viernes, 29 de julio de 2016

Cómo responder al plan evolutivo


“SANTUARIO ROSACRUZ”
Max Heindel
Fundador Roberto Ruggiero Grimaldi
Casilla de Correo 20071 – UPAEP
E-mail: juanrezzano99yahoo.com.ar
http://santuariorosacruz.tripod.com
MONTEVIDEO – URUGUAY

Conferencia dictada por el Sr. Roberto Ruggiero

Cómo responder al plan evolutivo
en you tube, desde aquí

Este tema tiene por finalidad servir de auxilio a todos los que aspiran a adelantar.
En el momento en que comprendemos que la Enseñanza Superior nos invita a un cierto cambio, anhelamos realizarlo; pero con sorpresa percibimos que detrás de la cortina que se presenta para lo nuevo hay algo que nos hace sufrir.
A través de los tiempos, los procesos han tenido algo en común: ningún progreso se ha llegado a alcanzar que no haya representado para los seres un proceso doloroso. Vamos a comprobar cómo ésta ha sido la característica.
Cuando estudiamos y analizamos tiempos pasados, lo hacemos para que, conociendo lo que costó alcanzar las condiciones de hoy, comprendamos por qué el cambiar las condiciones actuales nos representa una dificultad similar.
La antigua Lemuria es una etapa trascendente porque marca el momento en que, por primera vez, la humanidad es dividida en sexos, y es también la etapa inicial de conciencia. Esto no significa que se haya alcanzado la conciencia completa, total, de inmediato.
La conciencia primera fue enormemente precaria.
El lemur no tenía ojos; los valiosísimos sentidos de que hoy disponemos son consecuencia de un proceso muy lento y demorado.
El esfuerzo de los mundos celestes – principalmente de los Ángeles de Jehová – fue dirigido en el sentido de hacer que la humanidad respondiera a los impactos de los arquetipos que trabajaban para ir organizando mejor el cuerpo humano, desarrollando facultades que no existían. Representó el esfuerzo de imprimir al organismo físico los canales necesarios de comunicación al exterior, para lo que fuimos cuidadosamente ayudados.
Este proceso fue doloroso; dolor que a través de los tiempos no se pudo evitar, como tributo. El querer, el hacer, esta actitud de realizar del ser humano, es una condición intrínseca, natural del propio ser; pero la conquista es esfuerzo, y éste es dolor. ¿Por qué lo decimos? Para que se vaya sintiendo que lo que aún nos falta alcanzar o realizar, no se podrá evitar que sea de la misma forma o modalidad.
Sigamos examinando los tiempos pasados: el lemur no veía el mundo físico. Mas tenía que verlo, porque de otra manera hubiera seguido viviendo en el mundo espiritual, no propicio para el adelanto primero. El mundo físico, en su condición estática, sirve mejor para la etapa de experiencia elemental.
En el esquema reservado para la humanidad terrena, estaba previsto el desenvolver mente, la cual no se poseía; la humanidad vivía en un perfecto paraíso, sin choques, sin dificultades, pero sin realizaciones ni crecimiento anímico. Era una vida totalmente pura, pero sin valor, porque no había experiencia. Intervino entonces un factor extraño: los Luciferes, Ángeles caídos, atrasados en su desenvolvimiento – más exactamente estacionados – vieron en la evolución del ser humano una oportunidad de progresar ellos mismos, y como tenían un cierto desenvolvimiento, influyeron en la conciencia interna, especialmente en el sexo femenino. Son la “serpiente” de la Biblia.
Ellos fueron los gestores de la individualidad de cada uno de los seres humanos; con su intervención, consiguieron apresurar el proceso de contacto con el medio físico, e independizar al género humano de la tutela rectora de los Ángeles, que existía hasta entonces. Enseñaron a actuar por sí mismos, desenvolviendo el deseo propio y voluntad independiente. Esto, que hoy es un hecho común, no existía entonces.
El querer, el anhelar, el desear no era propio de los lemures en un principio; son los Luciferes que nos impulsaron a actuar por nosotros mismos, como dijimos. Pero al propulsar la individualidad, nos enseñaron a desobedecer, y esta anormalidad trajo como consecuencia el dolor, que de ahí en adelante se repite como ley general.
