miércoles, 1 de octubre de 2014

MITOLOGIA GRECORROMANA Y ESOTERISMO ROSACRUZ



MITOLOGÍA GRECORROMANA Y 

ESOTERISMO ROSACRUZ

La mitología griega es el conjunto de mitos y leyendas pertenecientes a los antiguos griegos que tratan de sus dioses y héroes, la naturaleza del mundo, los orígenes y el significado de sus propios cultos y prácticas rituales. Formaban parte de la religión de la Antigua Grecia. Los investigadores modernos recurren a los mitos y los estudian en un intento por arrojar luz sobre las instituciones religiosas y políticas de la antigua Grecia y su civilización, así como para entender mejor la naturaleza de la propia creación de los mitos.
La mitología griega aparece explícitamente en una extensa colección de relatos e implícitamente en artes figurativas tales como cerámica pintada y ofrendas votivas. Los mitos griegos intentan explicar los orígenes del mundo y detallan las vidas y aventuras de una amplia variedad de dioses, héroes y otras criaturas mitológicas. Estos relatos fueron originalmente difundidos en una tradición poética oral, si bien actualmente los mitos se conocen principalmente gracias a la literatura griega.
Las fuentes literarias más antiguas conocidas, los poemas épicos de la Ilíada y la Odisea, se centran en los sucesos en torno a la Guerra de Troya. Dos poemas del casi contemporáneo de Homero, Hesíodo, la Teogonía y los Trabajos y días, contienen relatos sobre la génesis del mundo, la sucesión de gobernantes divinos y épocas humanas y el origen de las tragedias humanas y las costumbres sacrificiales. También se conservaron mitos en los himnos homéricos, en fragmentos de poesía épica del ciclo troyano, en poemas líricos, en las obras de los dramaturgos del siglo V a. C., en escritos de los investigadores y poetas del período helenístico y en textos de la época del Imperio romano de autores como Plutarco y Pausanias.
Los hallazgos arqueológicos suponen una importante fuente de detalles sobre la mitología griega, con dioses y héroes presentes prominentemente en la decoración de muchos objetos. Diseños geométricos sobre cerámica del siglo VIII a. C. representan escenas del ciclo troyano, así como aventuras de Heracles. En los subsiguientes periodos arcaico, clásico y helenístico aparecen escenas mitológicas homéricas y de otras varias fuentes para complementar la  evidencia literaria existente.
La mitología griega ha ejercido una amplia influencia sobre la cultura, el arte y la literatura de la civilización occidental y sigue siendo parte del patrimonio y lenguaje cultural occidentales. Poetas y artistas han hallado inspiración en ella desde las épocas antiguas hasta la actualidad y han descubierto significado y relevancia contemporáneos en los temas mitológicos clásicos.
En la sociedad griega, la religión estaba completamente imbricada en todos los dominios de la vida (familiar, pública y social). La oposición entre lo "profano" y lo "sagrado", los límites que establecemos entre lo "laico" y lo "religioso" son inciertos, incluso no pertinentes. Los gestos, los comportamientos, las ceremonias de la vida familiar, social y política comportan  casi siempre un aspecto religioso.
La religión griega no se apoya en ninguna revelación. La ciudad griega no conocía ni instituciones que dirigieran la religión, ni dogma. Las conductas religiosas, piedad (eusébeia: respeto de las obligaciones hacia los dioses), e impiedad (asébeia: ausencia de respeto a las creencias y a los rituales comunes de los habitantes de una ciudad), no tenían un carácter definido y rígido. La piedad parece haber sido el sentimiento que tenía el grupo o el individuo, de ciertas obligaciones.
Las obligaciones de la comunidad concernían, en primer lugar, al respeto a la tradición ancestral.
Las del individuo eran multiformes. La participación en los cultos de la ciudad, la abundancia de las ofrendas en los santuarios, la devoción hacia la muerte de los parientes y las divinidades protectoras de la familia, la generosidad para permitir que los rituales se desarrollaran en las mejores condiciones, son ejemplos de manifestación de la piedad.
En cambio, era considerado, generalmente, como impío todo lo que iba en contra de la tradición, en materia de religión, toda innovación: la introducción en la ciudad de dioses que no eran oficialmente aceptados, las concepciones que ponían en entredicho las creencias tradicionales, la modificación de ritos ancestrales. Incluso, cualquier atentado contra la integridad del patrimonio divino (el robo en detrimento de un templo, la mutilación o el cultivo de árboles sagrados), toda profanación, imitación o falsificación de una ceremonia religiosa, las violencias cometidas contra los sacerdotes de un culto eran actos impíos.
La piedad no era la expresión de un sentimiento de relación íntima con una divinidad; no era tampoco sólo la observación escrupulosa y estricta de los ritos prescritos. Ser piadoso era creer en la eficacia del sistema de representaciones establecidas por la ciudad para organizar las relaciones entre los hombres y los dioses, y también participar en ellas activamente.
El misticismo griego. Visión general Los primeros habitantes de la Península Balcánica fueron un pueblo agricultor que, mediante el animismo, asignaba un espíritu a cada aspecto de la naturaleza. Finalmente, estos espíritus vagos asumieron forma humana y entraron en la mitología local como dioses. Cuando las tribus del norte invadieron la península, trajeron con ellos un nuevo panteón de dioses, basado en la conquista, la fuerza, el valor en la batalla y el heroísmo violento. Otras deidades más antiguas del mundo agrícola se fusionaron con las de los más poderosos invasores o bien se atenuaron en la insignificancia.  
El principio general del animismo es la creencia en la existencia de una fuerza vital sustancial presente en todos los seres animados, y sostiene la interrelación entre el mundo de los vivos y el de los muertos, reconociendo la existencia de múltiples Dioses con los que se puede interactuar, o de un Dios único aunque inaccesible en una adaptación moderna. Sus orígenes no son precisables al contrario que las religiones proféticas, siendo junto al chamanismo una de las más antiguas creencias de la Humanidad. Ya la religión del Antiguo Egipto está fundada sobre bases animistas.

