LA ETICA DE DAR
POR FERNANDO AMIEVA
El poeta Lowell’s en su maravilloso poema escrito en inglés, titulado “La
visión de Sir Launfal”, nos relata una emocionante historia que esclarece la esencia
misma de la ética de dar. Con una penetración espiritual incomparable y a través
de una patética alegría impregnada de un profundo sentimiento cristiano, nos alecciona
sobre el poder de dar, de servir que no reside exclusivamente en el hombre
adinerado, pues el dinero entregado sin discernimiento puede trocarse en mal.
Para edificación del alma, he aquí esta bella historia. Ella nos presenta al
joven y ambicioso caballero Sr. Laufal, quien revestido de su brillante armadura y
luciendo un suntuoso vestido, parte de su castillo en busca del Santo Grial, el
místico cáliz que se usó en la Santa Cena. En su estandarte lleva estampada la
cruz, símbolo de amor, pero el corazón del caballero está corrompido por el orgullo
y el desdén. En su camino encuentra un leproso que le implora una limosna; el
caballero le arroja una moneda como si le arrojara un hueso a un perro, y el “leproso
no alzó el oro, pero dijo:
-Mejor es la corteza, del pan que entrega el pobre, y mejor su bendición,
aunque yo tenga que irme sin un cobre.
Inútil es el oro del que da tan sólo por deber.
Pero el que parte su pobreza y da para quien no alcanza a ver -ese divino
hilo de Belleza que compenetra y une la Creación-, “la magnitud de su limosna no
puede abarcar en su extensión la mano del que pide porque, amorosa, la entrega el
corazón”.
Pasaron muchos años de riesgosas aventuras y a su regreso Sir Launfal
encuentra que ha perdido la posesión de su castillo y que hay otro dueño que lo
habita.
El poeta describe al caballero que regresa:
“Viejo y doblegado, volvió de su aventura; pero ya no le importaba el señorío
que en lejanas épocas tuviera; ni lucía en su capa y estandarte la cruz del
Salvador, pues llevaba grabado en lo profundo la divisa y el signo de los pobres, y
de aquellos que andan por el mundo transidos de dolor”. Al salir, expulsado, de la que antes fuera su mansión, encuentra otra vez al leproso quien nuevamente le
pide una limosna. Pero esta vez el caballero, porque ha sufrido, le responde
diferentemente:
“Veo en tí la imagen de aquel Ser
que en la cruz murió de muerte cruenta.
Tu corona de espinas has tenido;
has sufrido como El burla y afrenta,
y en tu vida no faltaron las heridas
en las manos y en los pies como el Rabí.
Reconóceme, ¡oh hijo de María!
¡Por El, te doy a ti!
Y parte en dos su única corteza de pan,
rompe el hielo de la orilla del arroyuelo
y da de comer y beber al leproso.
Entonces una sublime transformación se opera.
“El leproso ya no estaba acurrucado.
Glorioso estaba ante él!
Y una voz más dulce que el silencio.
-La divina e inefable Voz de Aquel-,
susurrándole: -Mírame, no temas!
Mírame, soy Yo!
Sé que en muchas tierras has gastado
sin provecho tu vida, -prosiguió-,
buscando el Santo Grial, Míralo aquí!
Esa taza que llenaste para Mí
con el agua del arroyo, es esa sangre
que Yo un día derramé y esa corteza
es Mi cuerpo partido para tí.
La sagrada Cena has realizado
con la cosa más humilde que ofreciste,
con el pan y el agua que Me diste;
pero sabe que es estéril la limosna
si no se hace donación también de sí.
El que da su propio ser a tres sustenta:
a sí mismo, a su prójimo y a Mí”.
Y así termina la historia del caballero
Sir Laufal a quien Cristo dió su bendición.
JOYAS ESPIRITUALES
ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE CRISTIANOS MÍSTICOS
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