio cuerpo nos convertimos en un observador o
presencia silenciosa, en una esencia a diferencia de la mente que es un cuerpo
o forma. De la mente proceden las identificaciones con el mundo físico y con lo
interior o exterior, pero con la plena observación de sí mismo lo que hacemos
es “observar” las formas sin identificarnos con ellas, (lo que también ayuda
respecto al desapego, al egoísmo y al materialismo) Así podemos observar la
actividad emocional y mental, los estados de ánimo, las circunstancias
externas, etc. pero sin identificarnos con ellas. El observador silencioso es el
sí mismo y por eso no está implicado
en ese “hacer” constante de sensaciones, emociones y pensamientos; él es un “no
hacer nada”, un simplemente “estar plenamente atento”. El observador silencioso
no es ningún yo, es la presencia o
conciencia que percibe sin identificarse con nada ni con el yo.
Como casi autómatas que somos, la
mayoría de las veces respondemos a lo que vemos y oímos, a lo que nos hacen o a
lo que sentimos con una emoción o deseo inconsciente, (que muchas veces nos
arrepentimos de ello) y digo inconsciente porque estamos tan acostumbrados e
identificados con ellos que no nos damos cuenta. Nos convertimos en emociones,
deseos y pensamientos, y según sea su naturaleza así nos comportamos y así
engrandecemos ese amor, odio, resentimiento, etc. Como estos cuerpos están
compenetrados y se comunican por su sutil vibración, cuanto más pensamos en ese
impacto o pensamiento que nos ha afectado (por ejemplo de odio) más estimulamos
y alimentamos la correspondiente emoción, y ésta, a su vez, atrae otras
similares de su entorno y vuelve a estimular a la mente para que volvamos a
pensar y a engrandecer el tema que nos afecta. De esta forma inconsciente
estamos convirtiéndonos en odio, emitiendo vibraciones de odio hacia el exterior
y mostrando un semblante de odio por no saber liberarnos de todo ello desde la
posición de ese observador silencioso.
¿Qué ha ocurrido y qué puede
ocurrir?
1º.- Que una energía (mental o emocional) ha penetrado en el
cuerpo.
2º.- Que la personalidad a respondido y se ha implicado e
identificado con ello hasta engrandecerlo.
3º.- Que el Ego o Conciencia lo ha observado sin
inmiscuirse.
4º.- Que ha desaparecido y que la personalidad se ha sentido
libre y en la más completa calma.
Ante un caso como este se trata
de observar atentamente y sin pensar para “dejar ser” a lo que sea, esto hace
que se interrumpa la conexión entre el cuerpo de deseos y la mente, entre la
emoción y el pensamiento. Así, trabajando desde fuera del problema o cuestión,
dejamos de actuar según la influencia de esos cuerpos y dejamos de sufrir por
esa falta de liberación que nos ahoga. Somos libres de elegir una acción u
otra, si nos metemos entre la emoción y el pensamiento nos veremos dominados y
transformados salvo que sepamos utilizar la mente voluntaria y conscientemente
para resolver físicamente el asunto, pero eso no evitará el sufrimiento
interno. Mientras que si hacemos de observador silencioso y consciente de la
situación, dejaremos de estar dominados por la emoción y por el problema para
siempre, y así encontraremos la solución física después más fácilmente.
Hagamos una prueba, cuando algo
nos preocupe o nos cause malestar, en vez de hacernos uno con ello por medio
del sentir y del pensar, hagámonos conscientes en ese mismo momento o aquí y
ahora y, olvidándonos de ello, centrémonos sin pensar en la respiración interna
del cuerpo. O también, cuando eso que nos causa malestar está presente,
observémoslo sin entrar en él, ni juzgar ni hacer nada, ¿Qué nos queda? una
imagen y poco más, pero no hay preocupación ni sufrimiento por dicha emoción ¿Y
todo por qué? pues porque la “presencia del Ser” en ese “presente” o “ahora” es
más fuerte que el problema que haya. Las
emociones son parte de la naturaleza animal y humana, por eso debemos
reconocerlas, sentirlas y experimentarlas para poder evolucionar. Sin embargo,
no son ellas las que nos hacen mal o nos separan unos de otros, es la
ignorancia de saber lo que verdaderamente somos, la ignorancia de
identificarnos con ellas y aumentar su poder, la ignorancia de que una vez
dominados por ellas actuamos como ellas, y la ignorancia de no saber librarnos
de su dominio y ser nosotros, como “Presencia” o “Esencia” espiritual, quienes
dirijamos nuestras vidas. Así es que, ante las pruebas de la vida y ante la
posición de la personalidad, lo mejor es interiorizarse y observar atentamente
sin inmiscuirse o perderse en el hecho, sin identificarse ni luchar; así se
suele encontrar la solución que procede de la conciencia.
¿Quién no ha tenido resentimiento?
El resentimiento nace en nosotros por muchas causas como, por ejemplo, alguien
que nos pone a prueba, que nos provoca o que nos da una lección que nos duele.
A veces estamos resentidos con nosotros mismos, y otras nuestro resentimiento
hace que culpemos a otros de lo que nos ocurre o de nuestras responsabilidades,
pero de cualquier forma, el resentimiento se vuelve contra nosotros haciéndonos
sufrir contagiando, a través nuestro, a lo que nos rodea. El único refugio
donde podemos librarnos de él es en nuestro interior y la mejor manera es en el momento en que ocurra, en el aquí y
ahora o momento presente. Todo es cosa de práctica, pero lo cierto es que el
resentimiento se disuelve y que, aun haciendo lo mismo que antes, algo ha
cambiado y ya no sufrimos. Es como si algo en nuestro interior nos hiciera
comprender que debemos “aceptar” las cosas y los sufrimientos, con la
diferencia de que cuando se acepta ya no hay sufrimiento y nos sentimos libres.
En nuestro interior tenemos la
solución para todo, vivir plenamente conscientes y atentos nos libera de
sufrimiento. Da igual que nos sintamos víctimas de alguien, que juzguemos a
otro o a nosotros mismos, sea lo que sea, algo nos hace sentir una especie de
sufrimiento dentro de nosotros, pero si se presta atención a esa sensación,
ésta cambia y se encuentra una solución. Observarnos internamente nos facilita
una solución que deberíamos aceptar porque viene de un nivel superior al de la
personalidad. Cuando observamos las creaciones y manifestaciones de la personalidad
(sentimientos de agresión, envidia, crítica, etc.) no debemos identificarnos
con ello y hacerlo nuestro, como solemos hacer por medio de la identificación,
porque entonces nos domina y puede que incluso nos haga llegar más lejos
causándonos más sufrimiento. Lo ideal es observarlo imparcial y atentamente,
como conciencia, para así desapegarnos y ver cómo desaparece.
Por lo general y cuando se sufre
emocionalmente, se suele culpar a los demás o a las circunstancias, aunque
estemos dominados por una emoción o por un deseo que nos hace sufrir solemos
negarlo y aparentar que todo va bien, a la
vez que vamos contaminando con esa vibración a quienes nos rodean.
Cuando, a raíz de un problema, surge una emoción que nos aflige y no la
resolvemos a tiempo, deja su huella dentro de nosotros, una huella que, a su
vez, aumentará todas las dejadas anteriormente contaminando así el cuerpo de
deseos y la mente y causándonos más sufrimiento cada vez que afloren. Así es
como ante los desafíos de la vida nos manifestamos como esas huellas que hemos
dejado en nosotros antes, (rencor, odio, enjuiciamiento, etc.) y lo peor es que
por más que queramos eliminarlo de nuestras vidas más nos cuesta y más surgen
cuando menos lo esperamos y a la menor provocación. La solución está en absorberla cuando se manifiesta, ver cómo
actúa esa emoción y ver cómo nos influye porque estamos apegados a ella,
entonces y mediante el desapego será como nos liberaremos para comprobar
después que ya no tiene poder sobre nosotros.
La negatividad que cada uno de
nosotros lleva dentro no es solo de esta vida sino que también procede, en
parte, de los resultados de otras vidas anteriores y pueden estar ahí para manifestarse a modo de prueba,
tentación, sufrimiento kármico u otros aspectos. Puede estar latente pero
también puede despertar en cualquier momento y hacernos sufrir o hacernos
actuar de forma que el efecto sea también sufrimiento. Es, por tanto, como un
ser que busca alimento y que nosotros reconocemos y no nos importa alimentarle
con nuestra maldad, irresponsabilidad y negatividad. Como, generalmente, no nos
auto-observamos internamente, no nos damos cuenta y actuamos automáticamente o
por hábito y le alimentamos aumentando así su poder sobre nosotros, así, el que
suele criticar muy a menudo lo seguirá haciendo aunque su conciencia le diga
que no lo haga o aunque tenga problemas y sufra por sus críticas. Así cada
patrón negativo que cada uno tiene va dominando incluso a la mente haciendo que
ésta piense en esa negatividad y ésta, a su vez y cada vez más, intente impulsar al cuerpo físico a la acción a la
vez que los propios pensamientos hacen sufrir. Estas manifestaciones producen
una sensación física que, si enfocamos nuestra atención en ella, la unión entre
la negatividad y la mente se terminará y se producirá una transmutación del
sufrimiento.
Esta es una buena manera de
deshacerse o de transformar esas negatividades del pasado que nos dominan y nos
impulsan a hacer un mal que, tarde o temprano, nos traerá sufrimiento. Al mismo
tiempo, esta práctica aumenta el poder de la conciencia, solo es necesario
observarlas consciente y voluntariamente, como observa el verdadero Ser o Ego
aquí y ahora. En esta práctica la conciencia es imparcial, no se inclina por el
bien ni por el mal, ni excluye la luz ni la oscuridad. Por consiguiente, cuando
observamos nuestro interior desde ese estado, no depreciamos nuestras
negatividades ni lo que nos hace sufrir, más bien nos damos cuenta de que todo
eso que antes rechazábamos y a lo que nos resistíamos nos brinda la oportunidad
de librarnos del pasado. El hecho de observar como conciencia todo lo que antes
rechazábamos, hace que no nos resistamos a verlo y que lo aceptemos como tal,
es decir, la conciencia nos transforma en luz un poquito más cada vez que
actuamos así. Tampoco hay que olvidar que el hecho de ser conscientes de que
las formas de pensamiento están animadas
por vidas y que debemos identificarnos con ellas y no con las formas,
nos permite ir más allá de la mente y progresar como consciencias, obteniendo
así alegría y felicidad.
CAPÍTULO XI
BUSCANDO EL SENDERO
La vida del común de la humanidad
está compuesta de pequeños hechos o incidentes que forman la base de su
existencia, son pocos y raros los hechos o circunstancias especiales, y quizás
por eso nos cuesta tanto mantener el interés y el entusiasmo y estar atentos a
los hechos y a las circunstancias para poder extraer el mayor provecho de todo
ello. La rutina y la monotonía hacen que desperdiciemos la mayor parte de
nuestras vidas al no prestar la suficiente atención y meditar cada momento u
oportunidad de progreso. Así es que, podríamos decir que el mayor mérito del
hombre consiste en mantener el interés, el entusiasmo y una integridad
espiritual en medio de la rutina, y en mantener la armonía y un perfecto
equilibrio respecto a los pensamientos y a las emociones que, derivadas de las
circunstancias y de los problemas que surgen en nuestro destino, tanto nos
afectan. Por tanto, sabiendo que las pruebas para el desarrollo proceden de las
actividades diarias y no de determinados hechos extraordinarios, no nos queda
más remedio que admitir que sólo la fortaleza interna del verdadero Yo nos
puede ayudar a encontrar dicha armonía y dicho equilibrio. Son muchos los
aspirantes espirituales que han fracasado en su búsqueda de la Verdad por falta
de interés y de entusiasmo, y es que nada extraordinario se consigue sin
entusiasmo.
