viernes, 22 de abril de 2016

“La práctica de la Humildad”


PREÁMBULO:
Con este primer título “La práctica de la Humildad” iniciamos una serie de temas, que ayudará  al estudiante y simpatizante (si se practica), a un proceso rápido de evolución Espiritual. Y al mismo tiempo aliviará la pesada carga que soporta El Cristo desde el momento que Él decidió hacerse cargo de nuestro progreso espiritual.
(Más información sobre El Cristo, lo encontrareis en el Capítulo  XV del Concepto Rosacruz del Cosmos). (Concepto R C del Cosmos, Capítulo 15 en vídeo, desde aquí)
Un recordatorio: Toda enseñanza esotérica que no es convertida en actos, desaparecerá para nuestras vidas futuras.
Esto es debido a la particularidad del Átomo Simiente situado en el nivel interno del corazón, el cual tan sólo registra actos y acciones, y que gracias a esto nuestra conciencia se amplía vida tras vida hasta la liberación total del mundo físico.
Repitámoslo: el estudio esotérico ayuda, sí, pero si no se practica este conocimiento será pasajero quedando reducido a una sola vida.

LA PRÁCTICA DE LA HUMILDAD
En primer lugar nos preguntaremos ¿Qué es la Humildad? Es el sometimiento voluntario a una persona, o a cualquier circunstancia forzada a la que nos pueda someter el destino.  Al escoger esta actitud estamos abriendo nuestro entendimiento a la comprensión. ¡Veamos esto más de cerca!...
Cuando se escoge la actitud de la humildad, lo primero que desaparece es el conflicto. Es debido a que nuestro interlocutor encuentra en nosotros una gran docilidad y que a su vez le está permitiendo expresar libremente sus puntos de vista, llevándose la sensación de que él sabe más y que sus puntos ideas son mejores, por lo que desaparecerá la tensión.   Así pues, el que practica la Humildad, podrá captar todo "lo bueno y lo malo" que su interlocutor  posee, ya que escuchará y sabrá.  Y en su parcela interna separará lo bueno y lo malo, pero siempre,  (no olvidar esto)  según los dictados de su conciencia.
Cuando no se actúa con humildad se impondrá la Arrogancia, aparecerá la controversia, entonces, el interlocutor se callara la "Verdad" que el contiene, con la consecuencia, que la simpatía que siempre se le concede al humilde no tendrá lugar.  Esta actitud y actos en el Mundo Físico crean siempre una reacción en los mundos invisibles o internos tal y como conocen bien nuestros estudiantes. Cuando acogemos los consejos, observaciones o comentarios de los que creen saber más en este mundo físico,  las Entidades Espirituales que estos sí que saben, nos comunicarán sus enseñanzas. Porque hemos practicado en el mundo físico el Arte de Escuchar.
Invitamos a nuestros estudiantes y simpatizantes a reflexionar sobre los grandes beneficios y bondades que aporta la Humildad, tanto a nivel individual, como social y Espiritual,  además  de neutralizar parte de las grandes tensiones existentes en el Mundeo de Deseos  Planetario, y sobre todo el gran alivio que le dará al Cristo en su pesada carga.
También invitamos a que se nos hagan preguntas sobre este tema expuesto.
UN FRATERNAL SALUDO
J.L.
QUE LAS ROSAS FLOREZCAN SOBRE VUESTRA CRUZ

Agradecemos a Asociación de Estudiantes de Filosofía Rosacruz de Max Heindel,  Barcelona España

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sábado, 16 de abril de 2016

Cómo Conocerse a sí mísmo

  

  
CÓMO
  CONOCERSE
A SÍ
MISMO

“Un análisis psicológico del hombre
 y del Ser” 


Dedicado muy especialmente
a mis nietos Raúl y Álvaro y a mi nieta Sara,
con el deseo de que algún día
comprendan éstas y otras
verdades que les harán
 más libres, más conscientes
y más fraternales.


ÍNDICE
                               
INTRODUCCIÓN ……………………………………………… Página 5

CAPÍTULO I: RELACIÓN DEL HOMBRE CON EL UNIVERSO……………………………………………………….. Pág. 11

CAPÍTULO II: CAMBIANDO NUESTROS PATRONES MAGNÉTICOS ………………………………………………….. Pág. 19

CAPÍTULO III: QUIÉNES SOMOS Y DÓNDE NOS MANIFESTAMOS…………………………………………………Pág. 28

CAPÍTULO IV: LO QUE SOMOS Y LO QUE CREEMOS SER ………………………………………………………………………Pág. 37

CAPÍTULO V: LOS INSTRUMENTOS DEL ESPÍRITU Y SU DESARROLLO ……………………………………………………Pág. 44

CAPÍTULO VI: EL NO-YO, EL YO Y EL YO SUPERIOR…… Pág. 64

CAPÍTULO VII: EL CONOCIMIENTO QUE HACE VER LA REALIDAD ……………………………………………………….. Pág. 77

CAPÍTULO VIII: CONOCIÉNDONOS A NOSOTROS MISMOS   …
………………………………………………………………………Pág. 94

CAPÍTULO IX: CONCIENCIA Y AUTO-CONCIENCIA…….  Pág. 111

CAPÍTULO X: LA ATENCIÓN QUE LIBERA DEL SUFRIMIENTO
……………………………………………………………………..Pág. 121    

CAPÍTULO XI: BUSCANDO EL SENDERO…………………. Pág.129   

CAPÍTULO XII: PROGRAMANDO UNA NUEVA PERSONALIDAD
……………………………………………………………………..Pág.143

CAPÍTULO XIII: LA PERSONALIDAD Y EL NUEVO FUTURO
……………………………………………………………………..Pág.153 

INTRODUCCIÓN

No hay que ser muy observador para darse cuenta de que un bebé no tiene apenas consciencia del mundo físico, por ejemplo, quiere coger algo que está fuera de su alcance sin saber que sus brazos no llegan, es decir, no conoce el mundo físico ni las leyes que le gobiernan y por tanto aún no sabe cómo actuar. Cuando un niño nace aún tiene la conciencia en el mundo de donde viene, que no es otro que donde vamos cada noche cuando nuestro cuerpo físico duerme y donde vamos después de la muerte del mismo. Según va tomando conciencia del mundo físico va perdiendo la conciencia de ese otro mundo de Ángeles, por eso los niños son clarividentes durante unos pocos años por mucho que sus padres se empeñen en decirles que no se inventen cosas o que no tengan tanta imaginación. Los niños nacen con “conciencia” de Alma fruto de todos sus anteriores renacimientos a través de millones de años, pero sin consciencia del mundo físico porque aún o han tenido experiencias que memorizar. El niño comienza por tomar consciencia del nuevo mundo gracias al placer de alimentarse de la leche materna, lo que le hace “desear” tener esa experiencia otra vez, pero más adelante tendrá que hacer frente a otras experiencias que serán motivo de rechazo porque le causarán dolor, y otras donde se mostrará indiferente ante ellas.
            Así es que, la base de las experiencias se encuentra en la información que llega al cerebro procedente de los sentidos y que la mente luego almacena como placer (deseo) o dolor, (rechazo) de lo que se deriva toda una serie de emociones que llegan al amor o al odio entre otras. Con cada experiencia que tiene el niño, la mente la almacena en la memoria, representada también en agrupaciones neurales del cerebro. Cada vez que se repite una experiencia con algo nuevo, ésta toma el lugar de la anterior, y cuando se repite mucho una misma experiencia se forma el hábito, y según sea su educación,  sus enseñanzas, sus relaciones sociales, etc. así será el carácter que se forme. Pero, como todos nos podemos dar cuenta, nuestra consciencia del mundo físico y nuestro carácter van cambiando con el paso de los años dependiendo de cuáles sean las experiencias de cada día.
            La humanidad, como tal, también ha pasado por diferentes estados de consciencia comenzando por la inconsciencia del mundo físico como en el caso del recién nacido. Mucho antes de obtener el germen de lo que, a través de la evolución, se ha convertido en la mente, éramos inconscientes del mundo físico como lo son los animales o como lo somos mientras dormimos. Hubo una época en que éramos tan inconscientes como los minerales pero llegó un momento en que los impactos del exterior “despertaron” otra conciencia superior que nos hizo mostrar algo parecido a lo que hoy llamamos sentimientos. De ahí surgieron, como hemos dicho en el anterior párrafo, los deseos por los que se sentía placer y rechazo por los que causaban dolor, pero también aliciente para seguir experimentando aunque nuestra consciencia todavía era interna, es decir, todavía no “conocía” el mundo físico. Fue la evolución en esa conciencia interna la que, de forma similar a los animales, nos llevó a necesitar otra consciencia superior que estuviera relacionada con el mundo físico, y por eso las jerarquías de los mundos superiores (invisibles a los sentidos) nos facilitaron el germen de la mente. Según fuimos desarrollando la mente y conociendo el mundo físico nos hicimos autoconscientes de nosotros mismos y nos dimos cuenta que éramos individuos. Así es que, hemos pasado de la consciencia del mundo interno o mundos superiores, a la consciencia externa del mundo físico (perdiendo la anterior) gracias a la cual estamos evolucionando por medio de las experiencias en este mundo.
            En el caso del niño tiene una primera etapa de casi inconsciencia hasta los 7 años, una segunda donde se reconoce como un ser pero dependiente de sus padres hasta los 14, y una tercera donde se independiza gracias a que se siente responsable de sus actos a los 21. A nivel de humanidad evolucionante, pasamos por una etapa de inconsciencia del mundo físico; una segunda donde nos dejábamos dominar por las emociones y actuábamos de acuerdo a los deseos; y una tercera, en la que estamos ahora, donde gracias a la mente somos auto-conscientes y estamos desarrollando la voluntad y los poderes del Alma. Todo eso ha hecho que nos identifiquemos tanto con este mundo físico que muchos creen todavía que son el cuerpo físico. Es cierto que otros saben que eso no es así, pero la realidad es que, por no ser, no somos ni siquiera la mente. Tanto el niño como la humanidad se dejaron dominar por el placer y eso les llevó a desear más experiencias placenteras, y así se ha llegado a intentar vivir para satisfacer los deseos personales. Como he dicho, a partir de obtener la mente, también comenzamos a desarrollar la voluntad, pero tanto la mente como la voluntad están muy apegadas a lo material, a la personalidad, y a todo lo que nos satisfaga egoístamente. Cuando teníamos la conciencia interna desconocíamos el mundo físico, ahora tenemos conciencia del mundo físico pero desconocemos el mundo del Alma, que es el verdadero hogar del Yo o Ego.
            Es necesario que el hombre se conozca a sí mismo y para conocerse a sí mismo debe auto-observarse para así poder ser consciente de lo que pertenece al mundo y lo que pertenece al Alma. Cuando despertó el hombre a este mundo pensaba que era el cuerpo y se identificó como un Yo a la vez que consideraba “no-yo” a todo lo demás. Ahora se identifica con la mente y considera no-yo a su cuerpo físico pero todavía tiene poca idea de que esa conciencia tampoco es la que le corresponde. El hombre actual, como le ocurre al niño, actúa según lo que se va grabando en su cerebro desde que nace, la repetición automática de hechos crea hábitos, éstos crean el carácter y éste último crea unos rasgos que le hacen actuar casi como un autómata. Y es de ese estado de consciencia en el que estamos ahora y donde, (aunque creamos que este mundo es real) en realidad estamos dormidos, del que debemos salir para elevarnos a la conciencia del Alma. Actuamos según lo que tenemos guardado en el cerebro y que, a su vez, despierta ciertas emociones que impulsan a pensar y a actuar de la misma forma. No es el mismo yo el que ante un problema se pone a razonar conscientemente que el que se deja llevar por las emociones o que el que actúa todos los días haciendo las mismas cosas; no es el mismo yo el que intenta crear algo nuevo gracias a su discernimiento y a su voluntad, que el que está viendo la televisión con su mente entretenida en lo que está viendo; no es el mismo yo el que vive en las experiencias del pasado o en las imaginaciones del futuro, que el que se auto-observa en cada momento presente o ahora, siendo consciente de que sus emociones y sus pensamientos no son él; y no es el mismo yo el que escribe en el teclado del ordenador de forma automática, que el que observa atentamente cómo se van formando las palabras en la pantalla.
            Desde pequeñitos y según las experiencias que tengamos, estamos activando células nerviosas, con la particularidad de que, cuando cierta cantidad de ellas se activan juntas también se conectan juntas, llegando a crear esa repetición una relación y conexión duradera en el cerebro. De esta forma se crean las redes neurales estáticas que, al cabo de un tiempo, se convierten en hábitos. Viendo esta actividad repetitiva a lo largo de toda la vida comprenderemos que el cerebro configura una estructura limitada o “realidad” basada en los mismos sentimientos, emociones, pensamientos, etc. Así es que, mientras sigamos sintiendo las mismas emociones y deseos, y  mientras sigamos pensando igual que en el pasado, seguiremos creando la misma realidad que en la que vivimos, y seguiremos creando las mismas circunstancias que volverán a crear las mismas emociones y forma de pensar.
            La neurociencia actual ya ha confirmado la relación existente (causa y efecto) entre la mente, las emociones y el cuerpo físico que tantas veces ha explicado la filosofía oculta o esotérica. Tal y como dicen, tenemos unas sustancias químicas (neurotransmisores, neuropéptidos y hormonas) que con cada pensamiento hacen que el cerebro envíe unas señales químicas al cuerpo para que, a modo de mensajes sobre lo pensado, hagan que el cuerpo reaccione de acuerdo al pensamiento, confirmando así que cuerpo y pensamiento están en sintonía. De esta forma podemos comprender fácilmente que si creamos pensamientos positivos (amor, compasión, fraternidad, etc.) el cuerpo produce sustancias químicas que nos harán sentir bien pero, de igual forma, si creamos pensamientos negativos (miedos, preocupaciones, etc.) también nos sentiremos mal. Está claro, pues, que según sentimos el resultado de nuestros pensamientos volvemos a pensar de acuerdo a eso que sentimos como resultado de la acción de las sustancias químicas. Si esto lo aplicamos a los hábitos que nos hemos creado, nos daremos cuenta de que ha sido la repetición de una forma de pensar y de sentir lo que nos lleva a actuar casi de forma automática obteniendo siempre los mismos resultados. Es aquí donde cabe preguntarse ¿Hasta qué punto dominamos nuestros cuerpos y hasta qué punto es lo contrario? Lo cierto es que el 95 % del comportamiento y de las expresiones que tenemos a lo largo del día son resultado de esa personalidad fruto de todo lo que acabamos de explicar a lo largo de nuestra vida. De acuerdo con estas enseñanzas, es fácil comprender que el Yo, como conciencia superior, apenas tiene oportunidad de expresarse y por eso se suele decir que está “dormido”.
            Mientras el ser humano siga actuando según las experiencias del pasado, según los dictados de sus deseos y de sus emociones incontroladas, según las respuestas mentales automáticas, y según el carácter y los hábitos de siempre, no “despertará” a esa nueva conciencia de “sí mismo”. Por eso es tan necesario que cree un nuevo mundo ideal con sus deseos y con su imaginación para luego llevarlo a la práctica; es necesario que deje de etiquetar a todo cuanto conoce, y que vea a los demás como Almas y no según las experiencias que se haya tenido con ellos. Es necesario que el hombre actual sea auto-consciente para poder observar atentamente sus deseos, sus emociones y sus pensamientos, solo así podrá “conocerse a sí mismo” y construir una nueva conciencia y un nuevo mundo. 

CAPÍTULO I
  
RELACIÓN DEL HOMBRE CON EL UNIVERSO

            Desde el punto de vista del ocultismo así como de la ciencia, el Sol es el “padre” de los planetas del sistema solar, de él nacieron y lógicamente con él se desintegrarán. A la vez, el Sol también es el sustentador de nuestra vida gracias a su luz, calor, vitalidad, etc. porque su luz hace crecer, su calor hace que el agua se eleve para formar las nubes y la lluvia, su vitalidad la respiramos también de la atmósfera y  por otros aspectos que también  se relacionan con la explicación del porqué la Tierra está a la distancia justa que debe estar para que nosotros podamos existir físicamente. La luz del Sol se desprende de la fusión del hidrógeno caliente comprimido con el helio, por otro lado, el Sol tiene ciclos de expansión y de enfriamiento siendo la fusión la que causa la expansión, sin embargo, gracias a la gravedad, el Sol no se desintegra en partículas porque ésta le comprime. A su vez, contiene un magnetismo que es el que facilita, regula y limita la forma y todo lo que hay en el Sol.
Esto es lo que afirma la ciencia, pero el ocultista dice que, como ocurre con el hombre que es la imagen visible que procede de lo invisible,  así también el Sol visible procede del invisible y que el origen del invisible es Dios. Este es el mismo caso que lo que ocurre con nuestro cuerpo o el de cualquier animal, es decir, vemos cuando el animal se ha formado pero ¿quién va formando progresivamente ese organismo perfecto para que pueda cumplir sus funciones en la vida física? Para que haya fuego tiene que haber calor, y para que haya calor tiene que haber movimiento o vida. Si el movimiento comenzó antes de la manifestación, en el vacío y frío espacio, como así se afirma ¿Quién lo hizo? Y para que esta manifestación como sistema solar haya sido y sea perfecta en sus movimientos y no un caos ¿No ha debido ser ideada previamente, como imagina un inventor algo antes de ponerse a construirlo?
Nuestro sistema solar se ha formado a partir de una nebulosa de éteres cósmicos, los cuales se han combinado hasta formar los átomos físicos y éstos, a su vez, han formado los elementos químicos conocidos a partir de los cuales  se forman las diferentes clases de materia. Se puede pensar que todo esto se ha formado por casualidad? Toda esta obra demuestra inteligencia, sabiduría, belleza, amor, arte y ciencia ¿Qué manos invisibles y qué inmensa sabiduría ha podido crear una obra tan perfecta como también se demuestra en los pequeños organismos así como en nuestros cuerpos? ¿Y los sistemas solares, galaxias, planetas con sus satélites equidistantes, etc. pero todo moviéndose en perfecta armonía y equilibrio en su justa distancia? De una nebulosa se forma una galaxia o un sistema solar, de un huevo con un líquido viscoso en su interior se forma un animal, de dos células se forma en el interior de la mujer un nuevo ser ¿Es tan sabia la naturaleza cuyo origen dice la ciencia que es la nada? De la nada no se puede sacar nada y, por tanto, no puede haber inteligencia creadora salvo que a la naturaleza o a la Nada le llamemos Dios.
            Según la ciencia, el Sol se formó hace miles de millones de años cuando la gravedad atrajo una nube de materia cósmica, su núcleo aumentó de densidad y temperatura y el gas y el polvo se fusionaron. Por otro lado, aseguran que hay ciclos vitales en las estrellas, por ejemplo, la nebulosa “El Águila” está formada por nubes (ascuas) de estrellas que murieron hace tiempo e incluso “residuos” de lo que fueron planetas y vida. Por consiguiente se considera que esta nebulosa está en un ciclo o estado de “inactividad” externa pero de actividad interna que en su momento dará como fruto una nueva estrella o Sol. En la nebulosa de Orión, compuesta de gas y polvo, la gravedad ya ha atraído esos restos que mencioné anteriormente y ha aprehendido el fuego cósmico. Por consiguiente está naciendo una estrella. ¿No ocurre lo mismo en nuestro planeta y respecto a los reinos que en él habitan? ¿No ocurre en el microcosmos (el hombre) lo mismo que en el macrocosmos (el universo)? Todo el universo, incluyendo nuestro planeta, evoluciona, es decir, nace, se desarrolla y muere para dar paso a una nueva forma y vida superior, pero repito, en toda esta manifestación hay inteligencia, amor y belleza. Cuando el cuerpo físico muere su materia se desintegra y vuelve a su origen elemental hasta que otra vida o Alma evolucionante la atraiga para formar su futuro cuerpo. Así va evolucionando también la materia que representa el cuerpo físico de Dios, de ahí que se diga que todo está constituido por vida y materia de las cuales se desarrolla la conciencia.
            El verdadero ser humano es un Espíritu cuyo origen, invisible a nuestros sentidos físicos, es  el Mundo de Dios, nuestro Creador. Si la planta tuviera una conciencia objetiva del mundo en que vive se podría preguntar: ¿Cuál es mi origen y de dónde he nacido que no lo puedo ver? Y aunque supiera que procede de una semilla que no puede ver, también podría preguntarse ¿quién ha sembrado y alimentado la semilla para que yo nazca y me manifieste? Pues bien, nosotros también tenemos el mismo origen que la semilla.
El verdadero Espíritu (origen del hombre como personalidad) está representado por el poder de la “voluntad” y por la “conciencia” que se manifiesta siempre que la personalidad esté lo suficientemente desarrollada. Éste se expresa a través de la mente pero en realidad es el observador de los pensamientos,  de los sentimientos y de los actos del hombre. Nosotros (como todo lo que evoluciona) tenemos ciclos de actividad e inactividad, o sea, renacimiento o vida y asimilación de las experiencias o muerte. En un ciclo menor y muy importante para nosotros, también tenemos ciclos de actividad y descanso a través de la conciencia de vigilia y del sueño reparador; y todo esto es así hasta que llega el momento en que abandonamos el cuerpo físico en lo que llamamos muerte. El Espíritu es quien, a través de la “vida individualizada,” hace que el cuerpo físico viva hasta que el momento “programado” de la muerte llega, o sea, cuando hemos hecho frente o resuelto las líneas generales de nuestra vida más o menos como se esperaba. A través del renacimiento y según vayamos espiritualizando a la personalidad, llegaremos a deshacernos del cuerpo físico y continuaremos nuestro desarrollo en otros cuerpos superiores e invisibles como otros seres lo están haciendo en sus correspondientes mundos. Lo mismo que el macrocosmos está compuesto de diferentes formas y tamaños de las mismas, nuestros cuerpos están compuestos de átomos y elementos químicos que después forman moléculas, células, etc., sin embargo, la vida inteligente que lo habita (el Alma) es la vida de Dios que, con sus poderes latentes y a través de una involución en la materia y una evolución consciente individual, llegará a ser como su “Padre que está en los cielos”. La misma vida que animó los cuerpos prehistóricos anima a los cuerpos actuales, con la diferencia de que, desde entonces y hasta ahora, hemos evolucionado muchísimo en sentido intelectual, moral y espiritual. Y las mismas vidas que animan estos cuerpos llegarán a un nivel tan espiritual que utilizaremos cuerpos como los de los Ángeles y más sutiles aún, es decir, de éter de diferentes mundos. 
            Lo mismo que las oleadas o enjambres de Espíritus (nosotros como Espíritus e hijos de Dios) diferenciados por Dios, en Él mismo, evolucionan en los planetas, así mismo, nuestro Ego se manifiesta en cada vida a través de sus cuerpos para poder evolucionar a la vez que evolucionan todas las partículas (células, moléculas, átomos etc.) que los componen. Lo mismo que el Sol tiene ciclos, también el Espíritu los tiene (renacimiento y muerte). Lo mismo que el Sol tiene toda una serie de energías magnéticas y fuerzas, también nuestros cuerpos (vital, emocional y mental) las tienen para poder funcionar cada uno de ellos en su propio mundo para que nosotros podamos obtener cierto desarrollo en cada vida. Lo mismo que el Sol desprende energías invisibles, también nosotros expulsamos energías de nuestra aura en forma de sentimientos, deseos, pensamientos, etc. Lo mismo que la gravedad mantiene unida la materia del Sol, así el cuerpo energético vital mantiene unida la materia del cuerpo físico. Así como se produce en el Sol un plasma solar, también nosotros expulsamos vibraciones de nuestra aura que pueden afectar a los sentimientos y pensamientos de los demás. Lo mismo que el Sol se formó hace muchos millones de años de polvo y gas, también nuestros primeros cuerpos se formaron hace millones de años y pasaron de invisibles a lo que son actualmente según la necesidad de experiencia y desarrollo. Lo mismo que el Sol tiene influencia y poder sobre los planetas, así el Espíritu está por encima de sus cuerpos y tiene influencia y poder sobre ellos.
            El sistema solar está compenetrado por un sistema septenario de Mundos de diferentes grados de materia y conciencia, de los cuales el ocultismo afirma que solo vemos el físico con sus siete planetas. A su vez, nuestro mundo físico recibe cierta influencia del Sol y de dichos mundos superiores con tal de mantener el equilibrio en el Sistema Solar y en la evolución tal y como se manifiesta en la Tierra. Guiándonos, como hemos hecho antes, por el axioma hermético de “Como es arriba es abajo,” y teniendo en cuenta que el Sol representa al Espíritu en nosotros, podemos asegurar que dicho Espíritu tiene influencia sobre sus siete expresiones en los diferentes mundos (cuatro cuerpos y una trinidad espiritual) a través de las cuales él mismo evoluciona. Pero además, en nuestro propio cuerpo físico también se reciben las influencias superiores a través de los siete centros llamados chacras, de las glándulas endógenas y del cerebro
            La filosofía oculta dice que nuestro Creador elige cierta parte en el espacio para manifestar su creación y que su origen es una materia obscura que progresivamente se va haciendo brillante y caliente hasta formar una nebulosa ígnea de la cual se forma el Sol y se desprenden los planetas para luego condensarse y enfriarse. Si nosotros queremos crear algo, primero lo ideamos y pensamos, luego ponemos los correspondientes sentimientos con la intención de que todo salga bien y después lo creamos físicamente ¿No es lógico que el origen del sistema solar sea el mismo y haya sido planeado y estructurado por Dios?  ¿O es que este orden y equilibrio es fruto de la casualidad y ha surgido al azar? ¿Quién origina el movimiento, el calor, la luz, la gravedad, etc. si no ha sido una suprema Inteligencia Divina?
            Alguien pensará que todo el Sistema Solar no ha podido ser creado solamente para nosotros. Si una célula, en su diminuta conciencia, estuviera en un órgano determinado de nuestro cuerpo podría afirmar: “Este universo es infinito (el cuerpo) y sin embargo no vivimos nada más que nosotras”. Pero sabemos que, además de células, tenemos otros muchos grados de materia, vida y conciencia en nuestro cuerpo, (neuronas, moléculas, átomos, neutrones, protones, etc.) como también tenemos otros cuerpos de materia más sutil formados de la materia de los sentimientos y de los pensamientos. Luego entonces, ¿Por qué tienen que tener los habitantes del Sol y de los planetas un cuerpo físico como nosotros? ¿Por qué no pueden estar evolucionando otros seres en cuerpos invisibles a nuestros ojos como lo son nuestros sentimientos y pensamientos? ¿No se afirma que la vida procede de bacterias y, sin embargo, hemos llegado al estado actual?  Y si toda esta creación hubiera sido creada por Dios, como pensamos los ocultistas, ¿No estaríamos dentro de Él como están los personajes de una novela en la mente de su autor? ¿No sería nuestra vida y conciencia parte de Su Vida y de Su Conciencia como es la vida y la conciencia de la célula parte de la nuestra?
            Nuestros cuerpos tienen fuerzas, (vitalidad)  magnetismo, (aura) combustible particular como en el Sol, (átomo) etc., pero ¿Quién ha formado el cuerpo físico si no es el Espíritu que es creador y aprendiz de Dios? Dios es Espíritu, y al igual que Dios crea un sistema solar para expresarse, nuestro Espíritu crea sus cuerpos para manifestarse. Nosotros evolucionamos gracias a este cuerpo físico y Dios lo hace a través de su manifestación del Sistema Solar. Nosotros facilitamos la evolución a las células y Él nos facilita la evolución en Su Cuerpo (Sistema Solar) Nosotros dejamos el cuerpo físico para pasar a un estado de inactividad física y descanso (la muerte del cuerpo físico) para luego prepararnos para un nuevo renacimiento donde progresaremos más; Dios hará eso mismo cuando su creación llegue a su perfección final y asimile Sus frutos.
            Es muy posible que cuando el Sistema Solar llegue a su fin el Sol pierda el equilibrio; que el hidrógeno se mueva hacia el borde del Sol; que el núcleo arda más hasta producir un gran resplandor; que aumente de tamaño; que los planetas se consuman y se alejen del Sol; que las ráfagas solares afecten a los planetas;  puede que de Saturno sólo quede el núcleo; que el hielo de los planetas se derrita y se convierta en vapor;  que la Luna “Europa” eclipse a Júpiter, etc. El Sistema Solar será irreconocible, el Sol se irá devorando a sí mismo y sólo se verá una pequeña mancha blanca que arrojará inmensas oleadas de polvo que se extenderá sobre los planetas, pero al final, esta materia (cenizas solares) formará parte de otra estrella. ¿Qué ocurre con el cuerpo físico cuando lo abandonamos? ¿No es un caos? ¿La materia de cada cuerpo (éteres, emociones, pensamientos) vuelve al mundo al que corresponde para formar parte de otros cuerpos futuros que serán utilizados por otros Espíritus? Creo que tenemos motivos para creer en la Biblia cuando afirma que: “En Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser” y que, como dijo el apóstol San Pablo, “tenemos un cuerpo material y otro espiritual.” Somos un Espíritu que renace cada cierto  tiempo para desarrollar sus poderes latentes, su voluntad y su mente, y así seguirá siendo hasta que “seamos perfectos como nuestro Padre que está en los cielos es perfecto.”  

CAPÍTULO II 

CAMBIANDO NUESTROS PATRONES MAGNÉTICOS

            “La energía sigue al pensamiento” es una famosa frase entre los ocultistas que se suele interpretar como que “allá donde enfoque su atención el hombre es donde pone su energía y su actividad interna.” Algunas personas no tendrán muy claro su significado pero sabiendo que el 99,99 % o más de nosotros somos energía, quizás comiencen a intuir la profundidad de lo que vamos a tratar. Es cierto que, aparentemente, somos lo que vemos, o sea, un cuerpo físico, pero la física actual ya ha demostrado que dentro de lo que llamamos materia hay células, moléculas y átomos, los cuales se dividen en partículas (protón, neutrón, electrón) y otras subpartículas energéticas. Es así como podemos entender que la materia está compuesta de energía a la vez que dicha materia “flota” sobre un vacío (desde el punto de vista material) energético y que, estas partículas y subpartículas “flotan” también, a su vez, sobre otro vacío desconocido normalmente llamado “nada” o materia obscura.
Desde el punto de vista físico significa que lo que perciben nuestros sentidos podría estar  formado sólo por un 4 % de materia blanca o física, mientras que el origen de la materia ocupa un 96 %, es decir, que además de tener un cuerpo físico compuesto de materia como cualquier otra cosa, el porcentaje es tan pequeño que en realidad somos más “algo invisible” o “vacío” que materia física. Esto es fácil de comprender, tenemos un cuerpo físico como el mineral (materia aparentemente sin vida) pero también tenemos otro que es la vitalidad que anima al anterior y hace que nos parezcamos a las plantas en que nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Pero hay algo que nos separa de la imagen de la planta y nos asemeja a la de los animales superiores, y ese algo son los deseos y las emociones que no tienen los vegetales. Sin embargo, todos sabemos que el ser humano es superior al animal porque tiene voluntad, razón y consciencia de sí mismo, por consiguiente, somos el reino más evolucionado que hay sobre la Tierra desde el punto de vista de la materia y de la conciencia. De ahí que se diga en ocultismo que tenemos un cuerpo físico, un  cuerpo vital o vida que anima el cuerpo físico, un cuerpo emocional, y otro mental.
Acabamos de decir que  desde el punto de vista físico o material, somos más “nada” que “algo” porque ese “algo” está solamente en el cuerpo físico pero, ¿Dónde está esa parte invisible o “nada”? está claro que esa “nada” es la base u origen de las partículas energéticas que forman el átomo como lo son las moléculas respecto a las células y a las formas físicas. En ocultismo esa base que, a su vez, vivifica el cuerpo físico se llama “cuerpo etérico o vital”. Pero cualquier persona sabe que tenemos deseos, emociones y pensamientos, lo que significa que, aunque tampoco los veamos, existen también como algo “invisible” y, como ya veremos, se reflejan en el cuerpo físico. Lo mismo ocurre con los pensamientos pero a éstos los creamos gracias a otro cuerpo llamado “mental”, gracias al cual el hombre ha construido todo lo que le rodea. Si, viendo esta  exposición, comprendemos que (para la mayoría de las personas) nos sentimos físicos porque nuestros sentidos solo perciben la materia física y porque no tenemos otros medios para ver esa parte “invisible”, entenderemos que puede ser posible que la propia evolución nos facilite en el futuro los medios para adquirir otros sentidos y otro estado superior de conciencia que, progresivamente, nos haga ver esa otra parte invisible que ahora no vemos. Si el hombre ha pasado por estados de inconsciencia similares al vegetal o al animal y gracias a ellos ha adquirido la autoconciencia actual ¿por qué no va a poder adquirir otra conciencia superior si encuentra los medios?
Lo mismo que una montaña tiene algún camino que facilite la subida más cómodamente aunque se tarde más por el hecho de rodearla y otro que acorte el tiempo pero que sea más escarpado y sacrificado, también nosotros tenemos otros medios para acelerar el proceso de adquirir un nuevo estado de conciencia esforzándonos por abandonar el que tenemos hasta ahora. Dejando a un lado el cuerpo físico y el vital que le anima, nuestra vida gira casi al 100 % sobre el cuerpo emocional y el mental, ya que pensamos de acuerdo a lo que sentimos y sentimos y pensamos de acuerdo a lo que hemos “creado” o lo que somos en nuestro cerebro. Es decir, todo lo que hemos guardado en el cerebro como resultado de las experiencias, es en lo que nos basamos para pensar, actuar y expresarnos. Y este “conocimiento” guardado en agrupaciones y circuitos de neuronas es lo que nos hace responder y actuar de la misma forma ante las circunstancias de la vida. Si el resultado de las experiencias ha creado un hábito, unos rasgos y un carácter en nuestra monótona y casi repetitiva vida, eso es lo que tenemos como “programa” de actuación en el cerebro. Es decir, que casi siempre actuaremos igual en cada momento “presente” y que casi siempre viviremos y nos expresaremos de acuerdo a lo vivido en el pasado.
Esto significa que para cambiar esto y tener alguna posibilidad de crear una nueva forma de vida tenemos dos opciones, una posible y la otra lo contrario. La posible es adquirir conocimientos nuevos y trabajar sobre ellos de la forma que ya explicaremos más adelante, y la imposible, que sería nacer cada día con un cerebro limpio pero con el conocimiento que damos aquí. En mi opinión, esta sería la solución al problema de que, como estamos tan identificados con el mundo y con el cuerpo físico nos dejamos dominar por los problemas, por las circunstancias, los deseos, las preocupaciones y el estrés que creamos y que nos atan a ese estado de conciencia que, desde el punto de vista del Alma, llamamos “dormido”. Si, como podemos ver, llevamos una vida casi predecible al 100 % porque hacemos todos los días lo mismo y respondemos como autómatas ¿no sería conveniente que encontráramos algo nuevo que nos sacara de esta forma de vida que nos ata tanto al cuerpo físico, a nuestro carácter o programa cerebral y al tiempo? ¿No habrá algún conocimiento que nos haga vivir conscientes y voluntariamente en el presente (despierto) y alguna forma de no vivir en el pasado creando la posibilidad de vivir ahora con otros pensamientos y emociones futuras?
Cada individuo vive en la realidad o mundo que él mismo ha creado con su pensamiento, una persona puede ser un pésimo conductor pero puede estar convencido de que es bueno, o una anoréxica puede estar muy delgada pero, en su pensamiento, puede verse gorda. Por otro lado, sabemos que podemos estar viendo la televisión o leyendo un libro sin apenas enterarnos de nada porque nuestra mente está deambulando de un sitio para otro sin ningún tipo de control por parte del Yo. Si cada pensamiento fuera creado consciente y voluntariamente por el Yo de forma que solo manifestara lo positivo y constructivo ¿No tendríamos otra personalidad y otra vida llena de posibilidades futuras guardadas en el cerebro a modo de programas? La filosofía oculta enseña que, como deudas y resultados de las vidas anteriores, traemos “programadas” las líneas generales de nuestra vida, pero también enseña que tenemos un libre albedrío y que, como voluntad del Alma, podemos cambiar muchos hechos y circunstancias de nuestro destino. Por consiguiente, sé que mi voluntad es un aspecto del Espíritu y que cuando gobierna a la mente y la utiliza para dirigir y controlar a la personalidad, puede crearse una personalidad diferente y un mejor y nuevo destino. Y si, viendo lo hasta ahora expuesto, sabemos que lo que creemos ser y lo que entendemos por realidad es la parte física o casi “nada” de la “verdadera realidad” puesto que el resto es “invisible” o “Espíritu”, está claro que si trabajamos desde lo más elevado de esa parte invisible que en realidad somos, podremos elevar nuestra propia conciencia y crearnos un futuro mejor.
Esto tiene su analogía en las causas que se originan en una vida y que se reflejan como efecto en las siguientes de acuerdo al trabajo que haya hecho el Yo con sus respectivos cuerpos. Así, cuando en una vida nos esforzamos por elevar nuestra moral, nuestro intelecto y nuestro Espíritu pensando, tanto o más en el prójimo como en nosotros mismos, obtendremos una vida futura mucho más próspera. De esta misma forma, si voluntaria y conscientemente pensáramos como Alma (99,999 % de autoconciencia) y como observadores de lo físico con la intención de que la conciencia afecte a la materia ¿No sería posible que la gran mayoría (poder del Alma) pueda cambiar a la minoría (la personalidad u hombre dormido)? Todo lo existente está basado en patrones energéticos o arquetipos que son creados en el mundo del pensamiento, de donde procede la mente y, si el Alma existe en esos mismos planos, ¿No es lógico que tenga poder sobre esos arquetipos que en nosotros se manifiestan como patrones de conducta y en el mundo como “naturaleza”? Dicho de otra manera, si tenemos un cuerpo compuesto y relacionado con la clase de energía y grado de vibración existente en los mundos invisibles ¿No es lógico que esa conexión nos permita cambiarnos a nosotros mismos y a nuestro futuro?
No es necesario decir o recordar los miles de “milagros” que se han producido en personas que dedicaban su vida a la oración o a la fe, es decir, de personas que estaban despiertas (tenían su atención y su consciencia) en las esferas del Alma. Hoy son muchos los experimentos realizados por la física cuántica con el pensamiento y con la oración cuyos resultados han sido la alteración de la materia física. Es más, hay experimentos que demuestran que los rasgos personales quedan grabados y alteran la genética. Luego entonces, si sabemos que la voluntad puede gobernar a la mente y ésta a los deseos y a las emociones ¿Por qué no vamos a poder cambiar nuestros patrones energéticos para dejar de pensar en el pasado y así crear posibles oportunidades futuras? Ciertos experimentos han confirmado que los sentimientos y los pensamientos, no solo afectan a nuestra personalidad y a nuestra vida, sino que también lo hacen sobre el espacio y el tiempo, o sea, sobre el futuro.
No sé a cuántas de las personas que lean estos párrafos les habrá pasado pero yo tengo dos pruebas en mi vida que confirman este hecho, una de ellas podría estar relacionada con la fe, cuando en una carretera secundaria y a las tres de la madrugada me vi en unas circunstancias especialmente negativas pero, sin saber por qué, estaba seguro que alguien aparecería por algún sitio y me ayudaría; lo que así ocurrió con ciertos detalles especiales. La otra prueba está más relacionada con el hecho de “programar” o visualizar repetidamente durante un tiempo unas circunstancias o hechos que desde lo más profundo de mi corazón yo deseaba pensando en el beneficio de otras personas. Yo estaba seguro que surgiría la oportunidad y que se cumpliría y así fue. Tanto en un caso como en otro mi mente trabajó para que se produjera un hecho futuro y, si bien podría decir que la fe, la oración, el agradecimiento de antemano a Dios o la auto-programación pudieron jugar algún papel en todo ello, lo cierto es que lo que yo deseé desde la conciencia del verdadero Yo se me fue concedido.
Está claro que la rutina y la monotonía diaria y el hecho de expresar las mismas emociones y los mismos pensamientos, crean un arquetipo personal o campo energético de determinado grado de vibración que estará en sintonía con los mundos “emocional” y “mental”. O sea, dependiendo del valor moral de los deseos y de las emociones así como del grado intelectual y espiritual que tengamos, así estarán nuestros cuerpos en sintonía y se identificarán con esas regiones invisibles superiores. Si estamos muy dominados por los deseos y emociones inferiores llevaremos con nosotros y vibraremos de acuerdo a las vibraciones más bajas del mundo emocional. Si tenemos poco control mental y nuestra mente anda de un lado para otro sin que nos demos cuenta y sin que la observemos, vibraremos de acuerdo a las regiones inferiores del mundo del pensamiento donde hay más inconsciencia. Pero si nos esforzamos por pensar, sentir y actuar de una forma más elevada y positiva hasta el punto de crear una nueva personalidad, cuyo campo magnético coincida con las regiones superiores de ambos mundos, siempre tendremos muchas más posibilidades de “encontrar” una nueva realidad o de ser atraídos hacia una nueva situación. Para ello hay que observarlo todo con una nueva mente, hay que responder de diferente forma ante las circunstancias y experiencias, y hay que crear un nuevo estado mental como observador y creador de posibilidades en dichas regiones. Naturalmente que no se trata de pensar en el deseo de ser o alcanzar algo, sino de vivir como si ya lo fuéramos o como si ya lo hubiéramos alcanzado, porque sólo así podemos obtener una respuesta magnética de esas regiones espirituales.
Si seguimos actuando y expresándonos como siempre todos los resultados serán predecibles, pero si conseguimos que el mundo externo no gobierne al interno y que esa realidad rutinaria siga impidiendo que el verdadero Yo despierte y cree voluntaria y conscientemente hechos positivos originales que rompan los esquemas cerebrales, entonces surgirá lo impredecible. Cuando, en vez de expresarnos de acuerdo al patrón rutinario de toda la vida somos creativos y vivimos en sintonía con los mundos espirituales, lo que estamos haciendo es pasar de “actuar” como efecto automático a “crear” causas conscientes. Si, además, incluso antes de obtener resultados,  manifestamos gratitud, armonía y felicidad interna, lo estaremos lanzando hacia esas regiones invisibles espirituales para que, además de ayudar al mundo, el algún momento futuro obtengamos la correspondiente respuesta positiva. Si esas regiones y mundos están compuestos de materia influenciable que responde a la voluntad del Alma, está claro que si cambiamos nuestros patrones magnéticos por otros derivados de una nueva manera de sentir y de pensar de acuerdo a un futuro lleno de positivismo, esa gran parte o porcentaje espiritual responderá a esta pequeña parte física. Cuando vibramos positivamente porque intentamos expresar sentimientos y pensamientos elevados, estamos siendo creadores de patrones magnéticos espirituales que nos traerán un mejor futuro. Es decir, cuando nuestra voluntad y mente creadora expresan consciente y voluntariamente la voluntad de Dios como nueva  forma de vida, las fuerzas espirituales responden.
Estamos hablando de un estado de consciencia “nuevo” en el que no nos dejemos influenciar por el pasado (problemas, disgustos, sentimientos y deseos negativos, etc.) ni donde podamos crear pensamientos negativos, porque si hacemos esto no podremos recibir nada nuevo sino más de lo mismo que expresamos. Esto es algo así como que al recordar un hecho pasado que nos causó sufrimiento, suframos otra vez o que, basándonos en un hecho que nos causó dolor en el pasado imaginemos que nos ocurrirá lo mismo en el futuro, ocurriendo entonces que los resultados o respuesta de las fuerzas ocultas sean siempre negativos. No podemos cambiar nuestros patrones de conducta y nuestra vida cotidiana si seguimos pensando y sintiendo igual y si aún nos dejamos dominar y nos expresamos de acuerdo a los recuerdos, problemas y sufrimientos del pasado. Pero menos avanzaremos aún si seguimos viendo todo a través de los sentidos sin ponernos en la posición de observadores y de pensadores, a la vez que nos identificamos con el mundo externo, con las emociones y con los pensamientos. Con el mundo del Alma, del verdadero Ego, sólo se puede contactar por medio de un perfecto y consciente control de la mente y de las emociones en cada momento presente o ahora; o sea, que al mundo del Alma hay que llegar como “no persona común”.
Si estamos casi las 24 horas pensando en hechos sin importancia, en problemas e incluso sin que el Yo se entere de lo que piensa la mente y de lo que siente el cuerpo ¿Cómo podemos esperar alguna respuesta positiva de los mundos superiores? La negatividad solo atrae negatividad, y lo que se piensa y se expresa inconscientemente tampoco puede traernos mucha ayuda. Vivir en el ambiente del Alma es algo así como cuando nos quedamos ensimismados y perdemos la noción del tiempo y del espacio. Y en un nivel algo más bajo es como intentar ser y ver a todo lo que nos rodea como lo vería el verdadero Ego. No debemos seguir viendo a las personas que nos han hecho daño como tal sino como Almas, no debemos ver el mundo según las experiencias negativas que hayamos tenido en él; no podemos pensar en el futuro según los esquemas que tenemos guardados en el cerebro sino que debemos crearle desde esa posición de positivismo y repetirlo a diario para luego llevarlo a la práctica. Es desde esta posición desde donde nos olvidamos de nuestro cuerpo físico y estamos plenamente atentos en cada momento presente o ahora para expresar la nueva forma de sentir, de pensar y de ver la vida. 