Para los griegos, los dioses no estaban en el exterior del mundo, ellos no habían creado el universo ni a los hombres, pero se habían creado a sí mismos. No habían existido siempre; no eran eternos, sin principio ni fin, sino sólo inmortales (nacimiento sin muerte). Esta inmortalidad se traducía en un estilo de vida particular. Se alimentaban con ambrosía (sustancia deliciosa, nueve veces más
dulce que la miel, se decía), de néctar y del humo de los sacrificios. En sus venas no corría la sangre, sino otro líquido: el ichor. Estaban sometidos al destino e intervenían constantemente en los asuntos humanos. Nacidos unos de los otros y muy numerosos, los dioses formaban una familia, una sociedad, fuertemente jerarquizada.
El nombre de la mayoría de las divinidades aparece en las tablillas de la civilización micénica, después en los textos de Homero y de Hesíodo. Su sitio y su función estaban ya en parte establecidos. Parece que el panteón griego estaba ya constituido en el siglo VIII a. C. A finales de este siglo, Hesíodo, un poeta beocio, en su Teogonía, presenta una ordenación de los ritos y de los mitos relativos al nacimiento del mundo divino. Redacta una historia de la sucesión de las generaciones divinas que al término de los múltiples conflictos por la soberanía desemboca en la colocación de los dioses del Olimpo alrededor de la figura de Zeus.
Se trataba, en primer lugar, de hacer nacer el mundo (kosmos) a partir de tres poderes: Caos ("el vacío que ocupa un hueco"), Gea (la Tierra) y Eros ("la renovación"), quienes dieron, cada uno,
nacimiento a otros poderes de manera independiente. De la unión de Gea y de Urano nacieron los Titanes (el más joven de los cuales era Crono), los tres Cíclopes y los tres Hecatónquiros (los de cien manos). De los hijos de Gea y de Urano que engendraron poderes divinos, Cronos castró a su padre, luego reinó con Rea sobre los otros dioses. Para que ninguno de sus hijos fuera rey, tras nacer se los tragó. Nacido de él, Zeus escapó a sus intenciones. Una vez que creció, obligó a Crono a vomitar a sus hijos, lo destronó y lo incitó, con la generación de sus hermanos, los Olímpicos, a un combate contra los Titanes. En adelante, los dioses se organizaron esencialmente en torno a Zeus, soberano del Olimpo (del cielo, de la región etérea donde viven los dioses), quien repartió el mundo con sus hermanos: a Hades, el inframundo y a Poseidón, el mar. Repartió entre los Olímpicos todos los honores (timai) e inauguró un reinado de paz y de justicia.
 
Los relatos míticos, como los de Hesíodo, explican las prácticas cultuales (sacrificios, fiestas y competiciones) y los ritos que acompañaban la vida social y política. Justifican las reglas
fundamentales que rigen la colectividad, las vuelven inteligibles a los hombres y aseguran su perennidad.
Tras la mitad del periodo arcaico los mitos sobre relaciones entre dioses y héroes se hicieron más y más frecuentes, indicando un desarrollo paralelo de la pederastia pedagógica (παιδικ ς ἔρως  
paidikos eros), que se cree fue introducida sobre el 630 a. C. Para finales del siglo V a. C. los poetas había asignado al menos un erómeno (adolescente que era su compañero sexual) a todos los
dioses importantes salvo Ares y a muchos personajes legendarios. Los mitos previamente existentes, como el de Aquiles y Patroclo, también fueron reinterpretados bajo una luz pederasta.  
Los poetas alejandrinos primero, y luego más generalmente los mitógrafos literarios del antiguo Imperio romano, adaptaron a menudo de esta forma historias de personajes mitológicos griegos.
El logro de la poesía épica fue crear ciclos históricos, y como resultado desarrollar un sentido de cronología mitológica. De esta forma la mitología griega se despliega como una fase del desarrollo 
del mundo y el hombre. Aunque las autocontradicciones de estas historias hacen imposible una línea temporal absoluta, sí puede discernirse una cronología aproximada. La historia mitológica del mundo puede dividirse en tres o cuatro grandes periodos: 
   1. Los mitos de origen o edad de los dioses (teogonías, ‘nacimientos de los dioses’): mitos sobre los orígenes del mundo, los dioses y la raza humana.