El éxito en cualquier materia se
puede deber a la persistencia, a determinados hábitos y a la voluntad, y de
todo ello surge la eficacia y el cumplimiento de los deberes, pero esto, al fin
y al cabo, es una forma de vida casi automática. Son necesarios el interés y el
entusiasmo si se quiere tener una vida creativa desde el punto de vista del
Alma y no de la personalidad, porque una mente llena de entusiasmo y de
profundo interés no tiene miedo ni duda ante los obstáculos ni ante las pruebas
del destino. El error de vivir la vida superficialmente, con prisas y
anteponiendo el egoísmo por encima del discernimiento y de la meditación de los
hechos, hace que vivamos en la excitación, en las sensaciones y en las
distracciones físicas y mentales, concluyendo, por tanto, con que una mente que
sólo actúa superficialmente nunca podrá experimentar en lo profundo. La mente
que piensa en las formas físicas desde un punto de vista personal, no podrá
alcanzar a comprender la vida interna del sí mismo porque un campo de actividad
externo no trae los resultados ni las experiencias de un trabajo interno, que
es la base del desarrollo de sí mismo como Ego.
La gran mayoría de las personas
creen o piensan que las leyes divinas son injustas por adjudicarles un destino
poco cómodo o benefactor, se sienten frustradas y luchan contra viento y marea
con tal de obtener seguridad y toda una serie de objetivos fáciles. Pero sólo
las mentes superficiales actúan así y sólo para esas mentes cualquier problema
se hace mucho más grande. Cuando no hay actividad interna cualquier dificultad
parece imposible de superar y eso es por falta de interés profundo que es el
que trae el entusiasmo necesario para la actividad interna. Lo cierto es que el
verdadero aspirante espiritual no lucha por forzar su destino y menos por
alterar las circunstancias objetivas porque sabe que son el campo experimental
y de expresión de cada uno de nosotros. Cuando hay entusiasmo y profundo
interés, los cambios objetivos (si los hubiere) se producirían o advertirían de
una forma lenta y armónica, lo que facilita el trabajo al aspirante espiritual,
el cual, se adaptará a cualquier circunstancia puesto que en su interior hay
paz y armonía. Pero, ¡cuidado! no estamos hablando de interés sobre algo
personal en particular puesto que eso es superficial y crea apego emocional y
mental, es el estado de puro y profundo interés al que nos estamos refiriendo
puesto que éste es la base del entusiasmo.
Evidentemente, el aspirante que
desarrolla el interés profundo que da pie al entusiasmo, está desarrollando a
su vez un espacio o profundidad mental que le servirá para adentrarse en la
realidad de la vida y para experimentar profunda y conscientemente, aun en la
rutina. Es necesaria una transformación para que no haya ningún grado de
resistencia en la mente, sea consciente o inconscientemente. Si hay resistencia,
(actividad mental sin control) significa que falta flexibilidad y sensibilidad
y, por tanto, en la mente solo hay ruido, bullicio y descontrol, sin embargo,
de lo que se trata es de encontrar la calma y ese silencio profundo mental.
Tampoco estamos hablando de una mente plácida, indiferente, abandonada,
distraída, etc., porque ese tipo de mente nunca experimentará en la realidad ni
en lo profundo de la vida. Por consiguiente, hay que flexibilizar y
sensibilizar la mente y hay que renovarla para que esté en el presente y
elimine todo el pasado, pero también es necesario que haya perturbación o
tormentas para que surja el interés y el entusiasmo. Ante las perturbaciones o
inquietudes uno debe quedarse quieto porque si nos dejamos llevar por la
actividad mental y por la confusión nos perderemos entre ellas mismas pues,
después de todo, tras la tormenta viene la calma.
No queremos admitir que el destino
nos trae muchas y nuevas oportunidades de desarrollo interno así como desafíos
que ni siquiera advertimos porque la mente busca ser la protagonista e
intermediaria para así mantener su poder. La mente crea algo así como un velo
que nos impide ver la realidad de todo cuanto nos rodea, evita que tengamos un
contacto directo con la vida interna. Si no fuera por las distracciones y el
entusiasmo de la mente que desde la memoria expresa, tendríamos una mente
fresca y viva que nos permitiría observar y afrontar los desafíos y las
oportunidades del destino. Las tormentas son creadas por la personalidad, las
que pueden complicar más aún los desafíos y pruebas del destino, pero cuando en
medio de la agitación hay control y mantenemos quieta a la mente (no reaccionar
ni enjuiciar) entonces permanecemos tranquilos y pasará todo sin afectarnos
consiguiendo así cierta paz. Una tormenta o desafío sin respuesta es permanecer
en el silencio y en la soledad que nos fortalecerá internamente ante otras
futuras. Es en este silencio donde se encuentran las mayores oportunidades
espirituales de desarrollo porque, entre otros hechos, traen una renovación
subjetiva que hace que lo objetivo desaparezca.
Está claro que el aspirante
espiritual debe hollar el sendero que lleva al “sí mismo” en la rutina diaria,
en sus problemas y en cualquier circunstancia, pero para conseguirlo debe
identificarse y escuchar a su Alma por encima de todo el bullicio que le rodea.
La búsqueda se hace a cada momento y nadie puede hacerlo por nosotros, solo es
necesario escuchar al corazón y a la voz que se hace sonora cuando controlamos
el cuerpo de deseos y la mente. El aspirante se debe hacer un luchador
incansable y un buen capitán de su barco para vigilar constantemente que el
rumbo que lleva sea el correcto, si no se auto-observa para ver que va por el
camino correcto es fácil que se pierda entre tanto egoísmo, placer y
materialismo. Es muy posible que alguien se pregunte que “qué es” y “cómo se
anda el sendero”, y la verdad es que no es fácil de responder porque el “cómo”
se anda es algo que cada individuo irá descubriendo paso a paso, pero el “qué”
es un despertar o toma de conciencia de que tenemos la posibilidad de acelerar
nuestra evolución y nuestro desarrollo espiritual. El sendero no es físico ni
objetivo, ni tampoco está fuera de nosotros, es más, no hay normas ni planos
para recorrerle, aunque está claro que
todo lo que nos ayude a ser mejores y todo el bien que podamos hacer es de gran
ayuda para hollarle.
Naturalmente que si queremos avanzar
por el sendero de espiritualidad debemos comenzar por poner nuestros sentidos y
nuestra mente en lo subjetivo y espiritual y no en lo objetivo y material. Pero,
además de eso, debemos procurar ser auto-conscientes constantemente para no
permitir que la mente, los deseos y las emociones participen en los asuntos
terrenales por su propia cuenta y en más de lo que sean sus deberes y
responsabilidades. Esto se consigue observando nuestras reacciones ante los
impactos externos e internos que modifican y distraen a la mente, una vez
observadas no es necesario crear una guerra para cambiar dichas reacciones
porque esa guerra solo las alteraría. Solo es necesario observarlas sin
enjuiciarlas y sin intervenir de ninguna forma, entonces ellas se marcharán y
nosotros conseguiremos la paz y el silencio de la mente que nos irá acercando
progresivamente al Alma.
De lo que se trata, pues, es de
eliminar el centro u origen de las reacciones para que así no pueda haber
respuestas automáticas, instintivas ni de ninguna clase sin que haya voluntad y
conciencia por parte nuestra. Por eso tenemos la necesidad de la
auto-observación para ver de “dónde” y “por qué” surgen dichas reacciones,
modificaciones y distracciones de la mente. A la vez, también debe haber un
auto-análisis como personalidad respecto a nuestro egoísmo, materialismo y
todas las actitudes negativas que interfieren en el trabajo de hollar el
Sendero de Santidad. Esta actitud es la que nos lleva a descubrir la Verdad o
Realidad, y es descubriendo la Realidad como podemos rechazar lo falso. No se
trata de guiarnos por libros o por lo que digan otros, sino de limpiar la
personalidad de apegos y deseos y de poner la consciencia y la voluntad a
merced del Ego para que la mente no reaccione ni se distraiga con todos esos
“obstáculos” que interfieren la acción de lo superior sobre lo inferior ¿Por
qué sufrir por el hecho de que la mente esté siempre preocupándose por cosas
innecesarias y personales? Sólo cuando seamos capaces de descubrir, por medio
de la auto-observación y de la consciencia de sí mismo, la falsedad de nuestros
deseos, emociones y formas psíquicas o mentales estaremos listos para ver la
realidad y para hollar el sendero con seguridad.
Descubrir en determinada vida que
hay una vida superior o sendero de espiritualidad implica el comienzo de un
desarrollo que nos lleva a trabajar sobre la ética y la moral, o lo que es lo
mismo, a cambiar nuestra conducta y nuestros hábitos. Esto se consigue mediante
el esfuerzo consciente, sin embargo, el sendero de espiritualidad implica una
transformación desde lo interno, algo así como la creación de un nuevo centro
desde donde se dirigirá y controlará la actitud y expresión de los diferentes
vehículos del Ego. Como hemos visto, el profundo interés y el entusiasmo nos
lleva a desarrollar el sendero que nos obligará a hacer cambios personales e
internos, y como el cuerpo de deseos y la mente son, mayormente, la causa de
nuestro sufrimiento por dejarnos dominar por su influencia, es necesario
trabajar sobre ambos para hacer de ellos unas más perfectas herramientas. Uno
de los primeros cambios que se deben hacer es cambiar los deseos, es decir,
cambiar los conocidos por otros superiores que hasta ahora casi ni hemos
imaginado.
Pensar, aun conscientemente, en
cambiar nuestros deseos personales no va más allá de una modificación más en la
mente que traerá un nuevo comportamiento, mientras que de lo que estamos
hablando es de hacer los esfuerzos conscientes necesarios para ver las
posibilidades de “alcanzar” lo que normalmente es inalcanzable. Así es que, en
este caso, estamos hablando de desear lo que no puede alcanzarse por medio del
esfuerzo común, y para ello debemos desarrollar la sensibilidad hacia ese
estado superior; a partir de ahí podremos comprender cuáles son las limitaciones
que encontraremos. El hombre tiene ambición por ser importante, por tener
éxito, etc., pero detrás de cada meta alcanzada viene otra superior con nuevas
limitaciones y pruebas, por eso, el éxito total siempre se le niega para que se
dé cuenta de las limitaciones; cuando se hace consciente de éstas es cuando
supera la ambición personal. El
hombre también desea una vida experimental continua pero al final siempre
encuentra que la muerte es una discontinuidad, aún así, no renuncia a tener
seguridad física, emocional y mental pero, como en todo lo demás y como
personalidad, se termina en la frustración. Solo la individualidad en sí misma
puede despejar las limitaciones para hacernos ver la “realidad”.
Existen muchas personas que si
pudieran se aislarían del mundo y se separarían de la corriente humana para
poder vivir en paz y hacer lo que quisieran, pero este sentimiento de
separatividad solo produce estancamiento y fracaso. Hay otros que les gustaría
tener siempre sensaciones o impactos a modo de vivir más la vida y no se dan
cuenta que esa continuidad de sensaciones es precisamente la causa de las
reacciones de la mente y que lo que se necesita precisamente es “momentos de
silencio” entre reacciones. Las ambiciones, el deseo de éxito e incluso de crecimiento
son sólo útiles desde el punto de vista personal pero no desde el de la
espiritualidad y la expansión de conciencia puesto que éstas pertenecen a otra
dimensión. El cuerpo de deseos y la mente no pueden alcanzar algo que está en
una dimensión superior a la suya y que es espiritual, sin embargo, ellos sí
pueden ser utilizados por algo superior para buscar y hollar el Sendero de
Santidad. Por eso, todos los deseos personales de crecimiento no son nada más
que deseo de continuidad de sensaciones y experiencias personales que
garanticen su supervivencia, y eso no trae la transformación espiritual
necesaria para expandir la conciencia hasta una dimensión superior.