CAPÍTULO III
  
QUIÉNES SOMOS Y DÓNDE NOS MANIFESTAMOS

            Como todo ocultista sabe y hoy incluso la física cuántica afirma, el hombre conoce el mundo físico según se representa éste en su cerebro una vez recibida la información por medio de los sentidos de nuestro cuerpo; a lo que hay que añadir que “somos conscientes” de las percepciones de los sentidos gracias a la mente. Estas líneas podrían dar respuesta a la pregunta ¿Cómo observamos el mundo físico? Pero, lo que somos es algo diferente, aunque también relacionado con el cerebro y los sentidos. Lo que somos está fundado en toda la información recibida y guardada desde que nacemos (educación, enseñanzas, hábitos, normas sociales, etc.) pero administrada e interpretada según la consciencia y el desarrollo moral, intelectual, espiritual y evolutivo de cada individuo, sin embargo, todo lo dicho hasta ahora tiene más de irreal que de real. La verdad es que, como siempre ha afirmado la filosofía oculta, lo que vemos fuera de nosotros y que llamamos mundo físico es la condensación de energías vibrando a baja frecuencia, como así lo demuestra también la física actual. Por tanto, lo que vemos dentro de nosotros es una copia eléctrica (señales eléctricas que llegan al cerebro) del mundo físico o externo, por eso, nosotros, en realidad vivimos en lo interno y recibimos la información y experimentamos en lo externo.
            Nosotros, como seres internos que somos, no podemos alcanzar el mundo externo puesto que somos los observadores y experimentadores desde lo interno, y esto es así porque, al igual que el mundo físico, nuestro cuerpo físico también es energético e irreal para el “Ser”. Aunque muchos digan que el mundo y el cuerpo físico son reales, la verdad es que nosotros (el verdadero Yo o conciencia) sólo percibimos la información que nos facilitan los sentidos, siendo éstas imágenes creadas gracias a los impulsos eléctricos que llegan al cerebro y de éste a la mente. Ahora no nos queda más remedio que hacernos la pregunta del millón ¿Existe el mundo físico? Lo cierto es que solo es real para los sentidos y son éstos los que nos han hecho creer desde que existen, que el mundo es físico. Por tanto, sí lo es para la consciencia objetiva que centra su atención en lo externo y para los sentidos, pero no lo es para el verdadero Ego o Yo puesto que lo que recibe son imágenes “no físicas” de lo que existe fuera de él y que en realidad también es energía (protones con sus correspondientes partículas) La ciencia decía no hace tanto tiempo que el átomo y, por tanto, el mundo son materia y situaba al hombre ahí con su cuerpo material, pero hoy, al descomponer el átomo y las partículas que lo componen y al descubrir el campo de Higgs afirman que el cuerpo y el mundo físico no son materia física sino energías que vibran a muy diferentes frecuencias y cargas atómicas.
            Esto acerca mucho la ciencia a la filosofía oculta y de hecho la física cuántica se está haciendo complementaria del ocultismo, pero lo que la ciencia posiblemente no sepa aún es que las partículas últimas descubiertas son una pequeña parte de las partículas originales que formaron el mundo físico. El mundo físico está formado por cuatro éteres sobre los que la ciencia aún sabe muy poco, y cuando descubra eso se dará cuenta de que los deseos, sentimientos, emociones y pensamientos que forman parte de nosotros también son partículas energéticas que están entre el cuerpo físico y el Alma. Es muy posible que la ciencia se pregunte ¿Cómo es que esas energías (materia) se agrupen y reagrupen para dar forma a los cuerpos? La respuesta de la filosofía oculta es que esos éteres, según su naturaleza, son los que forman los moldes energéticos sobre los cuales se adhieren y organizan los átomos de la Tabla Periódica para crear los diferentes tipos de “materia” que normalmente llamamos sólido, líquido y gaseoso. Pero la filosofía oculta también afirma que esos moldes energéticos o etéricos tienen su origen en el Mundo del Pensamiento y que por ese motivo, el hombre necesita la mente para ser consciente de lo que perciben los sentidos lo que, a su vez, demuestra que el verdadero ser humano, el receptor, está en un mundo o dimensión superior a la mente.
            Si nuestro cerebro, al cual llega la información de los sentidos, está compuesto de materia como el resto del cuerpo (misma composición atómica) ¿No deberíamos percibir con  todo el cuerpo por igual?, pero sabemos que no es así, luego entonces ¿Dónde se encuentra el Ser o percibidor de las imágenes que llegan al cerebro? Los impulsos eléctricos que llegan al cerebro y que se transforman en imágenes actúan así para que la mente las perciba y el observador o Yo quede informado. Estas imágenes se perciben gracias a los sentidos y al cerebro físico, pero sabemos que una imagen despierta un sentimiento, deseo o emoción y que éstas hacen que la mente responda, consciente o inconscientemente, con un pensamiento. Esto significa que las percepciones de los sentidos pasan por varios mundos o dimensiones que la filosofía oculta llama Mundo de Deseos o Emocional y Mundo del Pensamiento, y es en las regiones superiores de este último donde se encuentra el verdadero Yo receptor de lo que existe fuera de él. De ahí que una persona con algún problema serio en la mente, no pueda responder y actuar correctamente con su cuerpo en el mundo físico, ya que la conexión entre el  Yo y sus cuerpos (cerebro, cuerpo de deseos y mente) falla en algún lugar. Así es que, el que siente y tiene deseos, el que piensa, y el que afirma conscientemente “yo soy yo”, no está en el mundo ni en el cuerpo físico, ni tampoco en el Mundo de Deseos o emocional ni en su cuerpo de deseos, ni tampoco es la mente porque ésta es el foco a través del cual él percibe y responde ante los hechos y circunstancias que afectan a su cuerpo físico. El Yo es el Alma o Ego que evoluciona renacimiento tras renacimiento creando esos mismos cuerpos en cada vida, pero siendo éstos cada vez más desarrollados y más sensibles a las influencias de los mundos espirituales.
            Una vez comprendido todo lo anterior ¿Qué es y dónde queda lo que llamamos muerte? La muerte existe para nuestro actual estado de conciencia de vigilia, pero si fuéramos conscientes en esos mundos superiores no experimentaríamos la muerte porque nuestra consciencia seguiría activa aunque muriera el cuerpo físico. Si el cuerpo físico es un mero instrumento para tener experiencias y obtener el conocimiento necesario que nos haga evolucionar; si el cuerpo de deseos (de partículas de “materia” más sutiles) no somos nosotros sino que es el aliciente para actuar y responder sentimental y emocionalmente ante lo que nos ocurre y lo que nos rodea; y si la mente, de materia aún más sutil, es el medio para que el Ego perciba el mundo físico y para que responda consciente y razonablemente ante cualquier hecho o circunstancia, ¿Quiénes somos y dónde existimos? Somos consciencia como personalidad física aquí en el mundo físico pero somos conciencia como Ser. Somos el Ego o Alma inmortal que contiene los resultados de todas las anteriores vidas y que, desde las regiones superiores del Mundo de la Mente, percibimos y experimentamos en el mundo físico a través de los diferentes cuerpos. Lo que significa que cuando el cuerpo físico muere no morimos nosotros sino que seguimos expresando sentimientos, deseos, emociones y pensamientos. De ahí que la filosofía oculta afirme que la muerte no existe para el verdadero ser humano.
            Afirma la ciencia que el universo surgió de la Nada o del Caos, esto puede ser cierto desde el punto de vista de los sentidos, de la consciencia objetiva o de la ciencia física. Pero el ocultista sabe que cuando se ha evolucionado lo suficiente como para ser clarividente voluntario y para ser conscientes en el mundo o regiones superiores al mundo físico, este mundo físico con todas sus formas, tiene su origen y está compenetrado por los éteres que compenetran a los átomos (como los átomos compenetran las moléculas y éstas a las células) y que estos éteres están compenetrados por otra materia más sutil, y ésta por otra aún más sutil. Sin embargo y piensen lo que piensen los científicos, todo este Plan tiene como fin para nosotros el desarrollo del cerebro, de la auto-consciencia, de la voluntad, de la mente y de la conciencia del Alma que nos identificará en su momento con Dios como parte suya que somos. Cuando más se descompone una partícula física más subpartículas se descubren hasta que llega el momento en que nos damos cuenta de que todo es energía pero que ésta actúa según un plan inteligente y ordenado, y que actúa, reacciona y se expresa con cierta inteligencia, sentimiento o deseo.
            La materia física o condensada no es más que átomos vibrando a baja frecuencia pero cuando se profundiza en ella y se separan los átomos, siguen estando unidos por otra clase de energía aún desconocida por la ciencia (los éteres) y a la que algunos llaman “vacío”, y por la mente que creó los mundos que componen nuestro universo de cuya materia y energía formamos nuestros cuerpos. Si, como dicen los físicos, el universo se creó de una sola partícula (origen del Big Bang) significa que nosotros, como cuerpo físico y como Almas, éramos y somos parte de esa partícula, por tanto, todos nosotros, como Espíritus e hijos del Creador, tenemos el mismo origen. La diferencia entre nosotros está en el grado evolutivo que cada uno haya alcanzado a través del renacimiento; (según el esfuerzo, adaptación, sacrificio, etc. que cada uno haya hecho) del grado de conciencia que haya obtenido; y también respecto al desarrollo de los sentimientos, de la mente y de la voluntad en relación con otras formas de vida evolucionantes como, por ejemplo, los reinos que nos siguen.
            Como ya hemos dicho y con lo expuesto hasta ahora, podemos llegar a la conclusión de que lo que percibimos a través de la mente y gracias al cerebro y a los sentidos, es una ilusión para el Ego y que no es el mundo real al cual pertenece o pertenecemos como conciencia. Sin embargo, es cierto que gracias a la acción y a las experiencias del hombre en este mundo de percepciones (aunque lo perciba desde el Mundo del Pensamiento) este Ego o Yo superior está evolucionando y desarrollando los poderes latentes del Espíritu, que son los mismos poderes del Mismo Ser que le creó y que creó todo el universo con nosotros incluidos. De ahí que en la biblia esté escrito que “En Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser” y que “Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios.” La verdadera Realidad, no ilusoria, se irá percibiendo poco a poco según se vayan desarrollando los poderes del Espíritu, de forma similar a como hemos desarrollado hasta ahora la auto-consciencia, la mente y la voluntad que tanto nos diferencia de los animales.
            Si el origen de todo lo existente es la “Nada” o “Vacío” y nosotros (físicamente hablando) al igual que el universo, somos una condensación de materia que procede de otro vacío individual, está claro que debemos ir desapegándonos de lo terrenal y del concepto de que somos un cuerpo físico para poder identificarnos con ese “Vacío” que, en el más elevado sentido, es la “Realidad” o “Todo”. Lo mismo que para nosotros “adquirir conocimiento” es identificarnos con lo conocido, así mismo debemos conocer la Realidad para identificarnos con ella puesto que la “realidad” procede y es ese “vacío” al cual nosotros también pertenecemos. Como esa identificación  no la podemos hacer en el mundo ilusorio de los sentidos, debemos buscarla en nuestro interior, en el verdadero Ser, en el Espíritu creado por Dios, la única Realidad. Según vayamos identificándonos con la Realidad iremos despertando su naturaleza latente en nosotros y sentiremos cada vez más que somos parte de Él.
            Como ya hemos explicado, la diferencia entre lo más y lo menos sólido radica solamente en que las partículas energéticas que componen cada cuerpo o forma física vibran a diferente frecuencia, Así, si pudiéramos percibir con nuestros ojos dichas energías, veríamos que las formas están llenas (sin vacíos entre los átomos) de partículas energéticas en movimiento. Son los pensamientos, los sentimientos y las emociones mezcladas con las percepciones de los sentidos los que dan forma a lo que nosotros llamamos mundo físico o mundo real. Científicamente está demostrado que nuestros sentimientos, emociones y pensamientos alteran la naturaleza de la materia actuando sobre dichas partículas energéticas; por otro lado, sabemos que el hombre es creador por medio de su mente, de su intuición y de su imaginación. Prueba de ello es todo lo que hemos creado sobre la faz de la Tierra a lo largo de millones de años. Esto lo ha demostrado también la ciencia con algunas pruebas de laboratorio efectuadas, como por ejemplo: El japonés Masaru Emoto alteró la naturaleza del agua por medio de pensamientos, palabras y oraciones; y algo parecido también se ha efectuado sobre el ADN por medio de la visualización, la imaginación, los pensamientos, los sentimientos y los deseos.
            Por consiguiente, todos estamos hechos de energía y esta energía vibra a mayor o menor frecuencia dependiendo de los sentimientos y pensamientos que expresemos en todo momento. Lo que significa que nos manifestamos según vibremos en positivo o en negativo, en lo moral  o en lo inmoral, en lo espiritual o en lo egoísta y material, etc. Queda claro, por tanto, que el mundo de las percepciones en que vivimos, que creamos y que llamamos real, es el efecto de las vibraciones que llevamos con nosotros. Así, cuando tenemos ideales elevados (de espiritualidad, amor, simpatía, tolerancia, etc.) y los llevamos a la práctica con nuestros diferentes cuerpos, no solo vibraremos en sintonía con los mundos espirituales y de acuerdo a las Leyes Divinas, sino que también percibiremos el mundo y a los demás desde esa perspectiva.
            Como hemos podido ver a lo largo de este capítulo, aunque tengamos un cuerpo físico, nuestro origen no es este mundo, en realidad casi no existimos aquí porque, aunque los sentidos y la mente perciban algo cuyas formas llamamos físicas, el verdadero Ser, el Ego, lo percibe desde su propio mundo mental abstracto, el cual está incluso por encima de las regiones relacionadas con nuestra mente razonadora; prueba de ello es que nosotros (representados aquí como voluntad) tenemos poder y dominio sobre la mente. Profundizando un poco más sobre este asunto diremos que a nivel subatómico y etérico no existen las características física que percibimos con nuestros sentidos (color textura, olor, sonido…) esas características se perciben gracias a los sentidos del cuerpo físico, al cerebro y a la mente, pero cuando estamos fuera del cuerpo no somos conscientes del mundo físico ni de lo que contiene, que es como decir que estamos en otro mundo de partículas que nuestros sentidos no perciben. Quien percibe y observa es el yo personal consciente en este mundo físico puesto que no ha evolucionado lo suficiente como para percibir en los otros mundos, (como por ejemplo, donde vamos cada noche mientras dormimos) pero sabemos que la conciencia no es ese yo, sino que es algo superior que se manifiesta como un maestro espiritual, como intuición y a veces en forma de premoniciones o profecías.
            Este Ego o Yo manifestado a través de sus cuerpos, pero utilizando principalmente a la mente para enfocarse en el mundo físico, es el que debe utilizar el cerebro y los sentidos para obtener el mayor provecho de su vida en la Tierra; ese Yo está unido al Espíritu que es parte de Dios, del cual fue diferenciado. Nuestro verdadero mundo y nosotros como Espíritus somos celestiales porque, tanto el origen de las partículas que crean los mundos como nuestro propio Ser, tienen su origen en el propio Mundo de Dios, el creador del universo, del cual no se puede dar forma ni imagen.
  
CAPÍTULO IV 

LO QUE SOMOS Y LO QUE CREEMOS SER

            Desde el punto de vista de cualquier persona normal, cuando decimos “”YO” nos estamos refiriendo al cuerpo físico, incluso los estudiantes de ocultismo con todo el conocimiento que tenemos también pensamos en la imagen de la personalidad que vemos, el cuerpo físico. Por un lado es lógico, el verdadero “YO” lleva renaciendo en cuerpos  desde hace millones de años y tiene tan centrada la conciencia en el mundo físico que la personalidad no se acostumbra a pensar y a actuar como el verdadero Ser que es. Pero si a nosotros nos ocurre eso, también es cierto que sabemos que no somos el cuerpo sino que somos el resultado de una involución del Espíritu en la materia y de un desarrollo de diferentes cuerpos siendo el físico el más desarrollado y del cual nos servimos para experimentar y para evolucionar aquí en la Tierra hasta que podamos volver de nuevo a nuestro hogar espiritual. Sin embargo y generalmente, la ciencia no sabe ni admite nada de esto con tal de no reconocer que hay otros mundos de materia más sutil donde habitan otros seres con cuerpos etéricos o que nuestro verdadero YO no pertenece a este mundo ni es el cuerpo físico.
            Si analizamos nuestro cuerpo podemos comprobar que somos energía (el átomo y los elementos que lo componen) pero para la gran mayoría de la ciencia somos poco más que oxígeno, carbono e hidrógeno. La verdad es que nuestro cuerpo está compuesto de átomos que son iguales que los de otras formas físicas, es decir, nuestro cuerpo está compuesto de la misma materia que otros cuerpos; de las moléculas surgen millones de células que forma un cuerpo que, aunque en el 99,99% es igual a los demás, esa pequeñísima diferencia nos hace diferentes en lo interno. Esta diferencia radica en el ADN, en las células que forman el cuerpo, o sea, el óvulo y el espermatozoide. Hasta aquí estamos más o menos de acuerdo los ocultistas y los científicos pero, analicemos más detenidamente lo que somos y lo que no somos.

LOS OJOS. Cuando decimos que “vemos” con los ojos no es así, los ojos son unos recolectores de luz, a la cual retienen para producir unos impulsos eléctricos que llegan al cerebro donde éste “interpreta” o “ve” como imagen las vibraciones que están captando los ojos. Es decir, la luz choca con la cornea, de ahí pasa a la pupila, luego al cristalino de proteínas y después pasa a la parte posterior o retina donde los fotoreceptores de luz la convierten en impulsos eléctricos y los envía al cerebro. Hasta ahí todo bien pero ¿quién interpreta esos impulsos y lo que “ve”? ¿Dónde está ese yo de la ciencia? en el cerebro no puede estar puesto que su composición física es la misma que otras formas o partes físicas que no “ven”. Si el yo no está en el cerebro físico ¿No debería estar en algo invisible similar a esa energía que interpreta el cerebro? Es aquí donde la filosofía oculta afirma que tenemos un cerebro etérico, parte de un cuerpo etérico, que mantiene vivo el cuerpo físico y que, por tanto, hace que el Yo recoja la información que el cerebro recibe por medio de los sentidos.
            Este cuerpo etérico tiene su origen en la concepción y está relacionado con ese ADN. Los Ángeles del Destino que administran nuestro karma y nuestro destino, son los que antes de la fecundación preparan el molde de lo que va a ser dicho cuerpo etérico y, cuando está todo planificado y el verdadero Yo o Ego está listo para renacer, ellos depositan en las células masculina y femenina lo que los científicos llaman ADN. A partir del genoma de esas células se formará el cuerpo físico sobre el invisible y energético cuerpo etérico pero, si bien esto está relacionado con la imagen física tal y como la ciencia está investigando y trabajando a través de la áreas del cerebro, ¿dónde están, (si estuvieran en el cerebro), las emociones, los sentimientos, la intuición, la inspiración, la voluntad, etc.? Los ojos son las ventanas del Alma, son ventanas por donde pasa la luz, pero el verdadero Yo no es esas ventanas sino el observador y el pensador. El cerebro lo único que hace es procesar y comparar con lo procesado un segundo antes para así formar la imagen o película de lo que captan los ojos.

EL CEREBRO. El cerebro es el procesador y centro de operaciones, repito, el centro no el controlador, por tanto, cuantas más conexiones haya más control habrá sobre el cuerpo físico. El cerebro está recibiendo información constantemente por medio del sistema nervioso, y las neuronas transmiten impulsos a una velocidad de 300 km por hora. Esto nos permite pensar, sentir y recordar, por eso cualquier problema que afecte al cerebro pone en peligro a la personalidad, sin embargo, eso no es lo peor, puesto que si el cerebro queda dañado significa que ni el Ego puede recibir información ni tampoco puede expresarse a través de él.
El cerebro se divide en áreas que gobiernan diferentes partes y funciones del cuerpo, es algo así como un mapa pero que con el paso de los años se degrada. La ciencia ha llegado a estudiar hasta tal punto el cerebro que han detectado más o menos actividad en las áreas según los pensamientos que se emitan de acuerdo a lo que se vea, se sienta o se oiga. Y aquí ocurre un hecho interesante que demuestra cómo el poder de la mente, o mejor dicho, de la voluntad del Ego, puede transformar la actividad de esas áreas. Se ha demostrado que cuando una persona piensa voluntaria y conscientemente (concentración mental voluntaria y meditación) pone en actividad el área que corresponda a lo que piensa en detrimento de la contraria, es decir, una persona que siente odio puede atrofiar la parte del cerebro que representa el odio concentrándose y meditando sobre el amor. Así es que la actividad cerebral responde y transforma el cerebro de acuerdo a esa influencia que llamamos voluntad del Ego. Pero esto no se puede interpretar como “voluntad” de la mente o de la personalidad (como afirman muchos) porque la personalidad y la mente están en mil cosas a la vez, por no decir que muchas veces no somos conscientes de lo que nuestra mente piensa.
Si la ciencia ha comprobado que la meditación, la concentración y toda actividad voluntaria, consciente y persistente puede cambiar y transformar la actividad del cerebro en sus diferentes áreas, está de acuerdo con la filosofía oculta cuando dice que somos un cuerpo físico; un cuerpo vital que da la vida al físico; un cuerpo de deseos (donde nacen los deseos, las emociones y los sentimientos) que es el aliciente para la acción; y un cuerpo mental que es con el que razonamos normalmente pero que no controlamos la mayor parte del día. Si bien la ciencia dice que es esa mente la que puede transformar el cerebro, la filosofía oculta dice que el verdadero Yo está por encima de la mente y está representado por la voluntad y la conciencia, como así podemos comprobar cuando utilizamos la mente voluntaria y conscientemente para concentrarla en algo que nos interesa. Así es que la voluntad no está en el cerebro.
Por tanto, la ciencia viene a demostrar que el Yo es quien, a través del cerebro, gobierna el cuerpo físico y es consciente de lo que le rodea, pero no dice nada sobre dónde está y qué es exactamente el verdadero ser humano. Sin embargo, aun basándonos en lo admitido por la ciencia, está claro que por medio de la voluntad nos podemos hacer mejores personas, desarrollando en el cerebro nuevas áreas relacionadas con el amor, la fraternidad, el altruismo, la compasión, etc. La persistencia y la repetición relacionadas con el cerebro etérico serán las encargadas de sentar las bases en el cerebro físico y, a partir de ahí, iremos eliminando la actividad de otras áreas de naturaleza negativa que impiden nuestro crecimiento espiritual y nuestro progreso en la vida física.
Esta nueva actividad que se convertirá en buenos hábitos tendrá su repercusión en los cuerpos emocional y mental. Además y por otro lado, el pensamiento positivo mejora la salud física y mental y cierra nuestra aura a todo lo negativo que pretenda entrar. Cambiar la forma de pensar no es solo cambiar la actividad neuronal del cerebro sino que, como dice la filosofía oculta, cambia la personalidad, (carácter, hábitos, ideales, etc.) cambia el destino presente, y cambia el destino y el karma de la próxima vida. La voluntad (el Yo) a través del manejo voluntario de la mente para pensar en lo positivo, repercute en el cuerpo de deseos haciendo exactamente lo mismo que en el cerebro, es decir, atrofiar los deseos y sentimientos negativos para aumentar y desarrollar los positivos; donde hay un pensamiento positivo no puede haber uno negativo. Como vemos, es el Ego quien, a través de su voluntad, puede y debe gobernar la mente y sus pensamientos para sujetar y controlar sus deseos y sentimientos negativos, con tal de que el cuerpo etérico forme nuevos hábitos.
La formación de un nuevo cuerpo comienza con la unión de las células, pero repito, la formación del cuerpo físico NO la del verdadero Ser o Alma que está junto a la madre pero fuera de su cuerpo durante los primeros meses de gestación. Cada célula tiene un genoma, un proyecto futuro, y ambas células deben juntarse para fusionar los cromosomas que serán la base de datos para el color, forma y demás caracteres del cuerpo. A partir de las tres semanas comienza a formarse lo que será el sistema nervioso, el cerebro y la médula espinal; a las ocho semanas están presentes todos los órganos; a las nueve semanas ya es un feto según la ciencia; a las doce ya respira líquido amniótico; y a las veinticuatro puede oír. Entre las doce y las diez y seis semanas penetra el Ego para hacerse cargo de su cuerpo, el cual está construyéndose de acuerdo al futuro destino kármico que ese Ego tiene pendiente según las obras que hizo en su anterior o anteriores vidas.

LA RESPIRACIÓN. El aire pasa por la garganta, por la tráquea, de ahí va a los pulmones y a los alveolos, luego sale de los pulmones para ir al torrente sanguíneo y así terminar en las células de todo el cuerpo. El sistema nervioso (conectado al cerebro como  la vista y el oído) es el que hace que el aire que pasa por la nariz y que nos produce placer o disgusto, nos haga sonreír, relajarnos, etc. o todo lo contrario. Esto es gracias a los millones de células que inhalan los olores y que gracias a los miles de receptores comunican los resultados al cerebro.
Cada respiración proporciona el aire que necesitan las células y hace que el corazón bombee sangre. Un latido manda sangre de los pulmones al corazón y de ahí se suministra oxígeno y glóbulos rojos a todo el cuerpo. Cuando no llega sangre al cerebro, el hombre pierde la consciencia, se desmaya; y es que la sangre es imprescindible para el funcionamiento del cerebro. El Yo obtiene el control del cuerpo gracias a la sangre, donde no hay circulación sanguínea no tiene control, de ahí que cuando cortamos la circulación sanguínea de un brazo se nos duerma, o mejor dicho, perdamos la consciencia de él excepto porque lo vemos. Así es que gracias a la respiración extraemos el beneficio de nuestras vidas y gracias a la sangre, junto  al cerebro y al sistema nervioso, tenemos control sobre nuestros cuerpos.
Por consiguiente ¿Somos el cuerpo físico? No, porque su composición es igual que otras formas físicas y sabemos que la materia ni siente ni piensa. ¿Somos un cuerpo físico que tiene vida? NO, porque entonces seríamos simplemente como las plantas que, como sabemos, no sienten ni piensan. ¿Somos un cuerpo físico que tiene vida, deseos y emociones? NO, porque entonces seríamos como los animales que, como sabemos, tienen todo eso  pero no piensan. ¿Somos un cuerpo físico, que vive, que tiene emociones, sentimientos, deseos y que, además, piensa? NO, porque aunque eso es lo que muchos afirman, la voluntad está por encima de todo eso y puede manejarlo y gobernarlo. Luego entonces, somos un Espíritu que se expresa como “voluntad” y como “conciencia” en la persona, pero con la excepción de que la voluntad es un aspecto del verdadero ser Humano, del Ego que, como conciencia, nos habla, nos aconseja y nos corrige cuando hacemos mal. Así se desarrolla la voluntad y se controlan los cuerpos, o lo que es lo mismo, así nos manifestamos como lo que verdaderamente somos, un Espíritu que a través de sus cuerpos desea desarrollar sus poderes y alcanzar la perfección.
  