   2. La edad en la que hombres y dioses se mezclaban libremente: historias de las primeras interacciones entre dioses, semidioses y mortales.

   3. La edad de los héroes (edad heroica), donde la actividad divina era más limitada. Las últimas y mayores leyendas heroicas son las de la Guerra de Troya y sus consecuencias (consideradas por
algunos investigadores como un cuarto periodo separado).

Mientras la edad de los dioses ha sido con frecuencia más interesante para los estudiosos de la mitología contemporáneos, los autores griegos de las eras arcaica y clásica tuvieron una clara
preferencia por la edad de los héroes, estableciendo una cronología y registrando los logros humanos con los que responder las preguntas sobre cómo el mundo fue creado. Por ejemplo, las heroicas Ilíada y Odisea empequeñecían a la Teogonía y los himnos homéricos tanto en extensión como en popularidad. Bajo la influencia de Homero el culto heroico llevó a una reestructuración 
de la vida espiritual, expresada en la separación del reino de los dioses del reino de los (héroes) muertos, es decir, los ctónicos (dioses o espíritus del inframundo), de los olímpicos.
Hesíodo hace uso de un esquema de cuatro edades del hombre (o razas): de oro, de plata, de bronce y de hierro. Estas razas o edades son creaciones separadas de los dioses, correspondiendo la edad dorada al reinado de Crono y siendo las siguientes razas creación de Zeus. Hesíodo intercala la edad (o raza) de los héroes justo tras la edad de bronce. La última edad fue la de hierro, durante la cual vivió el propio poeta, que la consideraba la peor y explicaba la presencia del mal mediante el mito de Pandora, quien derramó de la jarra todas las mejores características humanas salvo la esperanza. 
La Edad de los Dioses
 
Empieza con el Caos, un profundo vacío. De éste emergió Gea (la Tierra) y algunos otros seres divinos primordiales: Eros (Amor), el Abismo (Tártaro) y el Érebo. Sin ayuda masculina, Gea dio a luz a Urano (el Cielo), que entonces la fertilizó. De esta unión nacieron primero los Titanes:
Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto, Tea, Rea, Temis, Mnemósine, Febe, Tetis y Crono . Tras éste, Gea y Urano decretaron que no nacerían más Titanes, de forma que siguieron los Cíclopes de un
solo ojo y los Hecatónquiros o Centimanos. Crono («el más joven, de mente retorcida, el más terrible de los hijos [de Gea]») castró a su padre y se convirtió en el gobernante de los dioses con su hermana y esposa Rea como consorte y los otros Titanes como su corte.
 
Crono tuvo como hijo a Zeus.  Tras haber traicionado a su padre, Crono temía que su descendencia hiciera lo mismo, por lo que cada vez que Rea daba a luz un hijo, él lo secuestraba y se los tragaba. Rea lo odiaba y lo engañó, escondiendo a Zeus y envolviendo una piedra en pañales, que Crono se tragó. Cuando Zeus creció, dio a su padre una droga que lo obligó a vomitar a sus hermanos y a la piedra, que habían permanecido en el estómago de Crono todo el tiempo. Zeus luchó entonces contra él por el trono de los dioses. Al final, con la ayuda de los Cíclopes (a quienes liberó del Tártaro), Zeus y sus hermanos lograron la victoria, condenando a Crono y los Titanes a prisión en el Tártaro.
 
Zeus sufrió la misma preocupación y, después de que fuera profetizado que su primera esposa Metis daría a luz un dios «más grande que él», se la tragó. Sin embargo Metis ya estaba encinta de Atenea y esto lo entristeció hasta que ésta brotó de su cabeza, adulta y vestida para la guerra. Este «renacimiento» de Atenea fue usado como excusa para explicar por qué no fue derrocado por la 
siguiente generación de dioses, al tiempo que explica su presencia. Es probable que los cambios culturales ya en progreso absorbieran el arraigado culto local de Atenea en Atenas dentro del cambiante panteón olímpico sin conflicto porque no podía ser derrocado.
 