El sendero de perfección es tan
estrecho que sólo se puede hacer de uno en uno, y es que para hollar el sendero
hay que convertirse en el sendero mismo. El aspirante espiritual no debe
esperar que nada ni nadie pueda hacer el trabajo por él, y si algo ha de pedir
sólo debería ser fuerzas y aspiración espiritual porque cualquier otra cosa estaría
relacionada con los sentidos, con el cuerpo de deseos y con la mente. El
“pedir” debe surgir desde lo más profundo del corazón donde la soledad impone
el silencio de la mente, si la mente está distraída, descontrolada y pensando
en mil cosas a la vez, no tendrá cabida la ayuda que el aspirante pide. Para
reconocer la presencia de lo divino, el aspirante debe estar sólo y con la
mente en silencio, por eso y porque la mente siempre suele estar entretenida
con algo o alguien, es imposible que el hombre común tenga ni siquiera un
vislumbre de lo que es la vida superior. He mencionado las palabras “sólo” y
“silencio” como necesidad para poder percibir lo superior, pero “solo” no es
estar aislado de los demás ni tampoco estar con nuestros deseos, emociones y pensamientos.
Cuando digo “solo” y estar con la mente en “silencio” me refiero incluso a
detener toda actividad mental que es la única manera de estar” sólo”, sin la
compañía de sensaciones ni pensamientos. Porque, mientras la mente tenga una
idea, concepto o imagen presente no está sola, es decir, cuando la mente no
existe como manifestación es cuando estamos solos. Cuando la mente está en
silencio cualquier cosa que proceda de lo superior alcanzará al Ser interno,
pero si la mente está distraída se quedará en nada porque será distorsionada y
obstaculizada.
Si no somos conscientes de
nosotros mismos, las distorsiones y distracciones de la mente que impiden ver
la realidad serán las que hagan que nuestra vida sea superficial y que seamos
pobres en espiritualidad. Cuando hay soledad y silencio hay enriquecimiento
espiritual para que el Ego florezca y se manifieste por encima de lo personal
es, en definitiva, una nueva y superior calidad de vida dirigida desde un nuevo
centro de conciencia o “sí mismo”. Mientras la mente esté influenciada por los
sentidos y desee dar expresión a lo que percibe no estará en el silencio que se
requiere para percibir lo superior, es más, mientras la mente se distraiga y
piense según lo guardado en la memoria sin un discernimiento consciente
superior tampoco estará en ese silencio del Espíritu. Podríamos llegar más
lejos aún y decir que la palabra es un medio de comunicación que no tiene
significado o poder tal, y tal como lo practicamos, es lo que se comunica o
transmite por medio de la palabra lo que da significado a la palabra. Por eso,
la palabra puede ayudar o agrandar y crear heridas dependiendo de la mente que
proceda y según el recuerdo de experiencias pasadas. Las palabras que nacen de
una mente limpia no pueden herir porque no están contaminadas con los recuerdos
de las experiencias del pasado ni con posibles programas del futuro. De aquí
que para hollar el sendero también sea necesario eliminar el lenguaje hiriente
por medio del control de la mente que llevará al silencio consciente y
voluntario.
La personalidad es la acumulación
de lo conocido, experimentado, pensado, expresado e incluso de los planes de
futuro, y mientras tengamos todo esto como real y sintamos apego a ello no
podremos dar el paso necesario para encontrarnos con nuestra Alma. Solo el
presente, el aquí y ahora, forman ese estado de consciencia o silencio que
abrirá la puerta a lo divino. Mientras la mente siga distraída con lo que le
llegan de los sentidos y de los recuerdos del pasado o proyectos de futuro estará
en tinieblas y no podrá ver la luz que le guiará en el sendero, pues ella misma
crea su propia obscuridad. Somos nosotros con nuestra voluntad y discernimiento
quienes debemos hacerla transparente y que se deshaga de todo lo que contiene y
que sea un obstáculo para encontrar el silencio que lleva a contactar con lo
superior.
Cuando el aspirante, al cabo de
cierto tiempo, se hace sensitivo hasta determinado grado, su mente se encuentra
ante una encrucijada, o mejor dicho, ante tal soledad que no sabe qué hacer
porque ni el pasado ni el futuro están para que pueda actuar por sí misma. La
mente se encuentra ante algo desconocido ayudada, en todo caso, por la buena
voluntad y el desarrollo espiritual acumulado de otras vidas que, como voz de
la conciencia o intuición, pueden guiar hasta cierto punto sus pasos. Esto
significa que el trabajo del aspirante ha alcanzado tal grado que su mente se
ha agudizado y se encuentra en un estado de gran intensidad por estar muy
despierta y alerta y no distraída con el pasado y el futuro. Por tanto, el
aspirante debe ser responsable y no volver a dejarse dominar por las emociones
ni por los deseos personales. Por otro lado, debe quedar claro que el hecho de
controlar la mente hasta el punto que estamos mencionando no significa que no
se pueda usar con discernimiento y buena voluntad para hacer el bien, tomar
decisiones correctas, cumplir con los deberes y responsabilidades, etc., puesto
que, precisamente ahora tenemos la ayuda de lo superior de una forma más
directa que antes. Pero, de lo que nunca
se debe olvidar el aspirante, es de su propia observación y auto-consciencia
para estar siempre alerta ante cualquier posible despertar de algo que
distraiga o condicione a la mente.
Cuando el aspirante silencia su
mente hasta el grado mencionado es cuando puede hacer objetiva la búsqueda del
verdadero sendero de perfección. Es decir, cuando está listo para ver la
realidad de lo externo de la vida y cuando la mente es controlada y silenciada
y su objetivo es este sendero, es cuando ya no se teme a nada porque la mente
es libre y no se identifica con lo que perciben sus sentidos ni con las
sensaciones e impactos que antes la distraían y la condicionaban. Pero el
sendero implica llevar a cabo el cumplimiento de las leyes divinas y, por
tanto, no solo debe el aspirante estar alerta para no hacer el mal (debilidades
y defectos personales) sino que a partir de ahí deberá intentar hacer el bien
en cada momento, en cada aquí y ahora, o sea, con su mente, con sus deseos y
sentimientos, con sus palabras y con sus buenas acciones. Esto, evidentemente,
conlleva una actividad de humanidad y de sumisión a Dios para no creerse más
que nadie y, por el contrario, ser un instrumento al servicio de los demás. El
descubrimiento del verdadero sendero trae consigo el contacto con el Alma la que, a partir de ahí, hablará al aspirante
con una voz cada vez más fuerte.
En el mundo del esoterismo se
suele hablar del camino hacia la iniciación que es como decir del Sendero de Santidad.
Al hecho de cambiar ciertos hábitos o aspectos de la personalidad le suelen
llamar “comenzar el sendero” pero, en realidad no es tan simple, sobre todo
porque se basan en simples informaciones, libros, etc., que llegan al
conocimiento del aspirante. En la mayoría de los casos, el hecho de comenzar el
sendero de esa manera y sin haberle descubierto antes, lleva al fracaso por
monotonía o cansancio. Cuando se comienza el sendero imitando lo de otros y sin
la guía y la creatividad interna no se puede hablar de un recto comienzo que traiga
la alegría interna que debe traer. Los senderos a que me estoy refiriendo son
senderos de disciplina, mientras que el sendero que lleva a la Verdad es un
camino individual que se descubre cuando se hacen los trabajos previos con
interés profundo y entusiasmo. Así es que, el sendero de santidad o de
iniciación varía de un individuo a otro porque el desarrollo interno, las
experiencias y el carácter no son lo mismo en todos los aspirantes.
Si para comenzar a recorrer el
sendero tenemos que descubrirle está claro que debemos ser observadores, y si
el sendero es individual y no es un objeto físico, tendremos que practicar la
auto-observación y la auto-conciencia o recuerdo de sí mismo en cada momento o
aquí y ahora. Por tanto, para comenzar o descubrir el sendero hay que
desarrollar una nueva condición mental o conciencia ya que, en realidad,
podemos estar descubriendo aspectos internos a cada instante, los que serían la
base para descubrir el sendero. Tampoco hay que confundir ese “descubrir
aspectos internos” que muchos aspirantes hacemos con el comienzo del sendero,
sólo cuando se está comenzando el sendero se vive la vida, momento a momento,
con alegría porque descubrir el sendero es comenzar a percibir y vivir la
espiritualidad que hemos acumulado como ser interno. Así es que, cuando se
comienza el sendero ya no cabe la maldad en ningún sentido porque la
experiencia es individual y debe estar complementada con la observación y el
recuerdo de sí mismo. El sendero se ha de descubrir constantemente por medio de
la sumisión ante lo desconocido y ante lo no alcanzado hasta ahora, es decir,
en el silencio que sigue a lo que hasta ahora era la actitud de la
personalidad; es una nueva fuerza que llena y satisface al corazón del
aspirante.
Comenzar a “Hollar el Sendero”
es, por tanto, caminar en compañía del Alma, de la Verdad y de Dios, y esto
debe ser así ante cualquier circunstancia de la vida. Esta es la gran
diferencia con lo que otros llaman hollar el sendero que no es otra cosa que hacer
cambios en la personalidad. Aquí no cabe la duda porque este “descubrimiento”
llena de gozo y de felicidad interna al aspirante, y esto es así porque es la
Verdad quien guía al aspirante y le hace un luchador o canal en Sí Mismo.
Cuando dejamos de hacer oposición a lo que
representa la personalidad y en el silencio actuamos como buscadores de
la realidad, es difícil que fracasemos y que volvamos a vivir en la confusión y
el caos personal. Aunque esto parezca una actitud pasiva no lo es porque donde
hay esfuerzo y lucha personal no cabe la intervención del Espíritu. Sólo cuando
la mente deja de luchar por conseguir el éxito, la seguridad o la continuidad
de la vida es cuando puede manifestarse el Ego. Sólo cuando la mente deja de
actuar por su cuenta es cuando se acaban las limitaciones que ocultan la
“realidad”; el trabajo se debe realizar con el aspecto superior de la mente
(discernimiento, intuición, inspiración) porque la “realidad” está por encima
de la mente.
Nosotros, como individuos en el
sendero, debemos ser el instrumento afinado para que suene la Verdad y se
exprese el Alma. Entonces el vacío o silencio se convertirá en la voz del
Maestro que nos ayudará a hacer el Sendero en nuestra vida cotidiana. El
Sendero de Perfección es un sendero de equilibrio entre el hombre común que se
rige por la religión y el idealista que, guiado excesivamente por su confianza
propia, no se da cuenta que todo esfuerzo consciente tiene un límite. El
primero se pasa de pasividad (negatividad) esperando que Dios le perfeccione y
el segundo también, en cierto sentido, porque confía demasiado en sus propios
poderes y confunde positividad con confianza propia. El camino que el aspirante
debe seguir es aquel que deja a un lado las discordias, las preocupaciones, las
ambiciones… y la lucha que, contra todo eso, sólo trae amargura y sufrimiento.
Solo así se podrá escuchar la melodía que procede de los mundos superiores y
solo así, entre las acciones, se podrá vislumbrar el silencio que lleva a la
realidad. Cuando una persona, plenamente atenta y en su silencio mental,
percibe la belleza de una flor sin emitir pensamiento o palabra alguna, está
intentando observar la realidad y expresar internamente lo que percibe. Así
mismo, nosotros podemos observar la calidad de los demás cuando percibimos el
silencio que hay entre dos expresiones de las que continuamente tiene. Cuando
se guarda esto en la memoria en vez del significado de sus expresiones es
cuando nuestro Ego manifiesta el equilibrio en nosotros.