CAPÍTULO V 

LOS INSTRUMENTOS DEL ESPÍRITU Y SU DESARROLLO

            Es evidente que según evoluciona la humanidad va descubriendo el mundo en el que vive a la vez que se descubre a sí mismo. Los físicos pasan de considerar al átomo como el origen de la materia a decir que toda la materia es energía, y los psicólogos pasan de decir que la mente es un producto del cerebro a decir que ésta es inmaterial e independiente. Pero las teorías relacionadas con la filosofía esotérica, el budismo o la metafísica van más allá y dicen que la materia o energía son en realidad “pensamiento divino manifestado” y que nuestra mente es un mero instrumento del Ego para poder expresarse y evolucionar en este mundo por medio de sus diferentes cuerpos y experiencias. Por consiguiente, si queremos delinear lo que verdaderamente somos y dejar claro lo que es el Ego y cómo puede desarrollar sus poderes, debemos analizarnos profundamente y en todos los aspectos, pues el Ego es el centro de acción consciente que puede cambiar nuestra vida, destino, carácter e incluso fisonomía.
            Todavía hay muchas personas que piensan que somos el cuerpo físico, otros dicen que somos eso mismo más los deseos, sentimientos y pensamientos, y otros van más allá y afirman que somos todo eso pero que por encima está la consciencia del Yo, es decir, la consciencia de que somos un individuo con voluntad propia. Así es que, de una forma generalizada, la mayoría de las personas se consideran los creadores de sus pensamientos, los  percibidores de sus sentimientos, y los autores de sus actos, pero pocos pueden explicar lo que es el verdadero Ego o Alma. Somos consciencia y nos sentimos consciencia en cada momento en que, como “Yoes” pensamos, sentimos, deseamos, hablamos, actuamos y ponemos voluntad. Esto es lo que somos para la mayoría de las personas, una consciencia que se reconoce a sí misma como un “Yo soy” o “mi mismo” gracias a todos los aspectos o vehículos de manifestación del Espíritu. Sin embargo, son pocos los que actúan desde esa posición en cada momento, ya que están tan identificados con sus cuerpos que creen que son ellos mismos. El verdadero Yo es el conocedor, pensador y observador del “mi mismo” como personalidad formada por los cuerpos físico, emocional y mental, es decir, es el ser consciente de sí mismo y de que él no es todo lo demás, y de que todo lo demás son instrumentos a su disposición para evolucionar y manifestar sus poderes como Espíritu.
            Los sentimientos, deseos, placeres, penas y hechos manifestados a través de la mente, del instinto o del subconsciente forman el “mi” o yo personal, mientras que los que se identifican conscientemente (actúan como consciencia) como Egos, son pensadores voluntarios y observadores conscientes de esa personalidad. La personalidad cambia según las experiencias pero generalmente lo hace involuntaria e inconscientemente. Sin embargo, la persona que gracias a su desarrollo está identificada con el Yo, cambia voluntaria y conscientemente sus aspectos personales (gustos, aficiones, formas de pensar, etc.) La personalidad se expresa pensando que es ella misma (desear, disfrutar del placer, ser egoísta, crear malos pensamientos, etc.) mientras que el Yo, como observador de la personalidad, diferencia si el hecho es interno o externo y la respuesta que voluntaria y conscientemente puede dar. El Ego intenta cambiar a la personalidad para que no actúe por instinto, como subconsciente o de forma automática en forma de deseo, sentimiento y pensamiento. Él observa en silencio y intenta imponer su buena voluntad para que los deseos, sentimientos y forma de pensar estén de acuerdo con su naturaleza espiritual, pero para que esto suceda, la personalidad debe silenciar la mente y utilizar a ésta para discernir entre lo correcto e incorrecto y lo verdadero y lo falso. Un sentimiento o deseo suele venir de dentro pero no es lo mismo actuar o responder a un hecho como si fuéramos ese sentimiento, deseo o incluso pensamiento, que responder consciente y voluntariamente como observador consciente quitando así la respuesta personal.
            Una cosa es la actividad mental personal (pensamientos automáticos e inclinados al egoísmo y al materialismo) y otra actuar como conocedor del mecanismo de la mente y controlador de la misma; no es lo mismo actuar como sentimiento o como mente que como la consciencia que los observa, estudia y manifiesta. Yendo un poco más allá, reconocemos que tenemos el poder de cambiar nuestros deseos, sentimientos y pensamientos pero ¿quién o qué es eso que es auto-consciente de que tiene ese poder en sí mismo? Ese es el estado más puro o elevado de conciencia en que nos encontramos pero, en el cual y por lo general, no expresamos. La personalidad son muchos pequeños estados de consciencia de los cuales el Ego, como pensador y conocedor, es consciente. La personalidad, como cuerpos, cambia día tras día pero el Ego no; la personalidad puede ser examinada por el Ego pero el Ego no se puede examinar a sí mismo; por tanto, la personalidad es no-ser y el Ego es Ser. En consciencia, nadie puede decir “yo no soy” porque la consciencia es el Yo. No podemos ni siquiera imaginarnos fuera del Yo o como que desaparecemos como Yoes; nos podemos imaginar a otros Yoes como hermanos pero no podemos pensar que nuestro Yo sea otro porque la consciencia del Yo está por encima de la personalidad. La consciencia del Yo está en cada momento presente, en cada ahora, pero la personalidad con sus cuerpos puede viajar por el pasado o el futuro.
            Teniendo claro ya que además de pensar, sentir, desear, etc., como yoes, tenemos el poder de la voluntad para impedir que sean todos esos aspectos quienes nos dominen, quiero insistir en que cada individuo debe liberarse de sus pensamientos, sentimientos, deseos y acciones que instintiva, inconsciente o automáticamente actúan mayormente en contra de la buena voluntad del Ego. La mayor parte del día estamos dominados por tendencias hereditarias, costumbres, sugestiones de los demás, auto-sugestiones, deseos, imaginación, etc. y no queremos verlo porque preferimos ignorar que podemos ignorarlo, cambiarlo o eliminarlo de nuestra vida sólo con un poco de voluntad. El común de las personas piensa y actúa como si fuera todo eso, a la vez que se queja porque quisiera ser mejor, pero no comprende que puede transformar y controlar a la personalidad para no ser un mero juguete de ella y de las circunstancias externas que le rodean. Actuamos como autómatas, nos dejamos dominar por las corrientes emocionales y los deseos, somos esclavos de nuestros propios estados de ánimo y no nos reconocemos ni nos auto-observamos en cada ahora para experimentar desde la posición que nos corresponde. El auto-reconocimiento como un Alma o Ego nos presenta un nuevo mundo de posibilidades respecto a pensar, desear, sentir, hablar y actuar porque desde ese nuevo punto de partida todo eso se hace voluntaria y conscientemente.
            Es normal y para muchos inevitable actuar o sentir de acuerdo a los pensamientos que alcanzan y dominan a la mente, procedan de quien procedan. Un pensamiento externo negativo, al cual escuchamos y le damos unas cuantas vueltas en la cabeza, nos puede causar preocupación, ansiedad o incluso no dejarnos dormir. Pero el hecho de ser ignorantes del tema que estamos tratando puede hacer que le demos más vueltas buscando una salida y que resulte ser peor todavía. Cuando algo nos molesta en la ropa que llevamos puesta averiguamos lo que es para quitarlo y eliminar la molestia. Pues así mismo podemos hacer con lo que llega a nuestro cerebro procedente de los sentidos, y lo mismo respecto a la manera de actuar y de responder de la mente. Sí, ya sé que muchos opinarán que es muy difícil de conseguir esto, pero yo aseguro que la auto-observación y el hecho de recordarse a sí mismo como un Yo superior en cada momento posibilitan el poder de decidir qué pensar, sentir, hablar o hacer. Podríamos considerar este hecho como el verdadero sentido de la vida porque este poder de decidir a voluntad hace que seamos dueños de nuestro karma y creadores conscientes de nuestro destino. Eliminar cada día los pensamientos negativos dominantes o controlar la mente a voluntad durante una hora diaria es un buen comienzo y un gran paso que repercutirá como más poder sobre la mente y como paz en vez de preocupaciones y ansiedades. Debemos considerar a la personalidad como una entidad en nosotros que quiere imponer su forma de vida y de pensamiento puesto que (excepto el poco tiempo que utilizamos para discernir o concentrar la mente en algo serio) la mayor parte de cada día nos lleva de un lado para otro entre deseos, hábitos, impactos, temores, vicios, etc.
            Es un hecho que la filosofía oculta occidental, así como la de hace varios milenios oriental, hablan de planos mentales por encima y por debajo del consciente, pero tuvo que ser Leibnitz en occidente quien de verdad diera públicamente importancia a este hecho. Así es, además de la consciencia personal existen unos niveles de los que somos inconscientes y otros llamados subconscientes de los cuales solo somos conscientes gracias a sus efectos. Podríamos decir que la consciencia actúa como tal solo en un 10 o un 15 % del día, preguntémonos ¿Cuántas veces al día somos conscientes de lo que pensamos? La mente se ha estado modificando toda la vida y lo sigue haciendo basándose en todo lo percibido y experimentado desde la infancia, en lo guardado en la memoria, en los hábitos, en el subconsciente, en el instinto y, en definitiva, en la personalidad de esta vida.
El 90 % de la actividad mental es subconsciente, y como ejemplo de la existencia de este subconsciente diremos que a veces queremos recordar o resolver algún problema conscientemente y no podemos hasta que, después de dejar de intentarlo, el subconsciente nos da la respuesta. Tenemos diferentes vehículos o instrumentos de manifestación y desarrollo como Egos que somos, y todos ellos deberían estar bajo el dominio de la mente como ésta debería estar bajo el dominio de la voluntad del Ego. Sin embargo, la mente y todo lo relacionado con ella (subconsciente, imaginación, intuición, supraconciencia…) solo forman la punta del iceberg de lo que verdaderamente es el Espíritu. Por tanto y viendo que el ser humano está compuesto de muchas partes, es importante que hagamos las correspondientes distinciones entre las mismas hasta llegar a comprender que el verdadero Ser o Ego está por encima de todas ellas y que tenemos el deber de trabajar a favor de dicho Ego para que nuestra consciencia se identifique con la de su propio plano mental.
            Hemos mencionado dos aspectos mentales internos relacionados con la mente, estos son el subconsciente y lo que algunos llaman el superconsciente, uno está por debajo de la consciencia y el otro por encima. La mente subconsciente  es donde están guardadas las impresiones del pasado de cada individuo hablando incluso a nivel de raza, son impresiones del pasado reproducidas en forma de instinto, prejuicios, simpatía o antipatía, tendencias, etc. Este aspecto mental es independiente del carácter natural de cada vida e individuo, por tanto, la personalidad tiene su asiento en el subconsciente y en el carácter que se forma en cada vida, ya que éste también pasa a ser parte del subconsciente. Es conveniente saber que cuanta mayor atención se pone en lo que nos interesa más profunda será la impresión en el subconsciente, del cual es parte la memoria. La persona que toca la acordeón, el mecanógrafo o la cajera del supermercado van grabando en el subconsciente el progreso que lentamente van haciendo hasta que aprenden a pulsar las correspondientes teclas de manera automática, pero ese automatismo procede de esa mente subconsciente como también ocurre con los hábitos y con los conocimientos que guardamos como nuestros o como verdad.
            Si bien podríamos llamar “almacén de las inspiraciones del pasado” al subconsciente, también podríamos llamar “almacén latente del futuro desarrollo de la humanidad” al superconsciente; es decir, el superconsciente es donde está latente el superhombre y de donde procede la intuición, la inspiración o el genio. Esto quiere decir que lo mismo que el estado actual de la mente estuvo latente alguna vez en el pasado (cuando no éramos auto-conscientes como individuos) así mismo ocurre con la mente superconsciente que algún día será el estado normal de la mente en toda la humanidad. Este futuro estado evolutivo está latente en cada individuo, ya que todos estamos en el “Plan de Dios” por medio del cual tenemos que llegar a ser perfectos como Él. De hecho, algunos ya demuestran ciertos poderes de esta supermente gracias a que se han esforzado más y se han adaptado mejor a dicho Plan Divino. Nuestra mente es una pequeñísima porción del mundo mental y nuestro cuerpo mental está engendrado para que en determinada etapa evolutiva de la humanidad desarrolle todos sus poderes. Así es que, lo mismo que un árbol frutal está latente en una semilla, así mismo, el superhombre está latente en el hombre. Esto será fruto del futuro desarrollo como lo es el hecho de que desde que nace un niño hasta su pubertad pasa por los diferentes grados mentales por los que ha pasado la humanidad.
            El hombre evoluciona vida tras vida gracias a sus experiencias, a su karma y a su esfuerzo, entre otros, y esto ocurre en base a las circunstancias e impactos externos, a las sensaciones y experiencias internas y a esa “presión interna” a la que todos estamos sometidos gracias a la cual la humanidad  no deja de inventar, crear, procrear, etc. Por tanto, el desarrollo mental se debe también a todo esto puesto que la mente se siente atraída hacia todo ello. Los sentidos son el resultado de millones de años de evolución, comenzando por el del tacto y terminando por la vista, y lo mismo que todos se han desarrollado progresivamente, también la consciencia desarrollará progresivamente otros sentidos relacionados con ella misma y más directamente con el Ego (telepatía, clarividencia, clariaudiencia…) Esto, a su vez, desarrollará la intuición, la inspiración y el genio que, al mismo tiempo, formará a un superhombre bondadoso, altruista, fraternal, etc. Por consiguiente, estamos en camino de una nueva conciencia y preparando el terreno que nos llevará a despertar los nuevos sentidos latentes. Dios no solo creó el mundo visible, sino que creó todo lo visible e invisible, y si nosotros, sus hijos, tenemos que hacernos semejantes a Él, tendremos que conseguirlo a través de las experiencias y el desarrollo de la conciencia en todos los planos, sea el físico o sean los etéricos.
            Cuando hace millones de años se comenzó a desarrollar el germen de la mente fue gracias a las experiencias captadas por los sentidos que entonces teníamos, y al igual que el cuerpo físico vive gracias a los nutrientes necesarios también la auto-consciencia se adquirió gracias al conocimiento que nos daba la mente, por eso mismo se podría afirmar que un hombre sin sentidos no tiene consciencia. Conocemos gracias a los sentidos y cuanto más fiel y profunda sea la percepción de lo que nos llega por esa vía más posibilidades tendremos de imaginar, discernir o intuir con la mente para desarrollar la mente superconsciente e incluso la espiritualidad. Podríamos ir un poco más allá y decir que casi todo lo que somos es gracias a la luz y al movimiento, puesto que es la luz la que refleja el mundo externo en la retina para que pasen al cerebro y son las vibraciones las que hacen lo mismo en otros sentidos. Estos conocimientos, sensaciones o impresiones son los causantes de los sentimientos y éstos de los pensamientos gracias a la intervención del Ego, así es que, sin cerebro y sin sistema nervioso no evolucionaríamos porque el Ego no podría transformar las experiencias en consciencia. Es este y no otro el medio de comunicación y manifestación del Ego en el mundo físico, todo un sistema de comunicaciones que a través de la mente llegan al cerebro para que el hombre pueda evolucionar. La naturaleza y las jerarquías divinas facilitaron en el principio de nuestra evolución todos los medios necesarios para que, en un momento dado, se desarrollarán dichos medio de comunicación y esa mente sin la cual no hubiéramos llegado donde estamos. Pero fue en ese momento dado cuando el Ego se hizo cargo de su propio desarrollo y  de su karma para hacer frente a su destino. Es el Ego quien percibe lo que llega por los sentidos y en nosotros está hacer que lo que llegue sea lo mejor y hacer el mejor uso de la mente para acelerar el proceso de perfección.
            Como podemos ver, las herramientas del cuerpo físico que el Ego tiene para desarrollar sus poderes en este mundo son:
1º.- La percepción por parte de los sentidos.
2º.- La transmisión por parte del sistema nervioso.
3º.- El registro por parte del cerebro.
Pero también hay que decir que ni todo llega con la misma claridad ni todo llega al Ego si no hay interés y voluntad en la percepción de los hechos. Todos sabemos que una persona puede estar tan concentrada en lo que está haciendo que no se entere de otras cosas importantes a su alrededor, o que, a veces estamos mirando algo pero pensando tan profundamente en otra cosa que es como si no miráramos. Por esa razón es conveniente poner atención en lo que hagamos o que nos atraiga porque esto desarrolla la voluntad y la voluntad es la base del progreso. Cuanta más atención haya más claras las percepciones y cuanto más claras sean éstas, más impresiones se grabarán y con más profundidad lo harán. Una fuerte voluntad demuestra que hay una fuerte individualidad que educa y gobierna la mente, mientras que lo contrario puede llevar a la idiotez. Todos los días hablamos con personas pero la mayoría de las veces no nos fijamos ni siquiera en la ropa que llevan puesta. Si, como sabemos, el subconsciente se abastece de impresiones gracias al interés y a la atención, deberíamos prestar atención a todo lo que hacemos, sobre todo para poder interesarnos en los hechos, ideas y sentimientos que sirvan de desarrollo espiritual, moral e intelectual. A una mente poco educada le será difícil concentrarse y practicará poco la atención voluntaria, más bien al contrario, se sentirá interesada por cosas sin importancia, será distraída y estará influenciada por pensamientos ajenos a la voluntad. Por tanto, para desarrollar la atención se deberían llevar a cabo algunas  prácticas como por ejemplo:
1ª.- El hecho de observar los pequeños detalles nos lleva a desarrollar el interés y este interés hará que haya atención ocurriendo entonces que hay más interés.
2ª.- Procurar que la atención no se debilite y para ello es conveniente buscar o crear nuevos puntos de interés o cualidades, estos cambios y nuevos detalles hacen más cómoda la atención y evitan que se canse.
            Como vemos, la voluntad es de gran utilidad para el trabajo a realizar respecto a las impresiones externas, pero no lo es menos respecto a lo interno (emociones, hábitos, deseos y ciertos aspectos mentales) El dominio de unas cosas u otras dependerá mucho del gobierno y la educación mental que cada individuo tiene, ya que la mente suele andar por lo fácil y conocido; es decir por el camino de menor resistencia. Precisamente este andar siempre en las mismas cosas es lo que crea el hábito, el cual, por lo general, suele ser más malo que bueno, lo que no quita que lo positivo del hábito sea que podemos hacer que todos ellos sean buenos. Cuando un hábito se ha hecho fuerte y se afianza firmemente en el subconsciente es un nuevo aspecto del carácter, y si éste es negativo se necesitará una gran voluntad para erradicarlo, es más, generalmente, con la voluntad solamente no es suficiente. Fue San Pablo quien dijo que aun teniendo voluntad no podía hacer el bien que quería y que el mal que no quería sí lo hacía. El hábito tiene una relación directa con el subconsciente y por eso tan importante o más es conocer la naturaleza del mal hábito como la manera de eliminarlo del carácter. De aquí que, además de voluntad, sea necesario combatir los malos hábitos con otros de naturaleza opuesta, o sea, dirigir la mente por nuevos senderos para que deje de recorrer los de menor resistencia. Por tanto, deberíamos utilizar la imaginación para programar y visualizar cada mañana un nuevo carácter y una nueva imagen (contraria al mal hábito) en nosotros tan firme y claramente que el subconsciente nos lo recuerde a lo largo del día. A continuación sería necesario poner en práctica los nuevos hábitos e ideales para que, progresivamente, se repitan automáticamente; que es lo mismo que llevar a cabo o manifestar los deseos, sentimientos y pensamientos correspondientes para que los malos hábitos mueran de inanición. Por último, hágase cada noche una retrospección mental de los hechos del día para ver dónde, cómo y cuándo se ha vuelto a caer en el mal hábito y propóngase vencer la tentación al siguiente día. No olvidemos que cada victoria sobre un hábito representa más fortaleza y poder para eliminar otros, pero también que nunca se debe retroceder.
            Cuando, como en este caso, se intenta explicar todo el mecanismo que utiliza el Alma para evolucionar y expresarse, nos podemos dar cuenta de que el cuerpo físico es el de menor importancia dentro de que también sea imprescindible para ello. El cuerpo físico es el vehículo que actúa en el mundo físico pero que expresa lo que se produce en lo interno (deseos, sentimientos, pensamientos memoria, imaginación, etc.) es decir, el carácter; de aquí que tengamos que analizar más profundamente los mecanismos internos para ver cómo funcionamos realmente. Esto nos lleva a poner en duda ese famoso proverbio que dice:”Según piensa el hombre, así es él”. El carácter y comportamiento de una persona no se basa solamente en su forma de pensar o en la clase de pensamiento puesto que el pensamiento se origina de acuerdo a las impresiones y sensaciones externas e internas que nos llegan por diferentes medios y que originan sentimientos, emociones, deseos, subconsciente, memoria, etc. Un matemático o persona que trabaje con lo que comúnmente llamamos pensamientos abstractos no puede hacer que su carácter sea abstracto, pero una persona normal que se interese por algo que estimule sus deseos o emociones sí puede moldear su carácter en ese sentido porque lo está creando en el subconsciente.
El ser humano tiende a parecerse a sus ideales, tiende a amar lo opuesto a lo que odia pero todo esto está unido a sus deseos, emociones y sentimientos. La mente es fría, y aunque encontremos cierta satisfacción en pensar no deja de ser un trabajo relacionado con deseos, necesidad, curiosidad y otros sentimientos. Así es que, los ideales sobre los que se forma el carácter dependen de sus gustos repulsiones, sensaciones, emociones, etc. Por consiguiente, podríamos decir que el hombre actúa y es de acuerdo a sus ideales y a lo que ama porque: Primero, las acciones se producen según los patrones de los sentimientos y deseos; y Segundo porque, generalmente, actuamos inconscientemente de acuerdo a nuestros deseos, placeres, odios y otros sentimientos y emociones. Otro carácter tendríamos si actuáramos siempre como cuando tenemos un problema serio que resolver que es cuando actuamos en consciencia y con discernimiento.
La emoción, de la cual se derivan los  sentimientos, suele surgir de la toma de conciencia de algún hecho u objeto fuera de nosotros, de algún hecho guardado en la memoria o de algo que traemos a la mente y que puede pertenecer al subconsciente, pero de cualquier forma produce sentimientos, impulsos de acción o actividad mental. De una forma u otra la emoción, el sentimiento y la acción reaccionan mutuamente sobre el Yo, por ejemplo: placer, dolor, amor, odio egoísmo, altruismo, etc., todos nos afectan y pueden llegar a manifestarse incluso en el rostro. Es un hecho que las emociones (miedo, ira, desconfianza…) nos afectan pero también lo es que nosotros podemos cambiarlas por medio de la voluntad, y si no, haga la prueba. Cuando por algún motivo perciba que se está enfadando sonría persistentemente y verá que el enfado desaparece, por este motivo podríamos decir también que el hombre es lo que su falta de voluntad ha permitido que sean sus emociones guardadas en su subconsciente.
La auto-observación y el recuerdo de sí mismo deben ser una constante en el control y uso de los vehículos del Ego si queremos que las emociones positivas formen parte del carácter. Recuerden lo dicho sobre los hábitos y tendremos la clave para la solución, la repetición del aspecto contrario y la expresión física contraria al sentimiento negativo que queremos erradicar serán suficiente. Como ya he dicho, la voluntad es la base del desarrollo siempre que se sepa utilizar para el beneficio del Ego. La persona que piense en tristezas y que se siente en un sillón con una posición de decaimiento y abatimiento creará melancolía; la persona que se proponga y persista en olvidarse o no manifestar la pasión o el deseo que le domina conseguirá que éste muera; y la que, antes de enfadarse espere unos segundos y analice el motivo, comprenderá que es absurdo hacerlo. Recuerde lo dicho sobre la auto-programación e imagínese optimista, con fuerza para vencer un mal hábito o emoción, hinche el pecho y hable y piense con la autoridad del Ego para salir airoso de la lucha; imagine todo esto una y otra vez y formará el carácter que desee con las emociones y sentimientos que desee.
Tenemos otra facultad (generalmente mal o poco utilizada voluntaria y conscientemente) que también podría considerarse un instrumento del Ego y que, bien utilizada, nos puede servir de ayuda para el desarrollo, esta es la imaginación. Cuando se limita y se adapta a nuestras necesidades de una forma razonada podemos utilizar la imaginación de forma creadora y constructora respecto a arquetipos o diseños que se desarrollarán físicamente en un futuro más pronto que tarde; como ejemplo podríamos decir ciertas invenciones o descubrimientos. La imaginación es algo así como el arquitecto de hechos o acciones futuras, pero por eso mismo una mente malévola o mal educada puede verse arrastrada llena de surrealismo, tinieblas y confusión. Lo cierto es que la imaginación se usa más, comúnmente, en su aspecto ocioso, fantasioso y de ensoñación que en su aspecto creador o de prevención futura, y este uso de su aspecto negativo es similar a lo que comúnmente llamamos “soñar despierto” ¿De qué sirve imaginarnos que somos muy importante en determinado sentido o que hemos conseguido tal o cual cosa de inmenso valor? Es preferible no caer en ese aspecto fantasioso de la imaginación y ser realista para utilizarla consciente y voluntariamente en favor de la creatividad y la espiritualidad.
El uso positivo de la imaginación trae progreso, propósito y realización. Haríamos muy bien en imaginar a diario toda una serie de hechos provechosos para que queden grabados en el subconsciente porque la voluntad hará uso de ello en su momento. En casi todos los trabajos y acciones se puede usar la imaginación visualizando los hechos por adelantado de una manera perfecta y positiva e intentando llevarlos a cabo en su momento; esto se convertirá en hábitos y traerá sus frutos. Es mejor imaginar propósitos y hechos constructivos y cambiarlos o reformarlos mil veces que soñar despierto. Y así de útil es también eliminar imágenes mentales que detestamos o que nos perjudican porque no entran en nuestros planes de progreso ni concuerdan con los planes de Dios. Un uso de la imaginación que podríamos practicar a menudo por sus buenos resultados es el hecho de vernos tal y como deseamos ser porque cuando se persiste llegan a realizarse las visualizaciones. Por tanto, sabiendo que la imaginación es la que puede crear el molde o diseño de lo que se manifestará en el futuro, no sólo deberíamos estar más pendientes de lo que imaginamos y programamos, sino que deberíamos preguntarnos ¿mis imaginaciones son positivas o negativas, me hacen bien o me perjudican?
            La memoria, por otro lado, no es propiamente una facultad sino que es más bien uno de los poderes de la mente, porque el desarrollo y la educación de las personas dependen en gran parte de este poder. Tengamos en cuenta que sin la memoria que comunica a la mente dónde está el recuerdo de las experiencias, cada acto que se haga sería nuevo; o sea, seríamos como el niño pequeño que está aprendiendo pero que nunca termina de aprender. La memoria está formada de impresiones, ideas y pensamientos guardados en “registros” que, según se repitan las impresiones se pueden elevar a la consciencia para uso del Ego. Cuando se recuerda algo puede ocurrir que  se guarden nuevas ideas que alteren las originales, incluso la imaginación puede alterar estos registros; de ahí que, en estos casos, sea conveniente ser fiel a lo guardado o intentar que la reforma sea para mejor desde el punto de vista moral, intelectual o espiritual. Las grabaciones en la memoria se hacen en mayor o menor profundidad dependiendo del interés y la atención que se ponga. Es conveniente tener presente que si las impresiones originales de la memoria no son profundas y claras, las reproducciones tampoco lo serán. La educación de la mente tiene una directa relación con el cultivo de la memoria porque toda actividad de la mente depende de la memoria. El cultivo de la memoria perfecciona el poder de la percepción y desarrolla la voluntad pero una persona sin memoria va camino de ser algo imbécil.
            Si analizáramos nuestros pensamientos, nuestras ideas y lo que decimos, nos daríamos rápidamente cuenta de que pensamos muchísimo menos por nuestra cuenta de lo que creemos; que nos expresamos mayormente según lo guardado y escuchado de otros; que nos expresamos como si todo fuera nuestro y verdad dándonos cuenta después de que no todo es así; y que creemos y nos guiamos por todo lo que oímos (personas, medios de comunicación, noticias, etc.) repitiéndolo personalmente. La verdad es que estamos sugestionados por todo lo que nos rodea en mayor o menor grado y de acuerdo a la voluntad y al discernimiento de cada uno. La sugestión tiene su lugar en la mente y ese lugar comienza a llenarse desde que nos educan en nuestros primeros años de vida. Cuanto menos poder de la individualidad más débil se es ante las sugestiones de los demás; así, se acepta los pensamientos, ideas y palabras de otros y se guardan en el subconsciente para luego expresarlo como pensamientos o ideas propias. Al igual que el débil receptor es más sugestionado, también el de más autoridad y más carácter es el que más poder tiene de sugestionar, pero lo cierto es que somos sugestionados por esas personas o porque imitamos o repetimos lo de otros. Los comerciales, vendedores o conferenciantes que hablan con firmeza, autoridad y poder de convicción son, entre otros, unos de los que más sugestionan. Qué decir tiene de los políticos, de los hombres poderosos o de muchos religiosos y predicadores que hablan por ellos mismos y dicen hablar por las enseñanzas de sus religiones o de Dios. La música, los símbolos, determinados objetos, los colores, etc. son motivo de sugestión en nosotros porque despiertan sentimientos o deseos. Como resultado de todas estas sugestiones externas podemos ver que la mayoría de las veces no somos nosotros los que nos expresamos sino que repetimos e imitamos lo de otros con poder de sugestión. Para rechazar tanta sugestión externa lo primero que hay que hacer es fortalecernos como individualidad y utilizar el discernimiento para distinguir y clasificar lo que nos llega de otros y del mundo que nos rodea para así admitirla o rechazarla; evidentemente conviene apartarse de estas fuentes de sugestión.
            Hablando de sugestión y puesto que estamos analizando la verdadera constitución del hombre y sus instrumentos, no podemos continuar sin mencionar algo sobre la sugestión que nos hacemos nosotros mismos. La auto-sugestión tiene su poder cuando repetimos ciertos pensamientos dirigidos a nosotros mismos llevándolos a cabo a continuación. Es la expresión la que hace que un pensamiento normal se convierta en sugestión, qué decir tiene que la repetición  y  las afirmaciones aumentan dicho poder, prueba de ello son los mantrams tan de moda hoy día o el simple hecho de repetirse uno mismo “yo soy….” Porque tarde o temprano actuará en esa línea de conducta. Lo mismo que una persona que se sugestione afirmándose a  sí misma que es despistada puede actuar en ese sentido. También puede hacerlo para decir “no” a cualquier deseo que le domine, solo tiene que repetirlo con afirmación y autoridad, sobre todo si lo complementa imaginándose la situación, puesto que esta repetición crearía el hábito. La auto-sugestión voluntaria es la manera que tiene el Ego de proponerse alcanzar un nuevo estado mental positivo que cambie el carácter o naturaleza de la personalidad. Al igual que ocurre con los deseos, emociones y pensamientos, también aquí podríamos decir que somos el resultado de lo que hemos dicho y pensado de nosotros mismos y de lo que sabemos que otros dicen, ya que esto queda grabado en el subconsciente para luego pasar a la consciencia y a la acción. Como consecuencia de todo esto no deberíamos pensar nada negativo de nosotros (y si lo hay habrá que superarlo) y, al contrario, sugestionarnos con que nuestra voluntad y nuestra mente son poderosas y las podemos utilizar para nuestro desarrollo espiritual. La auto-sugestión nos ayudará en gran medida a conseguir esto, sólo tenemos que darnos a nosotros mismos las correspondientes órdenes y visualizar la situación que deseamos conseguir.
            La voluntad está íntimamente relacionada con el deseo como podemos ver al decir que se puede desear todo lo que se quiera sin tener que poner la voluntad en acción pero que es muy difícil poner en actividad la voluntad si no hay un deseo. Son muchas las veces a lo largo del día que nuestros deseos nos dominan y obligan a utilizar la voluntad pero son pocas las que utilizamos la voluntad conscientemente para anular la expresión de un deseo. Pero la voluntad tiene un aspecto que nos puede ayudar a dominar el deseo y este es la libertad de seleccionar a la luz del discernimiento; el problema surge cuando la voluntad tiene que luchar contra un hábito formado por la repetición de determinado deseo. Entonces es cuando se suele demostrar la fuerza y la educación que cada uno ha hecho de su mente, aunque, de cualquier forma, lo mejor es analizar el deseo separado del hábito y del propio Ego y proponerse actuar con una fuerte voluntad de alguna de las siguientes formas (entre otras posibles)

1ª.- Juzgar razonablemente al deseo, como si de un juicio se     tratara.
2ª.- Proponerse, a partir del primer punto, que cuando surja ese deseo no se le va a prestar atención ni se va a pensar en él.
3ª.- Proponerse que, aun en momentos de debilidad, la firmeza de la voluntad será tal que siempre se dirá que no al deseo perjudicial.

            Aún así no hay que olvidar que el Ego es el que tiene el poder de dirigir a la mente, al cuerpo de deseos y al cuerpo físico respecto a hacer o no hacer algo que se desea, por eso mismo y como suelo decir, es conveniente auto-observarse para ver cómo y qué pensamos y sentimos en cada aquí y ahora. Por otro lado, también está claro que se debería formar una idea clara o ideal de lo que queremos conseguir, y fortalecer la voluntad con afirmaciones positivas pensando en el futuro.
            Hoy cada día se afirma y se demuestra más que según se piensa y se siente (clase de pensamiento,  sugestiones propias, imaginación, hábitos de pensar, etc.) así repercute sobre el cuerpo físico. Los especialistas confirman los malos efectos del miedo o de la ira sobre el carácter y también sobre el organismo, mientras que la esperanza o el optimismo hacen lo mismo en sentido positivo para la salud. Lo mismo podemos decir sobre la imaginación, las pasiones o la auto-sugestión, etc., confirmando la experiencia entonces que cuanto más elevada e intensa sea la fe, la esperanza o  la positividad de pensamientos, mejores resultados  se alcanzarán para el organismo. El cultivo de positivas emociones, deseos y pensamientos a la vez que vivimos con confianza en lo divino, con esperanza de alcanzar nuestros ideales y con buena voluntad, nos situará en un nivel de consciencia y en un estado de salud envidiable.
            El hombre no debe tener el concepto de sí mismo de que es un mero instrumento del destino dominado por las influencias y las probabilidades. El verdadero Ser o Ego está por encima de todos los conceptos o partes que componen sus vehículos y tiene el poder de la voluntad y de la mente para dirigir su destino desde dentro. El hombre puede hacer de sí mismo, de su mente y de su vida lo que quiera; él es el creador de su propio destino. Ya hemos podido comprobar a lo largo de estos párrafos que en la personalidad hay muchos factores y que normalmente los utilizamos en sentido negativo pero también hemos podido comprobar que la individualidad o Ego tiene los medios suficientes a su alcance como para transformarla. Es el Ego (cochero) quien a través de las riendas (voluntad) debe dominar y dirigir a los caballos (mente pensante, imaginación, deseos,  emociones, etc.) Por consiguiente, hay que tener unas riendas fuertes y ser un conductor hábil y observador cuyos ideales de destino deberían ser los más elevados. El dominio de la mente es la clave para que nos expresemos con la mejor voluntad y para que utilicemos todos los instrumentos a favor de nuestro propio desarrollo y el del resto del mundo.
La doble polaridad existe en todo el universo pero es el uso de la mente, bajo la voluntad del Ego, la que puede hacer bien o mal, tener fuerza  o impotencia, equilibrio o desarmonía, etc. Todos somos libres de dirigir nuestra vida y nuestro destino hacia el lado del bienestar y del éxito o al de los problemas y el fracaso. Todos podemos ejercitar el libre albedrío sobre nuestros aspectos  o instrumentos internos para tener una vida llena de paz y felicidad o lo contrario. Poco se ha debido enterar el lector de todo lo explicado si no pone en práctica lo dicho en estas líneas con tal de transformar su carácter que, en definitiva, es crear un nuevo destino. Cada persona interesada en progresar espiritualmente por cualquier medio a su alcance, debería poner en práctica estas y otras muchas enseñanzas similares como “instrumentos para acelerar su desarrollo en el Sendero de Perfección. Pregúntese el lector ¿Me ayudan estas enseñanzas a ser mejor, a ser más fuerte o a ser más eficiente y espiritual? Si es así, como debería ser ¿Por qué esperar más tiempo para poner manos a la obra?
  