El pensamiento griego antiguo sobre poesía consideraba la teogonía como el género poético prototípico —el mythos prototípico— y le atribuía poderes casi mágicos. Orfeo, el poeta arquetípico, era también el arquetipo de cantante de teogonías, que usaba para calmar mares y tormentas en las Argonáuticas de Apolonio, y para conmover los pétreos corazones de los dioses del inframundo en su descenso al Hades. Cuando Hermes inventa la lira en el Himno homérico a Hermes, lo primero que hace es cantar el nacimiento de los dioses. La Teogonía de Hesíodo no es sólo el relato sobre los dioses conservado más completo, sino también el relato conservado más completo de la función arcaica de los poetas, con su larga invocación preliminar a las Musas. La teogonía fue también el tema de muchos poemas hoy perdidos, incluyendo los atribuidos a Orfeo,
Museo, Epiménides, Abaris y otros legendarios videntes, que se usaban en rituales privados de purificación y en ritos mistéricos. Hay indicios de que Platón estaba familiarizado con alguna
versión de la teogonía órfica.  Sin embargo, se esperaba silencio sobre estos ritos y creencias religiosas, y que los miembros de la secta no hablasen sobre su naturaleza mientras creyesen en
ellos. Después de que dejaran de ser creencias religiosas, pocos sabían sobre estos ritos y rituales.
A menudo existieron alusiones, sin embargo, a aspectos que eran bastante públicos.  
 
Los primeros cosmólogos filosóficos reaccionaron contra, o a veces se basaron en, las concepciones míticas populares que habían existido en el mundo griego por algún tiempo. Algunas de estas concepciones populares pueden ser deducidas de la poesía de Homero y Hesíodo. En Homero, la Tierra era vista como un disco plano flotando en el río de Océano y dominado por un cielo semiesférico con sol, luna y estrellas. El Sol (Helios) cruzaba los cielos como auriga y navegaba alrededor de la Tierra en una copa dorada por la noche. Podían dirigirse oraciones y prestar juramentos por el sol, la tierra, el cielo, los ríos y los vientos. Las fisuras naturales se consideraban popularmente entradas a la morada subterránea de Hades, hogar de los muertos.
 
Tras el derrocamiento de los Titanes, el nuevo panteón de dioses y diosas fue confirmado. Entre los principales dioses griegos estaban los olímpicos, residiendo sobre el Olimpo bajo la mirada de
Zeus. (La limitación de su número a doce parece haber sido una idea comparativamente moderna.) Aparte de estos, los griegos adoraban a diversos dioses rupestres, al semidiós rústico Pan, las ninfas —náyades que moraban en las fuentes, dríades en los árboles y nereidas en el mar—, dioses-río, sátiros y otros. Además, había poderes oscuros del inframundo, como las Erinias (o Furias), que se decía que perseguían a los culpables de crímenes contra los parientes. Para honrar al antiguo panteón griego, los poetas compusieron los himnos homéricos (un conjunto de 33 canciones).    
Cada dios desciende de su propia genealogía, persigue intereses diferentes, tiene una cierta área de su especialidad y está guiado por una personalidad única; sin embargo, estas descripciones emanan de una multitud de variantes locales arcaicas, que no siempre coinciden entre ellas.
Cuando se aludía a estos dioses en la poesía, la oración o los cultos, se hacía mediante una combinación de su nombre y epítetos, que los identificaban por estas distinciones del resto de sus propias manifestaciones (por ejemplo  polo Musageta era ‘ polo *como+ jefe de las Musas’)   Alternativamente el epíteto puede identificar un aspecto particular o local del dios, a veces se cree que arcaico ya durante la época clásica de Grecia.
 
La mayoría de los dioses estaban relacionados con aspectos específicos de la vida. Por ejemplo, Afrodita era la diosa del amor y la belleza, mientras Ares era el dios de la guerra, Hades el de los
muertos y Atenea la diosa de la sabiduría y el valor.  Algunas deidades como Apolo y Dioniso revelaban personalidades complejas y mezcolanza de funciones, mientras otros como Hestia (literalmente ‘hogar’) y Helios (literalmente ‘sol’) eran poco más que personificaciones  Los templos más impresionantes tendían a estar dedicados a un número limitado de dioses, que fueron el centro de grandes cultos panhelénicos. Era sin embargo común que muchas regiones y poblaciones dedicasen sus propios cultos a dioses menores. Muchas ciudades también honraban a los dioses más conocidos con ritos locales característicos y les asociaban extraños mitos desconocidos en los demás lugares. Durante la era heroica, el culto a los héroes (o semidioses) complementó a la de los dioses.
 
La Edad de los dioses y los mortales
 
Uniendo la edad en la que los dioses vivían solos y la edad en la que la interferencia divina en  los asuntos humanos era limitada había una edad de transición en la que los dioses y los mortales se mezclaban libremente. Fueron estos los primeros días del mundo, cuando los grupos se mezclaban más libremente de lo que lo harían luego. La mayoría de estas historias fueron luego narradas por
Ovidio en Las metamorfosis y se dividen a menudo en dos grupos temáticos: historias d e amor e historias de castigo.
 
Las historias de amor solían incluir el incesto o la seducción o violación de una mujer mortal por parte de un dios, resultando en una descendencia heroica. Estas historias sugieren generalmente
que las relaciones entre dioses y mortales son algo a evitar, incluso las relaciones consentidas raramente tienen finales felices. En unos pocos casos, una divinidad femenina se empareja con un hombre mortal, como en el Himno homérico a Afrodita, donde la diosa yace con Anquises concibiendo a Eneas.


