jueves, 28 de julio de 2016

Alumbre vuestra luz entre los hombres




“SANTUARIO ROSACRUZ”
Max Heindel
Fundador Roberto Ruggiero Grimaldi
Casilla de Correo 20071 – UPAEP
E-mail: juanrezzano99yahoo.com.ar
http://santuariorosacruz.tripod.com
MONTEVIDEO – URUGUAY

Conferencia dictada por el Sr. Roberto Ruggiero

Alumbre vuestra luz entre los hombres

Una de las muchas enseñanzas de los Nuevos Evangelios expresa: “Así alumbre vuestra Luz ante los hombres, “para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a Dios que está en los Cielos”.
La afirmación de que tenemos que expresar la Luz nos indica la finalidad más completa que pueda alcanzarse en La Tierra.
¡Dios es Luz!
Cuando la aurora comienza, apareciendo con ella la luz, todos se renueva: los pájaros cantan, la vegetación se eleva hacia la luz y el color, las hermosas corolas de las flores se dirigen hacia la luz solar que aparece, y todos nosotros nos renovamos iniciando nuestras actividades.
Cuando los grandes telescopios modernos investigan el infinito, la inmensidad del cosmos, observan la actividad del Universo, de sistemas envueltos en luz. La luz es manifestación de vida. De vida y de espacio: de Dios.
Y cuando nosotros, que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, expresamos luz, estamos acercándonos a nuestras metas; estamos definiéndonos; estamos siendo, definitivamente, expresión de algo: de la Voluntad, de la Sabiduría y de la Actividad de Dios, que son nuestras propias cualidades.
¿Qué representa la Tierra? Una hermosísima oportunidad para todos nosotros de desenvolver valores. ¿Qué valores? ¿Los materiales, que es imprescindible cumplir para satisfacer las necesidades que el mundo físico exige? La respuesta es: no. No solamente ellos.
Los medios materiales son necesidades que tenemos que cumplir; formidables ocasiones de desenvolver facultades de mejor observación, de más discernimiento y rectitud. Pero son medios: la finalidad que persigue la existencia humana en el mundo es alcanzar a desarrollar los valores eternos, aquellos que completarán a la criatura de hoy, haciéndola salir de las comunes costumbres mundanas y manifestar al ser inmortal, que se proyecta definitivamente a lo que es: una criatura divina para la cual el polvo de la Tierra tiene sólo un fin: darle la ocasión de demostrar lo que es. Criatura en crecimiento, en desenvolvimiento de valores, que está completándose, alcanzando una dignidad divina: su propia proyección hacia la eternidad.
Vida y muerte no son nada más que etapas que no debemos medir ni considerar como aparentan ser. Cuando alguien querido se va, sólo nuestro espantosos egoísmo hace que le lloremos. Es una pena que todavía no nos entendamos a nosotros mismos.
Quien se va por una finalización de su existencia totalmente normal, se va a la liberación, a su verdadera patria, a su mundo espiritual, a lo que es; justamente, a ser lo que consiguió desenvolver aquí en la Tierra, lo que la Santa Madre Tierra le ayudó a desenvolver: sus facultades superiores.
Las cosas de La Tierra quedan para La Tierra; preciosa Tierra, pero que tiene solamente un motivo: el desenvolvimiento superior para todas las criaturas que la habitan. Cuando así lo entendemos, cuando aprovechamos la existencia para desenvolver Luz, entonces comenzamos, como expresa el versículo citado, “a alumbrar a nuestro alrededor”, y mostrar las buenas obras que realizamos. Estas consisten en ser justos, en ser buenos; dejar de ser egoístas, dejar ese pasado en que por un mal enfoque de las circunstancias luchamos equivocadamente por la materia y los bienes físicos solamente.
Ahora, cumpliendo nuestros deberes diarios, y comprendiendo mejor, enfrentamos una realidad más completa, que es el crecimiento anímico, verdadera finalidad de esta Tierra. Todo el universo cumple una misión, en categorías diversas y etapas diferentes; también la cumple el mundo.
Todo el Cosmos se mueve hacia una meta de perfección, y la Tierra forma parte de ese hermosísimo conjunto con el mismo propósito: servir como ambiente propicio para el crecimiento y desenvolvimiento de facultades espirituales.
En este momento, La Tierra está en una situación excepcional. Fue preciso, hace 2.000 años, que un gran Arcángel, el Cristo, viniera a convivir con los seres humanos, y para eso necesitó de alguien muy adelantado y e elevada condición, a fin de que le preparara el medio, el cuerpo, para convivir entre los hombres.