CAPÍTULO VI 

EL NO-YO, EL YO Y EL YO SUPERIOR

            Si analizamos la evolución de la humanidad, como tal desde sus primeros tiempos, nos daremos cuenta de que el yo del pasado no es como el del presente ni éste es como será el del futuro. El yo del pasado ni siquiera debería llamarse “yo” puesto que no se reconocía a “sí mismo” como tal. Hacia el final de la Época Lemúrica  y principios de la Atlante, antes de que desarrolláramos suficientemente la razón como para reconocernos a nosotros mismos como un “Yo”, actuábamos como un no-yo, es decir, sin autoconciencia y más que nada por instinto, impulso o deseo… El origen de este no-yo es el deseo porque en ese estado evolutivo todo se basaba en lo que comenzábamos a “guardar” en la recién nacida mente. Cada experiencia que nos llegaba a través del cuerpo de deseos (sentimientos, placer, dolor, frío, calor, satisfacción, etc.) dejaba su semilla en la mente naciente y en este cuerpo, y esta era la base para futuras actuaciones y respuestas. Cuando el resultado de un impacto externo, experiencia o sensación, despertaban placer repetidamente, terminaba actuando el cuerpo de deseos (no la mente) para que ese no-yo experimentara ese hecho por medio del deseo propio. Así es que, la humanidad de entonces, que no sabía aún razonar ni había desarrollado la voluntad de ahora, se dejaba gobernar por los deseos, sentimientos, emociones, placeres, etc., a la vez que también guardaba, como base de lo que hoy llamamos mente, el resultado de sus experiencias.
            Cuando se crea una relación entre un objeto o experiencia y el placer que ello produce, nace el deseo por experimentar de nuevo ese placer, y como la imagen de ese objeto ha quedado también registrada en la mente, al repetirse una y otra vez, ocurre que está dando origen a la memoria. Sin embargo y aunque esto ocurrió en aquella época, aún no éramos el yo auto-conocido de ahora. Así es que, al igual que en los animales, la experiencia de placer crea el deseo y va formando las bases de la futura mente, a lo que hay que añadir que con cada repetición se desarrolla una vibración o poder que es el estímulo necesario para que el cuerpo mental pueda reproducir las imágenes. Así el objeto y el placer se relacionan y esas experiencias son la base de futuras actitudes instintivas o por deseos en vez de razonadas, pero que servirán para comenzar a utilizar la mente y como origen de la memoria. Esta es la manera en que va naciendo el yo personal o pensante, porque las mismas vibraciones de las experiencias u objetos que llegan al cerebro hacen que la mente “conozca”. Y cuando esas experiencias se repiten comienza una reflexión (dependiendo si el resultado es agradable o lo contrario) y una relación que hace intuir que ese no-yo comienza a ser algo separado de todo lo que le rodea, algo independiente.
            Según estas experiencias del no-yo fueron repitiéndose en aquella época, sus vibraciones atrajeron la materia mental básica que estableció las relaciones entre el naciente yo razonador y consciente de sí mismo y el no-yo. A partir de ahí se fueron formando imágenes que hicieron que hubiera una “comparación” que, a su vez, se convirtió en razonamiento y autoconocimiento. La acumulación de imágenes que causan placer o dolor, la observación de las mismas, el orden de sucesión y su relación con otras anteriores experimentadas, etc., desarrolló un poder que  hizo razonar al no-yo y comprender que había una causa y un efecto entre ellas. Así nació la comparación y el razonamiento entre el ser y el no ser, entre el placer o el dolor y el que lo experimenta, entre el deseo que impulsa como aliciente y la razón. Así es que, el yo personal en sí mismo nace de la dualidad, de la observación inconsciente, de la comparación, de la separación, de la distinción y del “conocer” y reconocer los objetos y las experiencias del no-yo.
            La ignorancia del no-yo respecto al yo fue lo que impulsó a descubrir que era un ser independiente, y todo gracias a los sentidos físicos u órganos de percepción que le hicieron consciente y que se apegara al mundo físico. Pero la ignorancia de lo superior y espiritual y sus consecuencias harán que el yo no encuentre lo que internamente busca, entonces y gracias a conocerse a sí mismo,  descubrirá que tampoco es real y que el verdadero Yo no pertenece a este mundo físico.
El hecho de pensar y la conciencia del yo nacieron en la época atlante como resultado de la acumulación de las sensaciones producidas por los impactos del mundo sobre los sentidos del cuerpo físico. El pensamiento, en su origen, no puede nacer de la mente al igual que un generador no puede producir electricidad sin ese “algo” que haga que se ponga en marcha por primera vez. El pensar tiene su origen en las sensaciones pero no puede haber pensamiento sin el yo como “pensador” y “conocedor”; por tanto, el yo (como conocedor) no puede ser fruto del pensamiento. Para que haya pensamiento, no solo son necesarias las sensaciones sino que debe haber una capacidad innata para poder identificar, organizar, crear lazos de unión, etc., y relacionar éstas con el mundo externo o no-yo. Cuando el yo personal se hace consciente de las sensaciones, se hace “conocedor” y a partir de ahí “observador”, y de acuerdo a lo que observe comenzará a pensar. Esto es, al fin y al cabo, el nacimiento o diferenciación del yo personal y pensante del no-yo o mundo que le rodea.
Pongamos un ejemplo: Si me hago consciente, gracias al dolor, de haberme clavado algún objeto punzante, tendré una sensación de malestar, el hecho de reconocer esa sensación relacionada con mi cuerpo y con el objeto hará que emita un pensamiento, por tanto, el conocimiento del objeto punzante y su relación con mi cuerpo a través de la sensación, me hace tomar conciencia del objeto y actuar como un ser pensante, como un yo personal. Ni un objeto, ni un sentimiento nos puede hacer conscientes ni pensadores, porque para que el yo pueda manifestarse como un yo personal tiene que haber una relación por medio de la cual el yo conozca al no-yo. El despertar de la conciencia por medio de lo externo y de las sensaciones convirtió el no-yo (nosotros antes de reconocernos como un yo independiente) en el yo que ahora somos reconociéndonos como seres sencientes y pensantes.
El yo pensante, la personalidad, es lo que representa normalmente a cualquier persona cuando dice “yo soy”. Es cierto que el verdadero Yo, el Ego, es Uno y que es consciente, senciente y existente de por vida, pero ese Uno se reconoce como un ser en cada personalidad. Esto lo podemos comprobar desde el mismo momento en que intentamos negarnos a nosotros mismos diciendo “yo no soy” o “yo no existo”. Ese Yo superior que es la base imprescindible de la vida manifestada, lo identificamos en cada personalidad como voluntad para actuar y experimentar el sentimiento, como respuesta a los choques externos y como la reflexión interna ante el no-yo de donde surge el conocimiento y el pensamiento. Gracias a estos aspectos,  el yo personal y pensante se da cuenta de que él no es las formas o imágenes (no-yo) que se reflejan en su cerebro y en su mente; es decir, que este “yo personal” no puede manifestar voluntad, tener sentimientos ni pensar a través de esas formas. Por tanto, la personalidad se considera un yo, mientras que al mineral, al vegetal y al animal les considera un no-yo puesto que ella no puede manifestarse a través de esos reinos.
            Sabiendo ya que el mundo físico es no-yo (lo que se conoce) y que el conocedor es la persona, no nos queda más remedio que admitir que la mente es el medio de obtener conocimiento pero no el Yo como voluntad. El yo obtiene conocimiento del mundo físico gracias a lo que se refleja en la mente, pero la afirmación de si es yo o no-yo depende del efecto que produzca en la conciencia. Las imágenes de lo que percibimos están en la mente pero es el Yo como conciencia quien se identifica o no con ellas; por tanto, la observación y el discernimiento deben estar presentes siempre si queremos desarrollar los poderes de la mente y del Yo superior como origen de todo lo que hemos sido y somos. Cuando se comprende lo que estamos explicando y se profundiza en la naturaleza de la mente y su mecanismo para pensar, es cuando se está preparado para distinguir lo ilusorio de lo verdadero, porque sólo cuando se conoce lo ilusorio puede uno esforzarse y superarlo. Nosotros estamos acercándonos o descubriendo el Yo superior o Ego, lo mismo que el conocedor de los números desea aprender las matemáticas aun teniendo muchos errores en sus prácticas. Pero al igual que el estudiante tiene que aprender de sus errores y reglas incorrectas o mal comprendidas, también nosotros tenemos que conocer lo no-yo (lo que no pertenece al Espíritu) para superarlo y “eliminarlo” de nuestra vida. En realidad no hay otra manera de identificarnos con ese Yo superior o Alma.
            Si nos situamos en el nivel de la mente (como si sólo fuéramos mente) podríamos percibir a los demás cuerpos como un yo inferior o incluso un no-yo, puesto que la mente está normalmente distraída y dominada por el cuerpo emocional. Pero como ese yo mental está obligado a identificarse con el Ego, debe pasar por diferentes etapas:

1ª. De ignorancia, cuando recién adquirida la mente no sabíamos pensar ni razonar lo suficiente como para diferenciar el yo del no-yo; esto es, al no haber dualidad, estaban juntos y sin diferenciarse. De aquí la necesidad de no confundir el yo personal o pensante (voluntad-mente) con el yo animal o no-yo dominado por el cuerpo de deseos. Igual que el no-yo llevó a la autoconciencia del yo, el yo y el conocimiento y diferenciación de lo que es perecedero de lo que no lo es, debe llevar al yo a buscar lo real e imperecedero o Alma.
2ª. Podríamos decir que la segunda etapa es cuando el yo personal, la humanidad actual, está cansada de luchar por salir de la dualidad de la lucha entre la influencia del Ego y la mente superior contra la personalidad apegada a lo material. Los propios deseos por vivir nos han atado a los placeres y al mundo físico, y así estamos engañados pensando que lo que perciben nuestros sentidos es la realidad. Pero llegará un momento en la evolución en que el Ego comenzará a reflejarse en la mente concreta por medio de ideas y de la intuición para que ésta anhele lo elevado y lo superior.

            Son muchos los obstáculos que el yo debe vencer para poder elevarse a las regiones superiores del Mundo del Pensamiento para, así, identificarse con su Alma. La mayoría de los obstáculos son efecto de malos hábitos de pensar o del mal uso de la mente como principio pensante. Es cierto que su origen está en muchos casos en el cuerpo de deseos pero son las impresiones, pensamientos y patrones sobre los que actúa la mente los que llevan al error al hombre. Así es que, para comenzar a despojarse de esos obstáculos, lo primero que debería hacer es analizar su naturaleza para, de una forma voluntaria y consciente, poder contrarrestarlos desde la mente por medio de pensamientos y patrones contrarios. Se trata de crear nuevos y correctos hábitos de pensar pero desde la posición del Ego, como un perceptor del mundo y un pensador que sabe que él no es lo que se ve, ni lo que se toca, ni tampoco lo que se oye. Será necesario el uso de la mente y de las formas y cuerpos de manera voluntaria y para fines específicos, pero teniendo su conciencia por encima de la personalidad.
            Los estudiantes de ocultismo intuimos o sabemos que nuestro verdadero Ego se encuentra en las regiones abstractas del Mundo del Pensamiento, y también sabemos que, tarde o temprano, tendremos que desaparecer como personalidad puesto que ésta (con todo lo que ella implica) representa sólo el medio de manifestación y adquisición de experiencia en cada renacimiento. En el Mundo del Alma no existen las formas físicas, ni los deseos y sentimientos personales, y mucho menos la forma errónea de pensar y las imágenes e impresiones que nos hacen interpretar todo y actuar como si solo existiera lo que perciben nuestro sentidos. Pero con nuestro estado de conciencia actual podríamos preguntarnos ¿Cómo voy a eliminarme yo mismo? Está claro que de lo que se trata es de eliminar lo personal para limpiar la mente y así poder situarla en su estado natural para uso del Ego. Así es que quien desee hacerlo debe comenzar por practicar la observación de una manera concentrada, consciente y voluntaria, a modo de observador desde las regiones superiores del Mundo del Pensamiento. Esta es la mejor manera de controlar la mente para que no se distraiga ni siga fortaleciendo los patrones, ideales personales e imágenes basadas en lo personal (obstáculos en general)
            Es necesario examinar y descubrir en qué se basa la mente para existir porque en base a eso es como pensamos y actuamos. Cuando averiguamos el proceso por el cual la mente ha creado esos patrones es cuando podemos actuar a la inversa para crear los patrones del Ego, lo que nos llevaría a eliminar progresivamente al yo personal. Debe quedar claro que “eliminar al yo personal” no es olvidar todo el pasado o no hacer nada desde el punto de vista físico, se trata de quedarnos con la quintaesencia de nuestras experiencias y actuar con conciencia en pensamiento, palabra y obra. Esta es la manera de desechar todo lo que impide que el Alma se manifieste en la personalidad. Es cierto que cuando el yo personal se centra en lo superior y actúa como voluntad y conciencia del Alma y, por tanto, elimina los obstáculos e impide que haya distracciones mentales, puede tener la sensación de encontrarse solo y sin aliciente en la vida; sin embargo, la intención le confirma que está conectando con lo superior.
En realidad, las imágenes que llegan al cuerpo mental son reproducciones de lo que captan nuestros sentidos, que es como decir que el cuerpo mental se adapta a lo que llega a él a modo de desarrollo y que lo hace para que haya material para que el pensador haga las modificaciones que suele hacer constantemente. Y es en base a esto que sea necesaria la concentración y el control puesto que lo que intenta la mente es reproducir perfectamente la imagen que observa fijamente. Pero para alcanzar ese grado de concentración donde no haya distracciones es necesaria una atención plena y concentrada para que la conciencia quede fija. Naturalmente que si queremos que la mente no atienda a las impresiones o sensaciones que recibe, debe haber un esfuerzo de voluntad consciente por parte de sí mismo, la cual procede del Espíritu.   ¿Se obtiene la misma información de cualquier imagen que comúnmente vemos que de cualquiera de ellas que nos sirva para concentrar la mente? Es evidente que extraemos mucha más información por la concentración de la mente sobre cualquier cosa que no de una simple observación. Así es que, si queremos que la mente no se distraiga con las impresiones y sensaciones, si queremos que no esté constantemente haciendo modificaciones, y si de verdad queremos obtener un conocimiento profundo de las cosas a la vez que desarrollamos los poderes de la mente, debemos concentrar ésta para que la atención o la conciencia queden inmóviles sin ni siquiera prestar atención a cómo resistir a las tentaciones de movilidad.
Toda persona que haya comenzado a practicar la observación plena y constante o la concentración, se habrá dado cuenta de que el hecho mismo de intentar sujetar y centrar la atención de la mente ya es de por sí un impedimento. Esto es lógico puesto que anda suelta el mayor tiempo del día dejándose llevar por los sentimiento, deseos, sensaciones, impresiones externas, etc. Sin embargo, la mayoría de las personas no se dan cuenta de que ellos no son la mente sino que están por encima de ella y pueden controlarla. Un principiante en estos conocimientos que desee controlar su mente, lo primero que debe hacer es de observador de lo que viene a su mente para después discernir y quedarse con lo positivo y rechazar lo negativo, o bien para suplantar lo negativo con los positivo. Esta práctica es una buena base porque la identificación con lo armónico y positivo hace que se rechace lo que no lo es, consiguiendo así que nuestra mente atraiga solamente lo positivo. Pero como la mente atrae pensamientos relacionados, sobre todo, con lo que hacemos, también será conveniente tener actividades relacionadas con las virtudes humanas que, de alguna manera, se identifican con el Alma.
Otra de las cosas que debe tener presente el que se inicia en estos ejercicios y conocimientos es que si, como sabemos, la mente está siempre pensando y de un lado para otro, lo primero que debe intentar conseguir es aquietarla y hacer que piense cuándo, qué y cómo la persona misma quiera. Pensar recordándose a sí mismo debería ser que la mente actúe dentro del pensamiento de una forma consciente y voluntaria para así obtener un mejor rendimiento, sin embargo, tan importante es hacerla pensar responsablemente como darla su correspondiente descanso. Es cierto que, al igual que los músculos del cuerpo, cuanta más actividad pensante consciente más desarrollo del poder de la mente, pero lo mismo que los músculos necesitan descansar para recuperarse, también la mente lo necesita, sobre todo para no derrochar la energía inútilmente. El derroche de energía no solo agota sino que también trae un desgaste prematuro respecto al mecanismo mental. Si de verdad se quiere obtener un beneficio de esto hay que aprender a concentrar la mente a modo de observación (por ejemplo en la respiración) después de haber pensado concentradamente en algo, entonces y siempre que se rechace cualquier pensamiento intruso, se obtendrá el verdadero descanso y la libertad de ir compenetrándose con lo superior.
Como acabamos de decir, al igual que el ejercicio de un músculo hace a éste más grande, el ejercicio o acción de pensar hace al cuerpo mental más grande puesto que el pensamiento hace que vibre y que atraiga nueva materia del Mundo del Pensamiento. Por tanto, el desarrollo del cuerpo mental depende de la cantidad y calidad de pensamientos creados día tras día, sin embargo, el cuerpo mental no selecciona, lo que significa que dicha cantidad puede ser tan mala como buena. Está claro que quien quiera desarrollar el cuerpo mental y el cerebro, debería ser dueño de su mente para:

1º.- Pensar siendo consciente de lo que se piensa.
2º.- Dar los correspondientes descansos a la mente.
3º.-Seleccionar, en sentido positivo, lo que se piensa para que las vibraciones del cuerpo mental atraigan materia mental de las regiones superiores del Mundo del Pensamiento.
4º.- Utilizarla para la práctica de los ejercicios de observación, concentración, meditación, contemplación y oración. Estos son ejercicios que desarrollan principalmente los poderes de la mente y el corazón.

El Espíritu es el origen de todo lo que conforma a una persona, su origen divino le hará inmortal e ilimitado en sus poderes, y lo mismo que exteriorizamos lo que somos gracias al desarrollo obtenido, también tenemos siempre las oportunidades necesarias para desarrollar el potencial de la Mente Divina por medio de los ejercicios mentales. En realidad, el potencial está dentro de cada uno como lo están los poderes espirituales, pero para expresarlos es necesario desarrollar los medios y, principalmente, lo que llamamos “conciencia de sí mismo”. Además del conocimiento, en cada uno de nosotros hay un poder listo para expresarse, el mayor inconveniente para que lo haga son los obstáculos ya mencionados y los pensamientos personales. Pero lo mismo que hemos creado en el pasado toda una serie de obstáculos para el desarrollo de la mente abstracta, podemos ahora y gracias a este conocimiento, crear nuevos patrones de pensamiento y de expresión. Naturalmente que esto nos lleva a comenzar por la auto-observación constante y fija de todo lo que hacemos, a hacer ejercicios de concentración todos los días, y a despersonalizar la mente progresivamente.
Puesto que la atención y la concentración deberían estar presentes en todo momento de nuestra vida, sería conveniente que cada aspirante ayudara a su desarrollo con algunos ejercicios básicos de concentración. Por lo general, suele practicarse la concentración y la meditación de dos diferentes formas llamadas “con semilla” y “sin semilla”, y estas, a su vez, se dividen en devocionales e intelectuales. Se suele decir “con semilla” al hecho de concentrarse y meditar sobre algún objeto con la intención de alcanzar su origen, vida o idea arquetípica; y se llama “sin semilla” a la concentración y meditación sobre algo que no es físico sino, por ejemplo, un ideal devocional o algún motivo mental abstracto.
La concentración y meditación con semilla está basada en que todo objeto tiene su alma, arquetipo, vida o idea a la cual se intenta llegar por medio de su forma, color, cualidad y propósito. Esta es la manera de llegar al alma o aspecto subjetivo del objeto por medio del discernimiento, el cual termina imponiéndose y transformando el cerebro a la vez que nuestro yo hace lo mismo respecto a la mente. La concentración y meditación sin semilla es cuando hacemos lo propio respecto a algo subjetivo. Sabiendo que la mente se adapta mejor o busca lo que le produce placer, la persona de tendencia devocional se encontrará más cómoda haciendo los ejercicios de concentración, meditación, contemplación, y adoración sobre un ideal o imagen devocional; (por ejemplo Cristo-Jesús) esto es, concentrarse fijamente en la imagen y mantenerla para que el corazón ate a la mente a dicha imagen. Cuando la persona tiene un carácter intelectual y un deseo profundo de conocimiento debe concentrarse sobre algo abstracto o sobre una idea (no sobre un pensamiento ni una persona) es decir, es necesario discriminar entre el no-yo y el Yo para desarrollar los poderes de la mente. Sin embargo, lo ideal es que el corazón y la mente se desarrollen a la misma vez.
Como de lo que se trata con estos ejercicios es de moldear la mente por medio de la voluntad, el aspirante también puede concentrarse en otros aspectos internos que nada tengan que ver con las formas físicas como, por ejemplo, una virtud. En este caso se debe imaginar la virtud en su estado más perfecto viendo detenidamente cuáles son sus efectos, entonces será cuando la mente se concentre en su origen espiritual o esencial. Cuando se practica este ejercicio durante un tiempo, la mente adaptada a la virtud repetirá sus vibraciones dejando dicha virtud como parte del carácter y expresión personal. No es necesario  decir que cuando la mente se distrae con otros asuntos ajenos al motivo de la concentración hay que volver a centrarla las veces que haga falta. La mente debe estar firmemente centrada en el objeto o motivo de concentración pero no para razonar sino a modo de “extraer” su verdadera esencia.
            La concentración es el medio por el cual nos separamos del mundo de las formas y de las modificaciones que hace la mente, para entrar en un estado de paz. Hay que tener claro que la concentración mental es fijación de la conciencia, y como la conciencia cambia de estado pero no de sitio, por medio de la concentración nos damos cuenta de que el espacio no existe. La conciencia responde a lo que conoce según identifique o no sus vibraciones, por tanto, a mayor conocimiento y receptividad mayor desarrollo de la misma; esto es, al fin y al cabo, lo que hacemos con la concentración. Si la conciencia identifica las vibraciones (conoce) de un objeto que existe a 100 kilómetros de donde estamos será lo mismo que respecto a algo que haya delante de nuestros ojos. Por eso se dice que el espacio no existe para la conciencia y por eso, por medio de la concentración en lo abstracto, en el mundo de las ideas donde no existen las formas, elevamos la conciencia hasta dar paso a la actividad del Alma. Así es que si la conciencia es ser conscientes de lo que perciben los sentidos o la identificación de las vibraciones que la llegan, cuando por propia voluntad y con la concentración nos aislamos de todo eso,  nos quedamos vacíos del mundo objetivo y de las sensaciones para penetrar en el mundo del Ego.
            Está claro que si queremos evolucionar más rápidamente por el sendero intelectual debemos practicar los ejercicios mencionados, pero principalmente y en sentido general la concentración, porque gracias a estos ejercicios se logra limpiar la mente y liberarla de todos sus obstáculos hasta dejarla inocente como la de un niño. Cuando gracias a estas técnicas, la mente se aparta de los objetos externos y de las imágenes y patrones internos que obstaculizan al Ego, la percepción es directa y pura. Cuando se ha logrado el control de la actividad pensante del yo personal es cuando la mente se hace intuitiva, indagadora y receptiva a los dones del Espíritu.
  
CAPÍTULO VII 

EL CONOCIMIENTO QUE HACE VER  LA REALIDAD

Actualmente, el mayor obstáculo que tiene el ser humano para acelerar su proceso evolutivo y espiritual es la ignorancia. Si supiera que su vida tiene el mismo origen que todo lo existente en el planeta y que esa vida evoluciona a través de todas las formas y reinos, no actuaría como lo hace y tendría más consideración por todo lo que le rodea. La vida es UNA y procede de lo que comúnmente llamamos Dios, pero cuando Dios “diferencia” esas vidas de Sí Mismo lo hace con la intención (entre otras) de que cada vida evolucione a través de las formas físicas para adquirir la conciencia de sí mismo y el desarrollo de los poderes latentes que, como parte de Él que son, tienen.
Según las enseñanzas ocultas, de forma parecida al ser interno de cada uno de nosotros, Dios siente la necesidad de crear. Y es que, en el estado post-morten después de un tiempo en los mundos invisibles, sentimos la necesidad de renacer para experimentar, obtener conocimientos y elevar la conciencia de nosotros mismos. Así es que Dios crea, o mejor dicho, diferencia dentro de Él Mismo, distintas oleadas o enjambres de Espíritus que descienden a través de un esquema de siete mundos (de diferentes grados de vibración, materia y conciencia) en los cuales se apropian del “material” necesario con el que formarse los diferentes cuerpos para poder funcionar en cada uno de dichos mundos. Cuando el hombre adquiera la conciencia de sí mismo en cada uno de los mundos donde evoluciona y desarrolle el máximo poder en cada uno de esos cuerpos y mundos, volverá a Dios como una vida o Espíritu independiente con los poderes latentes que trajo ya desarrollados. Por tanto ese Ser humano será a imagen y semejanza de Dios cuando Éste le creó.
Los impactos y la manipulación de las formas, bien sea desde el interior o desde el exterior, despiertan en la vida evolucionante un principio de lo que conocemos como sentimientos o emociones, y éstos, a su vez, son un aliciente para que haya una expresión o respuesta por parte de la “forma”, se aprecie a simple vista o no, y sea automática o instintiva. Cuando la vida evolucionante llega a habitar un cuerpo humano primitivo, las respuestas instintivas, respecto a lo que ocurre en el exterior, tienen un efecto que al repercutir sobre el ser que las origina, le hace reflexionar naciendo así el principio de la mente. Fue la mente la que unió el ser animal o instintivo con el Espíritu, naciendo a partir de entonces un nuevo estado de conciencia o Alma. Desde la prehistoria hasta nuestros días hemos estado desarrollando la mente hasta el punto de permitirnos discernir entre lo bueno y justo y lo malo e injusto, y esto es lo que ha facilitado que este Ego sea un guía y consejero para cada uno de nosotros. Por tanto, la autoconciencia como un Yo se obtuvo gracias al cuerpo físico, a sus sentidos y a la mente. Una vez, en nuestro caso, conscientes del mundo físico y de nosotros mismos, y una vez que (gracias a la ley kármica de Causa y Efecto) sentimos la necesidad de buscar algo superior y de despertar para acelerar el proceso de desarrollo espiritual, es la buena voluntad y la conciencia las que deben guiar nuestros pasos. Por tanto, la voluntad es tan necesaria para el desarrollo de la conciencia espiritual de sí mismo, como también lo es para desarrollar la autoconsciencia (como resultado del conocimiento y de la observación de uno mismo) que nos hará buscar al Ser interno por encima del mundo externo.
Así y tras muchos renacimientos ya como seres humanos, llegamos a un estado de conciencia y de desarrollo intelectual que hace que busquemos algo que nos satisfaga espiritualmente o que responda a nuestras inquietudes sobre la existencia en un posible más allá. Pasamos por religiones, sectas, movimientos, escuelas filosóficas, etc., y de todas aprendemos y nos servimos porque todas son portadoras de ciertas verdades que necesitamos en un renacimiento o en otro. En nuestra búsqueda vamos poniendo en práctica las ideas que nos surgen de las experiencias y enseñanzas que recibimos, ya que sin ideas no tendríamos iniciativas. Pero es muy posible que haya personas que en una misma vida pasen por varias escuelas o religiones y aun así, necesiten nuevas y más modernas ideas que les lleven a ver la vida, la humanidad y a ellas mismas de una manera más fraternal y espiritual.
El sendero de la “mente” en el cual se hayan muchos científicos, posiblemente sea más largo que el del “corazón” para descubrir y conectar con el Ser interno que es el que nos hace creer en un más allá. El del ocultismo une a los dos senderos mencionados y facilita un mayor desarrollo espiritual a la vez que se adquiere un gran conocimiento que es de mucha ayuda. Todo ser humano va alcanzando progresivamente superiores niveles de conciencia, y para ello debe valerse de todo lo que haya a su alcance y que se cruce en su destino.
Ahora bien, si el siguiente paso en nuestra evolución es contactar con ese Ego que contiene toda la sabiduría de nuestro propio pasado y que es nuestra más cercana meta de perfección ¿Hay alguna práctica que sirva a todo el mundo por igual y que nos facilite ese contacto y la correspondiente elevación de conciencia? a esto respondemos ¡Sí!
¿Qué es lo que impide el contacto con nuestro ser interno? ¡El poco desarrollo de la personalidad! ¿Y qué es la personalidad? La personalidad está compuesta por: Los sentimientos y emociones; los deseos; los hábitos; la mente creadora de todos nuestros pensamientos; el conocimiento y las enseñanzas recibidas en esta vida; las preocupaciones, problemas, prejuicios y demás aspectos de la vida que nos dominan; y todo aquello que haga que nuestra mente, voluntad y consciencia estén enfocados en el mundo físico y en nosotros mismos como personas. Siendo así ¿Cómo analizamos todo eso para identificamos con esa Alma? La mejor manera sería: Auto-observándonos, conociéndonos y estando atentos constante y conscientemente a todo lo que pensamos, sentimos, expresamos y que nos rodea. Naturalmente que, a modo de complemento de esta filosofía de vida, no hay que dejar de lado el aspecto espiritual o devocional que tiene íntima relación con nuestro Espíritu.
Si de verdad queremos hacer una “limpieza” y un orden en la personalidad para que podamos percibir a nuestro Ser interno, lo primero que debemos hace es admitir que el mundo de los sentidos no es el mundo del Espíritu. Es cierto que este mundo físico es necesario para adquirir conocimiento y para experimentar y desarrollar nuestras facultades mentales y espirituales. Pero no es lo mismo dejarse dominar por todo lo que nos rodea como si de verdad fuera nuestro mundo que “ser conscientes” de lo que hacemos en cada momento y así, mediante la auto-observación, utilizar la voluntad y el libre albedrío para elegir lo correcto y actuar de acuerdo a lo que la conciencia nos dicte.
Lo que para nosotros es el estado de conciencia de vigilia (estar despiertos en este mundo) para nuestra Alma es como un sueño, por eso hay quien opina que nosotros aquí, en nuestra vida cotidiana, estamos dormidos. Con esto se quiere diferenciar la actuación automática, instintiva, imaginativa, en forma de hábitos y cualquier otra forma inconsciente, de lo que debería ser una actividad consciente en el “siempre ahora” como sí mismo. Este hecho también lo podríamos llamar “soñar despierto” ya que, por ejemplo: Alguien nos puede hablar mientras escuchamos música o vemos la televisión (pensando en esos momentos incluso en otras cosas) y no somos conscientes de ello. Esto por no decir que muchas veces estamos con la vista puesta en algo y terminamos sin mirar a nada (mirada perdida) y la mente pensando en cualquier otro asunto que nosotros no hemos elegido voluntariamente.
Una manera de explicar que estamos dormidos porque nos dejamos llevar por cualquier cosa es cuando dejamos que nos afecte y obsesione cualquier problema, preocupación, ofensa, crítica, etc. Esto, además de hacernos sufrir innecesariamente, nos pone bajo su yugo y no nos damos cuenta (no somos conscientes en esos momentos, es decir, estamos fuera de nuestra realidad) de que si estuviéramos atentos a todo eso que nos domina y ejercitáramos la voluntad de una forma consciente, estaríamos limpios de tanta influencia dominante. Otra forma de comprender a qué llaman estar dormido o ser inconscientes de la realidad es cuando somos dominados por los deseos (tabaco; egoísmo; alcohol; materialismo; vicio de televisión, sexo, etc.) sentimientos (odio, venganza, rencor, envidia, celos, etc.) y pensamientos o el hecho de que la mente esté pensando constantemente  sin que seamos conscientes de ello ni le prestemos atención.
Así es que si queremos transformar y limpiar la personalidad para ser y actuar como el verdadero Yo, una de las primeras cosas que debemos hacer es admitir que todo lo mencionado y que nos domina es como estar fuera de la realidad en la que deberíamos estar; o sea, es estar dormidos ante los ojos del Alma. Es necesario hacer una limpieza de lo negativo para quedarnos solamente con los deseos, sentimientos y forma de pensar positiva pero, a la misma vez, por no decir antes, nuestra obligación debería ser desechar toda la basura de pensamientos que siempre tiene la mente y que, a su vez, no la deja descansar. Esto lo deberíamos tener ya claro, pero para conseguirlo debemos observarla de una forma voluntaria y consciente, entonces será cuando podamos prohibir todos aquellos pensamientos que nos perjudican y que nos distraen. Solo a partir de entonces podremos decir que estamos despertando y siendo verdaderamente conscientes de nosotros mismos.
 Habrá muchas personas que opinen que esto no sirve para nada y prefieran seguir pensando e imaginando posibles hechos del futuro; o también es posible que no les importe guardar rencor o sufrir por lo que le hizo un jefe, un compañero o su pareja, sin darse cuenta que los hechos que nos roban la felicidad sólo nos afectan si nosotros queremos; o quizás teniendo resentimiento o remordimientos del pasado; o en otros muchos hechos del subconsciente que nos hacen sufrir o tener miedos y fobias; o dejándose dominar por la mente inestable y cambiante que les lleva al mundo de la imaginación fantástica; o simplemente prefieran seguir viviendo satisfaciendo sus deseos pensando que todo lo que consigan se lo van a llevar después de la muerte; o quizás también prefiera vivir en tensión por dejarse dominar por las ofensas, críticas y malestares que le puedan causar; etc. etc. etc. Estas personas no saben que todo eso se puede superar y eliminar hasta conseguir:
1º.- Pensar y pasar a la acción sólo cuando sea necesario, pero de una manera consciente y voluntariamente controlada sobre lo que se desee
2º.-Admitir o rechazar, según corresponda, todo deseo, tentación, sentimiento, etc.
3º.-Hablar sólo y conscientemente lo que debamos y con sentido de la responsabilidad
Cuando no somos conscientes de nuestras expresiones y actividades internas, suele ocurrir que por involucrarnos en un simple pensamiento terminemos expresándonos de la manera más negativa o absurda, y todo ello sin darnos cuenta ni dar importancia a lo que estamos planificando. El hecho de ver a alguien hacer algo malo puede llevar a nuestra mente y a la imaginación a criticarle, juzgarle y sacrificarle incluso delante de otras personas. Sin embargo el que está consciente o despierto, no se fijaría en el hecho o le disculparía, ni le criticaría ni le juzgaría. Limpiar la basura de la mente no es solamente impedir que la mente piense de forma automática para que no dé pié a la creación de deseos y sentimientos negativos; también es crear pensamientos positivos consciente y voluntariamente para crear sentimientos y deseos elevados. Pongamos un ejemplo sobre esto, supongamos que un hombre de los que el deseo por el sexo le domina se fija en una bella mujer. Si está en el estado que llamamos “dormido” comenzará a mirarla con ojos de deseo carnal, pensará e imaginará mil cosas mientras se deja llevar por los bajos y pasionales deseos y emociones; esto a su vez estimulará más aún al cuerpo de deseos y éste, también a su vez, hará lo mismo con la mente repercutiendo como estímulo físico en los órganos sexuales. Bien, este mismo caso en una persona que ha conseguido ser consciente de sí mismo y de todo lo que hace la mayor parte del día, no hubiera ocurrido porque:

1º.-  No hubiera pensado nada sobre la mujer
2º.- Como mucho y voluntariamente, hubiera observado la belleza de ese cuerpo como quien observa a una rosa o a una hermana desde el punto de vista fraternal y espiritual.
3º.- Esa actuación no hubiera estimulado ningún bajo deseo, emoción, pensamiento y mucho menos a los genitales.
4º.- Tendría la posibilidad de crear toda una serie de pensamientos, deseos y sentimientos elevados mientras la observa, siendo consciente de que los buenos deseos y pensamientos alcanzan y benefician a la otra persona y a él mismo, como efecto y como creador de ellos.

No nos queremos dar cuenta pero vivimos casi como autómatas. Condicionados por lo que nos rodea; por costumbres enraizadas desde la infancia; por hábitos que nos perjudican; por deseos que nos pervierten, intoxican y nos llevan a hacer el mal; por las asociaciones de la mente y un sinfín de cosas más. Debemos formatear nuestra personalidad y para ello debemos comprender (despertar) lo que aquí se dice para, a continuación, buscar nuevos y elevados ideales con los que trabajar cuando tengamos el control del cuerpo de deseos y de la mente. Si conseguimos ser conscientes en nosotros mismos, aunque solo sea cinco minutos todos los días, es suficiente para comenzar, pero repito, ser consciente es estar sumamente atentos y en todo momento a lo que nos rodea y a nuestras expresiones, es no permitir que la mente piense por sí misma, es tenerla en silencio hasta que la queramos utilizar a nuestra voluntad, es controlarla para no crear deseos ni sentimientos que entorpezcan nuestro desarrollo espiritual; es recordarse a sí mismo en cada ahora, es en definitiva, estar conscientemente presente ante todo  lo que perciben nuestros sentidos. Cuando conseguimos esto:

1º.- Nos damos cuenta de muchos hechos que antes no veíamos ni les prestábamos atención.
2º.- Somos cada día más conscientes, lo que hace que cambiemos los objetivos de nuestra vida.
3º.- Vamos comprobando que alcanzamos cada vez más paz interior y que vivimos la vida de otra manera más plena y con la mejor voluntad.

Si tenemos que descubrir que todo eso nos afecta sin necesidad porque no estamos atentos ni somos conscientes de lo que nos llega ni de nuestras actitudes, está claro que debemos estar atentos a nosotros mismos con la consciencia puesta en lo que perciben nuestros sentidos y en la reacción de la mente y del cuerpo de deseos (respuesta instintiva o automática de pensamientos, emociones y deseos) es decir, que debemos auto-observarnos. Hay personas que no se paran a diferenciar la observación de la observación de sí mismo, pero es importante tener presente las diferencias, por ejemplo: Lo que observamos con la vista pertenece al mundo físico o externo, está fuera de nosotros por muchos estímulos o repercusiones que pueda tener en el cuerpo de deseos, por eso lo percibimos con los sentidos. Para observarnos a nosotros mismos no se necesitan los sentidos porque lo observable está dentro en forma de sentimientos, deseos, emociones, pensamientos, pasiones, etc. Es más, una buena auto-observación nos puede llevar a descubrir muchas facetas del inconsciente de las que mostramos en nuestra vida cotidiana.
Si de verdad queremos observar y, además, ser cada vez más consciente de la “realidad” posible, debemos evitar pensar mientras observamos, es decir, no emitir juicio, crítica, valoración, etc., puesto que si lo hacemos estamos coloreando la visión con lo guardado en la memoria según nuestros conocimientos, experiencias e ideas preconcebidas; pues esto transformaría el concepto de lo que se observa. Es cierto que debemos experimentar y obtener conocimiento de todas las relaciones y circunstancias, pero cuanto más pura y exacta sea la atención sobre lo que observamos y más libre esté de las interferencias personales, mejor grabado quedará lo observado. Para conocernos o para aprender debemos observar “conscientemente” para que el cerebro estructure correctamente lo que le llegue, porque si lo que observamos lo mezclamos con razonamientos (en cada persona es diferente según estudios, experiencias, etc.) el cerebro no hará su trabajo como debería para así poder nosotros beneficiarnos de él.
Hay personas que confunden la observación con el conocimiento, lo que no les puede traer ninguna ventaja porque, por ejemplo, no es lo mismo saber que actuamos mal que observarnos durante un tiempo y comprobar cómo, cuándo y por qué somos malos. Como tampoco es lo mismo “saber” que estamos conduciendo un coche que observarnos cómo lo hacemos; o incluso saber que estamos depresivos que observar nuestro comportamiento. El conocimiento es fruto de la experiencia y de lo que penetra por los sentidos desde el exterior (acto pasivo y de atención externa) mientras que la observación de uno mismo es una atención hacia adentro y se considera activa porque la atención voluntaria (consciencia) debe ser dirigida.
Aunque para observar algo del exterior pongamos voluntad y consciencia, tampoco es como la observación interna o de uno mismo. Nosotros podemos ver a alguien hacer algo malo y dejarnos llevar por los deseos, sentimientos y pensamientos que surjan automática e instintivamente, esto es “observación externa pasiva”, es decir, lo que llamamos “estar dormidos”. Pero si al ver esas mismas escenas, ponemos nuestra atención y consciencia a la vez que controlamos la mente para que no piense, observaremos nuestro aspecto interno y seremos conscientes de lo que intenten expresar nuestro cuerpos de deseos y nuestra mente, pero con la diferencia de que, al ser conscientes (estar despiertos) seremos dueños de sentir, desear o pensar lo que queramos o de no pensar  ni sentir o desear nada. Algo similar ocurre respecto a las personas que nos han agraviado u ofendido. Si nos dejamos llevar por nuestro cuerpo de deseos y por nuestra mente cada vez que nos acordamos del hecho o cada vez que vemos a esas personas, les criticaremos, les desearemos mal, etc. Pero si estamos despiertos, si somos conscientes de nosotros mismos y de nuestros cuerpos, tendremos controlados a éstos y no permitiremos que se expresen en ese sentido, eso es actuar como sí mismo desde dentro y sobre algo que procede del exterior.
Lo mismo que ocurre con el pensador respecto a lo pensado, así ocurre con el observador y lo observado, unos están a un lado y otros a otro.  Lo observado puede estar en el mundo físico o en nuestro aspecto interno, la diferencia está en que si es del exterior será un objeto, animal o persona cuya imagen nos llega a través de los sentidos, y si es interior lo percibimos como algo más cercano, algo de “nuestra creación” (sentimientos, deseos, pensamientos…) Aun siendo algo interno de nuestra creación, nosotros, como Egos, estamos separados y por encima de todas esas expresiones, siempre que sepamos aislarnos y controlar la mente. Cuando no estamos “del lado observador” o “como auto-observadores conscientes” actuamos como una personalidad dominada por los deseos y sentimientos del cuerpo emocional y por la mente pensante que casi no nos deja libertad para pensar ni la paz interna que deberíamos tener como sí mismos. Los impedimentos más comunes para encontrar la paz y la libertad son:

1º.- Los deseos, sentimientos o emociones que, como respuesta a algo que perciben nuestros sentidos o a los pensamientos que crea la mente, nos impulsan a actuar, a pensar o a expresarnos negativamente.
2º.- La mente, que debido a las interferencias y a las asociaciones (hábitos, preocupaciones, miedos, impulsos externos o internos, etc.) obstaculiza porque no deja de pensar.
3º.- El hecho de hablar inconsciente, impulsiva o instintivamente como efecto de los dos puntos anteriores.
4º.- La actuación mecánica o autómata desde cualquier aspecto porque impide que la voluntad se exprese con consciencia y atención sobre todo lo que le rodea.
5º.-La imaginación, que también hace que estemos del otro lado de nuestra propia consciencia de “Yo soy aquí y ahora” y por tanto y como en los anteriores puntos, hace que nos identifiquemos con todos esos aspectos obstructores de la personalidad.