El segundo tipo de historias (las de castigo) trata de la apropiación o invención de algún artefacto cultural importante, como cuando Prometeo roba el fuego a los dioses, cuando éste o Licaón
inventa el sacrificio, cuando Tántalo roba néctar y ambrosía de la mesa de Zeus y los da a sus propios súbditos, revelándoles los secretos de los dioses, y cuando Deméter enseña la agricultura
y los Misterios a Triptólemo. Un fragmento de papiro anónimo, datado en el siglo III a. C., retrata vívidamente el castigo de Dioniso al rey de Tracia, Licurgo, cuyo reconocimiento del nuevo dios llegó demasiado tarde, ocasionando horribles castigos que se extendieron hasta la otra vida. La historia de la llegada de Dioniso para establecer su culto en Tracia fue también el tema de una trilogía esquiliana. En otra tragedia, “Las bacantes de Eurípides”, el rey de Tebas, Penteo, es castigado por Dioniso por haber sido irrespetuoso con él y espiado a las Ménades, sus adoradoras.
 
En otra historia, basada en un antiguo tema folclórico y reflejando otro tema parecido, Deméter estaba buscando a su hija Perséfone tras haber tomado la forma de una anciana llamada Doso y recibió la hospitalaria bienvenida de Céleo, el rey de Eleusis en Ática. Como regalo para Céleo por su hospitalidad, Deméter planeó hacer inmortal a su hijo Demofonte, pero no pudo completar el ritual porque su madre Metanira la sorprendió poniendo al niño en el fuego y chilló asustada, lo que enfureció a Deméter, quien lamentó que los estúpidos mortales no entendiesen el ritual.
   
La edad de los héroes
 
La época en la que vivieron los héroes se conoce como edad heroica. La poesía épica y genealógica creó ciclos de historias agrupadas en torno a héroes o sucesos particulares y estableció las 
relaciones familiares entre los héroes de las diferentes historias, organizando así las historias en secuencia.  
 
Tras la aparición del culto heroico, los dioses y los héroes constituyen la esfera sacra y son invocados juntos en los juramentos, dirigiéndoseles oraciones. En contraste con la edad de los dioses, durante la heroica la relación de héroes carece de forma fija y definitiva; ya no nacen grandes dioses, pero siempre pueden surgir nuevos dioses del ejército de los muertos. Otra importante diferencia entre el culto a los héroes y a los dioses es que el héroe se convierte en el  centro de la identidad del grupo local.
 
Los sucesos monumentales de Heracles se consideran el comienzo de la edad de los héroes.

También se adscriben a ella tres grandes sucesos:

1. la expedición argonáutica
2. la guerra de Tebas
3. la guerra de Troya.
   
La expedición de los Argonautas 
Con el nombre de argonautas se conoce a los héroes que acompañaron a Jasón en su búsqueda del vellocino de oro. Sus avatares fueron contados en varios poemas épicos de la Antigüedad.
La historia de los argonautas cuenta el viaje peligroso de un héroe al que se le envía para desembarazarse de él, imponiéndole una tarea imposible de llevar a cabo, pero de la que sale
victorioso gracias a la ayuda de aliados inesperados.

La Guerra de Tebas 
Edipo fue abandonado cuando era niño por sus padres Layo (hijo de Lábdaco y rey de Tebas) y Epicasta (Yocasta en la tradición posterior) por motivos que no están claros, pero sobrevivió y fue encontrado, acogido y criado por Pólibo y Peribea, reyes de Corinto, como si fuera su propio hijo.
Entonces Hera, encolerizada, envía a Tebas a la Esfinge, un monstruo, y el adivino Tiresias aconseja a Layo que haga sacrificios para aplacar la cólera de los dioses pero él prefiere ir a consultar el 
oráculo. Layo parte a consultar con el oráculo pero en una encrucijada del camino es muerto por Edipo (ignorando que se trata de su padre) en un incidente.
Edipo luego llega a Tebas y derrota a la Esfinge y como premio los tebanos (o bien Creonte, el hermano de Epicasta) lo eligen como rey, casándose para ello con la viuda de Layo, es decir, Epicasta (la propia madre de Edipo aunque él lo ignoraba). Tras descubrir que se había producido el incesto, Epicasta se suicida tras maldecir a su hijo.
 
Edipo sigue reinando en Tebas y se casa nuevamente, esta vez con Eurigania y tuvieron cuatro hijos: Eteocles, Polinices, Antígona e Ismene.