La realidad está representada por
el silencio entre dos sonidos o pensamientos y para vivirla hay que
auto-observarse y recordarse a sí mismo en cada instante, pero eso no evita que
la mente y el cuerpo de deseos intenten responder a lo que nos llega por los
sentidos (impactos externos) o a la actividad y hábitos de ellos mismos. Esto
representa otra lucha difícil de alcanzar al menos en algunos aspectos, sobre
todo porque tenemos grabado que lo que está en su lugar correcto representa el
bien y lo contrario el mal, y porque nuestro estado mental suele estar
cambiando constantemente sin un código de valores fijo y perfecto. Por
consiguiente, para estar en lo superior y poder elegir lo correcto deberíamos
buscar ese silencio entre expresiones en todo lo que nos rodea, y eso sólo es
posible teniendo una atención plena y un control emocional. De aquí que hayamos
hablado de observación intensa y de interés profundo en todas las expresiones
de la vida. No estamos hablando del interés que identifica al hombre con el
objeto, o el que hace que el individuo juzgue o critique, ni tampoco el que
surge de un hábito, sino del que busca el silencio espiritual que es donde se
encuentra la realidad y la luz. Esto significa que hay que observar la vida, no
desde la mente fría sino desde el discernimiento y el corazón que engloba todo
como la obra de Dios en cada momento presente. Hay que tener en cuenta que la
mente, por lo general, se expresa del pasado al futuro y sus trabajos se basan
en la identificación, la comparación, los recuerdos, etc., mientras que la inteligencia
o el intelecto trabajan en el presente o aquí y ahora, que es lo que debemos
utilizar para intentar observar directamente en el corazón del prójimo y en el
silencio de donde surgen las expresiones de la vida.
También es imprescindible que el
aspirante observe con suma atención a su corazón, lo que no significa que nos
tengamos que volver sentimentales o emocionales. Esto es así porque el corazón
debe ser liberado de la influencia personal de las proyecciones y distracciones
de la mente. Todo en la creación es puro, es la mente la que lo hace impuro,
pero cuando nos situamos en la pureza del corazón purificamos la mente y la
hacemos transparente. Por tanto, meditando en el corazón y buscando la realidad
en el silencio es como encontramos el verdadero significado de la vida y
disfrutamos de ella intensamente.
CAPÍTULO XII
PROGRAMANDO UNA NUEVA
PERSONALIDAD
Estamos tan acostumbrados a
nuestra forma de vida que muy pocas personas se dan cuenta de que para expresar
nuestra identidad dependemos de los demás y de lo que nos rodea. Cuando
hablamos con los demás, cuando hacemos gestiones burocráticas o simplemente
cuando estamos de vacaciones, es cuando más nos convertimos en todas esas cosas
quedando el Yo casi anulado como cuando alguien vive atentamente la trama de
una película. Las personas y el entorno pueden crear momentos de felicidad en
la persona pero también lo contrario porque dependemos casi al 100 % de los
estímulos externos. Sin embargo, qué diferente es cuando estamos en silencio y
en la soledad de nuestra casa pensando sobre todas estas enseñanzas y
observándonos a nosotros mismos.
Sólo en esos momentos podemos
darnos cuenta de que tenemos dos aspectos personales, uno el que mostramos ante
los demás y otro el que en realidad somos. Cuando estamos con otros intentamos
ser y tener unos gustos similares a ellos con tal de que nos vean o nos tengan
en consideración, o sea, mostramos la imagen que queremos que ellos vean. Esta
imagen es la carátula de la personalidad que depende de lo externo para
reafirmarse como que existe, pero como depende de cuanto le rodea, siempre que
puede intenta ocultar lo que siente y lo que realmente es. Esta personalidad es
feliz y se reafirma más cuando se compra lo que la gusta, cuando disfruta de
los placeres y satisface sus deseos, cuando mejora en el trabajo, cuando
aumenta su economía, etc.
La personalidad interna, que como
todo lo oculto es más real, representa el “cómo nos sentimos por dentro” cuando
nos aislamos, cuando utilizamos la mente y no al contrario, cuando las
emociones no nos dominan, cuando nada nos preocupa y cuando nada nos distrae.
En esta parte oculta es donde están los rencores, el estrés, la crítica, la
envidia y cualquier otra emoción negativa que nos domine. Lo que creemos ser es
una acumulación activa de todas estas emociones, más nuestra relación (de
aparentar) con los demás y nuestra forma de pensar basada en todo lo anterior,
más los complejos, fobias, miedos, etc. Esto es lo que hace que dependamos de
lo externo, y que nos expresemos como creemos ser antes que analizarnos
internamente para ver nuestras debilidades.
La personalidad que mostramos es
la que se va formando desde la pubertad con cada experiencia donde las emociones
han sido notablemente fuertes. Cuando estas experiencias o episodios
traumáticos se repiten en la vida o imaginariamente, se reafirman y crean un
estado de hábito, un carácter, un rasgo y, en definitiva, una identidad falsa.
El hecho de no tener responsabilidades cuando se es joven y de “gozar de la
vida” aumenta esa personalidad y aísla a la interna durante un tiempo. Pero al
cabo de unos años, cuando tenemos que hacer frente a nuestras responsabilidades
y vamos más allá de la vida fácil, afloran de nuevo esas emociones y
experiencias traumáticas del pasado para limitarnos.
Una vez creada esta personalidad
y según otras experiencias del pasado, es fácil comprender que antes de que se
produzcan muchos de los hechos ya sabremos cuál va a ser nuestra reacción y
cuáles los sentimientos y los pensamientos que manifestaremos. Es en esta edad
adulta cuando nos damos cuenta de que ya no nos sirven las evasiones de la
juventud para ocultar esas emociones y sensaciones internas negativas que tan
presentes están en nosotros. Si el hecho de aislarnos para ser nosotros mismos,
nos hace comprender que lo que llamamos “estar bien” es el resultado de la
dependencia que tenemos de lo externo ¿Qué podemos hacer? Esta forma de vida
tan común la podríamos encajar perfectamente en la Ley de Consecuencia puesto
que según sean las causas así nos sentimos. Si lo que nos pasa o lo que
advertimos que nos va a pasar es algo bueno nos sentimos felices, y si es lo
contrario nos amargaremos y maldeciremos. De ahí que esta personalidad siempre
esté buscando motivos egoístas o lugares para sentirse bien y estar incluso
agradecida. Pero, como esto no suele cumplirse en ninguna persona porque
siempre hay aspectos internos (rencores, juicios, preocupaciones, etc.) que nos
hacen interiorizarnos para ver la realidad de nuestra vida, deberíamos
encontrar la manera de adelantarnos a los hechos para sentir y vivir positiva e
internamente lo que nos pueda traer lo externo. En mi opinión, solo hay una
manera de hacer esto, y se trata de hacer una auto-programación de cómo nos
vamos a sentir en determinadas circunstancias, es decir, vivir interna y
emocionalmente como si ya estuviéramos experimentando un hecho futuro. Con esta
repetida auto-programación creamos una nueva personalidad totalmente contraria
a lo que somos gracias a “vivir” como si ya fuéramos esa otra persona.
Cualquier persona que aspire a
una vida moral o espiritualmente superior, sabe que de vez en cuando se cruzan
en nuestra vida oportunidades (personas, circunstancias, lecturas, etc.) de
mejorar esos aspectos. Entonces y si de verdad lo deseamos volveremos a leer,
recordar o practicar el hecho que nos ha motivado para alcanzar una nueva meta.
Esto hace que haya nuevas conexiones y agrupaciones de neuronas en el cerebro y
que, cuando más lo practiquemos (por ejemplo el amor de Cristo) más sintamos
que está creciendo dentro de nosotros. Puedo dar fe de que esto funciona pero,
como cualquier aspirante espiritual sabe, cuando menos lo esperas vienen las
pruebas. Y aunque estas pruebas no nos gusten, la verdad es que vienen para que
demostremos nuestro poder espiritual. Así es que, si hemos estado
auto-programándonos y visualizando situaciones futuras donde emitimos el amor
de Cristo en forma de vibraciones que alcanzan a todo cuanto nos rodea,
tendremos que demostrar si de verdad hemos creado ese nuevo aspecto de la
personalidad ante cualquier prueba que se nos presente.
Imaginemos que tenemos malas
grabaciones (enfrentamientos, injusticias, etc.) guardadas respecto al superior
inmediato de nuestro trabajo y que llevamos varios años, y sobre todo cuando le
vemos, repitiendo malos sentimientos y pensamientos. Esa personalidad interna,
pero negativa, nos domina incluso desde antes de llegar al trabajo y cada vez
nos encontramos peor ante él. Esto significa que, inconscientemente, hemos
creado unos programas en el cerebro que hacen que cada vez pensemos más en ello
y que nuestra reacción y expresión sea automática. En estas situaciones suele
haber dos salidas, la de esquivar al superior o cambiar de departamento o
empresa, o bien la de hacer frente con alguna fórmula que haga eliminar a ese
yo desquiciado de los nervios para crear a otro yo superior. Por tanto y
pensando que es lo más correcto, decidimos aplicar la formula de
auto-programarnos para vivir en el presente lo que puede ocurrir en el futuro.
Parecerá una tontería, pero el hecho de tomar esta decisión ya relaja a ese yo
enemigo de su superior. Una vez decidida la manera de pasar a la acción nos
ponemos a planificar y tomamos las siguientes decisiones:
1ª.-Cuando nos despertamos por las mañanas hacer la
auto-programación para vernos (visualizándonos como si lo estuviéramos
viviendo) junto a él en todas las circunstancias posibles, emitiendo de
nosotros las más perfectas vibraciones del amor que emitiría Cristo en nuestro
lugar.
2ª.- Ser auto-conscientes en todo momento de que somos una
nueva personalidad que va dando amor a todo ser viviente.
3ª.- No pensar ni recordar nunca más nada negativo del
pasado ni nada que nos haga pensar como antes lo hacíamos.
4º.- Entrar al trabajo o a cualquier sitio con un semblante
humilde y expresarnos de manera agradable y cariñosa a la vez que sentimos cómo
nuestras vibraciones de amor alcanzan a las personas que nos rodean.
5º.- Auto-observarnos para ser conscientes de lo que
sentimos, de lo que pensamos y de cómo nos expresamos.
6ª.- Visualizamos e intentamos vivir a la vez cómo hablamos
relajadamente con la otra persona y cómo en una despedida nos damos la mano
amistosamente con una sonrisa en los labios.
Esta
auto-programación y visualización se debe repetir a diario durante meses o años
(yo he obtenido resultados similares a este ejemplo en dos meses) hasta
comprobar que lo estamos llevando a cabo sin problema, que es indicativo de que
estamos instalando el nuevo “programa” en el cerebro correctamente. Cuando
dejamos de practicar (pensar, sentir y actuar) lo que representa la
personalidad no deseada para expresar la nueva forma de ser, estamos creando
una nueva forma de pensar y una nueva conciencia; es decir, estamos
recordándonos a nosotros mismos el ideal que queremos desarrollar. Al hacer
esto consciente y voluntariamente ocurre que nos damos cuenta de que ahora
somos conscientes de lo que antes no lo éramos. Es importante creer en la posibilidad de que nosotros
podemos cambiar el cerebro, como así se ha demostrado y que, al hacer la
auto-programación y visualización como si lo viviéramos, estamos renovando las
conexiones neurales del cerebro para que éste cree ese “ideal” que deseamos
ser. En cuanto el cerebro crea ese modelo o ideal gracias a la repetición,
tendremos cada día más facilidad para hacerlo real como la vida misma. Hay que
tener en cuenta que el cerebro no distingue entre lo que le viene de los
sentidos (como se crea la personalidad en cualquier persona) y lo que viene de
la mente, él se dedica a actualizar la materia gris como si la información que
le llega ya hubiera ocurrido.