Identificarse con todos los aspectos mencionados de la personalidad y con el mundo físico y sus circunstancias y personas, es estar en la inconsciencia de la realidad, es estar dormidos. Estar despierto se llama al hecho de ser consciente en sí mismo en todo momento y de todo hecho o expresión personal gracias a la atenta observación de uno mismo y de lo que nos rodea.
Ya tenemos claro que la observación no es lo mismo que la auto-observación. En la primera, la atención se enfoca en el exterior por medio de los sentidos, en la segunda la atención se enfoca en lo interno sin necesidad de sentidos; de ahí que sea más difícil. Para la ciencia y para la mayoría de las personas, lo que percibimos del exterior es lo real, pero para los que comienzan a despertar esta nueva conciencia, lo real es lo interno. Con lo observado en el mundo externo adquirimos conocimiento y lo aplicamos sobre el mundo para transformarle, mientras que los que despiertan a este conocimiento aplican los resultados de la auto-observación para transformarse a sí mismos y para el desarrollo  de la conciencia y de la voluntad. Por tanto, por muchos conocimientos que tengamos del mundo físico de nada nos servirá para cambiar lo interno, sólo el hecho de ser conscientes de lo que hacemos en todo momento (la observación voluntaria y atenta de nosotros mismos) nos facilitará el conocimiento necesario para transformarnos internamente. La observación del mundo puede cambiar al mundo y la observación de uno mismo cambia a la personalidad y la acerca al Ser interno. Pero no hay que olvidar que renacemos una y otra vez en este mundo para experimentar, aprender y desarrollar la voluntad, la mente y los poderes del Espíritu. Por eso, queramos o no, para conseguir esto debemos comenzar siempre por lo externo, porque gracias a lo externo adquirimos el conocimiento necesario (por ejemplo, este libro) para después comenzar el trabajo interno.
Con lo dicho hasta ahora sabemos distinguir la observación de la auto-observación pero, profundizando un poco más y puestos a discernir, nos podemos dar cuenta de que hay otra nueva división, esta es, la de los sentimientos y pensamientos frente a la voluntad y a la conciencia que representan al Yo. La mente, como creadora de pensamientos y como razón, puede eliminar un deseo o transformar un sentimiento, luego entonces, tiene poder sobre el cuerpo de deseos. Pero la mente es parte de la personalidad como así lo demuestra cuando está todo el día pensando por su cuenta e influenciada por muy diversos aspectos del mismo hombre y del mundo físico. Por consiguiente, la segunda división debe ser hecha entre dichos cuerpos de deseos y mental y el Ego, y es desde esta posición desde donde debemos intentar auto-observarnos, es decir, desde más allá de la mente donde se encuentra la voluntad y la conciencia o  voz del Alma que nos guía y aconseja. Solo separándonos de nuestros cuerpos y observándolos atentamente podremos aprender verdadera y rápidamente del mundo físico y observar qué necesidades espirituales debemos alcanzar y cuáles defectos debemos desechar. Esto es fácil de comprender, veamos unos ejemplos:

1º.- Si a mí me afecta lo que escucho o lo que veo es porque me he involucrado en ello o lo he hecho mío interiorizándolo. Pero si yo lo percibo,  si utilizo mi mente para razonarlo y ver que no tiene nada que ver conmigo, y lo dejo pasar de largo o simplemente no le prestó ni la más mínima atención, no me afectará.
2º.- Si observo que mi mente está pensando en algo que la preocupa, que desea o en cualquier problema o interferencia que tenga y me uno a ello, estaré dominado por la mente y el problema me absorberá, pero si la observo voluntaria y conscientemente sin emitir juicio ni pensamiento alguno, entonces dejará de pensar y estará bajo mi control.

Preguntémonos ¿Soy mis deseos y emociones? ¿Soy yo esa mente que está todo el día pensando sin control y de un lado para otro? ¿Soy la persona que se enfada fácilmente, que tiene resentimientos o que planea cómo hacer mal a otros? Si la respuesta es que no, estamos despertando a la conciencia de sí mismo o del Alma, y si es sí es que todavía estamos muy identificados con la personalidad. Si nos involucramos en  las cosas y asuntos del mundo externo de manera inconsciente estamos perdiendo el tiempo. Nosotros tenemos que vivir en lo interno, aun para afrontar los problemas, decisiones, oportunidades, etc. Pero que vivamos en lo interno no significa que no podamos estar por encima de todo eso por el simple hecho de silenciar la mente voluntariamente y utilizarla de una forma consciente sólo cuando sea necesario. En el mundo interno podemos sufrir si nos dejamos arrastrar por los aspectos personales, y no sufrir lo más mínimo controlando la mente para que no piense y para que no se deje dominar por los deseos, sentimientos, pasiones, vicios, problemas, etc. Nosotros nos dedicamos a guardar en la memoria y en el inconsciente todo lo que pasa a nuestro alrededor y todas nuestras actitudes ¿Y esto por qué? Pues porque no hay selección consciente. Los hechos externos son una clase de experiencia que podríamos llamar informativa y esos mismos hechos se convierten en sentimientos, deseos, emociones, pensamientos…  en lo interno, y éstos son más reales pero si, inconscientemente, nos dejamos influenciar por ellos, la grabación que hagamos de la experiencia de poco nos servirá.
Sabiendo que el fin del renacimiento y de la evolución es la experiencia para poder desarrollar las posibilidades latentes del Espíritu en poderes dinámicos, debemos tener claro que es dentro de cada uno donde caemos una y otra vez en tentaciones, vicios y problemas que nos absorben. Sin embargo, también es dentro de nosotros donde debemos imponer nuestra voluntad para callar la mente y para utilizarla con discernimiento y así extraer el mayor razonamiento y rendimiento de las experiencias. Es en el interior donde la mente, manipulada por cientos de pensamientos hace que nos preocupemos por hechos absurdos y que perdamos la vida en experimentar cosas que más que ayudar nos perjudican mucho más de lo que creemos. Solo conoceremos el verdadero mundo interno, el mundo del Alma donde se es libre y se encuentra la paz del Espíritu, si nos observamos atenta y conscientemente a nosotros mismos para así abrir nuestra consciencia al Espíritu.
Cuando nos auto-observamos y nos recordamos como “mí mismos” descubrimos quiénes somos,  descubrimos que somos un yo individual separado de todos los demás aspectos personales, que no somos la mente pero que la podemos utilizar para pensar y para adquirir conocimiento, y que nosotros, como un Yo superior, estamos por encima y tenemos poder sobre el mundo externo. Es un hecho que, con la práctica, vamos desfragmentando nuestra mente y nuestra memoria y vamos creando una nueva psiquis, sin embargo y si de verdad queremos sentirnos más libres de lo externo y encontrar la paz del Alma, debemos intentar y persistir en “sentirnos presentes” en cada instante. Es decir, ser conscientes de lo que verdaderamente somos: Un Alma en evolución y no el cuerpo físico ni el resto de aspectos personales. ¿Y esto por qué es así? pues porque cada vez que nos sentimos presentes como un Yo verdadero o “mí mismo” nos situamos por encima de las personalidad para estar “alerta” ante todo lo que hacemos, expresamos y que nos rodea. Ese “estar presente como un Yo autoconsciente” nos separa también de lo observado y nos facilita el uso de la mente para analizar cada situación desde el punto de vista del Alma y no de la personalidad. No es que este hecho presencial ayude a eliminar los obstáculos pero sí ayuda a practicar la auto-observación que es la que nos hace diferenciar lo real de lo irreal.
Sabiendo que la auto-observación nos facilita el análisis de los deseos, sentimientos, miedos, rencores, ambiciones, conversaciones mentales etc., es aconsejable que en esa observación haya pausas para observar detenidamente en cada caso pero sin involucrarnos en él; eso crea un poder sobre ese aspecto en el Alma para que la próxima vez lo superemos más fácilmente. Lo mismo que nuestros deseos, sentimientos y pensamientos se fortalecen durante muchos momentos al día por medio de su repetición automática, así nosotros, mediante la observación atenta y consciente, fortalecemos el poder del Ego y nos hacemos más conscientes y eficaces en nuestras tareas cotidianas.
Cuando uno es inconsciente de enseñanzas como las del ocultismo e incluso otras más modernas que van en esa misma línea,  es frecuente que a lo largo de la vida se pregunte muchas veces ¿Por qué me vienen tantos problemas? ¿Por qué me dejo dominar por estos vicios? ¿Por qué me dejo arrastrar por las circunstancias? o ¿Por qué me afecta todo tanto? Entonces y por lo general se suele buscar al culpable fuera de nosotros, sin saber que en la mayoría de los casos podemos evitarlo y vivir libre de todo eso y en la paz del Espíritu. Pero tarde o temprano, en un renacimiento u otro, el ser humano encuentra el camino que, con la práctica y la persistencia, le lleva a encontrar momentos de tranquilidad entre la lucha interna. Por eso cuando alguien cree en estas enseñanzas y pone manos a la obra, debe poner toda su atención sobre sí mismo desde que se levanta hasta que se acuesta, pues son muchas las cosas que nos seducen, que nos roban el tiempo y que nos hacen caer en el mal en pensamiento, palabra y obra. Es necesario salir de este sueño que nos hace creer que la verdad se halla en el mundo externo; es necesario terminar con ese desconocimiento del verdadero Ser; es necesario estar presente de manera consciente en todos los hechos del día para actuar y responder correctamente; y es necesario que lo que pensemos, sintamos y deseemos vaya acompañado del aspecto espiritual y de la buena voluntad.
Recuerde, observe con atención los sentimientos o deseos que se presenten en su interior como efecto de lo que perciben los sentidos; observe el diálogo o expresión que surge de lo interno; las sensaciones, los pensamientos, cómo ocurre, qué expresan, cómo captan su atención, en qué se siente más tentado y más débil, etc. Pero no se olvide de observar sin involucrarse en ello, sin pensar en ello, sin identificarse ni  emitir nada respecto a ello; simplemente observe y déjelo marchar. No se necesitan éxtasis, ni experiencias agradables, ni tampoco hechos que nos hagan pensar que somos más importantes o más sabios que otros con tal de alcanzar esas experiencias del Alma. El hecho de observarse a sí mismo ya trae paz, y cuanto más se practica más poder obtenemos y más libres nos sentimos. Hay veces que incluso la mente se niega a colaborar en la auto-observación, si conseguimos imponer nuestra presencia consciente sobre ella, de nada la servirá porque la tendremos totalmente bajo control.
Es cierto que nosotros, como “consciencias”, estamos aprisionados dentro de la personalidad, pero no podremos dar ese primer paso de “despertar” a una conciencia superior si no nos situamos como observadores por encima de la misma, recordándonos constantemente a nosotros mismos qué “somos.” Esta práctica nos separa cada vez más de todo lo que nos domina, influye y ata a los cuerpos y a la tierra, acercándonos así cada vez más a la conciencia del Alma a la vez que nos liberamos de los yoes y de las deudas del destino. Los yoes (vicios, pasiones, patrones de conducta, deseos, emociones, etc.) no pueden auto-observarse, por eso la correcta auto-observación solo se consigue cuando el verdadero Yo, se auto-recuerda a sí mismo como tal y observa cómo y lo que expresan sus cuerpos, es decir, cuando está plenamente consciente y atento. Pero ¡cuidado! tampoco confundamos la atención normal de las personas (por ejemplo, cuando vemos la televisión) con la atención con consciencia. La atención normal puede desviarse constantemente hacia otra cosa porque no hay una actitud voluntaria y consciente plena, e incluso se puede ver distraída por los pensamientos de la siempre cambiante mente; pero la atención plena y consciente es la que estando viendo esa misma televisión no permite que nada la distraiga ni la desvíe.


CAPÍTULO VIII 

CONOCIÉNDONOS A NOSOTROS MISMOS

            El hombre actual llegó a ser “humano” gracias a las Jerarquías Creadoras que,  evolutivamente hablando, van por delante de nosotros y cumplen el “Plan de Dios”. Pero a partir de hacerse autoconsciente en la Época Atlante es el hombre mismo quien se hace responsable de su destino y de su evolución, esforzándose y avanzando o no esforzándose y muriendo casi como nació. Así es que, siempre hemos necesitado ayuda, tanto antes de la autoconsciencia como individuos humanos como después de la misma, y esa ayuda siempre ha estado a disposición del que se ha querido esforzar por evolucionar. Quien no progresa, se desarrolla y se diferencia más del grupo es porque no quiere, no se esfuerza o no comprende la manera en que esas ayudas le pueden servir. Son muy pocos los que se conforman con lo que  tienen y con lo que son, incluso los deseos de elevación temporales o los problemas y el descontento con las circunstancias que nos rodean son suficientes para hacer que nos sacrifiquemos por ser diferentes y actuar de otra manera. Estamos tan acomodados y satisfechos con lo que somos y tenemos que no queremos esforzarnos en cambiar ni en saber quiénes somos y qué potencial tenemos. Solo el hecho de esforzarnos en saber quiénes somos y el desarrollo individual que podamos alcanzar nos puede facilitar una serie de facultades y poderes que ni siquiera imaginamos, pero para alcanzar esto, primero hay que comprender lo que somos, las posibilidades y herramientas que tenemos a nuestro alcance, y lo que no somos y creemos ser. Por consiguiente, el hombre debe conocerse a sí mismo y para ello también debe autoanalizarse profundamente.
            Para la mayoría de las personas es difícil admitir y creer que somos autómatas, que no actuamos como un verdadero Yo en sí mismo, y que tenemos los suficientes medios para comprenderlo y dejar de actuar como lo que no somos. En cada momento actuamos de diferente forma (como diferentes yoes) según las influencias, circunstancias o impactos externos. Respondemos y nos expresamos en pensamientos, deseos, emociones, palabras y acciones según lo que nos llega, según lo que sentimos y según las experiencias y lo guardado en la memoria y en el subconsciente. Sin embargo y aunque creemos que somos nosotros como Yoes los que actuamos, pocas veces es así porque en realidad podríamos decir que las cosas suceden porque somos llevados de un sitio para otro por los hilos de las circunstancias, de los diferentes cuerpos y de la escala de valores que cada uno de nosotros tiene. Comprender esto es dar un primer paso para comenzar a cambiar y a ser diferentes de la mayoría. Está claro, pues, que si no comprendemos que somos autómatas o no queremos admitirlo, poco podremos cambiar y moriremos más o menos con el mismo desarrollo que traíamos al nacer. Creemos ser una individualidad porque nos identificamos con un nombre, por las sensaciones que nos produce el cuerpo físico y por la educación, experiencias y costumbres que hemos adquirido. Pero la realidad es que cada pensamiento, sentimiento, deseo, palabra y acción son generalmente  manifestados sin voluntad ni consciencia, lo que nos viene a decir que son falsos yoes. ¿Y por qué decimos que no actuamos como una individualidad o verdadero Yo? Pues porque cada una de estas manifestaciones o expresiones no parten desde un mismo centro psíquico ni están coordinados por una misma voluntad y conciencia, sino que cada una de ellas surge de manera independiente dependiendo de las impresiones y circunstancias externas.
            Estas expresiones automáticas o instintivas pueden tener relación entre ellas en un momento dado pero también pueden estar cambiando constantemente sin que nosotros lo impidamos porque no hay control, orden ni sistema. Estas expresiones, respuestas automáticas, etc., son pequeñas partes o yoes de la personalidad que tienen su ubicación y relación con el cerebro y con la mente pero que no tienen que ver nada con el Ser representado como voluntad y consciencia; por tanto y aunque pretendan representar a la individualidad o Ser no lo son. Comúnmente, cuando decimos “yo” o “yo soy” creemos que lo estamos diciendo como el verdadero Yo sin darnos cuenta de que es la personalidad quien está suplantando a la individualidad. Así, podemos afirmar, creer, ver, pensar o desear algo según lo estamos percibiendo como yo personal, y al rato podemos cambiar de opinión y afirmar otra cosa porque otro yo personal nos “habla” más fuerte y más claro. Es obvio pues, que para comenzar a cambiar hay que analizarse y hay que desarrollar todo aquello que creemos ser, además de comprender cuáles son los poderes o herramientas que tenemos y cuáles faltan. Pero, como he dicho, lo primero es admitir que lo que creemos ser no es el verdadero Yo y que tenemos que observar y analizar lo que somos para poder convertirnos en lo que debemos ser.
            El primer paso en este sentido es actuar como “consciencia”, es decir, darnos cuenta de la actividad mental que como personalidad tenemos; observar atentamente cómo respondemos a través de los diferentes cuerpos; darnos cuenta de que somos “algo” separado de todo eso; y observar a la personalidad respecto a lo que hace, lo que sabe, dónde está, cómo reacciona, etc. Esta es la manera de hacerse consciente de sí mismo, de separarse de la personalidad y de conocerse como persona actuando, siempre que se pueda, como consciencia. Cada uno de nosotros hemos llegado a desarrollar las bases de cada personalidad antes y después de la muerte, pero es a partir de cada renacimiento cuando, en cada vida, se forma el carácter y personalidad que confundimos con la individualidad. Pero, lo mismo que cada personalidad es diferente en grado de desarrollo físico, moral e intelectual, también la conciencia de cada uno es de diferente grado como podemos ver en el hecho de que algunos se pueden hacer conscientes de sus actos fácilmente, mientras que otros ni siquiera admiten esa posibilidad.
            Cuando un aspirante a la vida superior desea llevar a la práctica estos conocimientos podrá alcanzar diferente grado de conciencia dependiendo del tiempo y de los momentos que sea consciente al cabo del día y del alcance y profundidad de esos momentos de conciencia. Por tanto, el autoanálisis que queremos explicar aquí con la intención de ayudar al desarrollo de la individualidad, lleva a la autoconsciencia de uno mismo y a conocerse y a observarse como consecuencia. Debe quedar claro que el hecho de observar el mundo que nos rodea, de recordar o de pensar, no significa “ser consciente” o autoconsciente, porque son precisamente esos hechos los que, por lo general, crean la ilusión de ser conscientes de nosotros cuando no es así. Yo puedo estar pintando uno de mis cuadros concentradamente con el pensamiento de que estoy pintando y, sin embargo, no ser consciente de cómo lo pinto, es más, por la noche puedo verme en una retrospección pintando dicho cuadro y tampoco ser consciente puesto que solo estaría trabajando con la imaginación y la memoria. Sin embargo, si observo atentamente mi mano mientras pinta, (sin pensar) y voluntaria y conscientemente la dirijo y controlo como una herramienta que me pertenece como Yo, entonces me hará autoconsciente de ese momento presente.
            La humanidad ha pasado por varios estados de conciencia muy similares a los de los reinos que nos siguen, actualmente se dice que evoluciona en dos estados llamados de sueño y de vigilia, pero que en un futuro desarrollará otros superiores entre los que se encuentra el de la conciencia de sí mismo. Lo cierto es que, aunque nos parezca difícil de creer, nuestro estado de conciencia de vigilia es muy parecido al de sueño porque, como algunos dicen hoy, estamos dormidos. ¿Por qué digo esto? pues porque casi nunca somos conscientes de lo que somos y lo que hacemos como individualidad. Pocas personas y pocas veces son conscientes de lo que ocurre en ellas o a su alrededor salvo en ciertas situaciones notables por su originalidad, emocionalidad, peligro, o de silencio mental. Son precisamente estos esporádicos momentos de consciencia los que quedan muy claros en la memoria, pero aunque sean momentos de consciencia no tenemos control sobre ellos.
            Ya hemos dicho que la humanidad ha pasado por unos estados de conciencia similares a los que están pasando los reinos de la naturaleza que nos siguen, nuestro anterior estado fue el de sueño con ensueños, y el anterior a este fue el de sueño profundo. Es decir, pasamos de vivir en una conciencia vegetal (sin imágenes) a otra animal con imágenes en nuestro interior como ocurre en los sueños; de aquí que se diga que la conciencia evoluciona y tiene grados. Pero desde que adquirimos la mente y percibimos el mundo físico (fuera y no dentro de nosotros) creemos que estamos en el estado de conciencia de “despiertocomo opuesto al de “dormido, y sin embargo no es así porque nos encontramos más bien en una etapa intermedia entre sueño con ensueños y despierto. Lo mismo que en el pasado percibimos y tomamos conciencia del mundo físico progresivamente hasta llegar al estado de vigilia, también ahora estamos obteniendo el estado de conciencia de “despierto” progresivamente para que, cuando lo alcancemos seamos total y perfectamente objetivos; a partir de entonces se desarrollará el superhombre futuro. Por este motivo nos influyen todavía los sueños, estamos pasando de un estado subjetivo a otro futuro objetivo sobre nuestro Ser. Es decir, en el pasado no reconocíamos al Yo sino que nos guiábamos por los muchos yoes pero al obtener la mente estamos empezando a tener vislumbres del verdadero Yo o Ego, sin embargo, aún nos queda mucho para que pueda suplantar a la personalidad. Ahora distinguimos entre nosotros como personalidad y todo lo demás que nos rodea, pero no estamos lo suficientemente despiertos como para distinguir y actuar como un verdadero Ego o individualidad separada de sus cuerpos. De aquí que por tener una conciencia de personalidad (dominada por los prejuicios, impactos, miedos, deseos, sentimientos, instinto, imaginación, etc.) y no del Ego, estemos semi-despiertos. Si estuviéramos despiertos no nos dejaríamos dominar por todos esos aspectos de la personalidad y seriamos más objetivos en los asuntos que llevan al desarrollo del Alma.
            La conciencia que estamos desarrollando progresivamente en la etapa actual de la evolución se podría llamar “consciencia de sí”  y gracias a ella seremos objetivos respecto a nosotros mismos en un futuro próximo, pero lo que separa estos dos estados intermedios de la consciencia son los sueños, la imaginación, el instinto, los sentidos y otros estados subjetivos de la conciencia. El hombre seguirá semidormido mientras no se dé cuenta de que se encuentra en ese estado de inconsciencia de la realidad. Al igual que en el sueño no somos capaces de distinguir los sueños de lo que actualmente llamamos “realidad”, tampoco la mayoría de las personas suele distinguir la diferencia entre la conciencia actual de semi-despiertos y el verdadero despertar que nos permite ver la autentica realidad. En el estado de semi-despierto podemos conocer la realidad de una forma muy relativa pero cuando alcancemos la conciencia de sí mismo podremos conocer la realidad sobre nosotros, aunque claro, para conseguirlo hay que empezar por observarnos, conocernos y analizarnos profundamente. Sólo en la siguiente etapa evolutiva conoceremos la realidad del mundo en que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro Ser. Para alcanzar la autoconsciencia o conciencia de sí debemos poner en acción la voluntad todo el tiempo posible pero esto dependerá siempre del dominio propio, es decir, del poder que tengamos, particularmente sobre el cuerpo de deseos y sobre la mente. Si nos preguntamos a nosotros mismos que si somos conscientes, en ese momento diremos que sí porque la pregunta misma nos lleva a la conciencia de nosotros mismos, pero a continuación estaremos influenciados y dominados por los hábitos, la imaginación, el instinto o por la mente que estará pensando sin control; o sea que estaremos otra vez semi-despiertos.
            Volviendo de nuevo al estudio y análisis del hombre tenemos que decir que éste se divide en dos partes: Primera, la personalidad que ya hemos explicado y que es el falso yo u hombre, y segunda, el Ego o Alma que es el verdadero Yo superior o Ser. La personalidad está compuesta de cuatro cuerpos que sirven como vehículos para el Ego, los cuales se pueden cambiar para bien aunque algunos pocos lo hagan para mal. El Ego o Alma es la esencia de todas las experiencias obtenidas con dichos vehículos y a lo largo de todos sus renacimientos como humano. La personalidad está compuesta por todo lo aprendido consciente o inconscientemente (educación, enseñanzas, experiencias, por imitación o instinto, etc.) y ésta se puede manifestar mejor o peor dependiendo de la influencia o poder que el Ego tenga sobre ella. Por tanto, cuando el Ego domina la personalidad ésta se interesa por lo que es bueno para ella, pero cuando quien domina es la personalidad, ésta se interesa por lo que es malo para el Ego. La personalidad es imprescindible para el Ego porque sin ella no evolucionaría, por eso y partiendo de un equilibrio entre ambas partes, es el Ego quien debe manifestarse cada vez más sobre la personalidad gracias a que la personalidad trabaje a favor del Ego.
            El Ego no es la mente ni sus otros cuerpos, ni siquiera vive en el tiempo pasado o futuro, él vive en el presente mientras que la personalidad vive casi siempre en su pasado o en el posible futuro. El hecho de creer que somos la mente y de pensar que la naturaleza de deseos o emocional forma parte nuestra es lo que hace fuerte a la personalidad. El Ego vive en el presente, en el ahora, y cuando, como observadores, nos separamos de la mente estamos acercándonos a la conciencia de despiertos  y a la realidad; entonces dejamos de preocuparnos y de pensar en lo que piensa la personalidad. Por el contrario, cuando, basándonos en la personalidad, centramos la atención en las cosas pasadas o imaginamos otras para el futuro, la personalidad parece que disfruta entre tantos hechos (problemas, goces, deseos de placer, sentimientos, preocupaciones, planes de futuro, etc.) y se hace fuerte no permitiendo que el Ego esté presente. A la personalidad no la gusta vivir en el presente porque teme a su aniquilación o que se produzca un vacío mental donde el Ego se haga consciente y la quite poder. La personalidad no puede conocer directamente y se vale de juicios, opiniones o etiquetas, pero el Ego sí puede conocer directamente y por eso hay que analizar los cuerpos y sus expresiones para controlarlos y silenciarlos cuando haga falta con tal de que haya consciencia en todo momento. Con la auto-observación tomamos consciencia en el momento presente, con la observación de la mente escapamos de sus garras y el hecho de darnos cuenta de que no somos conscientes de la realidad nos facilita la consciencia de sí mismo.
La estructura  de los cuerpos, sus habilidades y sus debilidades pertenecen al Ego, pero el desarrollo o contenido de cada cuerpo pertenece a la personalidad. Y como la personalidad no es real y se complace y goza en lo que contiene, no quiere ser subordinada ni quiere conocer la realidad de sí misma porque, si así fuera, desaparecería como tal; de aquí que sea tan necesario conocerse a sí mismo. Desde la antigüedad, todas las verdaderas escuelas han aconsejado a sus neófitos conocerse a sí mismos,  pero esto no significa que debamos conocer cuáles son nuestros gustos, deseos, inclinaciones o aspiraciones, sino conocer de lo que estamos compuestos y cómo funciona cada una de las partes. Por eso, la primera norma para adquirir la conciencia de sí mismo es la auto-observación y análisis respecto a distinguir las diferentes funciones y sus posibilidades y tendencias. Cuando comenzamos a observarnos a nosotros mismos, nos damos cuenta rápidamente de que hay cosas agradables y útiles y de otras que son lo contrario, pero también que cuanto más control tenemos sobre los aspectos negativos menos pueden perjudicarnos. La imaginación es difícil de controlar y en cuanto nos descuidamos nos lleva por caminos que no hemos elegido mientras nos observamos, es más, cuando imaginamos algo que nos agrada terminamos viéndolo como verdad, lo que nos lleva a estar  tan dormidos como cuando creemos que somos la mente o las emociones.
Otro error es aceptar las emociones negativas como parte necesaria nuestra, y de esto nos damos cuenta cuando nos oponemos a ellas (ira, celos, envidia, desconfianza, crítica, etc.) Estos aspectos personales, entre otros, como por ejemplo el hecho de hablar constantemente, deben ser resistidos y neutralizados para obtener poder sobre ellos. Por todos estos hechos decimos que somos autómatas y que actuamos y nos expresamos sin consciencia y sin voluntad real, y es que, a la mínima que dejamos de observar cómo funcionan y cómo se manifiestan nuestros cuerpos volvemos a caer en la actividad de la  personalidad. El mayor beneficio de la auto-observación es descubrir de qué manera y hasta qué grado nos identificamos con el mundo que nos rodea. El hombre se pasa casi toda su vida identificándose con sus creencias, con sus deseos, con lo que siente, con lo que le atrae, con lo que dice y con sus pensamientos. Se ve tan atraído por todo ello que le cuesta mucho aislarse como el Yo individual que es. De hecho, esa es la causa de sus respuestas y expresiones automáticas e instintivas, si el hombre dejara de identificarse tanto con todos esos aspectos internos y externos no expresaría tantas cosas absurdas e  inútiles.
            Esto nos lleva a analizar más profundamente el tema de la identificación. El hombre ha llegado a ser y a obtener esas gradaciones de conciencia gracias, principalmente, a los impactos y sensaciones del mundo externo. Para demostrarlo sólo tendríamos que imaginar a una persona que desde que nace se le pudiera aislar de toda clase de impresiones externas. Aunque es muy difícil que este hecho se cumpla, podemos comprender que esa persona no podría responder o expresarse de ninguna manera, sin embargo, está claro que en el esquema evolutivo que Dios ha creado para el hombre entran en juego los diferentes cuerpos receptores y transmisores. Esto es así hasta tal punto que esos cuerpos evolucionan y son capaces de transmitir y recibir cada vez más elevadas vibraciones de los mundos de deseos y mental. Por otro lado y como hemos dicho, esos cuerpos tienen poder unos sobre otros, considerando al hombre más evolucionado cuanto más poder tenga el cuerpo mental sobre los inferiores y según su fortaleza de voluntad. Así es que, actualmente, hay un gran número de humanos en una fase intermedia entre el dominio de la personalidad y el nacimiento de la conciencia de sí mismo que nos llevará a ser más objetivos sobre el verdadero Ser. Está claro que estos cuerpos se intercalan y pueden trabajar unos sobre otros, pero los más avanzados de la humanidad intentan controlarlos a través de la mente. Esto debe ser así en la presente etapa porque tan malo puede ser actuar físicamente por instinto que por los deseos o por las emociones y, aun así, los más avanzados intentan adquirir esta conciencia superior egoica que estamos llamando de “sí mismo”.
            Cuando analizamos y observamos el cuerpo emocional desde una posición de observadores y de pensadores, es cuando nos damos cuenta de que la mayor parte del tiempo somos inconscientes de sus reacciones y expresiones. Este cuerpo, tan importante y poderoso dentro de la personalidad, está siempre buscando la manera de que nos identifiquemos con él para así convertirse él en nosotros, de ahí que cuanto más inconscientes seamos más nos dejaremos llevar por sus influencias y naturaleza como son: Impulsividad, violencia, odio, enfado, impaciencia, depresión, etc. Y por esta misma razón, quien no intenta despertar y hacerse consciente de su Alma, cada vez cae más presa del poder de este cuerpo y, por tanto, sufre o hace sufrir como una cosa normal en su vida cotidiana. ¿Cuántas veces nos hemos sorprendido con alguien que creíamos conocer y que teníamos conceptuado como una persona normal o incluso buena y hemos comprobado que es negativa y destructiva? Nosotros mismos nos podemos sorprender si nos autoanalizamos conscientemente, solo tenemos que buscar alguna señal de irritación, infelicidad u otros aspectos similares. Seguro que descubriremos que nos causa dolor y que cuanto más nos identifiquemos con ese dolor más aumentará su poder. Es, por tanto, obligatorio para todo aquel que quiera liberarse de estas emociones y aspectos negativos del cuerpo de deseos, alumbrarlo con la luz de la consciencia que no está identificado con el sentir ni con el pensar porque es el “sí mismo”. El simple hecho de observar atentamente esos aspectos negativos ya hace que la identificación con ellos se rompa y que comience a manifestarse la conciencia del verdadero Ego.
Si de verdad queremos liberarnos de las emociones negativas, de la intranquilidad, el descontento, de los juicios innecesarios, del pasado y del futuro, etc. (es decir, de la inconsciencia en la que estamos la mayor parte del día) debemos iluminar cada momento de nuestra vida con la consciencia y para ello debemos auto-observarnos y preguntarnos de vez en cuando ¿qué está pensando mi mente? ¿Qué emociones o deseos tengo? ¿Me dejo dominar por todo ello o actúo conscientemente? ¿Qué influencias externas intentan influenciarme o dominarme? ¿Estoy siendo alterado por algún aspecto interno o externo y estoy respondiendo automática e inconscientemente? Es en este estado de inconsciencia ordinaria cuando normalmente somos dominados por la mente porque estamos identificados con ella. Es fácil hacernos conscientes cuando en la soledad meditamos u oramos, pero también es más fácil hacerse inconscientes cuando surgen problemas ya que, la misma inquietud o preocupación nos suele llevar a la inconsciencia.
Como una herramienta del Ego que es la mente, (por no decir que es casi un sentido) debemos utilizarla para discernir y resolver los asuntos, pero repito, utilizarla sin permitir que actúe por su cuenta y hacerlo siendo conscientes de lo que queremos pensar; este es el mejor indicador del nivel de consciencia que tenemos. Las personas que a la mínima se alteran, se descontrolan, discuten, etc., les ocurre esto porque son arrastradas por las circunstancias, personas, pruebas y desafíos que no aprueba su personalidad. Sin embargo, cuando lo analizamos voluntaria y conscientemente iluminamos el asunto con la consciencia y lo vemos todo de forma diferente. Es bueno comenzar por ser conscientes en momentos de paz para acostumbrarnos y después serlo ante las tensiones que nos afectan. Cuando somos testigos de cómo funcionan, se expresan y responden nuestros cuerpos, (hablar, actuar, sentir, desear y pensar) es cuando nos damos cuenta de lo equivocados que estamos en una gran mayoría de casos.
Como la personalidad suele estar más que nada en el pasado, un poco menos en el futuro y casi nada en el presente, suele manifestarse e intentar mostrar su poder con todos sus aspectos que solo hacen que entorpecernos, por ejemplo, con el miedo y la ansiedad. El temor a lo que pueda traer el futuro crea miedo y éste crea ansiedad, lo que no ocurriría si viviéramos en el presente (aquí y ahora) y, por tanto, fuéramos nuestros propios observadores recordándonos a nosotros mismos. En estos casos a quien debemos observar conscientemente para no identificaros con ella es a la mente. Es verdad que cuanto más nos identifiquemos con la mente más poder tiene la personalidad para dirigir nuestra vida, y ella se vale de todos estos aspectos obstructores para hacerse fuerte con el cuerpo de deseos. ¿Y esto por qué? porque tiene miedo a que podamos aniquilarla. El miedo a lo que nos pueda pasar, al fracaso, a la pérdida material o económica, a la enfermedad, etc., es lo que hace que la personalidad quiera ser la que domine nuestra vida. Pero cuando dejamos de identificarnos con la mente y nos hacemos sus observadores, esos asuntos dejan de tener importancia y dejamos de identificarnos y de tener miedo. Cuando, como personalidad, algo nos preocupa y nos causa miedo nos ponemos a la defensiva, pero si nos preguntáramos ¿qué estoy defendiendo y por qué hago esto? nos daríamos cuenta de que, generalmente, estamos defendiendo esos aspectos negativos de la personalidad.
Solemos decir que todo el mundo tiene problemas y es cierto, pero también lo es que la mayoría de ellos los crea la mente porque así adquiere más identidad. Cuando ante una circunstancia, se permite a la mente dar vueltas y vueltas sin tener posibilidad o verdadera intención de hacer algo respecto a cada momento presente, ésta lo convierte en un problema que nos puede causar preocupación, miedo, ansiedad, etc. En realidad y en la mayoría de los casos, no hay problemas sino circunstancias que creamos, que nos crean o que están puestas por el destino y que, o bien tenemos que afrontarlas o bien dejarlas hasta que podamos tratarlas de alguna manera diferente. Mientras ocurre todo esto solemos estar en el pasado o en el futuro, pero si nos pusiéramos en el presente, en el aquí y ahora como observadores de la mente, comprobaríamos que los problemas desaparecen. Entonces, ante una circunstancia que tiene que ser afrontada o aceptada ¿por qué hacer de ella un problema?
Cuantas más vueltas demos a las cosas más problemas, preocupaciones, miedos, etc. nos creamos, y cuanto más sea así más nos identificamos con esos problemas y con la mente ¿Resultado? una vida de sufrimiento por no tener la “consciencia de sí” para recodarnos a nosotros mismos en cada momento; esto es, por no estar en el presente aquí y ahora. Por consiguiente ¿no deberíamos luchar contra la costumbre de dejar a la mente pensando en el pasado y en el futuro con tal de que se desarrolle la conciencia de sí? Así debe ser porque desde el momento en que nos ponemos como observadores de la mente obtenemos poder sobre ella y nos mostramos como lo que somos, un Alma. A partir de ese momento solo deberíamos observar a nuestros pensamientos y emociones para ver cómo reaccionan ante los impactos, circunstancias y sensaciones, pero sin juzgar ni entrar en ello como de costumbre ya que entonces lo convertiríamos en un problema. Es la mente quien (con la colaboración de los deseos y emociones) basándose en lo conocido del pasado y en sus proyectos de futuro no deja de dar vueltas y de hacer proyectos (inconscientemente por parte nuestra) según las circunstancias, situaciones, problemas, impactos externos y aspectos internos. Así, un problema sin observar y analizar consciente y voluntariamente nos puede quitar el sueño, nos puede obsesionar e incluso crear una enfermedad; de ahí que podemos decir que las cosas “malas” que normalmente nos suceden en la vida es por culpa de la inconsciencia o falta de consciencia de sí.
Esto es demostrable, cuando una preocupación atrae totalmente la atención de la mente (con sus correspondientes sentimientos dominantes) está actuando la personalidad, pero en el momento en que observamos a la mente sin entrar en juicios, esa preocupación desaparece porque con la voluntad silenciamos la mente haciéndonos así conscientes del control de nuestros cuerpos. Esto no significa que debamos estar silenciando a la mente constantemente, significa que debemos ser conscientes de lo que hacen y expresan nuestros cuerpos para así expresar lo que, como Egos, creemos que es lo mejor. Pongamos algún ejemplo: Hemos tenido algún problema con alguien y en ese momento y como personalidad le hemos ofendido resultando que, en un momento dado, la mente está dando vueltas al asunto haciendo juicios o injuriándole. Si en ese momento observamos esos pensamientos frenaremos a la mente y los malos deseos o sentimientos dejarán de existir; por tanto, ha sido ese momento de “consciencia de sí mismo” el que, como observadores, nos ha hecho ver una mala acción de la personalidad. Esta auto-observación tiene por tanto, la gran ventaja de facilitarnos el poder de evitar hacer el mal desde cualquiera de nuestros cuerpos y de hacer el bien desde la consciencia de sí mismo.
Tampoco podemos culpar a la personalidad de nuestros males porque la personalidad es el resultado de un sinfín de renacimientos, de los cuales (como Egos) hemos ido extrayendo lo mejor de cada vida. Por otro lado, la personalidad se ve separada del resto que la rodea en un mundo que es un reto para lo que ella desea ser y alcanzar; de ahí la suspicacia, la avaricia, la envidia y otros muchos aspectos negativos que ella tiene para “sobrevivir”. Esta es también la causa de los malos entendidos incluso en las relaciones íntimas y a nivel de razas, políticas, ideales, etc. Esto, aunque sea a largo plazo, se irá superando según la humanidad vaya adquiriendo la conciencia de sí mismo, porque sólo, desde la observación de la personalidad, la auto-consciencia y la buena voluntad se superará todo lo negativo de la personalidad para que pueda ser expresada la conciencia del Ego. Pero también podríamos decir que este conocimiento es como un arma de doble filo ya que, aunque la consciencia de sí facilita la expresión positiva de los cuerpos, la voluntad es débil, y eso crea una lucha en las personas de buena voluntad. Aclarémoslo, una persona quiere vencer un mal hábito cuando (como observador) se hace consciente de sí mismo y ve que el deseo le domina, lo que da pie a la lucha entre la consciencia que ve el mal hábito y sabe que la perjudica y la voluntad que, aunque está bajo la dirección de la consciencia, se debilita ante dicho mal hábito del cuerpo de deseos.
Esto nos lleva a aquella frase famosa de que “a mayor conocimiento mayor responsabilidad”, lo que significa que el mal que cometemos siendo auto-conscientes es más grave que cuando somos inconscientes. Volviendo a lo que decíamos unas líneas atrás, resulta que cuanto menos observadores y auto-conscientes de nuestros cuerpos seamos, más problemas nos creamos y más graves son sus efectos; y lo peor de todo es que parece que disfrutamos amargando nuestra existencia. Es muy común en España oír que dos personas no discuten si una no quiere, y es cierto, pero en la práctica no se suele conseguir si no se está en la consciencia de sí o se controla en algún grado la mente. Nadie nos puede implicar en una discusión si no nos identificamos con la mente y si nos hacemos conscientes de la situación, al contrario, la consciencia nos ayudará a ver el aspecto positivo de la situación y a poner paz.
Esta debería ser la regla para vivir en paz y en armonía con el entorno porque nadie que actúe como una unidad de conciencia puede crear o entrar en los asuntos de la personalidad si no quiere. La única forma de eliminar el poder que el pensamiento ejerce sobre nosotros por medio de la actividad mental es escuchando como testigo y siendo un consciente observador del mismo. Entonces podemos decir: “la mente estaba pensando tal y cual cosa y sin darme cuenta estaba creando malos deseos, sentimientos y pensamientos”. Así se manifiesta esa sensación de “Yo soy” cuyo origen está más allá de la mente. La quietud mental y la paz interior surgen cuando creamos ese espacio vacío o discontinuidad de pensamientos que, a su vez, dan pie a la manifestación del Alma. A la vez que con esta práctica dejamos de identificarnos con la personalidad, nos vamos haciendo más conscientes de lo que hacen nuestros cuerpos y nos sentimos más despiertos y más atentos a cuanto nos rodea por medio de ese “estar presente en cada aquí y ahora.” Este es el camino para obtener la total consciencia como “despiertos” en la etapa actual. 