Ese niñito nació en el momento en que La Tierra hace su viraje anual, cuando cambia al solsticio de verano para nuestro hemisferio, y el opuesto para el hemisferio boreal; en este cambio nació Jesús, que no era un ser común: era un gigante espiritual que había pasado por iniciaciones repetidas, y que era el que tenía más capacidad de preparar un cuerpo que resistiera las terribles vibraciones de un Arcángel, como sucedió en el Jordán, habría sufrido la dispersión de sus átomos; se habría desintegrado en el acto.
Jesús fue capaz de propiciar ese cuerpo ideal, mientras era preparado él mismo, y educado en hermosísimos santuarios que en la época se organizaron precisamente para recibirlo. La imaginaria carpintería es una creencia popular, no exacta.
Se realizó lo que era preciso para que un Arcángel conviviera en La Tierra, sufriera con los hombres, y partiera para iniciar una limpieza del aura espiritual de una Tierra que por repetidas equivocaciones, se iba haciendo inapta, incapacitándose para servir de base a una Humanidad que debía crecer.
El Cristo comenzó en ese entonces su trabajo, lo renueva año a año. Esta época de Navidad es el momento culminante.
Tendrían los ojos humanos que ver cómo, desenvolviendo toda su potencionalidad arcangélica y penetrando hasta el propio centro de la Tierra, irradia su tremendo poder espiritual para mejorar un aura empobrecida y tornarla benéfica, haciendo posible que todos recibamos un alimento espiritual mejor; poder que se siente en este momento en la atmósfera del mundo y que manifestamos a través de un entusiasmo, de un mayor ánimo, de un deseo de compartir.
Navidad es compartir. Cada uno comparte de acuerdo a su entendimiento y sentimientos. Se hacen intercambios de obsequios, de atenciones, de afectos. Intercambian Luz: eso es Navidad.
Intercámbiese lo que se ha comprendido, háblese a quienes no comprendieron, escúchense razones, explíquense realidades; no se viva de espejismos, de una visión que dan los ojos físicos, dirigida solamente a lo relativo del mundo material; explíquense hechos eternos, explíquense razones, explíquese por qué, y cumplan con su finalidad de alumbrar. Estas son las obras buenas. Esto es lo que estamos invitados a hacer.
Entonces, glorificamos a Dios en los Cielos, porque emana de nosotros un agradecimiento, al fin, por todas las dádivas que recibimos, dádivas que se reciben desde que la aurora amanece y durante todos los momentos de la existencia.
Si nuestra existencia está salpicada de sufrimiento y de dolor; si en ella surgen dificultades, obstáculos: bendigámoslos. No demos lugar a la tristeza; no demos lugar a la decepción: seamos criaturas que comprenden un plan que está en andamiento únicamente para nuestro bien.
No imaginemos torpemente que, así como a algunos les llega el bienestar, es una injusticia espantosa que a otros le llegue el dolor. Ello es absolutamente incierto.
Lo cierto, es que todos estamos acompañando un plan de desenvolvimiento, y cada uno recibe aquello que en su medida corresponde y más le conviene.
Así, el dolor y el sufrimiento tienen una gran finalidad: despertar nuestras condiciones, alertarnos, invitarnos a hacer un esfuerzo final. Este esfuerzo final es unirnos de hecho a esa Luz que nos alumbra permanentemente. Desde nuestros primeros pasos en la evolución, esa Luz no ha dejado de acompañarnos. Nos invita a seguir adelante.
Pero ... ¿Puede imaginarse la decepción y tristeza de esos grandes seres que secundan la Voluntad de Dios, al observar a una humanidad que titubea, que no sabe cómo dirigirse; que recibe, y que no sabe dar, no sabe retribuir?
Modifiquemos definitivamente nuestra actitud y sigamos por el sendero que nunca deberíamos de haber dejado: una comunión absoluta y permanente en Dios.
Dios nos está asistiendo. Estamos recibiendo su asistencia.
Estamos decididos a seguir por el sendero que nos corresponde.
¿Qué es Dios? Voluntad. Voluntad en hacer, en crear; Voluntad en desenvolver poderes para crear el bien, como lo es el Sistema Solar, que se mueve, gira y se traslada para el bien, para posibilitar el bien.
Imitemos a Dios. Dirijamos nuestra voluntad sólo en un sentido constructivo y definitivo. El se auxilia con una Sabiduría que es su característica: el bien saber hacer. Sabiduría en Dios es expresión de Amor, expresión de sentimiento, de afecto. Hagamos que nuestro palpitar, que nuestras vibraciones sean esas, imitando a Dios. Si Dios es Sabiduría y Amor, procuremos expresarnos de igual forma.
Acompañémonos unos a otros. Saquemos esa barrera creada por la incomprensión, por el egoísmo, por las vanidades, orgullo y equivocaciones. Saquémosla definitivamente.