Edipo muere en Tebas.
La Guerra de Troya 
La mitología griega culmina en la Guerra de Troya, la lucha entre los griegos y los troyanos, incluyendo sus causas y consecuencias. La Guerra de Troya atrajo también gran interés en la cultura romana debido a la historia del héroe troyano Eneas, cuyo viaje desde Troya llevó a la fundación de la ciudad que un día se convertiría en Roma.
El ciclo de la Guerra de Troya, una colección de poemas épicos, comienza con los sucesos que desencadenaron la guerra: Eris y la manzana dorada ‘para la más bella’ (kallisti), el juicio de Paris,  
el rapto de Helena y el sacrificio de Ifigenia en Áulide. Para rescatar a Helena, los griegos organizaron una gran expedición bajo el mando del hermano de Menelao, Agamenón, rey de Argos o Micenas, pero los troyanos se negaron a liberarla. La Ilíada, que se desarrolla en el décimo año de la guerra, cuenta la disputa de Agamenón con Aquiles, que era el mejor guerrero griego, y
las consiguientes muertes en batalla del amigo de Aquiles, Patroclo, y del hijo mayor de Príamo, Héctor. Tras la muerte de éste se unieron a los troyanos dos exóticos aliados: Pentesilea, reina de
las Amazonas, y Memnón, rey de los etíopes e hijo de la diosa de la aurora Eos. Aquiles mató a ambos, pero Paris logró entonces matarlo con una flecha en el talón, la única parte de su cuerpo
vulnerable a las armas humanas.  
Antes de que pudieran tomar Troya, los griegos tuvieron que robar de la ciudadela la imagen de madera de Palas Atenea (el Paladio). Finalmente, con la ayuda de Atenea construyeron el caballo de Troya. A pesar de las advertencias de la hija de Príamo, Casandra, los troyanos fueron convencidos por Sinón, un griego que había fingido su deserción, para llevar el caballo dentro de las murallas de Troya como ofrenda para Atenea. El sacerdote Laocoonte, que intentó destruir el caballo, fue muerto por serpientes marinas. Al anochecer la flota griega regresó y los guerreros del caballo abrieron las puertas de la ciudad. En el completo saqueo que siguió, Príamo y sus restantes hijos fueron asesinados, pasando las mujeres troyanas a ser esclavas en varias ciudades de Grecia.
Los aventurados viajes de regreso de los líderes griegos (incluyendo los vagabundeos de Odiseo y Eneas, y el asesinato de Agamenón) fueron narrados en dos épicas, los Regresos (Nostoi, hoy perdida) y la Odisea de Homero. El ciclo troyano también incluye las aventuras de los hijos de la generación troyana (por ejemplo Orestes y Telémaco).
 
2. LA MITOLOGÍA ROMANA. ROMA: LA CIUDAD DE LAS 7 COLINAS  

La mitología romana, es decir, las creencias mitológicas de los habitantes de la Antigua Roma, puede considerarse formada por partes. La primera, principalmente tardía y literaria, consiste en
préstamos completamente nuevos procedentes de la mitología griega. La otra, mayoritariamente antigua y cúltica, funcionaba en formas muy diferentes a las de la equivalente griega.  
El modelo romano incluía una forma muy diferente a la de los griegos de definir y concebir a los dioses. Por ejemplo, en la mitología griega Deméter era caracterizada por una historia muy
conocida sobre su dolor por el rapto de su hija Perséfone a manos de Hades. Los antiguos romanos, por el contrario, concebían a su equivalente Ceres como una deidad con un sacerdote oficial llamado Flamen, subalterno de los flamines de Júpiter, Marte y Quirino, pero superior a los de Flora y Pomona. También se le consideraba agrupado en una tríada con otros dos dioses
agrícolas, Liber y Libera, y se sabía la relación de dioses menores con funciones es pecializadas que le asistían: Sarritor (escardado), Messor (cosecha), Convector (transporte), Conditor (almacenaje), Insitor (siembra) y varias docenas más.
Así pues, la «mitología» romana arcaica, al menos en lo referente a los dioses, no estaba formada por relatos sino más bien el entrelazamiento y las complejas interrelaciones entre dioses y
humanos.
La religión original de los primeros romanos fue modificada por la adición de numerosas y contradictorias creencias en épocas posteriores, y por la asimilación de grandes porciones de la
mitología griega. Lo poco que se sabe sobre la religión romana primitiva no es gracias a relatos de la época sino a escritores posteriores que buscaron preservar las viejas tradiciones del olvido en el que estaban cayendo, como el estudioso del siglo I a. C. Marco Terencio Varrón. Otros escritores clásicos, como el poeta Ovidio en sus Fastos (‘calendario’), fueron fuertemente influidos por los  modelos helenísticos, y en sus obras se recurre con frecuencia a las creencias griegas para rellenar los huecos de las tradiciones romanas.
 
