jueves, 19 de julio de 2018

CÓMO AFRONTAR LA PÉRDIDA DE UN SER QUERIDO - Editorial - Revista Conocimiento - en you tube -

CÓMO AFRONTAR LA PÉRDIDA DE UN SER QUERIDO 
Editorial - Revista Conocimiento

“La vida no comenzó cuando nacimos, ni termina si morimos”. Hay tres verdades que pueden ser de gran ayuda cuando tengamos que afrontar la pérdida de un ser querido. 

I. La vida es eterna 

“El don de Dios”, dijo Pablo, “es vida eterna”. La vida no comenzó cuando nacimos, ni cesa si morimos, así como no comenzamos a vivir cuando nos ponemos una prenda de vestir, o dejamos de vivir cuando la echamos a un lado. Es cierto que parte de nuestro desarrollo espiritual estriba en aprender a usar el poder que Dios nos ha dado para ejercer dominio sobre el cuerpo, pero “el último enemigo a vencer es la muerte”. Damos un gran paso hacia esta meta cuando vencemos el temor a la muerte. No podemos vencer la muerte si insistimos en pensar en la muerte así como no podemos vencer la debilidad pensando en debilidad. Para vencer la debilidad debemos usar la fortaleza que tenemos. Mientras más la usemos, más aumentará. Para vencer la muerte , debemos dar énfasis a la vida. Mientras más vida expresamos, más aumentará nuestra vida. 
No debemos querer perpetuar el cuerpo tal como es, sino que debemos vencer cualquier imperfección que se le manifieste. Lograremos esto, no alimentando estas imperfecciones, sino sosteniéndonos en el modelo perfecto de Dios, creado a Su imagen, por la sustancia espiritual. 
“Porque es necesario que este cuerpo corruptible se revista de incorrupción y que este cuerpo mortal se revista de inmortalidad”. 
No debemos pensar que el cuerpo compone todo nuestro ser. No soy solamente cuerpo o mente. Tengo un cuerpo y una mente Soy Espíritu. “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”.
“Dios con ellos estará, como Dios suyo; y limpiará toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será más; ni habrá más gemido, ni clamor; ni dolor; porque las cosas de antes han pasado ya”. 
Esta fué la revelación de alguien cuya visión era clara, que percibió las cosas como son en Verdad, y como serán cuando el hombre haya aprendido a expresar completamente la Verdad. 
Pero sin embargo, la muerte y el luto todavía existen en el mundo -la muerte, como un escape de cuerpos de hombres que no han aprendido a revestirlos de salud y bienestar; el luto, porque los hombres no han percibido claramente que la vida no finaliza con la muerte, y no comienza con el nacimiento.
A pesar de todo, debemos avanzar hacia la muerte como la suprema voluntad de Dios, así también reconoceremos el amor de Dios a través de las duras experiencias que nos llevan a esa meta. A través de las experiencias de la vida mantenemos nuestra divina identidad, y aunque cambien de ropaje, extraemos la esencia de la vida y la sustancia espiritual que contribuirá a edificar el cuerpo perfecto e incorruptible. 

II. El amor es más poderoso que la muerte. 

Leemos en los cuentos de hadas de la invisibilidad. El cuerpo es lo opuesto a esto, para nosotros, es el manto de lo visible. El cuerpo nos hace vernos unos a otros. Es el instrumento por medio del cual lo divino puede expresarse a sí mismo en el plano físico del ser. Es un regalo muy valioso e importante, que el Padre nos ha dado. Pero si lo echamos a un lado, no cesamos de existir, así como no dejamos de existir cuando echamos a un lado cualquier otra vestimenta, o cuando nos alejamos de la vista de nuestros amigos al ir a un lugar distante. 
Nuestra proximidad o distanciamiento de otros no se determina por la cercanía o la remóta distancia en que estemos de ellos. Podemos estar distantes de aquellos que podemos tocar con la punta de los dedos; y muy cerca de nuestros seres queridos que se encuentran a larga distancia. Estamos cerca de nuestros seres queridos, porque les amamos, porque tenemos algo en común, porque el vínculo que nos une a ellos no es el cuerpo sino la mente y del espíritu. 
Es muy natural que nos guste tener cerca de nosotros a aquellos que amamos, pero así como les vemos distanciarse para ir a la escuela, para comenzar un trabajo, o por alguna otra razón, así también no debemos buscar apego a aquellos que dejaron sus cuerpos físicos. Debemos amarlos con el suficiente desprendimiento para liberarlos de nuestra voluntad personal, pero debemos afirmar con firmeza y seguridad que viven para siempre, y así les daremos el sostén, la fortaleza y la comprensión que les ayudará a vencer el “último enemigo”. Debemos bendecirlos con la convicción de que están amparados por el amor y la sabiduría de Dios, y que El les guía paso a paso hacia el supremo bien. 
No debemos temer a la muerte para nosotros o para otros. No la tememos si descansamos firmemente en el conocimiento del amor de Dios para todos nosotros. Deseamos lo mejor para aquellos que amamos. Si nuestro amor humano haría mucho, ¡cuánto más hará el amor de Dios! Olvidamos fácilmente las faltas de los que amamos. Les ayudamos a sobreponerse a la debilidad, a manifestar sabiduría y fortaleza. ¡Cuanto más Dios olvidará nuestras flaquezas, y nos audará a ser fuertes y sabios!. 

III. Venciendo la pena 

La pena que sentimos por los fenecidos, generalmente no es por ellos. Tampoco nos apenamos porque ellos no lograron hacer el supremo vencimiento que hizo Jesús pero más bien nos apenamos porque nos harán falta, y porque nos parece que estamos separados de ellos. Nos libramos de la pena causada por la muerte de un ser querido cuando nos convencemos de que en realidad nuestra pena es por nosotros mismos. 
Hay muchos medios más prácticos para expresar nuestro amor a los que nos han dejado. Una madre, angustiada por la muerte de su hijito, que se convenza de este hecho, valerosamente echa a un lado su pena y se consagra a la ayuda de cientos de niños que han sido privados del afecto y cariño que ella le prodigó a su propio hijo. Un esposo, que se vuelva al Cristianismo práctico al buscar consuelo por la perdida de su esposa, no solamente regenera su vida sino que ayuda, con su ejemplo y compartiendo sus riquezas, a atraer a las otras personas al convencimiento de la Verdad que tanto le ayudó. 
Mejor que apenarnos por aquellos que amamos, es hacer de nuestra vida un noble testimonio de nuestro amor por ellos.

JOYAS ESPIRITUALES
FRATERNIDAD ROSACRUZ DEL PARAGUAY
ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE CRISTIANOS MÍSTICOS 
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