Los Luciferes impulsaron al género humano, pero son los responsables de las condiciones actuales; por medio del desenvolvimiento inteligente de este plan evolutivo cósmico, ellos alcanzaron egoístamente determinado crecimiento que les faltaba, pero se enfrentaron a una realidad que puede calificarse de terrible, o más duramente, de horrorosa, porque ellos son los responsables de todo el dolor que vive la humanidad.
El ser humano, por actuar sin la debida experiencia, cayó en el error y la destrucción. Hoy los Luciferes comprenden la consecuencia de lo que hicieron; no les falta capacidad. Si bien son Ángeles caídos, continúan siendo Ángeles y enfrentan un proceso doloroso de consecuencias por haber adquirido un crecimiento exclusivamente por el error ajeno.
Presentamos este cuadro para que cada uno medite, para hacer sentir que estas condiciones de consecuencia permanecen también para nuestro adelanto; pero queremos indicar que la Enseñanza Rosacruz, al darnos los medios de corregir nuestras acciones, en las presentes circunstancias, nos invita a que cada uno se dirija por sí mismo; que se eviten las tutelas externas y que cada uno tenga confianza en sí. Si bien no se niega la comunicación con los demás, así como tampoco los comentarios y relación en nuestra cotidianidad, que son indispensables y normales, se pide que, para su propio adelanto, cada uno actúe decididamente de acuerdo a su sentimiento, a su razón y discernimiento. Es necesario, en primer lugar, la absoluta confianza en sí mismo, porque al actuar por nosotros mismos estamos desenvolviendo algo indispensable: las fuerzas internas de cada uno, de su propio yo. El Yo interno tiene que manifestarse finalmente, por su trabajo propio y continuo en la
condición física existente, para dar lugar al desarrollo de un Yo superior y no inferior. Entendamos que en un ser hay un sólo Yo, pero al mostrar las tendencias del mundo material, esas adherencias, esos deseos personales, crean la ilusión de la separatividad, equivocadamente.
Lo que llamamos egoísmo e interés personal, tenemos que calificarlo de Yo inferior; y tenemos que calificar de Yo Superior a algo diferente, más real, más benigno y más inmortal. Esta es la causa de la diferenciación que hacemos. Pero para que se manifieste definitivamente el Yo Superior, tenemos que hacer un cierto ordenamiento, una cierta limpieza, ese llamado cambio al que cada uno se enfrenta con sorpresa, sobre el que cuesta decidir, que finalmente titubea si se hará o no.
Este titubeo existe en el Aspirante a la Luz, porque está sorprendido consigo mismo. Cree estar mirando una realidad nueva, de serena belleza, en un plano eterno e inmortal, pero para alcanzarlo se ve ante la necesidad de reconocer algo dentro de sí, de naturaleza inferior, que debe cambiar, que debe arrancar, desgarrar, y eso produce dolor.
Pero recordemos la etapa lemúrica, origen de los sufrimientos actuales por haber elegido mal, y que ella nos sirva de ejemplo para ahora saber elegir y tener la necesaria energía para el cambio, aunque ésta nos represente un esfuerzo. A veces las circunstancias de la vida nos hacen esperar, para después acercarnos a tal o cual meta; parece que las detuvieran especialmente para nosotros. Es la armonía del plan cósmico que trabaja para ir concediendo el adelanto en el momento que debe ser y no cuando, por exceso de inquietud e indebidamente preparados, queremos apresurarnos.
Nos enfrentamos entonces al mismo problema: no alcanzamos lo que creemos merecer, y esa meta se distancia en el tiempo para obligarnos a algo, a un cultivo; al cultivo de los valores que finalmente nos harán acreedores a esa meta que deseamos. Son todos procesos, pero procesos que tenemos que acompañar de forma sabia y consecuente: queremos, podemos y debemos.
Esta es la posición del aspirante a la Luz que ya alcanzó a saber lo suficiente para reconocer dentro de sí mismo una centella divina que puede, quiere y debe finalmente alcanzar su destino.
¡Cómo no hablar de la confianza en sí mismo! ¿Puede un ser pretender poder si no tiene absoluta confianza en sí mismo?, si no reconoce en principio lo que él realmente es? De esta forma se va descubriendo el Ser Superior, esa etapa de Luz radiante que espera a todos. A veces se dice, con cierta tristeza, que el sendero espiritual se presenta de forma compleja para todos; pero se dice porque no se entiende.
