viernes, 3 de octubre de 2014

EL VOTO DE CASTIDAD - en you tube -



La perversión sexual, o la erotomanía es una prueba de la afirmación que hacen los ocultistas de que una parte de la fuerza sexual construye el cerebro. El erotómano se convierte en un idiota, incapaz de pensar, debido que exterioriza no solamente la parte positiva o negativa (según se macho o hembra) que se emplea normalmente por los órganos sexuales para la generación, sino que además exterioriza parte de la fuerza que organizaría el cerebro, haciéndolo apto para pensar; y de hay las deficiencias mentales de aquel o aquella. 

Por otro lado, si la persona se entrega a pensamientos espirituales, la tendencia a emplear la fuerza sexual para la propagación es muy débil, y cualquier parte de ella que no se use puede ser trasformada en fuerza espiritual. 

Por esta razón, el Iniciado, en cierto grado de desenvolvimiento, hace el voto de castidad. No es un voto fácil de hacer ni puede ser hecho a la ligera por cualquiera que anhela desarrollo espiritual. Muchos hombres y mujeres que no están todavía maduros para la vida superior se ha encadenado a si mismos sujetándose a una vida ascética. Son tan peligrosos para la comunidad por un lado, como lo son los erotómanos imbéciles por el otro. 

En el estado actual de la evolución humana, la función sexual es el medio por el cual se forman cuerpos a través de los cuales pueda el Espíritu obtener experiencia. Las personas que son más prolíficas y que siguen los impulsos creativos sin reservas, son las de clase inferior; así que es muy difícil para las entidades en vías de renacer, el encontrar buenos ambientes que les permitan desarrollar las facultades de tal manera que se beneficien ellas mismas y el resto de la humanidad, porque entre las clases pudientes que podrían suministrar condiciones de vida más favorable, la mayoría de las familias tienen pocos hijos o ninguno. No es porque vivan una vida abstemia, sexualmente hablando, sino debido a razones totalmente egoístas, para estar más cómodos y poderse entregar a la pasión sexual ilimitadamente, sin cargar con el peso de una familia. Entre las clases medias las familias también están restringidas, pero en su caso es especialmente por razones económicas, para poder educar a uno o dos niños y darles otras ventajas que no podrían proporcionarles si tuvieran 5 o 6. 

De esa manera ejercita el hombre su prerrogativa divina de producir el desorden en la naturaleza. Los Egos a punto de renacer tienen que aprovechar las oportunidades que se les ofrecen a veces bajo condiciones desfavorables. Los que no pueden hacer otro tanto, tienen que esperar hasta que la ocasión favorable se les presente. De esta suerte nos afectamos unos a otros con nuestros actos, y también así los pecados de los padres caen sobre los hijos porque como EL ESPÍRITU SANTO es la energía creadora de la Naturaleza, la energía sexual es su reflejo en el hombre, y el mal uso o el abuso de este poder es un pecado que no se olvida, sino que debe expiarse en menoscabo de la eficiencia de los vehículos, a fin de enseñarse que la fuerza creadora es santa. 

Los aspirantes a la vida superior, ardiendo en deseos de vivir una noble vida espiritual, miran muy a menudo la función sexual con horror, debido a las miserias que su abuso ha proporcionado a la humanidad. Se vuelven con disgusto ante lo que consideran una impureza olvidando el hecho de que, precisamente, los hombres como ellos (que han puesto sus vehículos en buenas condiciones por medio de un apropiado alimento sanitario, elevados y bondadosos pensamientos y vida espiritual) son los que están en mejores condiciones para generar los cuerpos densos necesarios para el desarrollo de las entidades que están esperando su renacimiento. Todos los ocultistas saben que, en perjuicio de la raza, muchos egos elevados no pueden reencarnarse actualmente, debido a que no pueden encontrar padres lo suficientemente puros como para proporcionarles los vehículos físicos necesarios. 

Las personas que, por las razones ya mencionadas, se abstienen de cumplir sus deberes para con la humanidad, están aumentando las manchas del sol tanto, que se olvidan de ver el sol mismo. La función sexual tiene su lugar en la economía del mundo. Cuando se emplea debidamente, no hay mayor bendición para el Ego, porque entonces suministra cuerpos fuertes y llenos de salud, tales como los que el hombre necesita para su desarrollo; pero recíprocamente, cuando se abusa, no hay mayor desgracia, porque entonces se convierte en un verdadero manantial de todos los males que son la herencia de la carne. 

Es una gran verdad el que “ningún hombre vive dentro de si mismo”. Con nuestras palabras y obras estamos afectando a los demás constantemente. 

Obrando debidamente o descuidando nuestros deberes podemos ayudar o frustrar las vidas, primero, de aquellos que están en nuestro contacto inmediato, y en segundo termino, de todos los habitantes de la Tierra y quizás mas allá. Nadie tiene el derecho de buscar la vida superior sin haber cumplido antes sus deberes para con su familia, su país y la raza humana. El dejar a un lado egoístamente todo lo demás y vivir únicamente para el propio desarrollo espiritual, es tan reprensible como el no preocuparse para nada de la vida espiritual. Aún más: es peor; porque aquellos que cumplen sus deberes en la vida ordinaria lo mejor que pueden, dedicándose al bienestar de aquellos que dependen de ellos, están cultivando la facultad esencial del deber. Y avanzarán ciertamente hasta tal punto que despertarán a las llamadas de la vida superior, y entonces encontrarán una gran ayuda en su trabajo, en el deber cumplido anteriormente. El hombre que deliberadamente vuelve la espalda a sus presentes deberes para dedicarse a la vida espiritual, se verá forzado seguramente a volver al sendero del deber del cual se ha separado equivocadamente y no podrá escapar entonces hasta que haya aprendido la lección que ello encierra. 