Cuando
cambiamos nuestra conducta de esta manera y llegamos a controlar la
impulsividad emocional y a la mente para que piense lo que queremos y cuando
queramos, el cerebro crea las sustancias correspondientes (neurotransmisores, y
neuropéptidos entre otros) de cuya combinación nace una nueva y más elevada
emoción que nos llevará a actuar en ese sentido. De esta forma y siguiendo el
ejemplo del trabajador, llegaríamos a comprobar que éste cambiaría totalmente
sus malos conceptos sobre su superior y llegarían a formalizar una verdadera
amistad. En casos como este, donde la mente enseña al cuerpo a cambiar sus
emociones para luego llevarlas a la manifestación, lo que ocurre es que termina
cambiándose la naturaleza de los genes correspondientes. O sea, que lo que
hemos hecho es encarnar el amor y el sentir de Cristo gracias a la
programación-visualización mental que luego se ha llevado a la práctica. Este
ejercicio y esta práctica repetitiva de llevar a la experimentación lo que se
programa mentalmente, puede llegar a crear en el cuerpo y en la mente un
arquetipo neuroquímico y genético que lleve al individuo a actuar
automáticamente como el ideal elegido.
Ya hemos
visto cómo cuando se aplica un conocimiento y se persiste en su práctica, sus
resultados afectan a la conducta del individuo lo que, a su vez, crea nuevas
emociones que formarán parte de la nueva identidad. El pensamiento no solo
afecta de una manera superficial al cuerpo, como por ejemplo en el caso de
recordar un hecho trágico o del de pensar en algo repugnante que nos puede
causar nauseas, el pensamiento puede cambiar el cerebro y el estado de conciencia
del Yo ¿o no es cierto que el simple hecho de pensar en el comportamiento de
Francisco de Asís con los animales no nos hace sentir emociones y deseos de ser
más bondadosos con los mismos? Entonces, si por pensar unos momentos de esa
forma conseguimos sentir una serie de elevados deseos y emociones ¿no podríamos
conseguir un estado de conciencia similar por el hecho de vivir y experimentar
ese aspecto compasivo en nuestra vida diaria? Es decir ¿No podemos cambiar
nuestro cerebro y esquemas mentales, eligiendo y llevando a la práctica todos
los ideales y cualidades espirituales que conozcamos?
Conociendo el ideal o la virtud
que queremos desarrollar y una vez puesta en práctica, el cerebro se encarga de
crear un nuevo modelo de personalidad o realidad futura personal por medio de
nuevas agrupaciones y conexiones de las neuronas. Dicho de otra forma, la
práctica repetida durante más tiempo crea unos nuevos circuitos neurales
relacionados con los hechos futuros que deseamos alcanzar, pero en el momento
presente. Cuanta más repetición y práctica más fortaleza tendrá el nuevo estado
de conciencia y más reacciones emocionales surgirán como respuesta de forma
automática. En definitiva, el nuevo estado mental formará hábitos relacionados
con la virtud elegida, esto aumentará los cambios neurológicos y químicos, y
esto se llevará a la experiencia en el momento presente.
Los pensamientos, como es obvio,
están relacionados con el cerebro, y las emociones y los sentimientos con el
cuerpo. Un pensamiento genera un sentimiento o emoción, es decir, cuerpo y
mente se unifican para trabajar en una sola dirección. Por eso, desde el mismo
momento en que una persona comienza este proceso para desarrollar una nueva
virtud, ella misma comienza a cambiar porque, inconscientemente, está creando
nuevos circuitos y conexiones cerebrales. Esos procesos neurológicos y químicos
producidos por la mente y por las emociones terminaran reflejándose como nueva
personalidad y a nivel biológico y genético. Pero como este proceso lo estamos
llevando a cabo como una programación para el futuro y como, tarde o temprano,
se consigue, (si se hace correctamente) está claro que hemos encontrado la
manera de anticiparnos al futuro creando una nueva personalidad y una nueva
realidad futura. Y digo una nueva realidad futura porque, además de la virtud,
también podemos cambiar circunstancias y hechos importantes de la vida.
Al igual que ha cambiado el
concepto de la materia hasta afirmar que es energía, también ha cambiado la
teoría de que el cerebro no puede cambiar pues, como ocurre con el aprendizaje
y la memoria ocurre con los circuitos y las conexiones entre las neuronas. Esto
nos ayuda a comprender la posibilidad de que también podamos eliminar y
desconectar circuitos que representen los aspectos que no nos gustan de la
personalidad actual. Es decir, podemos conseguir que nuestro “nuevo cerebro” ya
no siga activando las zonas que representan lo que no nos gusta, a la vez que
estimula lo nuevo para ir más allá de las limitaciones y de las circunstancias
actuales. Analizando un poco más despacio todo esto, cabe preguntarnos ¿No
estamos controlando, como nueva personalidad, lo que antes considerábamos
inconsciencia? Cuando tenemos nuevas ideas y nuevas formas de pensar con tal de
cambiar de conducta para así obtener mejores y nuevos resultados como efecto de
aprovechar oportunidades, estamos produciendo nuevas situaciones y nuevas
experiencias que crean nuevas emociones que, a su vez, originarán nuevas sustancias químicas.
Por otro lado, cuando actuamos de
una nueva forma y con más elevadas intenciones en el mundo, los sentidos envían
esa información al cerebro para que éste lo refleje y se enriquezca como
“nuevos conocimiento” que se manifestarán emocional y sentimentalmente
estimulando, a su vez, nuevos deseos y nuevos pensamientos en esa misma línea
de conducta. Esto es, al fin y al cabo, un estado creativo del ser, y cuando
con esta práctica nosotros nos ponemos en ese estado creativo, la nueva mente
disminuye la actividad de las redes y conexiones de las otras áreas del cerebro
para centrarse en los pensamientos que nos interesan. Esto podría definirse
como un estado de ensimismamiento o aislamiento total que, al mismo tiempo, se
convierte en “realidad” porque no hay ninguna clase de distracciones. En esos
momentos vivimos totalmente centrados (como ser) en esos pensamientos presentes
de la realidad futura; estamos reprogramando el cerebro para que vea una nueva
realidad que traerá un nuevo estado del ser; y estamos creando una nueva mente
subconsciente que cambiará las respuestas automáticas del cuerpo. Es decir, ya
no pensamos, ni sentimos, ni actuamos como antes y, ni mucho menos, tenemos
estrés. Entonces y a partir de ahí, ya no nos sentimos condicionados por el
pasado y, por el contrario, hemos creado una realidad llena de posibilidades
futuras.
Quien haya practicado la
meditación habrá comprobado que al terminar el ejercicio se siente algo
diferente de cuando lo comenzó; y si la ha acompañado de la oración sentirá
también otras emociones y deseos de ser mejor. En algunas meditaciones se
visualizan ideales y situaciones espirituales que originan las más elevadas
emociones acompañadas de idealizaciones futuras, pero éstas no se llegan a
cumplir por falta de práctica y de persistencia en la meditación. La repetición
hace que el pensamiento se convierta en experiencia y que ésta cree un nuevo
modelo de carácter de posibilidades en el cerebro y en la vida porque los
cambios internos siempre producen efectos externos. Pero lo más importante de
todo este proceso que estamos tratando es que hemos cambiado la manera de
vivir. Hasta ahora actuábamos y estábamos condicionados por las circunstancias,
por los impulsos emocionales y por la actividad mental incontrolada. Pero
a partir de ahora seremos “nosotros
mismos”, como creación consciente y voluntaria de un nuevo modelo mental y
existencia. A partir de ese momento y sin recordar nada del pasado, nos veremos
viviendo el ideal y experimentando en un mundo lleno de nuevas oportunidades
gracias al cambio cerebral, genético y de la realidad. Sin embargo, no nos
olvidemos que la mente y el cuerpo emocional deben expresarse en una misma
línea de actuación.
CAPÍTULO XIII
LA PERSONALIDAD Y EL
NUEVO FUTURO
Generalmente y sabiendo que los
hechos más importantes de nuestra vida vienen “programados” y aceptados por
nosotros mismos antes de renacer, son pocas las veces que a lo largo de la vida
nos esforzamos consciente y voluntariamente para crear algo nuevo en nuestra
vida. Desde que nacemos, basándonos en todo lo que nos rodea y según sean las
relaciones y experiencias que hayamos tenido, nos habituamos a pensar, a sentir
y a expresarnos de una manera automática y monótona. Esto es crear nuestra
propia “realidad”, y mientras sigamos actuando así crearemos las mismas
circunstancias y pensaremos y sentiremos igual que siempre, condicionándonos a
nosotros mismos una y otra vez por medio de esa repetitiva forma de vivir.
Tenemos la mala costumbre de implicarnos en los problemas y hacerlos más
grandes por el hecho de pensar en ellos y de sentir sus emociones como
respuesta. Para dejar este hábito hay que pensar más allá de las circunstancias
de siempre, hay que vivir en una nueva línea de tiempo y, sobretodo, ir más
allá de nuestros habituales sentimientos y emociones; así podremos idealizar un
nuevo Yo.
La forma en que hemos llegado a
ser como somos es más o menos así: Si todo lo que hemos conseguido ser (forma
de pensar, de emociones y deseos, hábitos, etc.) gracias a las experiencias y a
las circunstancias que hemos vivido, lo tenemos en el cerebro a modo de base de
datos, significa que ante cualquier estímulo o impacto externo siempre vamos a
responder de la misma manera porque estaremos activando las mismas redes y
agrupaciones de neuronas. Así es que, podríamos decir que lo interno se refleja
y crea lo externo (mismas respuestas y expresiones ante los mismos hechos,
problemas y circunstancias) y lo externo siempre recibirá la misma respuesta de
lo guardado en lo interno impulsándonos a actuar según lo conocido. Por
consiguiente, podríamos decir que son los recuerdos y lo guardado en el cerebro
lo que nos “recuerda” que debemos expresarnos y que debemos actuar de la misma
forma. Lo que tenemos en ese procesador llamado cerebro representa quiénes
creemos ser en relación al mundo que nos rodea, sobre todo porque nos
identificamos con él. Es por esto que podríamos asegurar que en cada momento
estamos creando las mismas circunstancias del pasado, y que cada mañana nuestro
cerebro se conecta a su “realidad” para crear el mismo estado de conciencia de
forma automática.
Sabemos que un hecho externo
puede estimular una emoción y ésta, a su vez, un pensamiento, pero la base de
las expresiones y de las actuaciones del hombre es el pensamiento; por tanto, es la mente la que nos ha creado tal y como
creemos ser. Si cada vez que pensamos seguimos activando automáticamente
las mismas células nerviosas, nada cambiará en nuestra base de datos ni en
nuestra personalidad porque estamos configurando constantemente al cerebro de
esa forma. El resultado de todo esto es que los mismos sentimientos y emociones
se han compenetrado tanto con la forma de pensar que han creado una identidad
que rechaza totalmente cualquier cambio que el hombre quiera hacer.
Cualquier aspirante espiritual
sabe que no es fácil cambiar esta identidad y que para cambiarla debe hacerse
desde adentro. Cuando nuestra manera de sentir y de ver lo que llega a
nosotros, se convierte en nuestra manera de pensar, es muy difícil que
cambiemos esos esquemas o “programas” del cerebro. Por tanto, cambiar es pensar
de una forma diferente a la de cómo nos sentimos normalmente, es ir más allá de
los sentimientos y emociones que nos dominan y que hacen que nos comportemos de
una forma casi automática. Generalmente, estamos condicionados por hechos que
quedaron especialmente grabados, un acto que nos acomplejó puede volver a
repetirse y acomplejarnos cada vez más según se presenten otras circunstancias
iguales o similares. Cada vez que se presenta una circunstancia donde nos
podamos acomplejarnos, es fácil que lo hagamos, porque esa experiencia del
pasado tiene una gran carga emocional que hará que se activen en el cerebro las
mismas conexiones y secuencias. Esto, a su vez, consolida más aún esos
circuitos de neuronas haciendo que la persona piense igual que lo hizo en otras
ocasiones, originándose así, otra vez, las mismas emociones relacionadas con el
complejo gracias a las sustancias químicas del cerebro y del cuerpo.