Se persigue desenvolver el ser interior, perfecto ideal, solamente leyendo, y los que así hacen quedan completamente satisfechos porque creen que ya saben; no se ocupan de la otra etapa, del cambio que hay que realizar como consecuencia del saber; están totalmente equivocados.
A veces relato a los amigos una anécdota que es una enseñanza. De joven, tenía las mismas inquietudes que tengo ahora, y acompañé a alguien que sabía mucho a escuchar a un conferencista que se presentaba como un gran conocedor de las cosas espirituales. La conferencia fue muy larga, y el orador hizo una exposición muy completa, que versaba en todos los conocimientos que existen en La Tierra, y, por supuesto, sorprendió al auditorio. La persona que estaba conmigo, sin embargo, me dijo: este conferencista demostró saberlo todo, pero, en verdad, ¡no sabe nada!
Vamos a ver cómo desciframos este problema.
Sócrates vivió en Grecia, en la época en que esta nación era el punto culminante de la Tierra en valores y cultura. Se habían reunido seres con un cierto cultivo y Sócrates dedicó muchos años de su vida a hablar en plazas públicas, promoviendo discusiones con preguntas suficientemente hábiles, para que le contestaran ciertos sabios que asistían a sus charlas y que creían saberlo todo.
Él, con una sabiduría fuera de lo común y una capacidad sorprendente, les demostraba sus errores. Surge aquí el problema tremendo del orgullo intelectual; el ser llena su mente de conocimiento y queda plenamente satisfecho. Esto, lamentablemente, es no saber nada.
El conocer no representa absolutamente ningún adelanto en el sendero espiritual. El que estudia todas las filosofías y no aplica estos conocimientos para un cambio ideal dentro de sí mismo, está en una posición más difícil para el progreso, que el ser que no estudió nada, ya que éste último no tiene tanta responsabilidad.
El conocimiento representa aplicación, pero no para fuera de sí mismos señalando a otros que no saben y que tienen que aprender, sino que se debe dirigir toda esta sabiduría mental para dentro de sí mismo, para aplicar este conocimiento y ver en qué medida lo hace una realidad en su existencia, en su relación con el mundo. ¿Qué aporte dio de todo lo que aprendió? Reclama del mundo respeto, admiración, homenajes, pero no ve la necesidad del hermano, de la hermana, conocido o desconocido. No ve que tiene los mismos problemas que todo ser humano enfrenta: la gran necesidad de adelantar.
¿Qué hace el cambio? El respetar el defecto y el error de los demás, el comprender que el prójimo es un reflejo de sí mismo, que es alguien que desea alcanzar las mismas conquistas y que tiene las mismas dificultades que nosotros.
Este esfuerzo fue el que hicieron los Apóstoles para comprender al Cristo y él los llamó “mis amigos” en el sentido de unión, de acercamiento; usó el término más noble que podía encontrar. Y en el momento de ser dolorosamente crucificado, todavía tiene fuerzas para decir: “Perdónalos Señor, no saben lo que hacen”. Estudiemos y meditemos para entender esto: no hay ningún adelanto si no se llega a comprender el sentido del servicio a los demás.
¿Qué hizo Buda, nacido con un título de nobleza? Dejó todo para servir. No quería nada que fuera ilusión. Lo que él quería era poder servir y ser útil a los demás.
Moisés es otro ejemplo de alguien que entendió y tuvo e privilegio de ser un director, un impulsor, a quien se dio las Tablas de la Ley y vivió para instruir, para servir.
Ponemos estos ejemplos para confirmar lo que estamos explicando; ellos vivieron de tal forma que anularon dentro de sí toda naturaleza que no fuera estrictamente altruista y terminaron su existencia envueltos en luz.
Esto es a lo que debe aspirar el espiritualista, el que cultiva la enseñanza. Pero ésta le invita a realizar, y también le advierte que todo cambio, para ser real, representa dejar algo, desprenderse de algo, y este desprendimiento es dolor, sufrimiento, porque dentro de sí siente que tiene que dar lugar a algo que antes no existía. Y cuando llegue ese momento, ¡bendito sea! Porque está comenzando a hacer el cambio que lo llevará a otra posición. La Enseñanza entonces no pasó por él, sino que entró en él.