Los romanos tenían una rica panoplia de leyendas sobre la fundación y primera expansión de su propia ciudad. Además de estas tradiciones de origen mayoritariamente local, a este surtido se injertó material procedente de las leyendas heroicas griegas en una época temprana, haciendo por ejemplo a Eneas antepasado de Rómulo y Remo.
Las prácticas rituales romanas de los sacerdotes oficiales distinguían claramente dos clases de dioses: los di indigetes y los di novensides o novensiles. Los indigetes eran los dioses originales del
estado romano (véase Di indigetes), y su nombre y naturaleza están indicados por los títulos de los sacerdotes más antiguos y por las fiestas fijas del calendario. Los novensides eran divinidades
posteriores cuyos cultos fueron introducidos en la ciudad en el periodo histórico, normalmente en una fecha conocida y como respuesta a una crisis específica o necesidad percibida.
Las divinidades romanas primitivas incluían, además de los di indigetes, un montón de los llamados dioses especialistas cuyos nombres eran invocados al realizar diversas actividades, como
la cosecha. Los fragmentos de los viejos rituales que acompañaban a estos actos como el arado o la siembra revelan que en cada parte del proceso se invocaba a una deidad diferente, estando el
nombre de cada una de ellas derivado regularmente del verbo para la operación. Estas divinidades pueden ser agrupadas bajo el término general de dioses asistentes o auxiliares, que eran
invocados junto con la deidades mayores. Los antiguos cultos romanos eran más un polidemonismo que un politeísmo: los conceptos que los adoradores tenían de los seres invocados
consistían en poco más que sus nombres y funciones, y el numen o ‘poder’ del ser se  manifestaba en formas altamente especializadas. El carácter de los indigetes y sus fiestas muestran que los antiguos romanos no sólo eran miembros de una comunidad agrícola sino que también estaban orgullosos de luchar y muy involucrados con la guerra. Los dioses representaban distintivamente las necesidades prácticas de la vida diaria, como las sentía la comunidad romana a la que pertenecían. Se entregaban escrupulosamente a los ritos y ofrendas que consideraban apropiados. Así, Jano y Vesta
guardaban la puerta y el hogar, los Lares protegían el campo y la casa, Pales los pastos, Saturno la siembra, Ceres el crecimiento del grano, Pomona la fruta, y Consus y Ops la cosecha. Incluso el
majestuoso Júpiter, rey de los dioses, era honrado por la ayuda que sus lluvias daban a las granjas y viñedos. En su más amplio carácter era considerado, a través de su arma de rayos, el director de
la actividad humana y, por su amplio dominio, el protector de los romanos en sus expediciones militares allende las fronteras de su propio país. Prominentes en la época más antigua fueron los
dioses Marte y Quirino, que a menudo se identificaban entre sí. Marte era un dios de la guerra al que se honraba en marzo y octubre. Los investigadores modernos creen que Quirino fue el patrón de la comunidad militar en tiempos de paz.
A la cabeza del panteón primitivo se encontraba la tríada Júpiter, Marte y Quirino (cuyos tres sacerdotes, o flamines, tenían el mayor rango), y Jano y Vesta. Estos dioses antiguos tenían poca individualidad, y sus historias personales carecían de matrimonios y genealogías. A diferencia de los dioses griegos, no se consideraba que funcionaban de la misma forma que los mortales, y por ello no existen muchos relatos de sus actividades. Este culto primitivo está asociado con Numa Pompilio, el segundo rey de Roma, de quien se creía que tuvo como consorte y consejera a la diosa romana de las fuentes y los partos, Egeria, a quien a menudo se identifica como una ninfa en las fuentes literarias posteriores. Sin embargo, se añadieron nuevos elementos en una época relativamente temprana. A la casa real de los Tarquinios se atribuyó en las leyendas el establecimiento de la gran Tríada Capitolina, Júpiter, Juno y Minerva, que asumió el lugar supremo en la religión romana. Otras adiciones fueron el culto a Diana en el monte Aventino y la introducción de los Libros Sibilinos, profecías de la historia del mundo que, según la leyenda, fueron compradas por Tarquinio a finales del siglo IV a. C. a la Sibila de Cumas.  
Dioses extranjeros

La absorción de deidades locales vecinas tuvo lugar a medida que el estado romano conquistaba el territorio vecino. Los romanos solían conceder a los dioses locales del territorio conquistado los mismos honores que a los dioses antiguos que habían sido considerados propios del estado romano. En muchas casos las recién adquiridas deidades eran invitadas formalmente a llevar su domicilio a nuevos santuarios en Roma. En 203 a. C., la figura de culto representativa de Cibeles fue retirada de Pesino (Frigia) y acogida ceremoniosamente en Roma. Además, el crecimiento de 
la ciudad atrajo a extranjeros, a los que se permitía continuar con la adoración a sus propios dioses. De esta forma llegó Mitra a Roma y su popularidad en las legiones extendió su culto hasta tan lejos como Bretaña. Además de Cástor y Pólux, los asentamientos conquistados en Italia parecen haber contribuido al panteón romano con Diana, Minerva, Hércules, Venus y otras deidades de menor rango, algunas de la cuales eran divinidades itálicas, procediendo otras originalmente de la cultura griega de Magna Grecia. Las deidades romanas importantes fueron finalmente identificadas con los más antropomórficos dioses y diosas griegos, y asumieron muchos de sus atributos y mitos. 
Principales dioses romanos