Cuando memorizamos ciertas
reacciones emocionales, recuerdos asociativos, hábitos, etc., es como si
hubiéramos creado toda una serie de programas subconscientes que se hacen
automáticos. La repetición de esos programas hace que el cuerpo se habitúe a
esos estados emocionales haciendo que sigamos sintiendo, pensando y
expresándonos de la misma forma, como si el cuerpo fuera la mente. Así, cuando
experimentamos un pensamiento o emoción, el cuerpo funciona de forma automática
sin que nosotros seamos conscientes de ello la mayoría de las veces.
Actualmente y en la mayoría de los casos, el hombre utiliza un 10 %, o quizás
menos, de la mente consciente para pensar voluntaria y conscientemente, por
consiguiente, un 90 % es utilizado por la mente automatizada que llamamos
subconsciente (ejemplo: la mecanografía donde los dedos no necesitan ser
guiados por la mente) Cuando cuerpo y mente están tan compenetrados, reflejando
el hombre ese 90 % dominante de ese subconsciente en el cuerpo, es cuando
formamos y nos sentimos un ser, pero en este caso, un ser automatizado en un 90
% del tiempo. El hecho de que ese 10 % no sea consciente de lo que piensa,
siente o hace el hombre, demuestra que se vive en la inconsciencia y que nos dejamos llevar por las emociones y por
los hábitos.
Cuando ocurre esto, la mente
queda en un segundo plano, como dormida, mientras que es el cuerpo el que actúa
de acuerdo a las emociones memorizadas,
es decir, que el 90 % de la mente subconsciente es la que dirige la actividad
con sus programas automáticos respondiendo a cualquier pensamiento casual o
estímulo fortuito. Está claro que si queremos ser conscientes de lo que
pensamos y sentimos debemos olvidar todos esos arquetipos mentales y
emocionales automáticos para crear nuevas pautas que trasformen los circuitos y
agrupaciones del cerebro. Basándonos
en quiénes queremos ser, debemos entrenar al cuerpo desde una nueva mente y un
nuevo enfoque para que trabajen al unísono. Cuando una persona lleva años
pensando que es de tal o de cual forma, es como decir que ha creado tantas
sustancias químicas sobre ese sentimiento o esa emoción que los receptores de
las células adaptan y procesan cada vez mejor esa expresión del carácter.
Cuando comenzamos a crear un defecto, aún involuntariamente, puede ser que, al
darnos cuenta, nos sintamos molestos con nosotros mismos, (por ejemplo, ser
irascible) pero si no ponemos medios, el cuerpo emocional continuará creando
las sustancias correspondientes a las emociones que, según lo que percibamos en
cualquier momento, sean estimuladas por el pensamiento en el cerebro. Si esto
no se evita, llega un momento en que el cuerpo se adapta tanto que actúa
automáticamente ante cualquier hecho que no esté de acuerdo con el carácter que
hemos creado, manifestando así cada vez más la irascibilidad. Está claro que para
cortar radicalmente esta cadena o secuencia es necesario usar la voluntad y la
mente de una forma consciente, así se dejarán de crear las moléculas
emocionales que alimentan a las células.
Cuando uno crea un mal hábito,
vicio o defecto y lo practica tan a menudo que los sentimientos o las emociones
actúan tan automáticamente que parecen el Yo, la mente se debilita y actúa cada
vez menos. Esto significa que cada vez
que recordamos emocionalmente lo que registramos en el pasado, estamos viviendo
en ese pasado. Por eso se dice que el hombre se apega a los deseos y a las
emociones y que le cuesta mucho crear un mejor futuro. Inconscientemente nos
hacemos unos adictos de lo conocido y experimentado (pasado) porque nuestro cuerpo
se ha habituado a lo fácil y cómodo, y por eso mismo no le gusta que le
obliguen a expresarse de otra forma. Así es que, si estamos recordando siempre
las mismas emociones (hechos del pasado) es difícil que originemos causas
nuevas.
Siguiendo el ejemplo de la
persona irascible, cuando alguien comienza a regenerar su carácter por medio de
un trabajo interno como este, se dará cuenta que ya tenía una adicción y que a
la mínima manifestaba su carácter irascible. Pero también comprobará que,
aunque haya resistencia por parte del cuerpo emocional que sigue queriendo
manifestarse así, surge cierta inquietud en el cuerpo. Esto ocurre porque las
células ya no reciben esas vibraciones emocionales irascibles que la mente
creaba en el cerebro. Algo está cambiando en el cuerpo emocional porque una
“nueva mente” está originando pensamientos y deseos más elevados que son
contrarios a la irascibilidad. Es más, el simple hecho de pensar que ya no se
desea ser irascible cambia los estímulos que creaban las substancias que
alimentaban las células. Entonces, los receptores de las células cambiarán para
hacer lo mismo con las sustancias químicas y así crear un nuevo orden químico
contrario a la irascibilidad. Esta es la lucha interna del aspirante espiritual
que desea quitarse un defecto de su carácter, los pensamientos se oponen al
hábito emocional, sentimental o de deseo, pero si estos vencen a la mente, el
cuerpo seguirá manifestando el defecto. Por eso es tan necesario crear
pensamientos nuevos que estimulen sentimientos y emociones positivas.
El cuerpo emocional y la mente
tienen que estar en sintonía y trabajar juntos por un nuevo ideal que vaya más
allá del carácter habitual. Para cambiar hay que hacer que el cuerpo olvide
(deje de practicar o expresar) esas vibraciones emocionales que se han
convertido en carácter e identidad. Esta
es la manera en que lo que perciben los sentidos forman el carácter: La
información llega al cerebro donde se recrea el hecho percibido gracias a las redes y conexiones que existen entre
los grupos y zonas neurales del cerebro. Esto hace que se originen las
correspondientes emociones en el cuerpo emocional, las cuales alcanzan a las
células en forma de sustancias químicas, (hormonas, neuropéptidos) Como esto
produce un cambio interno contrario a lo que éramos hasta ese momento, nos
identificamos con él y lo grabamos como causa de ese cambio, es decir, lo
memorizamos. De esta forma se registra algo nuevo en el cerebro pero también
químicamente en el cuerpo por medio de las nuevas sustancias emocionales que
llegan a los receptores celulares. Como, en este caso, el cambio surge como
deseo de ser mejor, se recuerda como algo positivo que causó armonía entre
cuerpo y mente. Son los recuerdos los que moldean el mundo interno, nosotros
aprendemos a pensar y a sentir de la misma forma por medio del cerebro, que es
donde se refleja lo externo (experiencias, relaciones conocimientos, etc.) y la
mente. Son las redes y conexiones de las neuronas o células nerviosas del
cerebro las que se encargan de ello.
Nuestro mundo o realidad se forma
por medio de la repetición de una serie de emociones y pensamientos, y por eso,
cuando estamos tan acomodados a vivir en esa realidad, nos cuesta tanto tener
la mente ocupada en estudios o hechos nuevos. Cuando más reaccionamos de la
misma forma a lo externo más fuertes se hacen las redes de neuronas y más real
nos parece la “realidad” o mundo que hemos creado en el cerebro. De aquí que
nos acostumbremos a ver las cosas y a pensar siempre igual, ya que la mente
(que ve en el cerebro) se hace una y se identifica con lo exterior. Pero, como
hemos visto, también ocurre lo mismo con las emociones. Cuando una y otra vez
pensamos en problemas, coloreamos nuestra vida con el color y las emociones de
ese problema, o sea, creamos un problema que nos domina y nos expresamos mental
y emocionalmente a través de él. ¿Y qué ocurre entonces? Pues que ya no somos
el Yo que controla su destino y que nos hemos convertido en el efecto de esas
circunstancias externas o “problema”. El problema del hombre es que sus
actitudes han hecho que el cuerpo actúe como una mente subconsciente por haber
memorizado toda una serie de actitudes, hábitos, recuerdos, creencias, etc.
Esas actitudes que todos llevamos dentro como si fueran programas, son las que
nos hacen actuar inconsciente y automáticamente y las que recuerdan el estado
emocional en cada momento, mejor incluso que la mente. Cuando somos conscientes
de esto y nos esforzamos en cambiar hacia algo superior es cuando despertamos
de esa vida irreal para dirigir nuestra vida (mente, imaginación, palabra,
deseos y acciones) Pero en cuanto nos descuidamos y nos dejamos llevar por el
90 % de inconsciencia (por ejemplo, una discusión descontrolada) volvemos a
estar en ese mundo irreal. Si queremos ser verdaderamente el Yo consciente que
deberíamos ser, debemos de dejar de ser el de siempre.
Esto debería ser preocupante para
todos pero más aún para los que aspiran a transformar su personalidad para ser
más auténticos y más libres. Son muchas las personas que intelectualmente se
sienten libres, incluso los que procuran pensar siempre positivamente dicen que
van por el buen camino, pero no es suficiente porque ¿De qué sirve desear ser feliz o intentar ser mentalmente positivo si
el cuerpo sigue sintiendo y respondiendo negativamente? Hasta que no
trasformemos ese automatismo negativo que expresamos no conseguiremos lo
deseado. Cuando una persona trabaja con una misma máquina todos los días llega
un momento en que sus manos actúan sin necesidad de que sean dirigidas
consciente y voluntariamente por el Yo; digamos que actúan por su cuenta y que,
mientras tanto, el Yo está fuera de lugar o dormido. Pues bien, eso es lo que
solemos hacer todos a lo largo de nuestra vida desde que nos levantamos hasta
que nos acostamos, y eso nos debería llevar a admitir que son pocos los
momentos en que pensamos, sentimos y actuamos plenamente conscientes.
Este automatismo, inconsciente
para el Yo, es el que crea la personalidad expresada a su vez, por medio de las
emociones. Y cuando se expresan emociones negativas del pasado una y otra vez
durante mucho tiempo, creamos los rasgos de una personalidad negativa para el
presente y para el futuro. Es evidente que si queremos vencer este problema
debemos cambiar la personalidad automática con sus correspondientes emociones
memorizadas, o dicho de otra forma, debemos dejar de vivir en el pasado. No
solo hay que dejar de pensar y sentir como el yo de siempre, sino que debemos
intentar vivir plenamente atento a lo que hacemos, a lo que nos rodea y a lo
interno para así poder actuar como un nuevo Yo más allá de la personalidad. Siendo plenamente consciente en cada “ahora”
estamos tan centrados en ese momento que nos olvidamos del tiempo y del espacio,
y es ahí, en ese vacío personal, cuando debemos ver al mundo y a los demás como
algo superior y positivo y donde podemos auto-programarnos para el futuro
visualizando los hechos como si ya los estuviéramos viviendo. Esta manera de
cortar con el pasado es la que “configura” de nuevo las conexiones y redes de
neuronas en el cerebro. ¿Qué estamos haciendo? dejar de vivir en los problemas,
en las preocupaciones y en las obsesiones del pasado (entre otros) para crear
mental y emocionalmente una nueva y más elevada personalidad futura.
