EL CORDÓN DE PLATA
Por Max Heindel
Es el cordón de plata, el que une a los
vehículos superiores con los inferiores.
Durante los primeros veinte días del período
de la gestación, la sangre del feto es nucleada
por la vida de la madre, regulando ésta, el
proceso de construcción del cuerpo. Entonces
el Ego empieza a trabajar en el feto, desde
fuera, en una forma similar tal como trabaja un
espíritu grupo con su especie.
En éste momento algunos corpúsculos forman
núcleos y la célula de la vida domina en cierta
medida. El Ego está en el útero, pero no
puede utilizar aún sus vehículos. Entonces, la
parte inferior del cordón de plata empieza a
crecer, fuera del átomo simiente situado en el
corazón, desplegándose hacia arriba; la parte
superior crece fuera del núcleo central del
cuerpo de deseos, en el cual se halla el Ego.
Así como el espíritu empezó a penetrar en sus
vehículos en la cuarta época o Época Atlante,
interpenetrándolos gradualmente y
transformándose en activo, dinámicamente, así
también el espíritu individual empieza a
penetrar en el feto en el cuarto mes y
gradualmente, va tomando posesión del
organismo que se está formando.
Cuando la parte superior e inferior del cordón
de plata se unen, la vida empieza y tenemos
entonces el periodo de vivificación. Como que
el átomo simiente físico está en el extremo
puntiagudo del corazón, llamado ápex, el
átomo simiente del cuerpo de deseos está en la
parte inferior del gran núcleo central de aquel
vehículo, siendo el hígado donde está
localizado dicho núcleo.
El átomo simiente del cuerpo vital está
localizado, durante el día, en la vulnerable
región denominada plexo solar. Este átomo
simiente está formado por dos éteres inferiores
y es la raíz de aquella parte del cuerpo vital
que es el alma que muere en cada encarnación.
El átomo simiente del cuerpo vital acumula a
su alrededor los dos éteres inferiores, de los
cuales se forma la matriz del nuevo cuerpo
vital cuando el Ego desciende para nacer. No
hay átomos simientes para los dos éteres
superiores: son la parte inmortal o la parte
capaz de transformarse en inmortal.
Los éteres, propiamente hablando, son los
gases o vapores de nuestra sangre después de
la oxidación.
Nosotros asimilamos físicamente las partículas
físicas de la sangre, pero, las partes etéricas,
las asimilamos etéricamente. Este cambio se
efectúa constantemente y las vibraciones del
átomo simiente del cuerpo denso constituyen
la nota fundamental. Los vampiros se
alimentan de los vapores de la sangre a medida
que estos se van irradiando del cuerpo. Estos
gases se conocen con el nombre de
“magnetismo animal”. En los mataderos se
ven repugnantes elementales, revoloteando
sobre los charcos de sangre, saciándose
opíparamente de los vapores desprendidos.
Los vapores o emanaciones más sutiles, que
representan nuestros buenos actos y
experiencias, flotan formando un aura
nebulosa, dorada, con un tono, tal vez, azul
oscuro, cerca del cuerpo. La parte azul y la
dorada están casi en la misma proporción y
relación entre sí, como las porciones azul y
amarillo de una llama de gas, cuyos aspectos
de conjunto tienen una gran semejanza. El
fuego que quema en la médula espinal, los
ventrículos del cerebro y sobre la parte
superior de la cabeza, forma una llama que
tiene una hermosa apariencia: Es la Luz.
A medida que la sangre circula a través del
corazón, se extrae el éter fluyendo entonces
éste a lo largo del cordón de plata hacia el
plexo solar, conde se halla localizado el átomo
simiente del cuerpo vital. Éste átomo simiente
parece producir el mismo efecto, sobre el éter,
que un prisma con la luz, puesto que, refracta
el rayo plateado en los tres colores primarios:
rojo, amarillo y azul, aunque la proporción de
estos colores, no es la misma como en el caso
de la llama exterior que quema sobre de la
cabeza. En personas que viven simplemente la
vida física, el rojo es el que predomina, pero, a
medida que el hombre adelanta, es el azul.
Los rayos rojos se mezclan con las
irradiaciones incoloras del éter solar, que fluye
constantemente de la bilis; éste agente es el
que cambia a éste éter incoloro en un tono rosa
pálido dando, a todo el cuerpo vital, el
delicado tinte de flor de melocotón.
Los rayos amarillos y azules son refractados
en la cavidad de la médula espinal,
constituyendo la fuente de luz que hay allí. A
medida que crecemos espiritualmente, la
acumulativa agregación de estos rayos hace
que al fin se desborden, rodeando entonces, a
la cabeza primero y finalmente, al cuerpo
entero. Constituye entonces, la soma
psuchicón, en la cual podemos viajar en los
planos invisibles, cuando lo hemos libertado
del vehículo denso, constituye el bajo metal,
cambiado, por la alquimia, en oro espiritual, es
en suma, la Piedra Filosofal.
Max Heindel
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