Queridos amigos, lo que estamos pretendiendo explicar es cómo acompañar el plan evolutivo. Sólo podemos trabajar en este sentido si vamos comprendiéndonos a nosotros mismos en nuestras verdaderas necesidades, y así iremos comprendiendo, por lo tanto, las necesidades de los demás, que son exactamente las nuestras.
Colaboraremos y daremos apoyo en la medida que podamos: una palabra cariñosa, una sonrisa ...
Por esto hacemos hincapié en la absoluta confianza en nosotros mismos aunque nos equivoquemos: porque como somos honestos, cuando percibamos el error, lo corregiremos definitivamente y para siempre.
No hay ningún peligro en la absoluta confianza en nosotros mismos, porque va paralela a una absoluta responsabilidad, de manera que cuando nos damos cuenta de que algo fue lo suficientemente cierto o correcto, esta responsabilidad que adquirimos hará que modifiquemos nuestra conducta, nuestras opiniones, nuestra actitud, poniéndonos en la posición debida.
Entonces nuestros anhelos se transformarán en una devoción permanente hacia lo ideal, lo superior. Tendremos nuestros pies bien apoyados en La Tierra, cumpliendo todos nuestros deberes, pero procurando elevar nuestra mente lo más alto que podamos, para hacer comunión con lo celeste.
La devoción es hacia lo ideal. Si la Tierra aún no es un campo totalmente apropiado para ello; vivamos de tal forma que cada día adelantemos un paso para alejarnos de lo material, acercándonos a la ansiada meta.
Entonces nuestros días van a ser útiles, porque estaremos trabajando ordenadamente, estaremos dejando al ser que antes vivía una vida común, para dar lugar al ser que, por el conocimiento, procura ser una expresión de verdad y de realización sabia. Es decir, vamos dando lugar a un ser nuevo. Generalmente se dice que nace entonces un nuevo niño para el mundo, algo que va a crecer de forma robusta y sana, para transformarse en un maestro constructor capaz de construir un templo sin ruido de martillo, de construir silenciosa y sabiamente. Esta clase de constructores son poco nombrados en el mundo.
Se conocen aquellos que consiguen acumular, para asombro de los demás, grandes fortunas, apareciendo en las columnas de los periódicos, y se les presenta como realizadores. La realidad es que el que construye en silencio, que no llama la atención de nadie, que transita por el mundo con devoción, humildad, modestia, y que si se le pide un pan es capaz de dividir el propio, y si se le pide agua y no tiene es capaz de ir al arroyo y quebrar el hielo para conseguir un poco de agua que calmará la sed al necesitado, ese ser es grande en los cielos.
No los queremos impresionar con la enseñanza; deseamos que mediten serenamente y se resuelvan a tomar nuevas decisiones, más reales y seguras, si la razón y la lógica así les indican que deben hacer.
La Enseñanza Rosacruz es muy cuidadosa y terminante al decir que cada uno debe dirigirse por sí mismo, que los guías espirituales fueron necesarios en el pasado, cuando la humanidad joven precisaba ser guiada. Pero esa humanidad maduró a través de los tiempos y ahora está en condiciones de autodirigirse. Hoy la Enseñanza quiere hacer seres independientes que necesitan y saben actuar por sí mismos, porque ésta es la posición que corresponde al momento evolutivo. Además, sirve de directriz para nuevos rumbos, nuevas direcciones, porque la dirección común que todos tenemos ya no sirve. El tiempo ha pasado para presentar nuevos esquemas, nuevas necesidades y nuevas posibilidades.
Comprendiendo estas perspectivas y estudiando las bases espirituales, es como podemos tornarnos colaboradores de este magnífico plan evolutivo.
Después de leer estas palabras, Uds. las analizarán y las usarán en la medida que sientas que pueden serles útiles. Todo lo que decimos, insistimos, es para que lo mediten cuidadosamente y lo acepten solamente si lo hallan útil y provechoso.
Nuestra invitación es: elevar la nota devocional a la mayor altura posible, hacia un ideal superior que les abrirá, finalmente, las posibilidades que desean y que esperan.
Realicen y colaboren usando primeramente este proceso del cambio interno, que es el medio que tenemos para tornarnos obreros eficientes en la magna obra del Creador.

9 – 10 – 1975
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