CAPÍTULO IX 

CONCIENCIA Y AUTO-CONCIENCIA

            La cualidad humana que normalmente llamamos “conciencia” es el fruto de las experiencias a lo largo de infinidad de renacimientos del Ego como personalidad y, a su vez, cada renacimiento es la base de la consciencia del hombre. Podríamos definir a la consciencia como “personal” o “relativa” puesto que es la consciencia en la que funcionamos desde que nos despertamos cada día hasta que nos acostamos, estando ésta relacionada más que nada con el cuerpo de deseos o emocional. La conciencia es fruto de la quintaesencia que extraemos de las experiencias de cada vida, y está relacionada más bien con el aspecto intelectual o mental. Naturalmente que antes de obtener la consciencia de este mundo teníamos una consciencia subjetiva similar a  la del reino animal desarrollado y también a la que tenemos mientras dormimos. No obstante, analizando todo esto más profundamente nos podemos dar cuenta de que caben más divisiones. La consciencia es el medio por el que nos damos cuenta de que somos o existimos, de dónde estamos, de lo que sentimos y de lo que pensamos; lo que no significa que siempre sea así dependiendo del uso que hagamos de la mente.
            Veamos cuántas clases de consciencia podemos tener como humanos:

1º.- El de inconsciencia o de sueño producido por la salida del Alma del cuerpo físico, quedando éste solo habitado por la vida pero no por las emociones ni por la mente.
2º.- De vigilia o relativa que es cuando el Ego penetra con sus cuerpos emocional y mental en el cuerpo físico, conectándose al cerebro donde recibe las percepciones de los sentidos.

            Estos son los dos principales estados de consciencia en los que vivimos, sin embargo, dentro de éstos podemos hacer varias diferenciaciones como son:

a) La imaginación, en la cual perdemos momentáneamente la consciencia relativa del presente para viajar mentalmente al pasado o al futuro.
b) La memoria, basada en hechos conscientes del yo, variando ésta según el grado de consciencia del hecho que más o menos se recuerde.
c) La autoconsciencia o recuerdo de “Sí mismo”, que representa los momentos en que somos autoconscientes de nosotros mismos como autores, pensadores u observadores de lo que hacemos, sentimos o pensamos.

En el estado de consciencia de “dormido” no tenemos voluntad de acción puesto que está basado en imágenes subjetivas y en sensaciones o experiencias de determinados momentos tanto dentro como fuera del cuerpo, estén o no relacionados con la memoria. En el estado de consciencia de vigilia o relativa, sí tenemos activada la voluntad pero suele ser usada para beneficio de la personalidad, para su supervivencia o intereses propios y no para el desarrollo de la autoconsciencia o consciencia de sí mismo. Para desarrollar la autoconsciencia debe haber voluntad para recordarse uno mismo como un Yo separado de la mente.
Si preguntamos a alguien que está escribiendo en el ordenador que si es consciente de lo que escribe dirá que sí porque se identifica con el hecho de escribir, sin embargo, desde el punto de vista de la auto-consciencia casi podríamos asegurar que no es así porque “saber” que se está escribiendo no significa que sea consciente de cómo lo hace o qué escribe. Un estado de consciencia es, por ejemplo, Francisco Nieto sabe o conoce que está escribiendo y otro es el Yo (desde una posición por encima de la mente y del conocimiento) siendo consciente de que Francisco Nieto está escribiendo y cómo escribe. Por lo general, cuando actuamos según nuestros deseos, gustos y forma de pensar, nos identificamos como el yo personal; y cuando nos dominan los deseos, sentimientos y pensamientos negativos decimos que son una especie de yoes que debemos dominar y que poco tienen que ver con nosotros como autoconciencia. Sin  embargo, ni en un caso ni en otro nos damos cuenta que estamos equivocados porque sólo cuando nos ponemos a observarnos (cómo sentimos y pensamos) es cuando podemos estar en la conciencia del verdadero Yo recordándonos a nosotros mismos como “Ser”, lo que significa que podemos utilizar la mente a voluntad. Mi “Yo” es la esencia que nació cuando nació mi cuerpo físico y, salvo los muy desarrollados, poco trabajo se puede hacer directamente sobre ella. Por el contrario, Francisco Nieto es todo aquello que rodea a esa esencia (educación, enseñanzas, experiencias, etc.) es lo que cree ser “yo” por medio de lo conocido gracias al cerebro y a los sentidos físicos. Pero solo cuando Francisco Nieto, como observador y pensador, ponga atención a sus deseos, a sus emociones y a qué y cómo piensa su mente podrá ponerse en el lugar de esa esencia llamada Alma.
Los hábitos y respuestas mecánicas, las imitaciones que vamos haciendo desde que nacemos, los vicios y costumbres, el poco uso del discernimiento, y todo lo que hacemos sin aplicar la atención plenamente sobre nosotros mismos, es lo que impide que se desarrolle la verdadera consciencia de sí mismo o autoconsciencia. Está claro, pues, que la personalidad, lo que creemos ser, es una falsedad que impide que se desarrolle la autoconsciencia. A lo largo de su evolución y en determinada vida, todo ser humano comenzará a sentir en algún momento la presencia de “algo” (ideales elevados, interés por la vida superior, etc.) que nace y se desarrolla en él. Es precisamente a partir de ese “nuevo sentir” cuando se experimenta la “separación” de la personalidad y de la naciente auto-consciencia.
La base del desarrollo de la conciencia son las experiencias conscientes y éstas existen para nosotros gracias a que tenemos sentidos y gracias a la memoria pero ¿tendríamos el mismo desarrollo si no tuviéramos la memoria y sólo nos valiéramos del momento de la experiencia? La mayoría de las personas perderían gran parte del desarrollo puesto que no son conscientes (no practican la observación consciente sobre sí mismos) de lo que sienten, hacen y, sobre todo, piensan. Somos lo que somos y actuamos como actuamos gracias, principalmente, a la memoria, y ésta es lo que es gracias a las impresiones que hemos percibido y guardado desde que nacemos. Si no fuera por la memoria no podríamos especular, calcular, comparar ni nada de lo que normalmente hacemos. El hombre piensa y actúa según lo conocido y rara vez piensa algo original, piensa según las asociaciones de la mente y responde según lo guardado en la memoria de otras ocasiones pasadas. Pero lo mismo que la memoria se forma con los hechos donde hemos sido más o menos conscientes (de ahí que recordemos pocas cosas de la infancia) el verdadero Yo o Ego se desarrolla según el hombre se esfuerce por ser auto-consciente asumiendo así el papel de observador de sus cuerpos. Es más, la quintaesencia de las experiencias de la vida y todo el proceso post-morten está íntimamente relacionado con el hecho de “ser” o “no ser” auto-conscientes de lo que hacemos.
Cuando normalmente decimos “me apetece esto”, “voy a trabajar” o cualquier otra frase similar, por lo general, no somos auto-conscientes como cuando, por ejemplo, observamos cómo trabajan nuestras manos teniendo la mente voluntaria y conscientemente concentrada en ese hecho. Ni tampoco estamos en el mismo grado de consciencia cuando decimos “soy consciente” que cuando respondemos a la pregunta ¿eres consciente? puesto que la pregunta nos obliga a auto-analizarnos y a responder conscientemente que sí. Si metiéramos en un mismo saco nuestros deseos, forma de pensar, sentimientos y emociones, vicios, costumbres, etc. ¿qué nos quedaría como individuos separados de la personalidad? Nos quedarían los hechos guardados conscientemente en la memoria y, por tanto, muy poca auto-consciencia. Esta individualidad más o menos autoconsciente representaría al Ego o Alma, sin embargo, en la vida real nos identificamos tanto con ese “saco” que creemos ser él y no nos damos cuenta de que cuanto más analizamos al mismo como algo separado, más nos recordamos a nosotros mismos y nos hacemos conscientes de que somos un Yo que está por encima de todos esos pequeños egos. A primera vista, pues, está claro que según vayamos eliminando todos esos aspectos de la personalidad iremos obteniendo poder sobre nuestros cuerpos y actuaremos “en consciencia,” lo que significa que la vida será más fructífera después de la muerte y que el Ego creará un mejor destino para la próxima vida.
No cabe la menor duda que algunos aspectos de la personalidad son útiles (la buena intención, la generosidad, la simpatía, etc.) pero con la práctica de la auto-observación y de recordarnos a nosotros mismos, se potencia aún más el poder del Alma. Es decir, podemos ser simpáticos como personalidad o podemos ser generosos por hábito, pero cuando se actúa desde la posición del Ego, siendo auto-conscientes, la simpatía o la generosidad se potencian y pueden ir unidas al amor, a la fraternidad o a la compasión como acto voluntario y consciente; lo que se expresaría incluso a través del aura. Las personas que normalmente definimos como “malas” pueden aumentar su maldad si siguen actuando como personalidad, pero si esas personas comenzaran a practicar la observación de sí mismas y pusieran voluntad en recordarse a sí mismos como consciencia, no tardarían en transformar muchos de esos aspectos negativos. Es cierto que esos cambios pueden tardar mucho o poco tiempo en producirse puesto que aquí entra en juego la evolución alcanzada por la propia Alma pero, aún así, se conseguirían cambios importantes puesto que la voluntad es una expresión de dicha Alma.
La práctica del desarrollo de la auto-consciencia bien puede comenzar por hacer un estudio de los hábitos, expresiones o aspectos más notables de  esa falsa personalidad. Por ejemplo, si la personalidad tiene el hábito de beber alcohol y nosotros, como seres autoconscientes y pensantes, no queremos que lo beba, debemos observar y analizar cuándo y cómo surge el deseo y por qué la mente se deja dominar y accede a esa tentación. Una vez hecho esto y tomada la decisión consciente y voluntariamente de “no permitir que la mente se involucre en ese deseo”, debemos estar “atentos” para observar a dicho deseo cuando se manifieste para dejarle pasar de largo (no actuar ni pensar al respecto) sin que la mente participe en ello para nada. Está claro que lo primero que hay que hacer en este caso para dejar de beber alcohol es no beberlo, pero eso puede traer como respuesta tensión, malestar o enfado, lo que también es una actitud de la personalidad. Así es que, en estos casos es la atención plena o consciente la que debe centrarse en el sí mismo o Ser (olvidarse del deseo y no pensar en nada) para simplemente “ser” o tener el sentimiento de “existencia” separada y por encima de esos deseos y pensamientos. Hay otros aspectos más sencillos de practicar y con buenos resultados para ir debilitando la personalidad, por ejemplo, supongamos que una persona sabe y “es consciente” de que es egoísta y tacaña, pues bien, en ese caso lo que debería hacer es practicar la generosidad y el altruismo para que los aspectos negativos de la falsa personalidad mueran por inanición.
Es evidente que la autoconsciencia no se desarrolla de un día para otro, alcanzar un grado superior de consciencia sólo significa ser un poco más consciente de lo que éramos, así es que, de lo que se trata es de saber dar unas pautas a la mente para que facilite dicha autoconsciencia y para que persista en esa práctica despacio pero sin pausa. Para desarrollar la autoconsciencia hay que observarse a sí mismo y para conseguir esto tiene que haber una lucha con la imaginación puesto que cada vez que intentamos observar a la personalidad, la mente comienza a distraerse y a imaginar. También suele ocurrir al principio de esta práctica que cuando uno se intenta observar no le sea nada fácil ser consciente de sí mismo por los innumerables pensamientos, recuerdos, imágenes, emociones, etc. que distraen y tientan a la mente para que no pare de pensar. Como consecuencia, la base del progreso para ser consciente y observador de la personalidad y así controlarla y debilitarla es el hecho de auto-recordarse uno mismo. Por eso es primordial luchar contra la imaginación y la actividad mental automática practicando una atención plenamente enfocada sobre lo que perciben los sentidos, a la vez que se concentra la mente y no se la deja actuar por sí misma. Auto-recordarse uno mismo parece fácil pero no lo es, de hecho, el común de la humanidad es auto-consciente poquísimas veces al cabo del día.
Aparentemente no es ni siquiera fácil comprender lo que significa “auto-recordarse uno mismo”, se va comprendiendo cada vez más según se desarrolla la autoconsciencia, por ejemplo, ahora mismo, al observar cómo escribe mi mano estas palabras y cómo pienso lo que voluntariamente quiero escribir estoy siendo consciente de ello y recordándome a mí mismo como “Ser”. Para acelerar este proceso o auto-consciencia es conveniente que cada uno se auto-recuerde por medio de la observación en las cosas sencillas que más a menudo haga (concentración y auto-observación en la respiración,  el hecho de andar, impedir que la mente piense por sí misma, observar cómo trabajan nuestras manos, etc.) verá que con la práctica se va haciendo cada vez más consciente de sus hechos.
La falsa personalidad, que intenta siempre suplantar al verdadero Ego (nuestros propios engaños, hábitos mentales, emociones negativas, rasgos, defectos, etc.) basa su existencia en las emociones y deseos negativos y en las asociaciones y el pensamiento equivocado de la mente. De hecho, si le quitaran las emociones negativas, deseos y tentaciones y se controlara la mente para utilizarla sólo cuándo y cómo queremos, se debilitaría casi totalmente. En este trabajo no cabe la justificación ni el engañarnos a nosotros mismos, no se debe legitimizar a la personalidad para nada ni excusarla en sus acciones; es necesario sacrificar esta falsa personalidad para que florezca el Alma. Se trata de que la personalidad sea cada vez menos notable y persistente, de que cada vez se pueda manifestar menos en nuestras actividades diarias. La personalidad  también tiene sus métodos de defensa, si una persona tiene por costumbre tomarse un aperitivo a mediodía o irse a la cama a las 12 de la noche, y comienza a no bebérselo o a irse a la cama a las 10, verá que la personalidad se manifiesta con cierto malestar y que si se persiste puede haber otras manifestaciones peores. Pero es evidente que para debilitar a la personalidad hay que comenzar por esas actuaciones, ya que de otra forma no conseguiríamos nada. Con estas prácticas el Ego o Si Mismo se hace activo mientras que el yo inferior o personalidad se hace pasivo.
Quien se esfuerce en trabajar por la auto-observación y la atención plena y consciente para recordarse a sí mismo en todo momento, estará desarrollando la voluntad. Pongamos un ejemplo: Una persona siente el impulso de la personalidad de hacer algo pero, si por medio de un chispazo de auto-consciencia advirtiendo que eso no es correcto decide “no hacerlo”, estaría auto-recordándose a sí mismo y desarrollando la voluntad. Recordarnos como un Alma no es algo abstracto o imaginativo, es un acto de voluntad; no es un pensamiento sino una acción voluntaria, ni tampoco repitiendo “yo soy yo” se consigue nada. Cada vez que nos auto-recordamos aumentamos el poder del Ego. Pensando conscientemente antes de actuar se desarrolla la voluntad, pero si nos esforzamos por hacer algo más y mejor cada día, a la vez cambiaremos la personalidad hacia un aspecto más positivo moral, intelectual y espiritual. En la vida se suele hacer lo que se puede pero si queremos cambiar hay que hacer más que eso.
El desarrollo de la auto-consciencia es muy importante también respecto a las decisiones. Las decisiones del común de la humanidad tienen poca validez, según se encuentre de ánimos o de deseos la voluntad así tomará decisiones en un momento dado pero al poco rato y según el nuevo estado emocional o mental puede cambiarlo. Las verdaderas decisiones son tomadas con consciencia y voluntad, nuestras decisiones más comunes son respuestas a los sucesos de nuestra vida. Mientras no nos esforcemos por ser por recordar, por no olvidar  o no dejarnos llevar, y por realizar algo superior cada día, no conseguiremos nada. Para progresar es necesario tener presente estos ejercicios a diario, hay que analizarse uno mismo para ponerse a trabajar, hay que ver qué obstáculos hay que superar y qué virtudes desarrollar, hay que pensar correctamente y hay que tener voluntad del Alma y no deseo personal o cabezonería. Es necesaria una correcta coordinación entre el deseo, el sentimiento, la palabra, el pensamiento y la acción a la hora de decidir dónde comenzar a trabajar para el propio desarrollo. A la vez, es aconsejable tener determinación para definir el objetivo a trabajar, preferiblemente fácil o cercano a nosotros. Si no fijamos en la mente de una forma clara lo que queremos, nada conseguiremos puesto que la mente anda siempre de un lado para otro. Los objetivos pueden ser muchos pero hasta que no alcancemos cierto grado de autoconsciencia no conseguiremos nada. 

CAPITULO X 

LA ATENCIÓN QUE LIBERA DEL SUFRIMIENTO

El cuerpo físico es una percepción de sus propios sentidos y nosotros, como mente, sólo percibimos lo externo y lo que, según su grado vibracional, alcanzan a percibir los ojos; sin embargo, no percibimos la Verdad que reside en lo interior. Así es que el cuerpo físico no es lo que aparenta ser, no es físico, ni líquido, es un conjunto de átomos vibrando en el vacío gracias a la vida que recibe del cuerpo etérico. Como campo energético vibracional, indica que podemos adentrarnos en el cuerpo para transcenderle y así saber verdaderamente quiénes somos y conocernos más allá de los deseos, de las emociones y de los pensamientos. Por tanto, de lo que se trata es de conocernos y alcanzar a nuestra verdadera Alma para identificarnos con ella, mientras hacemos lo contrario con el yo personal.
Como podemos comprobar, el aislamiento de los ruidos del mundo y de las respuestas involuntarias e inconscientes de nuestros cuerpos sutiles, solo se puede conseguir por medio de la observación que hacemos, sea externo (lo que nos llega por los sentidos) o interno (sentimientos, emociones y pensamientos que la mente crea sin que lo deseemos ni que seamos conscientes) Para ser observadores o auto-observadores hay que estar como “presencia en sí mismo” es decir, conscientes en ese objeto u hecho aquí y ahora. No se puede estar presente si se está pensando porque si pensamos estamos  en el papel de la mente como pensadores, y eso solo se debe hacer cuando las circunstancias lo requieran en este mundo. Para estar presente en cada momento y encontrar la paz hay que separase de la voz que habla en nuestro cerebro, es necesario que no haya identificación con la mente y mucho menos que nos dejemos llevar por sus constantes creaciones mentales.
Cuando conseguimos que esa voz cese, percibimos una sensación de plenitud y bienestar que bien podríamos definir como la vida misma en nosotros. Por tanto, estar presente en cada aquí y ahora es contactar con el flujo de la vida a través de lo que observamos o prestamos plena atención, es, en definitiva, estar presentes como conciencias. En este estado de conciencia y de libertad se puede disfrutar de la vida de otra forma a lo conocido porque la satisfacción no es física, pero esto no ocurre gracias a aquello que nos sucede sino al estado de auto-observación y conciencia que hemos alcanzado. No hay que confundir el “estar presente voluntaria y conscientemente” con la concentración, porque ésta es mental y se practica con el objetivo de dominar a la mente mientras que la atención plena es relajada, no tiene objetivo, y solo hace que “estar atenta” en cada momento o situación. Cuando practicamos esta atención plena nos podemos dar cuenta de cómo la mente suele estar siempre en las cosas del pasado o proyectando hechos hacia el futuro, pero casi nunca en el presente o aquí y ahora. Prestar plena atención a cualquier cosa es entrar de lleno en lo que ese instante contenga o muestre pero sin utilizar a la mente.
Cuando llevamos esta práctica hacia el interior de nuestro propio cuerpo nos convertimos en un observador o presencia silenciosa, en una esencia a diferencia de la mente que es un cuerpo o forma. De la mente proceden las identificaciones con el mundo físico y con lo interior o exterior, pero con la plena observación de sí mismo lo que hacemos es “observar” las formas sin identificarnos con ellas, (lo que también ayuda respecto al desapego, al egoísmo y al materialismo) Así podemos observar la actividad emocional y mental, los estados de ánimo, las circunstancias externas, etc. pero sin identificarnos con ellas. El observador silencioso es el sí mismo y por eso no está implicado en ese “hacer” constante de sensaciones, emociones y pensamientos; él es un “no hacer nada”, un simplemente “estar plenamente atento”. El observador silencioso no es ningún yo, es la presencia o conciencia que percibe sin identificarse con nada ni con el yo.
Como casi autómatas que somos, la mayoría de las veces respondemos a lo que vemos y oímos, a lo que nos hacen o a lo que sentimos con una emoción o deseo inconsciente, (que muchas veces nos arrepentimos de ello) y digo inconsciente porque estamos tan acostumbrados e identificados con ellos que no nos damos cuenta. Nos convertimos en emociones, deseos y pensamientos, y según sea su naturaleza así nos comportamos y así engrandecemos ese amor, odio, resentimiento, etc. Como estos cuerpos están compenetrados y se comunican por su sutil vibración, cuanto más pensamos en ese impacto o pensamiento que nos ha afectado (por ejemplo de odio) más estimulamos y alimentamos la correspondiente emoción, y ésta, a su vez, atrae otras similares de su entorno y vuelve a estimular a la mente para que volvamos a pensar y a engrandecer el tema que nos afecta. De esta forma inconsciente estamos convirtiéndonos en odio, emitiendo vibraciones de odio hacia el exterior y mostrando un semblante de odio por no saber liberarnos de todo ello desde la posición de ese observador silencioso.
¿Qué ha ocurrido y qué puede ocurrir?
1º.- Que una energía (mental o emocional) ha penetrado en el cuerpo.
2º.- Que la personalidad a respondido y se ha implicado e identificado con ello hasta engrandecerlo.
3º.- Que el Ego o Conciencia lo ha observado sin inmiscuirse.
4º.- Que ha desaparecido y que la personalidad se ha sentido libre y en la más completa calma.
Ante un caso como este se trata de observar atentamente y sin pensar para “dejar ser” a lo que sea, esto hace que se interrumpa la conexión entre el cuerpo de deseos y la mente, entre la emoción y el pensamiento. Así, trabajando desde fuera del problema o cuestión, dejamos de actuar según la influencia de esos cuerpos y dejamos de sufrir por esa falta de liberación que nos ahoga. Somos libres de elegir una acción u otra, si nos metemos entre la emoción y el pensamiento nos veremos dominados y transformados salvo que sepamos utilizar la mente voluntaria y conscientemente para resolver físicamente el asunto, pero eso no evitará el sufrimiento interno. Mientras que si hacemos de observador silencioso y consciente de la situación, dejaremos de estar dominados por la emoción y por el problema para siempre, y así encontraremos la solución física después más fácilmente.
Hagamos una prueba, cuando algo nos preocupe o nos cause malestar, en vez de hacernos uno con ello por medio del sentir y del pensar, hagámonos conscientes en ese mismo momento o aquí y ahora y, olvidándonos de ello, centrémonos sin pensar en la respiración interna del cuerpo. O también, cuando eso que nos causa malestar está presente, observémoslo sin entrar en él, ni juzgar ni hacer nada, ¿Qué nos queda? una imagen y poco más, pero no hay preocupación ni sufrimiento por dicha emoción ¿Y todo por qué? pues porque la “presencia del Ser” en ese “presente” o “ahora” es más fuerte que el problema que haya. Las emociones son parte de la naturaleza animal y humana, por eso debemos reconocerlas, sentirlas y experimentarlas para poder evolucionar. Sin embargo, no son ellas las que nos hacen mal o nos separan unos de otros, es la ignorancia de saber lo que verdaderamente somos, la ignorancia de identificarnos con ellas y aumentar su poder, la ignorancia de que una vez dominados por ellas actuamos como ellas, y la ignorancia de no saber librarnos de su dominio y ser nosotros, como “Presencia” o “Esencia” espiritual, quienes dirijamos nuestras vidas. Así es que, ante las pruebas de la vida y ante la posición de la personalidad, lo mejor es interiorizarse y observar atentamente sin inmiscuirse o perderse en el hecho, sin identificarse ni luchar; así se suele encontrar la solución que procede de la conciencia.
¿Quién no ha tenido resentimiento? El resentimiento nace en nosotros por muchas causas como, por ejemplo, alguien que nos pone a prueba, que nos provoca o que nos da una lección que nos duele. A veces estamos resentidos con nosotros mismos, y otras nuestro resentimiento hace que culpemos a otros de lo que nos ocurre o de nuestras responsabilidades, pero de cualquier forma, el resentimiento se vuelve contra nosotros haciéndonos sufrir contagiando, a través nuestro, a lo que nos rodea. El único refugio donde podemos librarnos de él es en nuestro interior y la mejor manera es  en el momento en que ocurra, en el aquí y ahora o momento presente. Todo es cosa de práctica, pero lo cierto es que el resentimiento se disuelve y que, aun haciendo lo mismo que antes, algo ha cambiado y ya no sufrimos. Es como si algo en nuestro interior nos hiciera comprender que debemos “aceptar” las cosas y los sufrimientos, con la diferencia de que cuando se acepta ya no hay sufrimiento y nos sentimos libres.
En nuestro interior tenemos la solución para todo, vivir plenamente conscientes y atentos nos libera de sufrimiento. Da igual que nos sintamos víctimas de alguien, que juzguemos a otro o a nosotros mismos, sea lo que sea, algo nos hace sentir una especie de sufrimiento dentro de nosotros, pero si se presta atención a esa sensación, ésta cambia y se encuentra una solución. Observarnos internamente nos facilita una solución que deberíamos aceptar porque viene de un nivel superior al de la personalidad. Cuando observamos las creaciones y manifestaciones de la personalidad (sentimientos de agresión, envidia, crítica, etc.) no debemos identificarnos con ello y hacerlo nuestro, como solemos hacer por medio de la identificación, porque entonces nos domina y puede que incluso nos haga llegar más lejos causándonos más sufrimiento. Lo ideal es observarlo imparcial y atentamente, como conciencia, para así desapegarnos y ver cómo desaparece.
Por lo general y cuando se sufre emocionalmente, se suele culpar a los demás o a las circunstancias, aunque estemos dominados por una emoción o por un deseo que nos hace sufrir solemos negarlo y aparentar que todo va bien, a la  vez que vamos contaminando con esa vibración a quienes nos rodean. Cuando, a raíz de un problema, surge una emoción que nos aflige y no la resolvemos a tiempo, deja su huella dentro de nosotros, una huella que, a su vez, aumentará todas las dejadas anteriormente contaminando así el cuerpo de deseos y la mente y causándonos más sufrimiento cada vez que afloren. Así es como ante los desafíos de la vida nos manifestamos como esas huellas que hemos dejado en nosotros antes, (rencor, odio, enjuiciamiento, etc.) y lo peor es que por más que queramos eliminarlo de nuestras vidas más nos cuesta y más surgen cuando menos lo esperamos y a la menor provocación. La solución está en  absorberla cuando se manifiesta, ver cómo actúa esa emoción y ver cómo nos influye porque estamos apegados a ella, entonces y mediante el desapego será como nos liberaremos para comprobar después que ya no tiene poder sobre nosotros.
La negatividad que cada uno de nosotros lleva dentro no es solo de esta vida sino que también procede, en parte, de los resultados de otras vidas anteriores y pueden estar  ahí para manifestarse a modo de prueba, tentación, sufrimiento kármico u otros aspectos. Puede estar latente pero también puede despertar en cualquier momento y hacernos sufrir o hacernos actuar de forma que el efecto sea también sufrimiento. Es, por tanto, como un ser que busca alimento y que nosotros reconocemos y no nos importa alimentarle con nuestra maldad, irresponsabilidad y negatividad. Como, generalmente, no nos auto-observamos internamente, no nos damos cuenta y actuamos automáticamente o por hábito y le alimentamos aumentando así su poder sobre nosotros, así, el que suele criticar muy a menudo lo seguirá haciendo aunque su conciencia le diga que no lo haga o aunque tenga problemas y sufra por sus críticas. Así cada patrón negativo que cada uno tiene va dominando incluso a la mente haciendo que ésta piense en esa negatividad y ésta, a su vez y cada vez más, intente  impulsar al cuerpo físico a la acción a la vez que los propios pensamientos hacen sufrir. Estas manifestaciones producen una sensación física que, si enfocamos nuestra atención en ella, la unión entre la negatividad y la mente se terminará y se producirá una transmutación del sufrimiento.
Esta es una buena manera de deshacerse o de transformar esas negatividades del pasado que nos dominan y nos impulsan a hacer un mal que, tarde o temprano, nos traerá sufrimiento. Al mismo tiempo, esta práctica aumenta el poder de la conciencia, solo es necesario observarlas consciente y voluntariamente, como observa el verdadero Ser o Ego aquí y ahora. En esta práctica la conciencia es imparcial, no se inclina por el bien ni por el mal, ni excluye la luz ni la oscuridad. Por consiguiente, cuando observamos nuestro interior desde ese estado, no depreciamos nuestras negatividades ni lo que nos hace sufrir, más bien nos damos cuenta de que todo eso que antes rechazábamos y a lo que nos resistíamos nos brinda la oportunidad de librarnos del pasado. El hecho de observar como conciencia todo lo que antes rechazábamos, hace que no nos resistamos a verlo y que lo aceptemos como tal, es decir, la conciencia nos transforma en luz un poquito más cada vez que actuamos así. Tampoco hay que olvidar que el hecho de ser conscientes de que las formas de pensamiento están animadas  por vidas y que debemos identificarnos con ellas y no con las formas, nos permite ir más allá de la mente y progresar como consciencias, obteniendo así alegría y felicidad.
  