Acerquémonos unos a otros en un intercambio permanente de buena voluntad, de entendimiento, de tolerancia, de perdón, de amistad.
Y seamos activos. No aceptemos la negligencia, el dejar pasar el tiempo. Seamos activos como Dios lo es: permanente. Dios despliega una actividad ininterrumpida. Por esa razón nuestro Sistema Solar va cumpliendo su propósito con todo cuidado y perfección. Se traslada a través de un Zodíaco que representa un lapso de 25.868 años, después del cual vuelve exactamente al mismo punto de partida, cumpliendo una trayectoria con una finalidad trascendental: llevar toda su obra ante hermosísimas constelaciones luminosas, para que esa luz ilumine todo, alumbre, y ayude a que se siga completando, en fin el ciclo de perfeccionamiento, para bien de todos.
Comprendamos y trasformémonos.
¡Cuántos ejemplos de mitos, cuántas obras de la literatura universal nos hablan de mejoramiento, de transformaciones!
Siempre reverenciamos una obra como la realizada por Goethe al presentarnos un Fausto, ser que vivió buscando y procurando satisfacer anhelos circunstanciales, del mundo, y a quien esas propias experiencias, al fin, le enseñan y lo transforman: le hacen sentir una realidad, una necesidad de reforma, de redención. Y cuando va cerrando los ojos a la vida física, anhela un mundo nuevo de paz, de alegría y de felicidad para todos. Es la redención del alma que luchó y que triunfó, que al fin comprendió su destino, y que procura alcanzarlo.
Aprendamos de esta obra magnífica toda la belleza que posee para enseñarnos.
Y en el Antiguo Testamento, vemos a un Rey David, un guerrero, pero un realizador, que supo enfrentar a un gigante y vencerlo, y que, en un reconocimiento profundo alaba a Dios: sus Salmos – se discute que todos sean de él -, son de una belleza permanente. En todos alaba a Dios con un profundo agradecimiento: alma que luchó, pero que en el fin despierta su chispa divina interna que le dice de agradecer a Dios todo lo que
Dios nos da.
¡Qué belleza hay en estos dos ejemplos distintos! Tienen una misma finalidad. Despertarnos a una realidad diferente: vivir en Dios y vivir de acuerdo a su Voluntad, a su Sabiduría y a su Actividad.
Muchos se extrañan de que, siendo nuestra finalidad despertar valores espirituales, hablemos tanto del trabajo de todos los días. Hablamos, sí, porque no se puede concebir en la evolución la carencia de una actividad ordenada y seria.
Por eso invitamos a todos a realizar su actividad, actividad de acuerdo a la etapa que esté viviendo.
Cada etapa tiene obligaciones diferentes: procuremos todos cumplir la etapa que nos corresponde. La actividad es vida, y vida es poder. Seamos siempre activos, cumpliendo propósitos siempre de acuerdo al momento que estemos viviendo. No descuidemos este aspecto de la existencia: actividad, siempre actividad, constructiva, sana, verdadera, noble y buena, sabia y amorosa, junto a una voluntad siempre tenaz para ir mejorando. Lo que hoy somos, nos sirve para hoy, pero no nos servirá para mañana. Enfrentemos el mañana con cualidades más completas.
Perfeccionémonos: no demos lugar a la duda; construyamos nuestro destino; cumplamos nuestra labor y construyamos lo que queremos construir, y – es un secreto de la evolución que hemos repetido en muchas oportunidades – recordemos que nada ni nadie, ni aquí ni en parte alguna en el universo, puede impedir que realicemos una decisión seria, cuidadosa, de perfeccionamiento y de adelanto, de realización por cierto seria y bien pensada, en la que tendremos que poner suma perseverancia, y a la que la persistencia hará triunfar.
Siempre recordamos que lo que hoy somos es lo que hemos construído en el ayer. Hoy, con sus facilidades o dificultades, es el resultado de otros esfuerzos. Hoy, con un ordenamiento más completo, con un entendimiento y un cuidado mayor, estamos construyendo nuestro futuro que, no lo duden, será completo, porque también nuestro entendimiento está siendo más completo.
El ser, no nos extrañemos, aún siendo un espíritu, aún chispa divina, precisaba de un cuerpo denso que lo limitara, que representara una labor de desenvolvimiento totalmente personal.
Al principio, esta situación no da una visión clara, y se imagina que el mundo físico es todo lo existente. Pero si se hace uso de la razón, del discernimiento, vamos a ver que detrás de todas estas condiciones hay un impuso espiritual, una razón que no es física y que nos invita a aprovechar las oportunidades que la vida nos presenta para cumplir una finalidad mayor.
Mundo mucho más activos – consecuentemente, mucho más difíciles – nos esperan. Aquí es la oportunidad de capacitarnos para ellos.