 
3. EL ESOTERISMO ROSACRUZ 
En el esoterismo rosacruz, la cosmogonía explica que durante la evolución del ser humano, desde un pasado lejano hasta un todavía remoto futuro, han existido unas jerarquías divinas creadoras,
que vienen a representar hasta cierto punto el papel de los “dioses mitológicos” de los griegos y  romanos, pero de una manera totalmente diferente. Estas divinidades, por decirlo así, han
colaborado con el ser humano en el pasado, ayudándole a su propio desarrollo evolutivo y aún continúan algunas de ellas activas, ayudando y colaborando no sólo con el Hombre, sino con los
otros reinos evolutivos actuales, es decir, los animales, los vegetales y los minerales.
Estas divinidades creadoras poseen plenas capacidades y potencialidades para ser denominados “dioses”, aunque el esoterismo rosacruz sólo admite una única entidad con este nombre   simbólico: la que existe en el Mundo de Dios, uno de los 7 planos de la Creación.

De forma muy diferente, en la antigüedad, como se ha visto, tanto griegos como romanos interpretaron el papel de sus dioses, tratándolos como entidades superiores al ser humano y
especializados en múltiples aspectos. Estos seres superiores al Hombre tenían un origen divino, y se les atribuyen gran cantidad de leyendas, fábulas y mitos. Todas estas historias han formado la 
base de las religiones griega y romana, tanto a nivel oficial y pragmático -litúrgico, como a nivel místico y oculto.
Sin embargo, es casi imposible averiguar con certeza, a qué entidades concretas pertenecían estas deidades. En la antigüedad, ciertos individuos poseían dotes de clarividencia y estaban conectados con los mundos ocultos, por lo que podrían tener acceso a ciertas regiones y entrar en contacto con entidades que podrían revelarse al ser humano como “dioses”, pero sin serlo  Por lo tanto, es  altamente probable que estos mitos divinos hayan sido introducidos deliberadamente por las clases sacerdotales y místicas tanto de griegos como de romanos, con el fin de proveer de una
base religiosa-mística que les ayudara a controlar a sus respectivos pueblos por la clase gobernante.
Estas supuestas deidades, fueron introducidas y pasaron a formar parte de la enseñanza filosófico - religiosa de estos dos grandes imperios de la antigüedad.
Mientras, el esoterismo rosacruz sólo reconoce una única super-entidad creadora con el nombre simbólico de Dios, y una cierta cantidad de entidades poseedoras de iluminación y elevación
espiritual, que han prestado y algunas aún prestan ayuda a Dios en su propósito en esta presente Creación. Dichas entidades, provenientes de otros estados evolutivos anteriores a éste , poseen habilidades y potencialidades tales que les permiten colaborar en ciertos aspectos de la evolución en alguno o en todos los reinos en que ésta se produce, es decir, el ser humano, los animales, las
plantas y los minerales.
   
Las entidades creadoras en el esoterismo rosacruz. 
Según el esoterismo rosacruz, existen 12 Entidades Creadoras que han participado y /o participan en esta Evolución. Cada una de ellas ejerce su influencia sobre un signo zodiacal: 
ARIES  <sin nombre>
Ayudaron en el principio de la Creación. 
TAURO  <sin nombre>
Ayudaron en el principio de la Creación. 
GÉMINIS SERAFINES
Período Lunar: ayudaron en la conexión del Espíritu Humano (Pensam. Abstracto) del Ego. 
CÁNCER QUERUBINES
Período Solar: ayudaron en la conexión del Espíritu de Vida del Ego.

LEO  SRES. DE LA LLAMA
Período de Saturno: ayudaron en la conexión del Espíritu Divino del Ego y construyeron la base del Cuerpo Físico. 
Estas entidades están fuera del sistema evolutivo en nuestra Creación. 
Las siguientes aún siguen activas.

VIRGO  SRES. DE LA SABIDURÍA  
Período Solar: construyeron la base del Cuerpo Vital.

LIBRA  SRES. DE LA INDIVIDUALIDAD
Período Lunar: construyeron la base del Cuerpo de Deseos.
ESCORPIO SRES. DE LA FORMA
Período Terrestre: colaboran con el ser humano en este momento. 
SAGITARIO SRES. DE LA MENTE
Período Terrestre: colaboran en el perfeccionamiento del Cuerpo Mental humano. Eran la humanidad del Período de Saturno.
CAPRICORNIO  ARCÁNGELES 
Período Terrestre: colaboran en el perfeccionamiento del Cuerpo de Deseos humano . Eran la humanidad del Período Solar.

ACUARIO ÁNGELES 
Período Terrestre: colaboran en el perfeccionamiento del Cuerpo Vital de plantas, animales y el ser humano. Eran la humanidad del Período Lunar. 
PISCIS  ESPÍRITUS VIRGINALES (nosotros: el ser humano)
Período Terrestre: el ser humano.
 
Estas entidades proceden de otros sistemas evolutivos, pero han colaborado con Dios en esta Creación, y prosiguen su propia evolución hacia otras esferas superiores. 

Este tema se ampliará posteriormente

Juan Perona



.rosacruzmaxheindel.org/biblioteca/a26.pdf


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