LA OUIJA
De la Revista FARO ESPIRITUAL de Agosto de 1989
Esta es una información verdadera de la experiencia de una amiga
con la tabla-ouija. Tengo su permiso para relatar esta historia, la que
demostrará ser digna de tenerse en cuenta, sobre todo aquellos que sienten
deseos de experimentar algún tipo similar de fenómeno negativo que se
relacione con la invocación de los espíritus de un carácter desconocido. Mi
propia observación de sesiones, quizás el método más común para atraer
a los extranjeros de otros planos, me ha convencido desde entonces del
peligro relacionado en el proceso de obtener “la más pequeña información”,
que no tiene ningún valor aún siendo cierta, y mientras parece ser un
entretenimiento inofensivo, el médium no tiene manera de conocer cuando
una entidad poderosa y viciosa puede acercarse a la “fiesta”.
La siguiente historia se relaciona con la clase de “demonios” a que uno
se expone abiertamente, y que mi buena amiga lo hubiera evitado, si hubiese
estado prevenida de las verdaderas condiciones que reinan en esa clase de
experiencias.
La Sra. H. es una mujer de mediana edad, mas bien gorda, de
complexión obscura y con ojos negros grandes y profundos. Un tipo
sensitivo, buena madre y excelente pianista, teniendo un número de
alumnos de piano. Un día, al mencionarle en una conversación a la que ella
dio lugar, el tema del ocultismo, demostró estar interesada y pronto tuve que
contestar muchas preguntas que hizo. En vista de su entusiasmo y de que
parecía estar preparada, empleé algún tiempo explicándole los preceptos
fundamentales. Ella tenía una idea definida de la religión, y aunque desconocía
el ocultismo había abandonado desde hace algunos años la forma de
adoración ortodoxa.
Cuando mencioné los otros planos y cómo las fuerzas del anti-Cristo
trabajaban allí, lo mismo que en este plano, sus ojos tomaron una extraña y
temerosa mirada. Tembló un poco y estaba intranquila en su silla. Dejé de
hablar, y enseguida me dijo que no hacía mucho había tenido una experiencia que guardaba en secreto, no solamente por su horrible naturaleza, sino
porque temía que nadie pudiera creerle. Sin embargo, y debido al tema de
nuestra conversación, se decidió a contarme su historia.
Un día, hacía dos veranos, un muchacho vecino la llamó para
preguntarle si uno de sus hijos estaba en la casa. Ella le informó que no, y
el muchacho dijo: “Yo sé donde está Sra. H. -Está en la casa de G...- La tabla
ouija me lo dijo”.
La Sra. H. no creía en eso que ella consideraba como “tonterías” y no
dijo nada. Sin embargo, después que el muchacho se fue, volvió a pensar
en ello. No obstante no creer en esa clase de fenómenos, sabía que su hijo
estaba en casa de G. y al comenzar sus visitas diarias a sus alumnos de
música, pensamientos sobre este incidente le venían una y otra vez. Al fin,
su curiosidad venció, y dejando su trabajo salió a la ciudad y compró una tabla
ouija, mientras que se reía de ella misma.
Aquí podrá notarse lo sutil de estas fuerzas diabólicas; trabajan a
través de los canales que parecen más inocentes, y cómo debe tenerse
sumo cuidado con el objeto de no caer en una trampa. Max Heindel enseñó
que mientras más avanzada está un alma, es más necesario para las
entidades del mal emplear un alto grado de astucia para burlar el trabajo del
alma sensitiva que está buscando.
Cuando llegó a su casa, la Sra. H. se puso a bromear con su familia
acerca del rato de distracción que pasaría con la ouija, pero secretamente
estaba decidida a hacer una prueba con seriedad. Al día siguiente, cuando
estaba experimentando con la tabla, sola, repentinamente sintió que su
brazo derecho se movía sin su dirección. Le hizo una pregunta y permaneció
pasiva. Sin errar, su mano se movía libremente sobre la planchita, deletreando
la respuesta correcta sin ningún esfuerzo de su parte.
Al principio estuvo sorprendida e interesada, y por espacio de una
hora se estuvo divirtiendo haciendo preguntas importantes, a las cuales
recibía respuesta, prontas y lógicas. Los siguientes días continuó con esta
práctica y no tardó mucho para que el lazo entre ella y su “amigo” invisible se
hiciera cada vez más fuerte, y al fin trató el asunto religioso con él.
Invariablemente él se refería a pasajes de la Biblia que parecían contestar
sus preguntas o de alguna manera aclarar ciertas fases de la discusión. Era
evidente que su “maestro” estaba bien informado así como parecía ser muy
culto y religioso, y la Sra. H. comenzó a pensar que era muy afortunada en
obtener esta ayuda.
Más tarde arregló un código especial para comunicarse, que no me
dijo cuál era. Había veces que solamente colocaba su mano sobre la plancha
y decía alguna palabra, y su dedo índice inmediatamente marcaba alguna
inscripción inglesa y muchos signos intrincados de los que jamás había oído.