CAPÍTULO XI 

BUSCANDO EL SENDERO

La vida del común de la humanidad está compuesta de pequeños hechos o incidentes que forman la base de su existencia, son pocos y raros los hechos o circunstancias especiales, y quizás por eso nos cuesta tanto mantener el interés y el entusiasmo y estar atentos a los hechos y a las circunstancias para poder extraer el mayor provecho de todo ello. La rutina y la monotonía hacen que desperdiciemos la mayor parte de nuestras vidas al no prestar la suficiente atención y meditar cada momento u oportunidad de progreso. Así es que, podríamos decir que el mayor mérito del hombre consiste en mantener el interés, el entusiasmo y una integridad espiritual en medio de la rutina, y en mantener la armonía y un perfecto equilibrio respecto a los pensamientos y a las emociones que, derivadas de las circunstancias y de los problemas que surgen en nuestro destino, tanto nos afectan. Por tanto, sabiendo que las pruebas para el desarrollo proceden de las actividades diarias y no de determinados hechos extraordinarios, no nos queda más remedio que admitir que sólo la fortaleza interna del verdadero Yo nos puede ayudar a encontrar dicha armonía y dicho equilibrio. Son muchos los aspirantes espirituales que han fracasado en su búsqueda de la Verdad por falta de interés y de entusiasmo, y es que nada extraordinario se consigue sin entusiasmo.
El éxito en cualquier materia se puede deber a la persistencia, a determinados hábitos y a la voluntad, y de todo ello surge la eficacia y el cumplimiento de los deberes, pero esto, al fin y al cabo, es una forma de vida casi automática. Son necesarios el interés y el entusiasmo si se quiere tener una vida creativa desde el punto de vista del Alma y no de la personalidad, porque una mente llena de entusiasmo y de profundo interés no tiene miedo ni duda ante los obstáculos ni ante las pruebas del destino. El error de vivir la vida superficialmente, con prisas y anteponiendo el egoísmo por encima del discernimiento y de la meditación de los hechos, hace que vivamos en la excitación, en las sensaciones y en las distracciones físicas y mentales, concluyendo, por tanto, con que una mente que sólo actúa superficialmente nunca podrá experimentar en lo profundo. La mente que piensa en las formas físicas desde un punto de vista personal, no podrá alcanzar a comprender la vida interna del sí mismo porque un campo de actividad externo no trae los resultados ni las experiencias de un trabajo interno, que es la base del desarrollo de sí mismo como Ego.
La gran mayoría de las personas creen o piensan que las leyes divinas son injustas por adjudicarles un destino poco cómodo o benefactor, se sienten frustradas y luchan contra viento y marea con tal de obtener seguridad y toda una serie de objetivos fáciles. Pero sólo las mentes superficiales actúan así y sólo para esas mentes cualquier problema se hace mucho más grande. Cuando no hay actividad interna cualquier dificultad parece imposible de superar y eso es por falta de interés profundo que es el que trae el entusiasmo necesario para la actividad interna. Lo cierto es que el verdadero aspirante espiritual no lucha por forzar su destino y menos por alterar las circunstancias objetivas porque sabe que son el campo experimental y de expresión de cada uno de nosotros. Cuando hay entusiasmo y profundo interés, los cambios objetivos (si los hubiere) se producirían o advertirían de una forma lenta y armónica, lo que facilita el trabajo al aspirante espiritual, el cual, se adaptará a cualquier circunstancia puesto que en su interior hay paz y armonía. Pero, ¡cuidado! no estamos hablando de interés sobre algo personal en particular puesto que eso es superficial y crea apego emocional y mental, es el estado de puro y profundo interés al que nos estamos refiriendo puesto que éste es la base del entusiasmo.
Evidentemente, el aspirante que desarrolla el interés profundo que da pie al entusiasmo, está desarrollando a su vez un espacio o profundidad mental que le servirá para adentrarse en la realidad de la vida y para experimentar profunda y conscientemente, aun en la rutina. Es necesaria una transformación para que no haya ningún grado de resistencia en la mente, sea consciente o inconscientemente. Si hay resistencia, (actividad mental sin control) significa que falta flexibilidad y sensibilidad y, por tanto, en la mente solo hay ruido, bullicio y descontrol, sin embargo, de lo que se trata es de encontrar la calma y ese silencio profundo mental. Tampoco estamos hablando de una mente plácida, indiferente, abandonada, distraída, etc., porque ese tipo de mente nunca experimentará en la realidad ni en lo profundo de la vida. Por consiguiente, hay que flexibilizar y sensibilizar la mente y hay que renovarla para que esté en el presente y elimine todo el pasado, pero también es necesario que haya perturbación o tormentas para que surja el interés y el entusiasmo. Ante las perturbaciones o inquietudes uno debe quedarse quieto porque si nos dejamos llevar por la actividad mental y por la confusión nos perderemos entre ellas mismas pues, después de todo, tras la tormenta viene la calma.
No queremos admitir que el destino nos trae muchas y nuevas oportunidades de desarrollo interno así como desafíos que ni siquiera advertimos porque la mente busca ser la protagonista e intermediaria para así mantener su poder. La mente crea algo así como un velo que nos impide ver la realidad de todo cuanto nos rodea, evita que tengamos un contacto directo con la vida interna. Si no fuera por las distracciones y el entusiasmo de la mente que desde la memoria expresa, tendríamos una mente fresca y viva que nos permitiría observar y afrontar los desafíos y las oportunidades del destino. Las tormentas son creadas por la personalidad, las que pueden complicar más aún los desafíos y pruebas del destino, pero cuando en medio de la agitación hay control y mantenemos quieta a la mente (no reaccionar ni enjuiciar) entonces permanecemos tranquilos y pasará todo sin afectarnos consiguiendo así cierta paz. Una tormenta o desafío sin respuesta es permanecer en el silencio y en la soledad que nos fortalecerá internamente ante otras futuras. Es en este silencio donde se encuentran las mayores oportunidades espirituales de desarrollo porque, entre otros hechos, traen una renovación subjetiva que hace que lo objetivo desaparezca.
Está claro que el aspirante espiritual debe hollar el sendero que lleva al “sí mismo” en la rutina diaria, en sus problemas y en cualquier circunstancia, pero para conseguirlo debe identificarse y escuchar a su Alma por encima de todo el bullicio que le rodea. La búsqueda se hace a cada momento y nadie puede hacerlo por nosotros, solo es necesario escuchar al corazón y a la voz que se hace sonora cuando controlamos el cuerpo de deseos y la mente. El aspirante se debe hacer un luchador incansable y un buen capitán de su barco para vigilar constantemente que el rumbo que lleva sea el correcto, si no se auto-observa para ver que va por el camino correcto es fácil que se pierda entre tanto egoísmo, placer y materialismo. Es muy posible que alguien se pregunte que “qué es” y “cómo se anda el sendero”, y la verdad es que no es fácil de responder porque el “cómo” se anda es algo que cada individuo irá descubriendo paso a paso, pero el “qué” es un despertar o toma de conciencia de que tenemos la posibilidad de acelerar nuestra evolución y nuestro desarrollo espiritual. El sendero no es físico ni objetivo, ni tampoco está fuera de nosotros, es más, no hay normas ni planos para recorrerle, aunque está claro que todo lo que nos ayude a ser mejores y todo el bien que podamos hacer es de gran ayuda para hollarle.
Naturalmente que si queremos avanzar por el sendero de espiritualidad debemos comenzar por poner nuestros sentidos y nuestra mente en lo subjetivo y espiritual y no en lo objetivo y material. Pero, además de eso, debemos procurar ser auto-conscientes constantemente para no permitir que la mente, los deseos y las emociones participen en los asuntos terrenales por su propia cuenta y en más de lo que sean sus deberes y responsabilidades. Esto se consigue observando nuestras reacciones ante los impactos externos e internos que modifican y distraen a la mente, una vez observadas no es necesario crear una guerra para cambiar dichas reacciones porque esa guerra solo las alteraría. Solo es necesario observarlas sin enjuiciarlas y sin intervenir de ninguna forma, entonces ellas se marcharán y nosotros conseguiremos la paz y el silencio de la mente que nos irá acercando progresivamente al Alma.
De lo que se trata, pues, es de eliminar el centro u origen de las reacciones para que así no pueda haber respuestas automáticas, instintivas ni de ninguna clase sin que haya voluntad y conciencia por parte nuestra. Por eso tenemos la necesidad de la auto-observación para ver de “dónde” y “por qué” surgen dichas reacciones, modificaciones y distracciones de la mente. A la vez, también debe haber un auto-análisis como personalidad respecto a nuestro egoísmo, materialismo y todas las actitudes negativas que interfieren en el trabajo de hollar el Sendero de Santidad. Esta actitud es la que nos lleva a descubrir la Verdad o Realidad, y es descubriendo la Realidad como podemos rechazar lo falso. No se trata de guiarnos por libros o por lo que digan otros, sino de limpiar la personalidad de apegos y deseos y de poner la consciencia y la voluntad a merced del Ego para que la mente no reaccione ni se distraiga con todos esos “obstáculos” que interfieren la acción de lo superior sobre lo inferior ¿Por qué sufrir por el hecho de que la mente esté siempre preocupándose por cosas innecesarias y personales? Sólo cuando seamos capaces de descubrir, por medio de la auto-observación y de la consciencia de sí mismo, la falsedad de nuestros deseos, emociones y formas psíquicas o mentales estaremos listos para ver la realidad y para hollar el sendero con seguridad.
Descubrir en determinada vida que hay una vida superior o sendero de espiritualidad implica el comienzo de un desarrollo que nos lleva a trabajar sobre la ética y la moral, o lo que es lo mismo, a cambiar nuestra conducta y nuestros hábitos. Esto se consigue mediante el esfuerzo consciente, sin embargo, el sendero de espiritualidad implica una transformación desde lo interno, algo así como la creación de un nuevo centro desde donde se dirigirá y controlará la actitud y expresión de los diferentes vehículos del Ego. Como hemos visto, el profundo interés y el entusiasmo nos lleva a desarrollar el sendero que nos obligará a hacer cambios personales e internos, y como el cuerpo de deseos y la mente son, mayormente, la causa de nuestro sufrimiento por dejarnos dominar por su influencia, es necesario trabajar sobre ambos para hacer de ellos unas más perfectas herramientas. Uno de los primeros cambios que se deben hacer es cambiar los deseos, es decir, cambiar los conocidos por otros superiores que hasta ahora casi ni hemos imaginado.
Pensar, aun conscientemente, en cambiar nuestros deseos personales no va más allá de una modificación más en la mente que traerá un nuevo comportamiento, mientras que de lo que estamos hablando es de hacer los esfuerzos conscientes necesarios para ver las posibilidades de “alcanzar” lo que normalmente es inalcanzable. Así es que, en este caso, estamos hablando de desear lo que no puede alcanzarse por medio del esfuerzo común, y para ello debemos desarrollar la sensibilidad hacia ese estado superior; a partir de ahí podremos comprender cuáles son las limitaciones que encontraremos. El hombre tiene ambición por ser importante, por tener éxito, etc., pero detrás de cada meta alcanzada viene otra superior con nuevas limitaciones y pruebas, por eso, el éxito total siempre se le niega para que se dé cuenta de las limitaciones; cuando se hace consciente de éstas es cuando supera la ambición personal. El hombre también desea una vida experimental continua pero al final siempre encuentra que la muerte es una discontinuidad, aún así, no renuncia a tener seguridad física, emocional y mental pero, como en todo lo demás y como personalidad, se termina en la frustración. Solo la individualidad en sí misma puede despejar las limitaciones para hacernos ver la “realidad”.
Existen muchas personas que si pudieran se aislarían del mundo y se separarían de la corriente humana para poder vivir en paz y hacer lo que quisieran, pero este sentimiento de separatividad solo produce estancamiento y fracaso. Hay otros que les gustaría tener siempre sensaciones o impactos a modo de vivir más la vida y no se dan cuenta que esa continuidad de sensaciones es precisamente la causa de las reacciones de la mente y que lo que se necesita precisamente es “momentos de silencio” entre reacciones. Las ambiciones, el deseo de éxito e incluso de crecimiento son sólo útiles desde el punto de vista personal pero no desde el de la espiritualidad y la expansión de conciencia puesto que éstas pertenecen a otra dimensión. El cuerpo de deseos y la mente no pueden alcanzar algo que está en una dimensión superior a la suya y que es espiritual, sin embargo, ellos sí pueden ser utilizados por algo superior para buscar y hollar el Sendero de Santidad. Por eso, todos los deseos personales de crecimiento no son nada más que deseo de continuidad de sensaciones y experiencias personales que garanticen su supervivencia, y eso no trae la transformación espiritual necesaria para expandir la conciencia hasta una dimensión superior.
El sendero de perfección es tan estrecho que sólo se puede hacer de uno en uno, y es que para hollar el sendero hay que convertirse en el sendero mismo. El aspirante espiritual no debe esperar que nada ni nadie pueda hacer el trabajo por él, y si algo ha de pedir sólo debería ser fuerzas y aspiración espiritual porque cualquier otra cosa estaría relacionada con los sentidos, con el cuerpo de deseos y con la mente. El “pedir” debe surgir desde lo más profundo del corazón donde la soledad impone el silencio de la mente, si la mente está distraída, descontrolada y pensando en mil cosas a la vez, no tendrá cabida la ayuda que el aspirante pide. Para reconocer la presencia de lo divino, el aspirante debe estar sólo y con la mente en silencio, por eso y porque la mente siempre suele estar entretenida con algo o alguien, es imposible que el hombre común tenga ni siquiera un vislumbre de lo que es la vida superior. He mencionado las palabras “sólo” y “silencio” como necesidad para poder percibir lo superior, pero “solo” no es estar aislado de los demás ni tampoco estar con nuestros deseos, emociones y pensamientos. Cuando digo “solo” y estar con la mente en “silencio” me refiero incluso a detener toda actividad mental que es la única manera de estar” sólo”, sin la compañía de sensaciones ni pensamientos. Porque, mientras la mente tenga una idea, concepto o imagen presente no está sola, es decir, cuando la mente no existe como manifestación es cuando estamos solos. Cuando la mente está en silencio cualquier cosa que proceda de lo superior alcanzará al Ser interno, pero si la mente está distraída se quedará en nada porque será distorsionada y obstaculizada.
Si no somos conscientes de nosotros mismos, las distorsiones y distracciones de la mente que impiden ver la realidad serán las que hagan que nuestra vida sea superficial y que seamos pobres en espiritualidad. Cuando hay soledad y silencio hay enriquecimiento espiritual para que el Ego florezca y se manifieste por encima de lo personal es, en definitiva, una nueva y superior calidad de vida dirigida desde un nuevo centro de conciencia o “sí mismo”. Mientras la mente esté influenciada por los sentidos y desee dar expresión a lo que percibe no estará en el silencio que se requiere para percibir lo superior, es más, mientras la mente se distraiga y piense según lo guardado en la memoria sin un discernimiento consciente superior tampoco estará en ese silencio del Espíritu. Podríamos llegar más lejos aún y decir que la palabra es un medio de comunicación que no tiene significado o poder tal, y tal como lo practicamos, es lo que se comunica o transmite por medio de la palabra lo que da significado a la palabra. Por eso, la palabra puede ayudar o agrandar y crear heridas dependiendo de la mente que proceda y según el recuerdo de experiencias pasadas. Las palabras que nacen de una mente limpia no pueden herir porque no están contaminadas con los recuerdos de las experiencias del pasado ni con posibles programas del futuro. De aquí que para hollar el sendero también sea necesario eliminar el lenguaje hiriente por medio del control de la mente que llevará al silencio consciente y voluntario.
La personalidad es la acumulación de lo conocido, experimentado, pensado, expresado e incluso de los planes de futuro, y mientras tengamos todo esto como real y sintamos apego a ello no podremos dar el paso necesario para encontrarnos con nuestra Alma. Solo el presente, el aquí y ahora, forman ese estado de consciencia o silencio que abrirá la puerta a lo divino. Mientras la mente siga distraída con lo que le llegan de los sentidos y de los recuerdos del pasado o proyectos de futuro estará en tinieblas y no podrá ver la luz que le guiará en el sendero, pues ella misma crea su propia obscuridad. Somos nosotros con nuestra voluntad y discernimiento quienes debemos hacerla transparente y que se deshaga de todo lo que contiene y que sea un obstáculo para encontrar el silencio que lleva a contactar con lo superior.
Cuando el aspirante, al cabo de cierto tiempo, se hace sensitivo hasta determinado grado, su mente se encuentra ante una encrucijada, o mejor dicho, ante tal soledad que no sabe qué hacer porque ni el pasado ni el futuro están para que pueda actuar por sí misma. La mente se encuentra ante algo desconocido ayudada, en todo caso, por la buena voluntad y el desarrollo espiritual acumulado de otras vidas que, como voz de la conciencia o intuición, pueden guiar hasta cierto punto sus pasos. Esto significa que el trabajo del aspirante ha alcanzado tal grado que su mente se ha agudizado y se encuentra en un estado de gran intensidad por estar muy despierta y alerta y no distraída con el pasado y el futuro. Por tanto, el aspirante debe ser responsable y no volver a dejarse dominar por las emociones ni por los deseos personales. Por otro lado, debe quedar claro que el hecho de controlar la mente hasta el punto que estamos mencionando no significa que no se pueda usar con discernimiento y buena voluntad para hacer el bien, tomar decisiones correctas, cumplir con los deberes y responsabilidades, etc., puesto que, precisamente ahora tenemos la ayuda de lo superior de una forma más directa que antes. Pero, de lo que  nunca se debe olvidar el aspirante, es de su propia observación y auto-consciencia para estar siempre alerta ante cualquier posible despertar de algo que distraiga o condicione a la mente.
Cuando el aspirante silencia su mente hasta el grado mencionado es cuando puede hacer objetiva la búsqueda del verdadero sendero de perfección. Es decir, cuando está listo para ver la realidad de lo externo de la vida y cuando la mente es controlada y silenciada y su objetivo es este sendero, es cuando ya no se teme a nada porque la mente es libre y no se identifica con lo que perciben sus sentidos ni con las sensaciones e impactos que antes la distraían y la condicionaban. Pero el sendero implica llevar a cabo el cumplimiento de las leyes divinas y, por tanto, no solo debe el aspirante estar alerta para no hacer el mal (debilidades y defectos personales) sino que a partir de ahí deberá intentar hacer el bien en cada momento, en cada aquí y ahora, o sea, con su mente, con sus deseos y sentimientos, con sus palabras y con sus buenas acciones. Esto, evidentemente, conlleva una actividad de humanidad y de sumisión a Dios para no creerse más que nadie y, por el contrario, ser un instrumento al servicio de los demás. El descubrimiento del verdadero sendero trae consigo el contacto con el Alma  la que, a partir de ahí, hablará al aspirante con una voz cada vez más fuerte.
En el mundo del esoterismo se suele hablar del camino hacia la iniciación que es como decir del Sendero de Santidad. Al hecho de cambiar ciertos hábitos o aspectos de la personalidad le suelen llamar “comenzar el sendero” pero, en realidad no es tan simple, sobre todo porque se basan en simples informaciones, libros, etc., que llegan al conocimiento del aspirante. En la mayoría de los casos, el hecho de comenzar el sendero de esa manera y sin haberle descubierto antes, lleva al fracaso por monotonía o cansancio. Cuando se comienza el sendero imitando lo de otros y sin la guía y la creatividad interna no se puede hablar de un recto comienzo que traiga la alegría interna que debe traer. Los senderos a que me estoy refiriendo son senderos de disciplina, mientras que el sendero que lleva a la Verdad es un camino individual que se descubre cuando se hacen los trabajos previos con interés profundo y entusiasmo. Así es que, el sendero de santidad o de iniciación varía de un individuo a otro porque el desarrollo interno, las experiencias y el carácter no son lo mismo en todos los aspirantes.
Si para comenzar a recorrer el sendero tenemos que descubrirle está claro que debemos ser observadores, y si el sendero es individual y no es un objeto físico, tendremos que practicar la auto-observación y la auto-conciencia o recuerdo de sí mismo en cada momento o aquí y ahora. Por tanto, para comenzar o descubrir el sendero hay que desarrollar una nueva condición mental o conciencia ya que, en realidad, podemos estar descubriendo aspectos internos a cada instante, los que serían la base para descubrir el sendero. Tampoco hay que confundir ese “descubrir aspectos internos” que muchos aspirantes hacemos con el comienzo del sendero, sólo cuando se está comenzando el sendero se vive la vida, momento a momento, con alegría porque descubrir el sendero es comenzar a percibir y vivir la espiritualidad que hemos acumulado como ser interno. Así es que, cuando se comienza el sendero ya no cabe la maldad en ningún sentido porque la experiencia es individual y debe estar complementada con la observación y el recuerdo de sí mismo. El sendero se ha de descubrir constantemente por medio de la sumisión ante lo desconocido y ante lo no alcanzado hasta ahora, es decir, en el silencio que sigue a lo que hasta ahora era la actitud de la personalidad; es una nueva fuerza que llena y satisface al corazón del aspirante.
Comenzar a “Hollar el Sendero” es, por tanto, caminar en compañía del Alma, de la Verdad y de Dios, y esto debe ser así ante cualquier circunstancia de la vida. Esta es la gran diferencia con lo que otros llaman hollar el sendero que no es otra cosa que hacer cambios en la personalidad. Aquí no cabe la duda porque este “descubrimiento” llena de gozo y de felicidad interna al aspirante, y esto es así porque es la Verdad quien guía al aspirante y le hace un luchador o canal en Sí Mismo. Cuando dejamos de hacer oposición a lo que  representa la personalidad y en el silencio actuamos como buscadores de la realidad, es difícil que fracasemos y que volvamos a vivir en la confusión y el caos personal. Aunque esto parezca una actitud pasiva no lo es porque donde hay esfuerzo y lucha personal no cabe la intervención del Espíritu. Sólo cuando la mente deja de luchar por conseguir el éxito, la seguridad o la continuidad de la vida es cuando puede manifestarse el Ego. Sólo cuando la mente deja de actuar por su cuenta es cuando se acaban las limitaciones que ocultan la “realidad”; el trabajo se debe realizar con el aspecto superior de la mente (discernimiento, intuición, inspiración) porque la “realidad” está por encima de la mente.
Nosotros, como individuos en el sendero, debemos ser el instrumento afinado para que suene la Verdad y se exprese el Alma. Entonces el vacío o silencio se convertirá en la voz del Maestro que nos ayudará a hacer el Sendero en nuestra vida cotidiana. El Sendero de Perfección es un sendero de equilibrio entre el hombre común que se rige por la religión y el idealista que, guiado excesivamente por su confianza propia, no se da cuenta que todo esfuerzo consciente tiene un límite. El primero se pasa de pasividad (negatividad) esperando que Dios le perfeccione y el segundo también, en cierto sentido, porque confía demasiado en sus propios poderes y confunde positividad con confianza propia. El camino que el aspirante debe seguir es aquel que deja a un lado las discordias, las preocupaciones, las ambiciones… y la lucha que, contra todo eso, sólo trae amargura y sufrimiento. Solo así se podrá escuchar la melodía que procede de los mundos superiores y solo así, entre las acciones, se podrá vislumbrar el silencio que lleva a la realidad. Cuando una persona, plenamente atenta y en su silencio mental, percibe la belleza de una flor sin emitir pensamiento o palabra alguna, está intentando observar la realidad y expresar internamente lo que percibe. Así mismo, nosotros podemos observar la calidad de los demás cuando percibimos el silencio que hay entre dos expresiones de las que continuamente tiene. Cuando se guarda esto en la memoria en vez del significado de sus expresiones es cuando nuestro Ego manifiesta el equilibrio en nosotros.
La realidad está representada por el silencio entre dos sonidos o pensamientos y para vivirla hay que auto-observarse y recordarse a sí mismo en cada instante, pero eso no evita que la mente y el cuerpo de deseos intenten responder a lo que nos llega por los sentidos (impactos externos) o a la actividad y hábitos de ellos mismos. Esto representa otra lucha difícil de alcanzar al menos en algunos aspectos, sobre todo porque tenemos grabado que lo que está en su lugar correcto representa el bien y lo contrario el mal, y porque nuestro estado mental suele estar cambiando constantemente sin un código de valores fijo y perfecto. Por consiguiente, para estar en lo superior y poder elegir lo correcto deberíamos buscar ese silencio entre expresiones en todo lo que nos rodea, y eso sólo es posible teniendo una atención plena y un control emocional. De aquí que hayamos hablado de observación intensa y de interés profundo en todas las expresiones de la vida. No estamos hablando del interés que identifica al hombre con el objeto, o el que hace que el individuo juzgue o critique, ni tampoco el que surge de un hábito, sino del que busca el silencio espiritual que es donde se encuentra la realidad y la luz. Esto significa que hay que observar la vida, no desde la mente fría sino desde el discernimiento y el corazón que engloba todo como la obra de Dios en cada momento presente. Hay que tener en cuenta que la mente, por lo general, se expresa del pasado al futuro y sus trabajos se basan en la identificación, la comparación, los recuerdos, etc., mientras que la inteligencia o el intelecto trabajan en el presente o aquí y ahora, que es lo que debemos utilizar para intentar observar directamente en el corazón del prójimo y en el silencio de donde surgen las expresiones de la vida.
También es imprescindible que el aspirante observe con suma atención a su corazón, lo que no significa que nos tengamos que volver sentimentales o emocionales. Esto es así porque el corazón debe ser liberado de la influencia personal de las proyecciones y distracciones de la mente. Todo en la creación es puro, es la mente la que lo hace impuro, pero cuando nos situamos en la pureza del corazón purificamos la mente y la hacemos transparente. Por tanto, meditando en el corazón y buscando la realidad en el silencio es como encontramos el verdadero significado de la vida y disfrutamos de ella intensamente.
                                                
CAPÍTULO XII

PROGRAMANDO UNA NUEVA PERSONALIDAD

Estamos tan acostumbrados a nuestra forma de vida que muy pocas personas se dan cuenta de que para expresar nuestra identidad dependemos de los demás y de lo que nos rodea. Cuando hablamos con los demás, cuando hacemos gestiones burocráticas o simplemente cuando estamos de vacaciones, es cuando más nos convertimos en todas esas cosas quedando el Yo casi anulado como cuando alguien vive atentamente la trama de una película. Las personas y el entorno pueden crear momentos de felicidad en la persona pero también lo contrario porque dependemos casi al 100 % de los estímulos externos. Sin embargo, qué diferente es cuando estamos en silencio y en la soledad de nuestra casa pensando sobre todas estas enseñanzas y observándonos a nosotros mismos.
Sólo en esos momentos podemos darnos cuenta de que tenemos dos aspectos personales, uno el que mostramos ante los demás y otro el que en realidad somos. Cuando estamos con otros intentamos ser y tener unos gustos similares a ellos con tal de que nos vean o nos tengan en consideración, o sea, mostramos la imagen que queremos que ellos vean. Esta imagen es la carátula de la personalidad que depende de lo externo para reafirmarse como que existe, pero como depende de cuanto le rodea, siempre que puede intenta ocultar lo que siente y lo que realmente es. Esta personalidad es feliz y se reafirma más cuando se compra lo que la gusta, cuando disfruta de los placeres y satisface sus deseos, cuando mejora en el trabajo, cuando aumenta su economía, etc.
La personalidad interna, que como todo lo oculto es más real, representa el “cómo nos sentimos por dentro” cuando nos aislamos, cuando utilizamos la mente y no al contrario, cuando las emociones no nos dominan, cuando nada nos preocupa y cuando nada nos distrae. En esta parte oculta es donde están los rencores, el estrés, la crítica, la envidia y cualquier otra emoción negativa que nos domine. Lo que creemos ser es una acumulación activa de todas estas emociones, más nuestra relación (de aparentar) con los demás y nuestra forma de pensar basada en todo lo anterior, más los complejos, fobias, miedos, etc. Esto es lo que hace que dependamos de lo externo, y que nos expresemos como creemos ser antes que analizarnos internamente para ver nuestras debilidades.
La personalidad que mostramos es la que se va formando desde la pubertad con cada experiencia donde las emociones han sido notablemente fuertes. Cuando estas experiencias o episodios traumáticos se repiten en la vida o imaginariamente, se reafirman y crean un estado de hábito, un carácter, un rasgo y, en definitiva, una identidad falsa. El hecho de no tener responsabilidades cuando se es joven y de “gozar de la vida” aumenta esa personalidad y aísla a la interna durante un tiempo. Pero al cabo de unos años, cuando tenemos que hacer frente a nuestras responsabilidades y vamos más allá de la vida fácil, afloran de nuevo esas emociones y experiencias traumáticas del pasado para limitarnos.
Una vez creada esta personalidad y según otras experiencias del pasado, es fácil comprender que antes de que se produzcan muchos de los hechos ya sabremos cuál va a ser nuestra reacción y cuáles los sentimientos y los pensamientos que manifestaremos. Es en esta edad adulta cuando nos damos cuenta de que ya no nos sirven las evasiones de la juventud para ocultar esas emociones y sensaciones internas negativas que tan presentes están en nosotros. Si el hecho de aislarnos para ser nosotros mismos, nos hace comprender que lo que llamamos “estar bien” es el resultado de la dependencia que tenemos de lo externo ¿Qué podemos hacer? Esta forma de vida tan común la podríamos encajar perfectamente en la Ley de Consecuencia puesto que según sean las causas así nos sentimos. Si lo que nos pasa o lo que advertimos que nos va a pasar es algo bueno nos sentimos felices, y si es lo contrario nos amargaremos y maldeciremos. De ahí que esta personalidad siempre esté buscando motivos egoístas o lugares para sentirse bien y estar incluso agradecida. Pero, como esto no suele cumplirse en ninguna persona porque siempre hay aspectos internos (rencores, juicios, preocupaciones, etc.) que nos hacen interiorizarnos para ver la realidad de nuestra vida, deberíamos encontrar la manera de adelantarnos a los hechos para sentir y vivir positiva e internamente lo que nos pueda traer lo externo. En mi opinión, solo hay una manera de hacer esto, y se trata de hacer una auto-programación de cómo nos vamos a sentir en determinadas circunstancias, es decir, vivir interna y emocionalmente como si ya estuviéramos experimentando un hecho futuro. Con esta repetida auto-programación creamos una nueva personalidad totalmente contraria a lo que somos gracias a “vivir” como si ya fuéramos esa otra persona.
Cualquier persona que aspire a una vida moral o espiritualmente superior, sabe que de vez en cuando se cruzan en nuestra vida oportunidades (personas, circunstancias, lecturas, etc.) de mejorar esos aspectos. Entonces y si de verdad lo deseamos volveremos a leer, recordar o practicar el hecho que nos ha motivado para alcanzar una nueva meta. Esto hace que haya nuevas conexiones y agrupaciones de neuronas en el cerebro y que, cuando más lo practiquemos (por ejemplo el amor de Cristo) más sintamos que está creciendo dentro de nosotros. Puedo dar fe de que esto funciona pero, como cualquier aspirante espiritual sabe, cuando menos lo esperas vienen las pruebas. Y aunque estas pruebas no nos gusten, la verdad es que vienen para que demostremos nuestro poder espiritual. Así es que, si hemos estado auto-programándonos y visualizando situaciones futuras donde emitimos el amor de Cristo en forma de vibraciones que alcanzan a todo cuanto nos rodea, tendremos que demostrar si de verdad hemos creado ese nuevo aspecto de la personalidad ante cualquier prueba que se nos presente.
Imaginemos que tenemos malas grabaciones (enfrentamientos, injusticias, etc.) guardadas respecto al superior inmediato de nuestro trabajo y que llevamos varios años, y sobre todo cuando le vemos, repitiendo malos sentimientos y pensamientos. Esa personalidad interna, pero negativa, nos domina incluso desde antes de llegar al trabajo y cada vez nos encontramos peor ante él. Esto significa que, inconscientemente, hemos creado unos programas en el cerebro que hacen que cada vez pensemos más en ello y que nuestra reacción y expresión sea automática. En estas situaciones suele haber dos salidas, la de esquivar al superior o cambiar de departamento o empresa, o bien la de hacer frente con alguna fórmula que haga eliminar a ese yo desquiciado de los nervios para crear a otro yo superior. Por tanto y pensando que es lo más correcto, decidimos aplicar la formula de auto-programarnos para vivir en el presente lo que puede ocurrir en el futuro. Parecerá una tontería, pero el hecho de tomar esta decisión ya relaja a ese yo enemigo de su superior. Una vez decidida la manera de pasar a la acción nos ponemos a planificar y tomamos las siguientes decisiones:

1ª.-Cuando nos despertamos por las mañanas hacer la auto-programación para vernos (visualizándonos como si lo estuviéramos viviendo) junto a él en todas las circunstancias posibles, emitiendo de nosotros las más perfectas vibraciones del amor que emitiría Cristo en nuestro lugar.
2ª.- Ser auto-conscientes en todo momento de que somos una nueva personalidad que va dando amor a todo ser viviente.
3ª.- No pensar ni recordar nunca más nada negativo del pasado ni nada que nos haga pensar como antes lo hacíamos.
4º.- Entrar al trabajo o a cualquier sitio con un semblante humilde y expresarnos de manera agradable y cariñosa a la vez que sentimos cómo nuestras vibraciones de amor alcanzan a las personas que nos rodean.
5º.- Auto-observarnos para ser conscientes de lo que sentimos, de lo que pensamos y de cómo nos expresamos.
6ª.- Visualizamos e intentamos vivir a la vez cómo hablamos relajadamente con la otra persona y cómo en una despedida nos damos la mano amistosamente con una sonrisa en los labios.

            Esta auto-programación y visualización se debe repetir a diario durante meses o años (yo he obtenido resultados similares a este ejemplo en dos meses) hasta comprobar que lo estamos llevando a cabo sin problema, que es indicativo de que estamos instalando el nuevo “programa” en el cerebro correctamente. Cuando dejamos de practicar (pensar, sentir y actuar) lo que representa la personalidad no deseada para expresar la nueva forma de ser, estamos creando una nueva forma de pensar y una nueva conciencia; es decir, estamos recordándonos a nosotros mismos el ideal que queremos desarrollar. Al hacer esto consciente y voluntariamente ocurre que nos damos cuenta de que ahora somos conscientes de lo que antes no lo éramos. Es importante  creer en la posibilidad de que nosotros podemos cambiar el cerebro, como así se ha demostrado y que, al hacer la auto-programación y visualización como si lo viviéramos, estamos renovando las conexiones neurales del cerebro para que éste cree ese “ideal” que deseamos ser. En cuanto el cerebro crea ese modelo o ideal gracias a la repetición, tendremos cada día más facilidad para hacerlo real como la vida misma. Hay que tener en cuenta que el cerebro no distingue entre lo que le viene de los sentidos (como se crea la personalidad en cualquier persona) y lo que viene de la mente, él se dedica a actualizar la materia gris como si la información que le llega ya hubiera ocurrido.
            Cuando cambiamos nuestra conducta de esta manera y llegamos a controlar la impulsividad emocional y a la mente para que piense lo que queremos y cuando queramos, el cerebro crea las sustancias correspondientes (neurotransmisores, y neuropéptidos entre otros) de cuya combinación nace una nueva y más elevada emoción que nos llevará a actuar en ese sentido. De esta forma y siguiendo el ejemplo del trabajador, llegaríamos a comprobar que éste cambiaría totalmente sus malos conceptos sobre su superior y llegarían a formalizar una verdadera amistad. En casos como este, donde la mente enseña al cuerpo a cambiar sus emociones para luego llevarlas a la manifestación, lo que ocurre es que termina cambiándose la naturaleza de los genes correspondientes. O sea, que lo que hemos hecho es encarnar el amor y el sentir de Cristo gracias a la programación-visualización mental que luego se ha llevado a la práctica. Este ejercicio y esta práctica repetitiva de llevar a la experimentación lo que se programa mentalmente, puede llegar a crear en el cuerpo y en la mente un arquetipo neuroquímico y genético que lleve al individuo a actuar automáticamente como el ideal elegido.
            Ya hemos visto cómo cuando se aplica un conocimiento y se persiste en su práctica, sus resultados afectan a la conducta del individuo lo que, a su vez, crea nuevas emociones que formarán parte de la nueva identidad. El pensamiento no solo afecta de una manera superficial al cuerpo, como por ejemplo en el caso de recordar un hecho trágico o del de pensar en algo repugnante que nos puede causar nauseas, el pensamiento puede cambiar el cerebro y el estado de conciencia del Yo ¿o no es cierto que el simple hecho de pensar en el comportamiento de Francisco de Asís con los animales no nos hace sentir emociones y deseos de ser más bondadosos con los mismos? Entonces, si por pensar unos momentos de esa forma conseguimos sentir una serie de elevados deseos y emociones ¿no podríamos conseguir un estado de conciencia similar por el hecho de vivir y experimentar ese aspecto compasivo en nuestra vida diaria? Es decir ¿No podemos cambiar nuestro cerebro y esquemas mentales, eligiendo y llevando a la práctica todos los ideales y cualidades espirituales que conozcamos?
Conociendo el ideal o la virtud que queremos desarrollar y una vez puesta en práctica, el cerebro se encarga de crear un nuevo modelo de personalidad o realidad futura personal por medio de nuevas agrupaciones y conexiones de las neuronas. Dicho de otra forma, la práctica repetida durante más tiempo crea unos nuevos circuitos neurales relacionados con los hechos futuros que deseamos alcanzar, pero en el momento presente. Cuanta más repetición y práctica más fortaleza tendrá el nuevo estado de conciencia y más reacciones emocionales surgirán como respuesta de forma automática. En definitiva, el nuevo estado mental formará hábitos relacionados con la virtud elegida, esto aumentará los cambios neurológicos y químicos, y esto se llevará a la experiencia en el momento presente.
Los pensamientos, como es obvio, están relacionados con el cerebro, y las emociones y los sentimientos con el cuerpo. Un pensamiento genera un sentimiento o emoción, es decir, cuerpo y mente se unifican para trabajar en una sola dirección. Por eso, desde el mismo momento en que una persona comienza este proceso para desarrollar una nueva virtud, ella misma comienza a cambiar porque, inconscientemente, está creando nuevos circuitos y conexiones cerebrales. Esos procesos neurológicos y químicos producidos por la mente y por las emociones terminaran reflejándose como nueva personalidad y a nivel biológico y genético. Pero como este proceso lo estamos llevando a cabo como una programación para el futuro y como, tarde o temprano, se consigue, (si se hace correctamente) está claro que hemos encontrado la manera de anticiparnos al futuro creando una nueva personalidad y una nueva realidad futura. Y digo una nueva realidad futura porque, además de la virtud, también podemos cambiar circunstancias y hechos importantes de la vida.
Al igual que ha cambiado el concepto de la materia hasta afirmar que es energía, también ha cambiado la teoría de que el cerebro no puede cambiar pues, como ocurre con el aprendizaje y la memoria ocurre con los circuitos y las conexiones entre las neuronas. Esto nos ayuda a comprender la posibilidad de que también podamos eliminar y desconectar circuitos que representen los aspectos que no nos gustan de la personalidad actual. Es decir, podemos conseguir que nuestro “nuevo cerebro” ya no siga activando las zonas que representan lo que no nos gusta, a la vez que estimula lo nuevo para ir más allá de las limitaciones y de las circunstancias actuales. Analizando un poco más despacio todo esto, cabe preguntarnos ¿No estamos controlando, como nueva personalidad, lo que antes considerábamos inconsciencia? Cuando tenemos nuevas ideas y nuevas formas de pensar con tal de cambiar de conducta para así obtener mejores y nuevos resultados como efecto de aprovechar oportunidades, estamos produciendo nuevas situaciones y nuevas experiencias que crean nuevas emociones que, a su vez, originarán nuevas  sustancias químicas.
Por otro lado, cuando actuamos de una nueva forma y con más elevadas intenciones en el mundo, los sentidos envían esa información al cerebro para que éste lo refleje y se enriquezca como “nuevos conocimiento” que se manifestarán emocional y sentimentalmente estimulando, a su vez, nuevos deseos y nuevos pensamientos en esa misma línea de conducta. Esto es, al fin y al cabo, un estado creativo del ser, y cuando con esta práctica nosotros nos ponemos en ese estado creativo, la nueva mente disminuye la actividad de las redes y conexiones de las otras áreas del cerebro para centrarse en los pensamientos que nos interesan. Esto podría definirse como un estado de ensimismamiento o aislamiento total que, al mismo tiempo, se convierte en “realidad” porque no hay ninguna clase de distracciones. En esos momentos vivimos totalmente centrados (como ser) en esos pensamientos presentes de la realidad futura; estamos reprogramando el cerebro para que vea una nueva realidad que traerá un nuevo estado del ser; y estamos creando una nueva mente subconsciente que cambiará las respuestas automáticas del cuerpo. Es decir, ya no pensamos, ni sentimos, ni actuamos como antes y, ni mucho menos, tenemos estrés. Entonces y a partir de ahí, ya no nos sentimos condicionados por el pasado y, por el contrario, hemos creado una realidad llena de posibilidades futuras.
Quien haya practicado la meditación habrá comprobado que al terminar el ejercicio se siente algo diferente de cuando lo comenzó; y si la ha acompañado de la oración sentirá también otras emociones y deseos de ser mejor. En algunas meditaciones se visualizan ideales y situaciones espirituales que originan las más elevadas emociones acompañadas de idealizaciones futuras, pero éstas no se llegan a cumplir por falta de práctica y de persistencia en la meditación. La repetición hace que el pensamiento se convierta en experiencia y que ésta cree un nuevo modelo de carácter de posibilidades en el cerebro y en la vida porque los cambios internos siempre producen efectos externos. Pero lo más importante de todo este proceso que estamos tratando es que hemos cambiado la manera de vivir. Hasta ahora actuábamos y estábamos condicionados por las circunstancias, por los impulsos emocionales y por la actividad mental incontrolada. Pero a  partir de ahora seremos “nosotros mismos”, como creación consciente y voluntaria de un nuevo modelo mental y existencia. A partir de ese momento y sin recordar nada del pasado, nos veremos viviendo el ideal y experimentando en un mundo lleno de nuevas oportunidades gracias al cambio cerebral, genético y de la realidad. Sin embargo, no nos olvidemos que la mente y el cuerpo emocional deben expresarse en una misma línea de actuación.
  