Ciertas tribus de la India hacen la siguiente división excelentísima de su vida. Los primeros 20 años los dedican a obtener la educación; de los 20 a los 40 se dedican a crear una familia; y el resto lo dedican al desarrollo espiritual sin tener otro cuidado físico que incomode o distraiga a la mente. 

Durante el primer periodo el niño es mantenido por sus padres; durante el segundo periodo, el hombre, además de sustentar a su propia familia, cuida de sus padres, mientras estos están dedicando su atención a las cosas elevadas; y durante el resto de su vida es a su vez mantenido por sus hijos. 

Este es un buen método, y es completamente satisfactorio en un país en el que todos, desde la cuna hasta la tumba sienten necesidades espirituales en tal extensión que equivocadamente descuidan el desarrollo material, excepto cuando el látigo de la necesidad y donde los niños son sustentados cariñosamente por sus padres, teniendo éstos la seguridad de que serán a su vez sostenidos por aquellos y podrán dedicarse por completo a la vida superior después de haber cumplido sus deberes para con sus propio país y para con la humanidad. En el mundo occidental, sin embargo, donde no se siente necesidades espirituales pues el hombre corriente esta desarrollándose sólo materialmente, tal norma de vida sería imposible de realizar. 

El deseo espiritual no llega nunca hasta que el tiempo está maduro y siempre cuando se obtiene las condiciones particulares bajo las cuales debemos buscar su gratificación. Hay que soportar entonces cualquier deber que parezca una restricción. Si el cuidado de la familia le impide a uno el consagrarse completamente a lo deseado, no estaría justificado todo su tiempo y energías a sus propósitos espirituales. Debe hacer esfuerzos para satisfacer tales aspiraciones pero sin interferirlos con los deberes de familia. 

Si el deseo de castidad nace en una persona que mantiene relaciones matrimoniales con otra, las obligaciones de tales relaciones no pueden echarse al olvido. Seria un grave error hacer vida casta bajo tales circunstancias, tratando así de rehuir el apropiado cumplimiento del deber. En cuanto a lo que constituye un deber respecto al coito, sin embargo, hay una línea de conducta para los aspirantes a la vida superior, diferente de la del hombre ordinario. 

La mayoría de la humanidad considera el matrimonio como la sanción de una licencia desenfrenada para gratificar sus deseos sexuales. A los ojos de las leyes humanas puede ser que así sea; pero a la luz de la verdadera Ley no es así, pues ninguna ley hecha por los hombres puede regir este asunto. La ciencia oculta afirma que la función sexual no debe usarse nunca para gratificar los sentidos sino para la propagación solamente. Por lo tanto, el aspirante a la vida superior debe negarse justificadamente al coito con su cónyuge, al menos que el objetivo de él sea el crear un niño; y con todo eso, cuando ambos gocen de perfecta salud, física, moral y mentalmente, pues en caso contrario, la unión produciría un cuerpo débil y degenerado. 

Cada persona posee su propio cuerpo, y es responsable ante la Ley de consecuencia de cualquier mal uso resultante del abandono, por falta de voluntad, de su cuerpo a otro. 

A la luz de la precedente y contemplando el asunto desde el punto de vista de la ciencia oculta, es a la vez un deber y un privilegio (que debe ejecutarse con gratitud por la oportunidad) por toda persona sana de cuerpo y mente el crear vehículos para tantas entidades como sea compatible con su salud y en su capacidad para cuidar de ellas, y como indicamos anteriormente debido a la purificación que su vidas puras han producido en sus cuerpos, estando así mas calificados que la humanidad ordinaria para generar vehículos puros. Haciéndolo así permiten que entidades elevadas encuentren vehículos apropiados, pudiendo entonces ayudar a la humanidad, facilitando a todos esos Egos las oportunidades necesarias para renacer y ejercer su influencia más pronto de lo que seria posible en caso contrario. 

Si la fuerza sexual se emplea en la forma indicada, el coito tendrá lugar muy pocas veces en la vida, y, prácticamente, la fuerza sexual entera podrá ser empleada con fines espirituales. No es el uso sino el abuso el que produce todas las perturbaciones y se interfiere con la vida espiritual, así que no hay necesidad alguna de abandonar la vida superior porque no se pueda ser casto. No es necesario ser estrictamente casto para pasar por las iniciaciones menores. El voto de absoluta castidad solo tiene aplicación en las Grandes Iniciaciones, únicamente, y aún entonces un sólo acto de fecundación puede ser necesario algunas veces como acto de sacrificio, como sucedió cuando se proveyó el cuerpo para Cristo. 

Puede añadirse, además, que es peor estar sufriendo el hálito abrasador del deseo y estar pensando constantemente y vividamente en la gratificación de los sentidos que el vivir la vida matrimonial con moderación. Cristo enseño que los pensamientos impuros son tan malos porque los pensamientos pueden  repetirse indefinidamente, mientras que en los actos siempre hay algún límite. 

El aspirante a la vida superior puede triunfar solamente en proporción directa a la subyugación de su naturaleza inferior, pero debe guardarse muy bien de irse al otro extremo.

del Libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel

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