La neurociencia ya ha demostrado
que por el hecho de imaginar repetidamente que estamos haciendo algo o que
nuestro carácter es de tal forma, los circuitos y las conexiones del cerebro
cambian como si ya se estuviera produciendo lo que imaginamos. Luego entonces,
¿no podríamos adelantarnos y programar una personalidad y un medio ambiente en
general diferente del automatismo que hemos tenido hasta ahora? El cerebro no distingue lo que le llega del
exterior de lo que nosotros deseamos imaginar, y por eso lo hace “real” en sus
zonas y redes. Así es que, una vez que tenemos claro lo que queremos ser
como persona (cariñosa, simpática, servicial, compasiva, etc.) debemos:
1º.- Comenzar a visualizar o imaginar cada mañana, como si
lo estuviéramos viviendo, las circunstancias y relaciones donde queremos ser
diferentes.
2º.- Estar plenamente atentos y conscientes durante el día
para intentar actuar y vernos como deseamos.
3º.- Hacer cada noche una visión retrospectiva del día para
ver dónde hemos fallado y imaginar cómo debemos actuar en una próxima ocasión.
Recordemos:
Cuando estamos plena y conscientemente atentos a lo que pensamos, sentimos y
expresamos como colaboración
complementaria de la repetida visualización de la futura personalidad, el
cerebro cambia como si ya se estuvieran produciendo los hechos. Cuando pensamos
e imaginamos repetidamente algo, excluyendo todo lo demás, llega un momento en
que el pensamiento se convierte en experiencia; a esto lo podríamos llamar “instalar una nueva configuración en las
neuronas del cerebro.” Un pensamiento no es solo una vibración
electromagnética que puede afectar a la mente de otros y que puede estimular
emociones, sino que también crea en el cerebro una reacción bioquímica que
genera unos neurotransmisores que después son enviados al cuerpo para que éste
responda de acuerdo a lo que se está pensando.
Apliquemos
esto a una persona que se va de vacaciones al lugar que tanto ha deseado. Si
comienza por imaginar y visualizare a sí misma pasándoselo lo mejor posible, lo
que estará haciendo es activar unos neurotransmisores que afectan a una
determinada zona del cerebro para que se creen las imágenes. Como efecto de la
acción de los neurotransmisores, se liberan cierta cantidad de neuropéptidos en
el torrente sanguíneo para que el cuerpo produzca hormonas de acuerdo al
pensamiento y esto, a su vez, se reflejará como emociones de alegría y
diversión, pareciendo así que la persona está viviendo ya las vacaciones. El
fin es que la persona sienta lo mismo que está pensando para luego pensar en lo
que siente, así mente y cuerpo están en sintonía creando un mismo estado de
consciencia creador. Por estos motivos, solemos decir si nos encontramos bien o
mal de acuerdo a lo que sentimos y a lo que pensamos. Por estos conocimientos
deberíamos procurar crear pensamientos positivos y rechazar lo negativos, sin
embargo, también, por nuestras repeticiones inconscientes e irrazonadas tenemos
hábitos y caracteres negativos y automáticos que impiden que veamos la realidad
desde un estado de consciencia más despiertos. Cuando actuamos correctamente es
la mente la que domina al cuerpo, pero cuando estamos “dormidos” es cuando el
cuerpo actúa y “piensa” imponiéndose sobre la mente. Solo haciendo uso de la
voluntad, como Yo o Alma, podremos imponer la razón sobre las emociones y sobre
la mente subconsciente que crea el automatismo corporal.
El
ocultista sabe que el ADN y los genes representan, físicamente, la esencia del
arquetipo celestial que se crea antes de que el nuevo ser humano nazca. En los
mundos superiores se “programan” las líneas generales de la futura vida y el
arquetipo del cuerpo físico futuro, y todo de acuerdo al karma o deudas de
ese Ego más las necesidades evolutivas
que tenga. De acuerdo a todo eso y después de atraer la materia mental de la
que formará su mente, el ego o Yo, comienza su descenso y adquiere la materia
emocional que esté en sintonía con su vibración y estado de conciencia. A
continuación y siempre de acuerdo con el arquetipo original creado en el plano
del Alma, los Ángeles y sus ayudantes crean el molde del cuerpo físico con la
materia etérica del mundo físico. Este molde etérico es el que atrae (de forma
parecida a los anteriores cuerpo mental y emocional) la materia física según
sea su vibración y a su karma, lo cual queda reflejado en parte en el ADN y en
los genes. Todos estos cuerpos están unidos y entrelazados entre sí de tal
forma que el verdadero Yo o Ego sea consciente de lo que el hombre (la
personalidad) hace en la Tierra. Cuando abandonamos el cuerpo físico nos
llevamos la película de nuestra vida pasada para extraer todo el beneficio
posible, tanto de lo bueno como de lo malo. Esta quintaesencia de cada vida es
lo que hace que evolucionemos y que tengamos mayores oportunidades en cada
renacimiento pero, ¿Es justo que no recojamos el beneficio de cada vida hasta
después de la muerte?
Sí es
justo, en cierto modo, si lo entendemos como que experimentamos ciclos de
actividad (vida) y de “inactividad” (estado post-morten) donde nos fortalecemos
espiritualmente para afrontar un nuevo día o renacimiento. Pero en un ciclo
inferior, en lo que llamamos días y noches, también tenemos grandes
oportunidades de desarrollo gracias a que tenemos una voluntad y un libre
albedrío para intentar ser cada día mejor consciente y voluntariamente. No
sería justo que si una persona se esfuerza por eliminar de su carácter todos
los defectos o emociones negativas que tiene no obtuviera algún beneficio para
el siguiente día en vez de esperar hasta después de la muerte. Y para eso está
el cerebro y los genes que, como se demostrado, cambian según pasan los años y
de acuerdo a si el individuo crea nuevas agrupaciones y conexiones cerebrales
que repercuten en la genética. Por tanto, análogamente, a como sacamos el
beneficio de las experiencias después de la muerte, así mismo podemos hacer en
cada nuevo día si el día anterior nos hemos preocupado y esforzado por ser
conscientes de lo que intentan hacer nuestros vehículos y por actuar como si el
nuevo día fuera un nuevo renacimiento que debemos aprovechar para ser creativos
en el más elevado sentido de la espiritualidad.
Los genes,
al igual que el cerebro, cambian y son influenciables según las experiencias,
la forma de pensar, de sentir, de la etapa de desarrollo físico, e incluso de
la salud. Por tanto, no tenemos una vida tan predecible, (como algunos
astrólogos piensan sobre el horóscopo y
sobre lo que otros opinan sobre el destino) según la genética, sino que
nosotros podemos alterar algunos genes durante la vida para que sean la base de
algunas actuaciones futuras y de la “programación” y karma del próximo
renacimiento. Los genes se activan por medio de señales químicas y cuando así
lo hacen expresan lo que son o representan por medio de la creación de
diferentes proteínas. No estoy asegurando que podamos cambiar el ADN que viene
programado de los mundos invisibles desde antes de nacer, sino de alterar o
poner más o menos en actividad los genes de acuerdo a los cambios notables que podamos hacer a lo
largo de nuestra vida. Es decir, un cambio de hábitos o de carácter envía
nuevas señales a las células, y éstas, a su vez, expresan nuevas proteínas y
crean miles de variaciones de un mismo gen. Así es que, podemos aceptar que, lo
mismo que algunas partes del cerebro son más cambiantes e influenciables también
ocurre lo mismo con los genes. Y es en este punto donde debemos dejar claro que
la forma de vida que llevamos (misma forma de pensar, de sentir, de actuar,
etc.) es como decir que siempre estamos activando los mismos genes y, por
tanto, creando las mismas proteínas lo que, a fin de cuentas, nos perjudica en
todos los sentidos.
Si las
experiencias, las emociones y, sobre todo, el efecto de pensar voluntaria y
conscientemente, pueden cambiar algunos genes ¿Por qué no va a ocurrir lo mismo
si llevamos a la práctica el hecho de imaginar y visualizar un futuro carácter
y destino más elevado y original? Dicho de otra forma, si cambiar
progresivamente nuestro carácter hacia lo alegre y cariñoso se graba en algunos
genes ¿Por qué no se va a grabar por el hecho de hacer lo mismo con la
imaginación y la visualización plena viviendo y sintiendo internamente lo que
estamos imaginando? Recientes estudios, dentro de la física cuántica, han
demostrado que cuando se crean y se repiten nuevas y más elevadas emociones se
altera la química del cuerpo y se cambia la expresión genética. Es más, algunos
experimentos han demostrado que se desarrollan en algún grado ciertas
habilidades por el simple hecho de pensar que se está haciendo esa tarea (por
ejemplo, mecanografía) Ahora es el momento de preguntarse uno mismo ¿Por qué
seguir viviendo en el pasado y seguir creándome el mismo futuro y el mismo
karma si puedo cambiar mi cerebro y mis genes para vivir en un futuro más
elevado en el momento presente? ¿Por qué seguir viviendo automática y
repetitivamente entre estrés, preocupaciones, vicios y demás si con mi voluntad
y mi imaginación puedo crearme un nuevo carácter y una nueva identidad?
¿Quién, de
los que se interesan por la “nueva conciencia” o por la filosofía oculta, no ha
leído algo sobre la importancia de vivir en el presente o ahora? Patanjali ya
hablaba de ello hace varios miles de años, en el siglo pasado también hubo
escuelas que enseñaban cómo vivir conscientemente en el presente, y en estos
últimos tiempos también se está dando mucha importancia a la “atención plena”.
La verdad es que todas estas enseñanzas van encaminadas a despertar un nuevo
estado de conciencia o de Ser en cada momento por medio de la auto-conciencia y
de la auto-observación. Y es que vivir en cada ahora o momento presente nos
permite ir más allá del tiempo y del espacio y hacer realidad lo que queramos
en nuestro fuero interno, lo que, por el contrario, no es posible hacer
respecto al pasado. Como hemos dicho, tenemos tal adicción a nuestro cuerpo físico
que actuamos como autómatas, no podemos pasar ni deshacernos de nuestros
hábitos y estados de ánimo habituales, y cada vez que repetimos o imaginamos
los mismos hechos, el cuerpo cree que lo está reviviendo y añade más sustancias
químicas que producen las mismas emociones y pensamientos. De esta forma, lo
que hemos conseguido es que el cuerpo actúe como una mente subconsciente y
lleve el mando para responder siempre igual ante las mismas circunstancias;
esta es la llamada “respuesta condicionada”.
Expliquemos
un poco más detalladamente esto ¿Cómo puede crearse una persona un carácter
irascible? Cuando el cuerpo responde o se expresa instintiva o automáticamente
como un sistema nervioso autónomo, lo hace como efecto de las reacciones
químicas procedentes del cerebro; obviamente, no nos solemos dar cuenta de este
proceso. Supongamos que nos levantamos en uno de esos días que llamamos malos y
que el despertador ha fallado porque ha saltado el automático de la corriente
eléctrica. Los pensamientos de llegar tarde y de explicárselo al jefe sabiendo
que es un poco miserable y de ninguna forma razonable, hace que los
neurotransmisores actúen sobre el cuerpo y que los neuropéptidos y hormonas
afecten en ese sentido a las células y al sistema nervioso. Con cada pensamiento
y por el hecho de recordar el pasado (porque esto ya ocurrió y nos costó un
disgusto) el cerebro y el cuerpo siguen empeorando todo y comienzan a actuar de
forma automática y condicionada desencadenando toda una serie de respuestas
emocionales. Estos hechos pueden durar varias horas, lo que da pie a que se
forme un “estado de ánimo”. Si a esto añadimos que por salir más tarde de casa
encuentra mucha circulación de tráfico y toca el claxon y discute con otro conductor porque su sistema nervioso está
alterado, y que le ocurren otros hechos similares en el trabajo, los cuales
durarán varias semanas, tendríamos que hablar de “temperamento”, sobre todo si
se siguen expresando las mismas emociones y pensamientos. Si esta persona ha
repetido durante mucho tiempo esas emociones y pensamientos y ha creado
emociones de rencor, odio, venganza, malhumor, etc., entonces ya estaríamos
hablando de un “rasgo de la personalidad”. Naturalmente que es muy posible que
esta persona se viera tratada de forma diferente a cómo le trataban antes y eso
empeoraría todo y quizás también las relaciones familiares, esto sería la total
formación de una nueva pero negativa personalidad con cierto grado de
irascibilidad.