CAPÍTULO XIII 

LA PERSONALIDAD Y EL NUEVO FUTURO

Generalmente y sabiendo que los hechos más importantes de nuestra vida vienen “programados” y aceptados por nosotros mismos antes de renacer, son pocas las veces que a lo largo de la vida nos esforzamos consciente y voluntariamente para crear algo nuevo en nuestra vida. Desde que nacemos, basándonos en todo lo que nos rodea y según sean las relaciones y experiencias que hayamos tenido, nos habituamos a pensar, a sentir y a expresarnos de una manera automática y monótona. Esto es crear nuestra propia “realidad”, y mientras sigamos actuando así crearemos las mismas circunstancias y pensaremos y sentiremos igual que siempre, condicionándonos a nosotros mismos una y otra vez por medio de esa repetitiva forma de vivir. Tenemos la mala costumbre de implicarnos en los problemas y hacerlos más grandes por el hecho de pensar en ellos y de sentir sus emociones como respuesta. Para dejar este hábito hay que pensar más allá de las circunstancias de siempre, hay que vivir en una nueva línea de tiempo y, sobretodo, ir más allá de nuestros habituales sentimientos y emociones; así podremos idealizar un nuevo Yo.
La forma en que hemos llegado a ser como somos es más o menos así: Si todo lo que hemos conseguido ser (forma de pensar, de emociones y deseos, hábitos, etc.) gracias a las experiencias y a las circunstancias que hemos vivido, lo tenemos en el cerebro a modo de base de datos, significa que ante cualquier estímulo o impacto externo siempre vamos a responder de la misma manera porque estaremos activando las mismas redes y agrupaciones de neuronas. Así es que, podríamos decir que lo interno se refleja y crea lo externo (mismas respuestas y expresiones ante los mismos hechos, problemas y circunstancias) y lo externo siempre recibirá la misma respuesta de lo guardado en lo interno impulsándonos a actuar según lo conocido. Por consiguiente, podríamos decir que son los recuerdos y lo guardado en el cerebro lo que nos “recuerda” que debemos expresarnos y que debemos actuar de la misma forma. Lo que tenemos en ese procesador llamado cerebro representa quiénes creemos ser en relación al mundo que nos rodea, sobre todo porque nos identificamos con él. Es por esto que podríamos asegurar que en cada momento estamos creando las mismas circunstancias del pasado, y que cada mañana nuestro cerebro se conecta a su “realidad” para crear el mismo estado de conciencia de forma automática.
Sabemos que un hecho externo puede estimular una emoción y ésta, a su vez, un pensamiento, pero la base de las expresiones y de las actuaciones del hombre es el pensamiento; por tanto, es la mente la que nos ha creado tal y como creemos ser. Si cada vez que pensamos seguimos activando automáticamente las mismas células nerviosas, nada cambiará en nuestra base de datos ni en nuestra personalidad porque estamos configurando constantemente al cerebro de esa forma. El resultado de todo esto es que los mismos sentimientos y emociones se han compenetrado tanto con la forma de pensar que han creado una identidad que rechaza totalmente cualquier cambio que el hombre quiera hacer.
Cualquier aspirante espiritual sabe que no es fácil cambiar esta identidad y que para cambiarla debe hacerse desde adentro. Cuando nuestra manera de sentir y de ver lo que llega a nosotros, se convierte en nuestra manera de pensar, es muy difícil que cambiemos esos esquemas o “programas” del cerebro. Por tanto, cambiar es pensar de una forma diferente a la de cómo nos sentimos normalmente, es ir más allá de los sentimientos y emociones que nos dominan y que hacen que nos comportemos de una forma casi automática. Generalmente, estamos condicionados por hechos que quedaron especialmente grabados, un acto que nos acomplejó puede volver a repetirse y acomplejarnos cada vez más según se presenten otras circunstancias iguales o similares. Cada vez que se presenta una circunstancia donde nos podamos acomplejarnos, es fácil que lo hagamos, porque esa experiencia del pasado tiene una gran carga emocional que hará que se activen en el cerebro las mismas conexiones y secuencias. Esto, a su vez, consolida más aún esos circuitos de neuronas haciendo que la persona piense igual que lo hizo en otras ocasiones, originándose así, otra vez, las mismas emociones relacionadas con el complejo gracias a las sustancias químicas del cerebro y del cuerpo.
Cuando memorizamos ciertas reacciones emocionales, recuerdos asociativos, hábitos, etc., es como si hubiéramos creado toda una serie de programas subconscientes que se hacen automáticos. La repetición de esos programas hace que el cuerpo se habitúe a esos estados emocionales haciendo que sigamos sintiendo, pensando y expresándonos de la misma forma, como si el cuerpo fuera la mente. Así, cuando experimentamos un pensamiento o emoción, el cuerpo funciona de forma automática sin que nosotros seamos conscientes de ello la mayoría de las veces. Actualmente y en la mayoría de los casos, el hombre utiliza un 10 %, o quizás menos, de la mente consciente para pensar voluntaria y conscientemente, por consiguiente, un 90 % es utilizado por la mente automatizada que llamamos subconsciente (ejemplo: la mecanografía donde los dedos no necesitan ser guiados por la mente) Cuando cuerpo y mente están tan compenetrados, reflejando el hombre ese 90 % dominante de ese subconsciente en el cuerpo, es cuando formamos y nos sentimos un ser, pero en este caso, un ser automatizado en un 90 % del tiempo. El hecho de que ese 10 % no sea consciente de lo que piensa, siente o hace el hombre, demuestra que se vive en la inconsciencia y que  nos dejamos llevar por las emociones y por los hábitos.
Cuando ocurre esto, la mente queda en un segundo plano, como dormida, mientras que es el cuerpo el que actúa de  acuerdo a las emociones memorizadas, es decir, que el 90 % de la mente subconsciente es la que dirige la actividad con sus programas automáticos respondiendo a cualquier pensamiento casual o estímulo fortuito. Está claro que si queremos ser conscientes de lo que pensamos y sentimos debemos olvidar todos esos arquetipos mentales y emocionales automáticos para crear nuevas pautas que trasformen los circuitos y agrupaciones del cerebro. Basándonos en quiénes queremos ser, debemos entrenar al cuerpo desde una nueva mente y un nuevo enfoque para que trabajen al unísono. Cuando una persona lleva años pensando que es de tal o de cual forma, es como decir que ha creado tantas sustancias químicas sobre ese sentimiento o esa emoción que los receptores de las células adaptan y procesan cada vez mejor esa expresión del carácter. Cuando comenzamos a crear un defecto, aún involuntariamente, puede ser que, al darnos cuenta, nos sintamos molestos con nosotros mismos, (por ejemplo, ser irascible) pero si no ponemos medios, el cuerpo emocional continuará creando las sustancias correspondientes a las emociones que, según lo que percibamos en cualquier momento, sean estimuladas por el pensamiento en el cerebro. Si esto no se evita, llega un momento en que el cuerpo se adapta tanto que actúa automáticamente ante cualquier hecho que no esté de acuerdo con el carácter que hemos creado, manifestando así cada vez más la irascibilidad. Está claro que para cortar radicalmente esta cadena o secuencia es necesario usar la voluntad y la mente de una forma consciente, así se dejarán de crear las moléculas emocionales que alimentan a las células.
Cuando uno crea un mal hábito, vicio o defecto y lo practica tan a menudo que los sentimientos o las emociones actúan tan automáticamente que parecen el Yo, la mente se debilita y actúa cada vez menos. Esto significa que cada vez que recordamos emocionalmente lo que registramos en el pasado, estamos viviendo en ese pasado. Por eso se dice que el hombre se apega a los deseos y a las emociones y que le cuesta mucho crear un mejor futuro. Inconscientemente nos hacemos unos adictos de lo conocido y experimentado (pasado) porque nuestro cuerpo se ha habituado a lo fácil y cómodo, y por eso mismo no le gusta que le obliguen a expresarse de otra forma. Así es que, si estamos recordando siempre las mismas emociones (hechos del pasado) es difícil que originemos causas nuevas.
Siguiendo el ejemplo de la persona irascible, cuando alguien comienza a regenerar su carácter por medio de un trabajo interno como este, se dará cuenta que ya tenía una adicción y que a la mínima manifestaba su carácter irascible. Pero también comprobará que, aunque haya resistencia por parte del cuerpo emocional que sigue queriendo manifestarse así, surge cierta inquietud en el cuerpo. Esto ocurre porque las células ya no reciben esas vibraciones emocionales irascibles que la mente creaba en el cerebro. Algo está cambiando en el cuerpo emocional porque una “nueva mente” está originando pensamientos y deseos más elevados que son contrarios a la irascibilidad. Es más, el simple hecho de pensar que ya no se desea ser irascible cambia los estímulos que creaban las substancias que alimentaban las células. Entonces, los receptores de las células cambiarán para hacer lo mismo con las sustancias químicas y así crear un nuevo orden químico contrario a la irascibilidad. Esta es la lucha interna del aspirante espiritual que desea quitarse un defecto de su carácter, los pensamientos se oponen al hábito emocional, sentimental o de deseo, pero si estos vencen a la mente, el cuerpo seguirá manifestando el defecto. Por eso es tan necesario crear pensamientos nuevos que estimulen sentimientos y emociones positivas.
El cuerpo emocional y la mente tienen que estar en sintonía y trabajar juntos por un nuevo ideal que vaya más allá del carácter habitual. Para cambiar hay que hacer que el cuerpo olvide (deje de practicar o expresar) esas vibraciones emocionales que se han convertido en carácter  e identidad. Esta es la manera en que lo que perciben los sentidos forman el carácter: La información llega al cerebro donde se recrea el hecho percibido gracias  a las redes y conexiones que existen entre los grupos y zonas neurales del cerebro. Esto hace que se originen las correspondientes emociones en el cuerpo emocional, las cuales alcanzan a las células en forma de sustancias químicas, (hormonas, neuropéptidos) Como esto produce un cambio interno contrario a lo que éramos hasta ese momento, nos identificamos con él y lo grabamos como causa de ese cambio, es decir, lo memorizamos. De esta forma se registra algo nuevo en el cerebro pero también químicamente en el cuerpo por medio de las nuevas sustancias emocionales que llegan a los receptores celulares. Como, en este caso, el cambio surge como deseo de ser mejor, se recuerda como algo positivo que causó armonía entre cuerpo y mente. Son los recuerdos los que moldean el mundo interno, nosotros aprendemos a pensar y a sentir de la misma forma por medio del cerebro, que es donde se refleja lo externo (experiencias, relaciones conocimientos, etc.) y la mente. Son las redes y conexiones de las neuronas o células nerviosas del cerebro las que se encargan de ello.
Nuestro mundo o realidad se forma por medio de la repetición de una serie de emociones y pensamientos, y por eso, cuando estamos tan acomodados a vivir en esa realidad, nos cuesta tanto tener la mente ocupada en estudios o hechos nuevos. Cuando más reaccionamos de la misma forma a lo externo más fuertes se hacen las redes de neuronas y más real nos parece la “realidad” o mundo que hemos creado en el cerebro. De aquí que nos acostumbremos a ver las cosas y a pensar siempre igual, ya que la mente (que ve en el cerebro) se hace una y se identifica con lo exterior. Pero, como hemos visto, también ocurre lo mismo con las emociones. Cuando una y otra vez pensamos en problemas, coloreamos nuestra vida con el color y las emociones de ese problema, o sea, creamos un problema que nos domina y nos expresamos mental y emocionalmente a través de él. ¿Y qué ocurre entonces? Pues que ya no somos el Yo que controla su destino y que nos hemos convertido en el efecto de esas circunstancias externas o “problema”. El problema del hombre es que sus actitudes han hecho que el cuerpo actúe como una mente subconsciente por haber memorizado toda una serie de actitudes, hábitos, recuerdos, creencias, etc. Esas actitudes que todos llevamos dentro como si fueran programas, son las que nos hacen actuar inconsciente y automáticamente y las que recuerdan el estado emocional en cada momento, mejor incluso que la mente. Cuando somos conscientes de esto y nos esforzamos en cambiar hacia algo superior es cuando despertamos de esa vida irreal para dirigir nuestra vida (mente, imaginación, palabra, deseos y acciones) Pero en cuanto nos descuidamos y nos dejamos llevar por el 90 % de inconsciencia (por ejemplo, una discusión descontrolada) volvemos a estar en ese mundo irreal. Si queremos ser verdaderamente el Yo consciente que deberíamos ser, debemos de dejar de ser el de siempre.
Esto debería ser preocupante para todos pero más aún para los que aspiran a transformar su personalidad para ser más auténticos y más libres. Son muchas las personas que intelectualmente se sienten libres, incluso los que procuran pensar siempre positivamente dicen que van por el buen camino, pero no es suficiente porque ¿De qué sirve desear ser feliz o intentar ser mentalmente positivo si el cuerpo sigue sintiendo y respondiendo negativamente? Hasta que no trasformemos ese automatismo negativo que expresamos no conseguiremos lo deseado. Cuando una persona trabaja con una misma máquina todos los días llega un momento en que sus manos actúan sin necesidad de que sean dirigidas consciente y voluntariamente por el Yo; digamos que actúan por su cuenta y que, mientras tanto, el Yo está fuera de lugar o dormido. Pues bien, eso es lo que solemos hacer todos a lo largo de nuestra vida desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, y eso nos debería llevar a admitir que son pocos los momentos en que pensamos, sentimos y actuamos plenamente conscientes.
Este automatismo, inconsciente para el Yo, es el que crea la personalidad expresada a su vez, por medio de las emociones. Y cuando se expresan emociones negativas del pasado una y otra vez durante mucho tiempo, creamos los rasgos de una personalidad negativa para el presente y para el futuro. Es evidente que si queremos vencer este problema debemos cambiar la personalidad automática con sus correspondientes emociones memorizadas, o dicho de otra forma, debemos dejar de vivir en el pasado. No solo hay que dejar de pensar y sentir como el yo de siempre, sino que debemos intentar vivir plenamente atento a lo que hacemos, a lo que nos rodea y a lo interno para así poder actuar como un nuevo Yo más allá de la personalidad. Siendo plenamente consciente en cada “ahora” estamos tan centrados en ese momento que nos olvidamos del tiempo y del espacio, y es ahí, en ese vacío personal, cuando debemos ver al mundo y a los demás como algo superior y positivo y donde podemos auto-programarnos para el futuro visualizando los hechos como si ya los estuviéramos viviendo. Esta manera de cortar con el pasado es la que “configura” de nuevo las conexiones y redes de neuronas en el cerebro. ¿Qué estamos haciendo? dejar de vivir en los problemas, en las preocupaciones y en las obsesiones del pasado (entre otros) para crear mental y emocionalmente una nueva y más elevada personalidad futura.
La neurociencia ya ha demostrado que por el hecho de imaginar repetidamente que estamos haciendo algo o que nuestro carácter es de tal forma, los circuitos y las conexiones del cerebro cambian como si ya se estuviera produciendo lo que imaginamos. Luego entonces, ¿no podríamos adelantarnos y programar una personalidad y un medio ambiente en general diferente del automatismo que hemos tenido hasta ahora? El cerebro no distingue lo que le llega del exterior de lo que nosotros deseamos imaginar, y por eso lo hace “real” en sus zonas y redes. Así es que, una vez que tenemos claro lo que queremos ser como persona (cariñosa, simpática, servicial, compasiva, etc.) debemos:

1º.- Comenzar a visualizar o imaginar cada mañana, como si lo estuviéramos viviendo, las circunstancias y relaciones donde queremos ser diferentes.
2º.- Estar plenamente atentos y conscientes durante el día para intentar actuar y vernos como deseamos.
3º.- Hacer cada noche una visión retrospectiva del día para ver dónde hemos fallado y imaginar cómo debemos actuar en una próxima ocasión.

            Recordemos: Cuando estamos plena y conscientemente atentos a lo que pensamos, sentimos y expresamos  como colaboración complementaria de la repetida visualización de la futura personalidad, el cerebro cambia como si ya se estuvieran produciendo los hechos. Cuando pensamos e imaginamos repetidamente algo, excluyendo todo lo demás, llega un momento en que el pensamiento se convierte en experiencia; a esto lo podríamos llamar “instalar una nueva configuración en las neuronas del cerebro.” Un pensamiento no es solo una vibración electromagnética que puede afectar a la mente de otros y que puede estimular emociones, sino que también crea en el cerebro una reacción bioquímica que genera unos neurotransmisores que después son enviados al cuerpo para que éste responda de acuerdo a lo que se está pensando.
            Apliquemos esto a una persona que se va de vacaciones al lugar que tanto ha deseado. Si comienza por imaginar y visualizare a sí misma pasándoselo lo mejor posible, lo que estará haciendo es activar unos neurotransmisores que afectan a una determinada zona del cerebro para que se creen las imágenes. Como efecto de la acción de los neurotransmisores, se liberan cierta cantidad de neuropéptidos en el torrente sanguíneo para que el cuerpo produzca hormonas de acuerdo al pensamiento y esto, a su vez, se reflejará como emociones de alegría y diversión, pareciendo así que la persona está viviendo ya las vacaciones. El fin es que la persona sienta lo mismo que está pensando para luego pensar en lo que siente, así mente y cuerpo están en sintonía creando un mismo estado de consciencia creador. Por estos motivos, solemos decir si nos encontramos bien o mal de acuerdo a lo que sentimos y a lo que pensamos. Por estos conocimientos deberíamos procurar crear pensamientos positivos y rechazar lo negativos, sin embargo, también, por nuestras repeticiones inconscientes e irrazonadas tenemos hábitos y caracteres negativos y automáticos que impiden que veamos la realidad desde un estado de consciencia más despiertos. Cuando actuamos correctamente es la mente la que domina al cuerpo, pero cuando estamos “dormidos” es cuando el cuerpo actúa y “piensa” imponiéndose sobre la mente. Solo haciendo uso de la voluntad, como Yo o Alma, podremos imponer la razón sobre las emociones y sobre la mente subconsciente que crea el automatismo corporal.
            El ocultista sabe que el ADN y los genes representan, físicamente, la esencia del arquetipo celestial que se crea antes de que el nuevo ser humano nazca. En los mundos superiores se “programan” las líneas generales de la futura vida y el arquetipo del cuerpo físico futuro, y todo de acuerdo al karma o deudas de ese  Ego más las necesidades evolutivas que tenga. De acuerdo a todo eso y después de atraer la materia mental de la que formará su mente, el ego o Yo, comienza su descenso y adquiere la materia emocional que esté en sintonía con su vibración y estado de conciencia. A continuación y siempre de acuerdo con el arquetipo original creado en el plano del Alma, los Ángeles y sus ayudantes crean el molde del cuerpo físico con la materia etérica del mundo físico. Este molde etérico es el que atrae (de forma parecida a los anteriores cuerpo mental y emocional) la materia física según sea su vibración y a su karma, lo cual queda reflejado en parte en el ADN y en los genes. Todos estos cuerpos están unidos y entrelazados entre sí de tal forma que el verdadero Yo o Ego sea consciente de lo que el hombre (la personalidad) hace en la Tierra. Cuando abandonamos el cuerpo físico nos llevamos la película de nuestra vida pasada para extraer todo el beneficio posible, tanto de lo bueno como de lo malo. Esta quintaesencia de cada vida es lo que hace que evolucionemos y que tengamos mayores oportunidades en cada renacimiento pero, ¿Es justo que no recojamos el beneficio de cada vida hasta después de la muerte?
            Sí es justo, en cierto modo, si lo entendemos como que experimentamos ciclos de actividad (vida) y de “inactividad” (estado post-morten) donde nos fortalecemos espiritualmente para afrontar un nuevo día o renacimiento. Pero en un ciclo inferior, en lo que llamamos días y noches, también tenemos grandes oportunidades de desarrollo gracias a que tenemos una voluntad y un libre albedrío para intentar ser cada día mejor consciente y voluntariamente. No sería justo que si una persona se esfuerza por eliminar de su carácter todos los defectos o emociones negativas que tiene no obtuviera algún beneficio para el siguiente día en vez de esperar hasta después de la muerte. Y para eso está el cerebro y los genes que, como se demostrado, cambian según pasan los años y de acuerdo a si el individuo crea nuevas agrupaciones y conexiones cerebrales que repercuten en la genética. Por tanto, análogamente, a como sacamos el beneficio de las experiencias después de la muerte, así mismo podemos hacer en cada nuevo día si el día anterior nos hemos preocupado y esforzado por ser conscientes de lo que intentan hacer nuestros vehículos y por actuar como si el nuevo día fuera un nuevo renacimiento que debemos aprovechar para ser creativos en el más elevado sentido de la espiritualidad.
            Los genes, al igual que el cerebro, cambian y son influenciables según las experiencias, la forma de pensar, de sentir, de la etapa de desarrollo físico, e incluso de la salud. Por tanto, no tenemos una vida tan predecible, (como algunos astrólogos  piensan sobre el horóscopo y sobre lo que otros opinan sobre el destino) según la genética, sino que nosotros podemos alterar algunos genes durante la vida para que sean la base de algunas actuaciones futuras y de la “programación” y karma del próximo renacimiento. Los genes se activan por medio de señales químicas y cuando así lo hacen expresan lo que son o representan por medio de la creación de diferentes proteínas. No estoy asegurando que podamos cambiar el ADN que viene programado de los mundos invisibles desde antes de nacer, sino de alterar o poner más o menos en actividad los genes de acuerdo  a los cambios notables que podamos hacer a lo largo de nuestra vida. Es decir, un cambio de hábitos o de carácter envía nuevas señales a las células, y éstas, a su vez, expresan nuevas proteínas y crean miles de variaciones de un mismo gen. Así es que, podemos aceptar que, lo mismo que algunas partes del cerebro son más cambiantes e influenciables también ocurre lo mismo con los genes. Y es en este punto donde debemos dejar claro que la forma de vida que llevamos (misma forma de pensar, de sentir, de actuar, etc.) es como decir que siempre estamos activando los mismos genes y, por tanto, creando las mismas proteínas lo que, a fin de cuentas, nos perjudica en todos los sentidos.
            Si las experiencias, las emociones y, sobre todo, el efecto de pensar voluntaria y conscientemente, pueden cambiar algunos genes ¿Por qué no va a ocurrir lo mismo si llevamos a la práctica el hecho de imaginar y visualizar un futuro carácter y destino más elevado y original? Dicho de otra forma, si cambiar progresivamente nuestro carácter hacia lo alegre y cariñoso se graba en algunos genes ¿Por qué no se va a grabar por el hecho de hacer lo mismo con la imaginación y la visualización plena viviendo y sintiendo internamente lo que estamos imaginando? Recientes estudios, dentro de la física cuántica, han demostrado que cuando se crean y se repiten nuevas y más elevadas emociones se altera la química del cuerpo y se cambia la expresión genética. Es más, algunos experimentos han demostrado que se desarrollan en algún grado ciertas habilidades por el simple hecho de pensar que se está haciendo esa tarea (por ejemplo, mecanografía) Ahora es el momento de preguntarse uno mismo ¿Por qué seguir viviendo en el pasado y seguir creándome el mismo futuro y el mismo karma si puedo cambiar mi cerebro y mis genes para vivir en un futuro más elevado en el momento presente? ¿Por qué seguir viviendo automática y repetitivamente entre estrés, preocupaciones, vicios y demás si con mi voluntad y mi imaginación puedo crearme un nuevo carácter y una nueva identidad?
            ¿Quién, de los que se interesan por la “nueva conciencia” o por la filosofía oculta, no ha leído algo sobre la importancia de vivir en el presente o ahora? Patanjali ya hablaba de ello hace varios miles de años, en el siglo pasado también hubo escuelas que enseñaban cómo vivir conscientemente en el presente, y en estos últimos tiempos también se está dando mucha importancia a la “atención plena”. La verdad es que todas estas enseñanzas van encaminadas a despertar un nuevo estado de conciencia o de Ser en cada momento por medio de la auto-conciencia y de la auto-observación. Y es que vivir en cada ahora o momento presente nos permite ir más allá del tiempo y del espacio y hacer realidad lo que queramos en nuestro fuero interno, lo que, por el contrario, no es posible hacer respecto al pasado. Como hemos dicho, tenemos tal adicción a nuestro cuerpo físico que actuamos como autómatas, no podemos pasar ni deshacernos de nuestros hábitos y estados de ánimo habituales, y cada vez que repetimos o imaginamos los mismos hechos, el cuerpo cree que lo está reviviendo y añade más sustancias químicas que producen las mismas emociones y pensamientos. De esta forma, lo que hemos conseguido es que el cuerpo actúe como una mente subconsciente y lleve el mando para responder siempre igual ante las mismas circunstancias; esta es la llamada “respuesta condicionada”.
            Expliquemos un poco más detalladamente esto ¿Cómo puede crearse una persona un carácter irascible? Cuando el cuerpo responde o se expresa instintiva o automáticamente como un sistema nervioso autónomo, lo hace como efecto de las reacciones químicas procedentes del cerebro; obviamente, no nos solemos dar cuenta de este proceso. Supongamos que nos levantamos en uno de esos días que llamamos malos y que el despertador ha fallado porque ha saltado el automático de la corriente eléctrica. Los pensamientos de llegar tarde y de explicárselo al jefe sabiendo que es un poco miserable y de ninguna forma razonable, hace que los neurotransmisores actúen sobre el cuerpo y que los neuropéptidos y hormonas afecten en ese sentido a las células y al sistema nervioso. Con cada pensamiento y por el hecho de recordar el pasado (porque esto ya ocurrió y nos costó un disgusto) el cerebro y el cuerpo siguen empeorando todo y comienzan a actuar de forma automática y condicionada desencadenando toda una serie de respuestas emocionales. Estos hechos pueden durar varias horas, lo que da pie a que se forme un “estado de ánimo”. Si a esto añadimos que por salir más tarde de casa encuentra mucha circulación de tráfico y toca el claxon y discute con otro  conductor porque su sistema nervioso está alterado, y que le ocurren otros hechos similares en el trabajo, los cuales durarán varias semanas, tendríamos que hablar de “temperamento”, sobre todo si se siguen expresando las mismas emociones y pensamientos. Si esta persona ha repetido durante mucho tiempo esas emociones y pensamientos y ha creado emociones de rencor, odio, venganza, malhumor, etc., entonces ya estaríamos hablando de un “rasgo de la personalidad”. Naturalmente que es muy posible que esta persona se viera tratada de forma diferente a cómo le trataban antes y eso empeoraría todo y quizás también las relaciones familiares, esto sería la total formación de una nueva pero negativa personalidad con cierto grado de irascibilidad.
            Esta personalidad se ha creado teniendo como base al pasado emocional y a las respuestas autónomas y automáticas del cuerpo, por tanto, si queremos cambiar la personalidad debemos de cambiar las emociones memorizadas, es decir, tenemos que dejar de vivir en el pasado. El ejemplo que hemos puesto sería más fácil de superar porque se ha producido en un corto espacio de tiempo, pero no ocurriría lo mismo respecto a un hábito o emoción que tuviera muchos años. Si, como personalidad, solemos vivir en el pasado, significa que nuestro futuro será predecible y más de lo mismo, por tanto, lo ideal es acostumbrar al cuerpo a vivir en el futuro. Si imaginamos y visualizamos más posibles situaciones o circunstancias futuras y nos concentramos en ellas como si las estuviéramos viviendo, ocurriría que nuestra mente, cerebro y sustancias químicas actuarían como si esos hechos estuvieran ocurriendo transformándose así en experiencias. Entonces, de la experiencia futura que estamos creando mentalmente se genera una emoción, respondiendo el cuerpo como si todo fuera real en ese momento.
            Cuando vivimos en el pasado, generalmente, lo hacemos a modo de “sobrevivir” al amparo de lo conocido y experimentado, cuando no estamos preocupados por la salud lo estamos por la economía, por el trabajo o por la falta de tiempo que nos queda para hacer tal o cual cosa. Esto es vivir en la desesperación y en el estrés en vez de hacerlo en sentido creativo y de futuro, viendo a las personas y al mundo desde otra perspectiva más espiritual. Todos sabemos que el sistema nervioso simpático nos advierte alterando el equilibrio químico del cuerpo, o sea, estresándonos. Y esto suele ocurrir con un simple pensamiento que creamos (la mayoría de las veces automáticamente) cuando tenemos que hacer frente a algún problema, a alguien con quien la relación no es buena, etc. Todos, alguna vez, hemos comprobado esto, por ejemplo, al recordar una discusión con alguien que  acabamos de ver de pasada, o si nos ponemos a pensar qué haríamos en un futuro si eso volviera a ocurrir. Esto quiere decir que nosotros podemos alterar el sistema nervioso o estresarnos por el simple hecho de recordar el pasado o pensar en el futuro basándonos en hechos del pasado.
¿Qué ocurriría si estuviéramos casi todo el día pensando en cosas preocupantes, en hechos problemáticos y otros similares? Pues que estaríamos casi todo el día estresados y nos costaría mucho alcanzar el equilibrio corporal para mantener un buen estado de salud. Esto trae consigo la sobrecarga de sustancia químicas y sus efectos sobre los genes más, como es lógico, la convivencia diaria con las peores emociones que impedirían el equilibrio y el hecho de que el Yo pueda estar atento y consciente ante lo que piensan, sientan y expresan sus cuerpos. Esto, a la larga, nos volvería más materialistas y egoístas y dejaríamos de interesarnos por nuestro desarrollo psíquico y espiritual. El hombre es un Espíritu y vive en un mundo lleno de posibilidades por muy encerrado que esté en un cuerpo físico y si, como Yo, sabe utilizar a sus cuerpos y muy especialmente a su mente, podrá elevarse progresivamente a su mundo. Pero para eso debe comenzar por vivir plenamente consciente en presente y en el futuro imaginativo en sentido creativo de una más perfecta personalidad y mundo en el que habitar. Si no dejamos de vivir en el pasado y de revivir automáticamente las emociones y los pensamientos personales y materialistas, poco conseguiremos. Cuando cambiamos todo este pasado por un presente y un futuro superior, la conciencia se eleva hacia el propio mundo del Espíritu.
Si hemos aplicado lo dicho hasta ahora nos habremos dado cuenta de que somos más conscientes que antes, aun así y si de verdad queremos progresar en la transformación de la personalidad, es de gran utilidad que llevemos a la práctica la auto-observación y el hecho de prestar plena atención a todo cuando nos rodea. Puesto que, como sabemos, nuestra personalidad actual se compone de lo que pensamos, de lo que sentimos, de cómo actuamos y nos expresamos, y de todo lo guardado como resultado de las experiencias del pasado, si queremos transformar la personalidad, no nos queda otra solución que la de observar nuestros pensamientos inconscientes, las acciones instintivas y las reacciones emocionales automáticas para ver hasta qué grado son verdaderas o útiles. Si estamos plenamente atentos a todo ello seremos más conscientes, y si somos más conscientes percibiremos y observaremos más cosas, y si desarrollamos más la capacidad de percibir y observar lo podremos hacer tanto en sentido interno como externo. En definitiva, seremos más conscientes, (despiertos) viviremos en otra realidad, y evitaremos todas esas respuestas y expresiones instintivas y automáticas. Sabiendo lo que ocurre en el cerebro cuando pensamos, es lógico que sepamos que los circuitos, las zonas y las conexiones neurales van desactivándose progresivamente hasta que, al no volver a pensar ni a sentir de la misma forma, se termina atrofiando para dar paso a otras nuevas. Estos cambios, a su vez, impiden que lleguen las mismas señales de antes a los genes y, por tanto, que el cuerpo responda como esa mente subconsciente que aparentaba ser antes. Es razonable pues, que cuanto más nos conozcamos más conscientes seamos de nosotros y de la realidad, lo que nos facilita la eliminación de la personalidad antigua para crear la nueva y deseada; así es que, si queremos cambiar en algo debemos convertirnos en otra persona.
El cerebro es el procesador y donde se instalan los programas, por eso tiene lóbulos, zonas, agrupaciones y conexiones de circuitos, cumpliendo todo ello sus funciones. Sabemos que hay personas que han hecho grandes cambios personales y de carácter en su vida, tanto para bien como para mal. Lo que indica que algo tiene que haber en ese procesador para que cuando una persona ponga voluntad y esfuerzo para cambiar, lo consiga. Nuestra intención es crear un nuevo programa (una nueva personalidad y posible nuevo futuro) y para ello debemos hacer un espacio en el cerebro para idealizar e imaginar una nueva forma de ser. El hecho de imaginar y visualizar un futuro con nuevas posibilidades donde nosotros estamos y experimentamos según el ideal que queremos desarrollar, ya hace que el cerebro cree ese espacio y que comiencen a formarse los nuevos circuitos, conexiones, etc. A su vez y como es razonable, el cerebro busca información dentro del conocimiento y de las experiencias guardadas para extraer o conectar lo que sea necesario con tal de crear esa nueva forma de pensar o “mente”.
La clave para alcanzar el éxito está en idealizar algo superior y elevado, y para ello es importante visualizar y vivir como si ya estuviéramos o fuéramos lo que deseamos. También está bien que respondamos a nuestras propias preguntas de: ¿Cómo deseo pensar y ser? ¿Qué carácter desearía tener? ¿Cómo me comportaría yo y qué efectos tendría en esa nueva realidad? El simple hecho de responder a esas y a otras preguntas similares hace que el cerebro comience a funcionar de otra manera y a renovar los circuitos y las conexiones cerebrales con tal de crear esa nueva mente. Lo que significa que cuanto más cambiemos la forma de ser, de pensar, de sentir y de ver el mundo, más cambiamos el cerebro y nuestra vida. Repito, la clave es introducir más y nueva información, porque cuanta más información más conexiones se crean y más facilitamos ese cambio que eliminará el hábito que tiene el cerebro de activarse monótona y automáticamente.
Al igual que ha cambiado el concepto de la materia hasta afirmar que es energía, también ha cambiado la teoría de que el cerebro no puede cambiar pues, como ocurre con el aprendizaje y la memoria ocurre con los circuitos y las conexiones entre las neuronas. Esto nos ayuda a comprender la posibilidad de que también podamos eliminar y desconectar circuitos que representen los aspectos que no nos gustan de la personalidad actual. Es decir, podemos conseguir que nuestro “nuevo cerebro” ya no siga activando las zonas que representan lo que no nos gusta, a la vez que estimula lo nuevo para ir más allá de las limitaciones y de las circunstancias actuales. Analizando un poco más despacio todo esto, cabe preguntarnos ¿No estamos controlando, como nueva personalidad, lo que antes considerábamos inconsciencia? Cuando tenemos nuevas ideas y nuevas formas de pensar con tal de cambiar de conducta para así obtener mejores y nuevos resultados como efecto de aprovechar oportunidades, estamos produciendo nuevas situaciones y nuevas experiencias que crean nuevas emociones que, a su vez, originarán nuevas  sustancias químicas.
Por otro lado, cuando actuamos de una nueva forma y con más elevadas intenciones en el mundo, los sentidos envían esa información al cerebro para que éste lo refleje y se enriquezca como “nuevos conocimientos” que se manifestarán emocional y sentimentalmente estimulando, a su vez, nuevos deseos y nuevos pensamientos en esa misma línea de conducta. Esto es, al fin y al cabo, un estado creativo del ser, y cuando con esta práctica nosotros nos ponemos en ese estado creativo, la nueva mente disminuye la actividad de las redes y conexiones de las otras áreas del cerebro para centrarse en los pensamientos que nos interesan. Esto podría definirse como un estado de ensimismamiento o aislamiento total que, al mismo tiempo, se convierte en “realidad” porque no hay ninguna clase de distracciones. En esos momentos vivimos totalmente centrados (como ser) en esos pensamientos presentes de la realidad futura; estamos reprogramando el cerebro para que vea una nueva realidad que traerá un nuevo estado del ser; y estamos creando una nueva mente subconsciente que cambiará las respuestas automáticas del cuerpo. Es decir, ya no pensamos, ni sentimos, ni actuamos como antes y, mucho menos, tenemos estrés. Entonces y a partir de ahí, ya no nos sentimos condicionados por el pasado y, al contrario, hemos creado una realidad llena de posibilidades futuras.

CONTRAPORTADA 

El hombre conoce y experimenta en el mundo físico gracias a que éste se refleja en el cerebro por medio de los sentidos, pero el cerebro, al igual que el cuerpo y que toda la materia, es energía tal y como lo demuestra hoy la física cuántica. Existimos y nos consideramos humanos por el hecho de pensar, pero la mente no es física ni está en el cerebro sino que es el medio por el cual el Yo percibe lo externo y se expresa en el cuerpo físico Nos sentimos yoes gracias a que “conocemos” todo lo que nos rodea y a que sabemos que no es parte nuestra, pero sí creemos que son parte nuestra las emociones y los pensamientos porque estamos tan identificados con ellos que no permitimos que se manifieste el verdadero Ser como “mí mismo”.
Nos expresamos y respondemos instintiva y automáticamente basándonos única y exclusivamente en los recuerdos del pasado y en proyectos de futuro, pero no vivimos la vida presente consciente y voluntariamente en cada aquí y ahora. Solo cuando el hombre se analice conscientemente y comprenda que él es el conocedor, el pensador y el observador del mundo externo y de sus vehículos internos, comprenderá que vive en un mundo irreal y que la realidad futura está en sí mismo.

Francisco Nieto Vidal

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