Un día, un pordiosero llamó a su puerta, y mientras le daba algo de comer,
ella fue informada por mediación de su código algo acerca del pasado de
aquel hombre, lo que ella le comunicó enseguida. El pordiosero asombrado,
naturalmente, desparramó por todos lados que la Sra. H. era una vidente y
pronto fue asediada por la gente que deseaba que le dijeran su “buena
suerte”. La Sra. H. negó esta habilidad sobrenatural y las sacó a la calle,
riéndose de la idea.
Un día estando sentada en su sala conversando con su amigo
invisible, éste le dijo que ella poseía muy fuertes poderes aún desconocidos
por sí misma, y para probárselo le encendía y apagaba las luces eléctricas
y realizaba otros actos similares. El le dijo que su gran conocimiento referente
a los secretos de la naturaleza simbolizado por los números, y en una plática
le habló de la importancia del número ocho.
Entonces fue para mí algo absolutamente seguro, que ella estaba
tratando con una entidad no vulgar; en efecto, él era una fuerza de la
Hermandad Negra, pues el Concepto Rosacruz del Cosmos enseña que el
Nº ocho representa la octava esfera, de la degeneración.
Ese día él ofreció escoltarla a los reinos invisibles, de gran belleza, en
donde le enseñaría las maravillas del universo desconocido por la humanidad.
Mi amiga tuvo sus dudas y él no insistió más por el momento, pero
continuó día a día presionándola a que la acompañara a los lugares que él
describía en términos resplandecientes. Ella se sentía tentada a aceptar la
invitación, pero ese viaje al mundo desconocido la asustó y al fin se decidió
a no llevarlo a cabo. Finalmente puso una barrera contra su “amigo”,
indicándole que había determinado cortar sus relaciones con él, completamente.
Algún instinto en esta buena mujer se reveló contra la idea de
abandonar su cuerpo para acompañar a este espíritu aventurero, el que
durante meses había trabajado pacientemente para obtener su confianza.
A partir de la negación de mi amiga, él comenzó a forzarla, y como ella
no le hacía caso, empezó a hacerle sentir que le apretaban fuertemente la
garganta y el pecho. Bien pronto se convirtió en una lucha abierta, y el tal
“amigo” comenzó a dejar de usar palabras floridas y delicadas, pues su ira
se desató contra ella con furia demoníaca tratando de forzar a la infeliz mujer
a que saliera de su cuerpo.
Ella suplicó, pero todo fue en vano; él la hostigaba constantemente,
manteniéndola despierta día y noche. Por momentos se sentía tan mal, que
llegó a creer que enloquecería. Finalmente llegó a la desesperación y no tuvo
más remedio que recurrir a un sacerdote al que conocía, a quien le contó que
el “diablo” no la dejaba. El buen hombre pensó que ella había sido tentada
por alguno de los pecados comunes, así que la encomió a que se arrodillara
e hiciera la acostumbrada súplica por la salvación de su alma. Durante esta
oración, el espíritu maligno parecía mofarse de los procedimientos sujetando
el brazo derecho de mi amiga, el mismo que él había utilizado tan a menudo
dejándole unas marcas verdosas y puntos negros. Verdaderamente podemos
ver aquí las fuerzas del bien y del mal en una lucha abierta con la mente
y el cuerpo de esta pobre mujer. Finalmente, cuando hubieron finalizado las
oraciones, los moretones de su brazo desaparecieron y ella se fue sin darse
cuenta de lo que había sucedido.
Sin embargo, esto no había sido una victoria final para el bien, pues
el “demonio” la seguía molestando constantemente durante el día y la noche,
tanto que al amanecer ella se encontraba literalmente agotada. Un día por
fin, ella tomó la firme e importante determinación de orar, pues sabemos que
una de las más importantes enseñanzas Rosacruces es que debemos
aprender a confiar en nosotros mismos, llamando al Cristo Interno. “He aquí,
os doy potestad de hollar sobre las serpientes y sobre los escorpiones y sobre
toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” San Lucas 10:19.
Así pues, la Sra. H. se levantó, fue a su ventana y permaneció
contemplando el Sol. Elevó su voz y sus brazos a Dios y respirando
profundamente, pronunció una ferviente y sincera oración. El efecto fue
instantáneo. La presión que sentía sobre su sistema nervioso cesó y en ese
momento se pudo considerar como una mujer libre.
La narración anterior demuestra los peligros que encierra el uso de la
tabla ouija y todos los sistemas en que para poder obtener resultados el
interesado debe ponerse en condiciones negativas. Este estado lleva
consigo el peligro de posibilitar una invasión física y obsesión por parte de los
espíritus desencarnados, que por regla general, aunque demuestren lo
contrario, son malignos.
La historia de mi amiga, como vimos, tuvo un final feliz, sin embargo,
muchos no escapan tan fácilmente como ella. Muchas personas han sufrido
serios desarreglos mentales y también físicos por no tomar en serio
cualquiera de estas experiencias e internarse en los mundos desconocidos
por ellos, sin la debida protección y sin tener los conocimientos necesarios.
JOYAS ESPIRITUALES
FRATERNIDAD ROSACRUZ DEL PARAGUAY
ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE CRISTIANOS MÍSTICOS
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