Esta
personalidad se ha creado teniendo como base al pasado emocional y a las
respuestas autónomas y automáticas del cuerpo, por tanto, si queremos cambiar
la personalidad debemos de cambiar las emociones memorizadas, es decir, tenemos
que dejar de vivir en el pasado. El ejemplo que hemos puesto sería más fácil de
superar porque se ha producido en un corto espacio de tiempo, pero no ocurriría
lo mismo respecto a un hábito o emoción que tuviera muchos años. Si, como
personalidad, solemos vivir en el pasado, significa que nuestro futuro será
predecible y más de lo mismo, por tanto, lo ideal es acostumbrar al cuerpo a
vivir en el futuro. Si imaginamos y visualizamos más posibles situaciones o
circunstancias futuras y nos concentramos en ellas como si las estuviéramos
viviendo, ocurriría que nuestra mente, cerebro y sustancias químicas actuarían
como si esos hechos estuvieran ocurriendo transformándose así en experiencias.
Entonces, de la experiencia futura que estamos creando mentalmente se genera
una emoción, respondiendo el cuerpo como si todo fuera real en ese momento.
Cuando
vivimos en el pasado, generalmente, lo hacemos a modo de “sobrevivir” al amparo
de lo conocido y experimentado, cuando no estamos preocupados por la salud lo
estamos por la economía, por el trabajo o por la falta de tiempo que nos queda
para hacer tal o cual cosa. Esto es vivir en la desesperación y en el estrés en
vez de hacerlo en sentido creativo y de futuro, viendo a las personas y al
mundo desde otra perspectiva más espiritual. Todos sabemos que el sistema
nervioso simpático nos advierte alterando el equilibrio químico del cuerpo, o
sea, estresándonos. Y esto suele ocurrir con un simple pensamiento que creamos
(la mayoría de las veces automáticamente) cuando tenemos que hacer frente a
algún problema, a alguien con quien la relación no es buena, etc. Todos, alguna
vez, hemos comprobado esto, por ejemplo, al recordar una discusión con alguien
que acabamos de ver de pasada, o si nos
ponemos a pensar qué haríamos en un futuro si eso volviera a ocurrir. Esto quiere
decir que nosotros podemos alterar el sistema nervioso o estresarnos por el
simple hecho de recordar el pasado o pensar en el futuro basándonos en hechos
del pasado.
¿Qué ocurriría si estuviéramos
casi todo el día pensando en cosas preocupantes, en hechos problemáticos y
otros similares? Pues que estaríamos casi todo el día estresados y nos costaría
mucho alcanzar el equilibrio corporal para mantener un buen estado de salud.
Esto trae consigo la sobrecarga de sustancia químicas y sus efectos sobre los
genes más, como es lógico, la convivencia diaria con las peores emociones que
impedirían el equilibrio y el hecho de que el Yo pueda estar atento y
consciente ante lo que piensan, sientan y expresan sus cuerpos. Esto, a la
larga, nos volvería más materialistas y egoístas y dejaríamos de interesarnos
por nuestro desarrollo psíquico y espiritual. El hombre es un Espíritu y vive
en un mundo lleno de posibilidades por muy encerrado que esté en un cuerpo
físico y si, como Yo, sabe utilizar a sus cuerpos y muy especialmente a su
mente, podrá elevarse progresivamente a su mundo. Pero para eso debe comenzar
por vivir plenamente consciente en presente y en el futuro imaginativo en
sentido creativo de una más perfecta personalidad y mundo en el que habitar. Si
no dejamos de vivir en el pasado y de revivir automáticamente las emociones y
los pensamientos personales y materialistas, poco conseguiremos. Cuando
cambiamos todo este pasado por un presente y un futuro superior, la conciencia
se eleva hacia el propio mundo del Espíritu.
Si hemos aplicado lo dicho hasta
ahora nos habremos dado cuenta de que somos más conscientes que antes, aun así
y si de verdad queremos progresar en la transformación de la personalidad, es
de gran utilidad que llevemos a la práctica la auto-observación y el hecho de
prestar plena atención a todo cuando nos rodea. Puesto que, como sabemos,
nuestra personalidad actual se compone de lo que pensamos, de lo que sentimos,
de cómo actuamos y nos expresamos, y de todo lo guardado como resultado de las
experiencias del pasado, si queremos transformar la personalidad, no nos queda
otra solución que la de observar nuestros pensamientos inconscientes, las
acciones instintivas y las reacciones emocionales automáticas para ver hasta
qué grado son verdaderas o útiles. Si estamos plenamente atentos a todo ello
seremos más conscientes, y si somos más conscientes percibiremos y observaremos
más cosas, y si desarrollamos más la capacidad de percibir y observar lo
podremos hacer tanto en sentido interno como externo. En definitiva, seremos
más conscientes, (despiertos) viviremos en otra realidad, y evitaremos todas
esas respuestas y expresiones instintivas y automáticas. Sabiendo lo que ocurre
en el cerebro cuando pensamos, es lógico que sepamos que los circuitos, las
zonas y las conexiones neurales van desactivándose progresivamente hasta que,
al no volver a pensar ni a sentir de la misma forma, se termina atrofiando para
dar paso a otras nuevas. Estos cambios, a su vez, impiden que lleguen las
mismas señales de antes a los genes y, por tanto, que el cuerpo responda como
esa mente subconsciente que aparentaba ser antes. Es razonable pues, que cuanto
más nos conozcamos más conscientes seamos de nosotros y de la realidad, lo que
nos facilita la eliminación de la personalidad antigua para crear la nueva y
deseada; así es que, si queremos cambiar en algo debemos convertirnos en otra
persona.
El cerebro es el procesador y
donde se instalan los programas, por eso tiene lóbulos, zonas, agrupaciones y
conexiones de circuitos, cumpliendo todo ello sus funciones. Sabemos que hay
personas que han hecho grandes cambios personales y de carácter en su vida,
tanto para bien como para mal. Lo que indica que algo tiene que haber en ese
procesador para que cuando una persona ponga voluntad y esfuerzo para cambiar,
lo consiga. Nuestra intención es crear un nuevo programa (una nueva
personalidad y posible nuevo futuro) y para ello debemos hacer un espacio en el
cerebro para idealizar e imaginar una nueva forma de ser. El hecho de imaginar
y visualizar un futuro con nuevas posibilidades donde nosotros estamos y
experimentamos según el ideal que queremos desarrollar, ya hace que el cerebro
cree ese espacio y que comiencen a formarse los nuevos circuitos, conexiones,
etc. A su vez y como es razonable, el cerebro busca información dentro del
conocimiento y de las experiencias guardadas para extraer o conectar lo que sea
necesario con tal de crear esa nueva forma de pensar o “mente”.
La clave para alcanzar el éxito
está en idealizar algo superior y elevado, y para ello es importante visualizar
y vivir como si ya estuviéramos o fuéramos lo que deseamos. También está bien
que respondamos a nuestras propias preguntas de: ¿Cómo deseo pensar y ser? ¿Qué
carácter desearía tener? ¿Cómo me comportaría yo y qué efectos tendría en esa
nueva realidad? El simple hecho de responder a esas y a otras preguntas
similares hace que el cerebro comience a funcionar de otra manera y a renovar
los circuitos y las conexiones cerebrales con tal de crear esa nueva mente. Lo
que significa que cuanto más cambiemos la forma de ser, de pensar, de sentir y
de ver el mundo, más cambiamos el cerebro y nuestra vida. Repito, la clave es
introducir más y nueva información, porque cuanta más información más
conexiones se crean y más facilitamos ese cambio que eliminará el hábito que
tiene el cerebro de activarse monótona y automáticamente.
Al igual que ha cambiado el
concepto de la materia hasta afirmar que es energía, también ha cambiado la
teoría de que el cerebro no puede cambiar pues, como ocurre con el aprendizaje
y la memoria ocurre con los circuitos y las conexiones entre las neuronas. Esto
nos ayuda a comprender la posibilidad de que también podamos eliminar y
desconectar circuitos que representen los aspectos que no nos gustan de la
personalidad actual. Es decir, podemos conseguir que nuestro “nuevo cerebro” ya
no siga activando las zonas que representan lo que no nos gusta, a la vez que
estimula lo nuevo para ir más allá de las limitaciones y de las circunstancias
actuales. Analizando un poco más despacio todo esto, cabe preguntarnos ¿No
estamos controlando, como nueva personalidad, lo que antes considerábamos
inconsciencia? Cuando tenemos nuevas ideas y nuevas formas de pensar con tal de
cambiar de conducta para así obtener mejores y nuevos resultados como efecto de
aprovechar oportunidades, estamos produciendo nuevas situaciones y nuevas
experiencias que crean nuevas emociones que, a su vez, originarán nuevas sustancias químicas.
Por otro lado, cuando actuamos de
una nueva forma y con más elevadas intenciones en el mundo, los sentidos envían
esa información al cerebro para que éste lo refleje y se enriquezca como
“nuevos conocimientos” que se manifestarán emocional y sentimentalmente
estimulando, a su vez, nuevos deseos y nuevos pensamientos en esa misma línea
de conducta. Esto es, al fin y al cabo, un estado creativo del ser, y cuando
con esta práctica nosotros nos ponemos en ese estado creativo, la nueva mente
disminuye la actividad de las redes y conexiones de las otras áreas del cerebro
para centrarse en los pensamientos que nos interesan. Esto podría definirse
como un estado de ensimismamiento o aislamiento total que, al mismo tiempo, se
convierte en “realidad” porque no hay ninguna clase de distracciones. En esos
momentos vivimos totalmente centrados (como ser) en esos pensamientos presentes
de la realidad futura; estamos reprogramando el cerebro para que vea una nueva
realidad que traerá un nuevo estado del ser; y estamos creando una nueva mente
subconsciente que cambiará las respuestas automáticas del cuerpo. Es decir, ya
no pensamos, ni sentimos, ni actuamos como antes y, mucho menos, tenemos
estrés. Entonces y a partir de ahí, ya no nos sentimos condicionados por el
pasado y, al contrario, hemos creado una realidad llena de posibilidades
futuras.
CONTRAPORTADA
El
hombre conoce y experimenta en el mundo físico gracias a que éste se refleja en
el cerebro por medio de los sentidos, pero el cerebro, al igual que el cuerpo y
que toda la materia, es energía tal y como lo demuestra hoy la física cuántica.
Existimos y nos consideramos humanos por el hecho de pensar, pero la mente no
es física ni está en el cerebro sino que es el medio por el cual el Yo percibe
lo externo y se expresa en el cuerpo físico Nos sentimos yoes gracias a que “conocemos”
todo lo que nos rodea y a que sabemos que no es parte nuestra, pero sí creemos
que son parte nuestra las emociones y los pensamientos porque estamos tan
identificados con ellos que no permitimos que se manifieste el verdadero Ser
como “mí mismo”.
Nos
expresamos y respondemos instintiva y automáticamente basándonos única y
exclusivamente en los recuerdos del pasado y en proyectos de futuro, pero no
vivimos la vida presente consciente y voluntariamente en cada aquí y ahora.
Solo cuando el hombre se analice conscientemente y comprenda que él es el conocedor, el pensador y el observador del
mundo externo y de sus vehículos internos, comprenderá que vive en un mundo
irreal y que la realidad futura está en sí mismo.
Francisco Nieto Vidal
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