San Juan – el Evangelista – fue iluminado y llevado a los Cielos, y le fueron mostradas las realidades humanas. Vuelve y escribe con todo cuidado un Apocalipsis que es una revelación, y que nos invita a hacer con determinada cautela, porque cuatro jinetes están permanentemente andando, cada uno alertando a su manera a una humanidad que tiene que actuar. Y entre sus revelaciones, nos presenta el final de una humanidad que, vestida de blanco, llega al trono de Dios reverenciándolo y agradeciéndole todo lo que ese Creador hizo por las criaturas humanas.
Toda esta belleza es presentada para conmovernos, para conmover las fibras íntimas de nuestro ser y decidirnos a actuar definitivamente bien, y de forma cierta.
La cultura espiritual es una ayuda. En ocasiones, no estamos lo suficientemente alerta y creemos que nos ilustramos, que sabemos mucho más de lo que la mayoría sabe, y en base a ello sacamos la equivocada conclusión de que estamos en una situación más adelantada.
No es así, en absoluto. Y, tras cometer este error, criticamos a los demás, nos ponemos en un pedestal suponiendo que porque sabemos determinadas cosas nos encontramos en una situación privilegiada. Esto es un error lamentable.
El privilegio en Dios es el amor a los demás. El bien hacer, el hacer con humildad y con agradecimiento. Observemos a ese coloso que sabe cambiar el aura de La Tierra, conmoviéndola con su poder espiritual, y que, al despedirse en la “Última Cena” expresa a sus discípulos su deseo de lavarles los pies. Ello no significa humillación sino grandeza: es expresar que su corazón se  hallaba pletórico de agradecimiento: lo habían acompañado, habían sido sus amigos, e iban a continuar trabajando de acuerdo a lo aprendido, mientras Él comenzaba su otra labor. Y así su agradecimiento se expresó lavándoles los pies a los contrariados y sorprendidos Apóstoles, enseñándoles la última lección: humildad, simplicidad, acompañarse unos a otros.
¡Qué vergüenza nos daría a cada uno si tuviéramos que realizar esa acción delante de los demás! Sin embargo el más grande es el sirviente de los demás. Aprendamos esta simple enseñanza: el mayor es el sirviente de los demás.
Nos gusta hacernos servir. Recordamos muy poco la enseñanza de que si queremos ser grandes tenemos que aprender definitivamente a saber servir a los demás.
Pretendemos con esto mover el corazón de quien no lee: presentamos verdades, no fantasías, sirviéndonos del Cristo siempre como primer ejemplo: Él obró así. Procuren obrar de la misma forma.
Procuremos dar residencia al Cristo en nuestro corazón.
Procuremos dársela en nuestra mente. Que nuestra mente y nuestro corazón sean residencia del Cristo, manifestando todo lo que Él pretende del ser humano: amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos.
Constatamos así que tenemos que movernos definitivamente dentro de verdades simples. No pensemos que el crecimiento espiritual es una fórmula algebraica, de matemáticas superiores difíciles de alcanzar. No: los Evangelios son simples. El Maestro que fue el Cristo se distingue por su simplicidad y sobre todo por su claridad.
¿No quieren decidirse a tomar definitivamente estas modalidades? Cristo nos invita ser iguales a Él.
El se halla en la posición de ser el mayor de todos los Arcángeles, los que, a través de un Período Solar y siendo una Humanidad como la nuestra, habiendo ellos tenido prioridad de desenvolvimiento en dicho Período Solar, adelantaron de forma extraordinaria. El espíritu en evolución no es algo uniforme y mecánico, que responde siempre – y en cada caso- de la misma manera, por lo cual hubo diferencias entre ellos. Así, el que alcanzó mayor altura espiritual fue el Cristo.
Como el Mayor de todos ellos, ve a una humanidad que necesita cierta ayuda, se ofrece a dar la suya, y es el sirviente de todos nosotros. Emprendió una labor espontáneamente, por amor, y lo hace en sacrificio y en bien de los demás.
Cuando en época de Navidad sentimos un ambiente de euforia, diferente, es Él quien lo produce con su esfuerzo. Procura desenvolver toda su potencialidad para irradiar alegría, para irradiar decisión, para irradiar una disposición diferente en los seres y para que todos nos acerquemos a otras medidas, a otras potencialidades, a otras verdades producidas por Su tremendo esfuerzo.
Eso es Navidad. Reverenciamos esos momentos, que son los más culminantes del año, en los que tenemos ayudas mayores.
Desde los mismos en adelante, hasta la Pascua, Él sigue su trabajo constructivo anual. Para que tomemos decisiones más completas, Él nos está ayudando. Está limpiando y ordenando nuestra Casa espiritual para que, dentro de ese orden y esa limpieza, podamos desenvolvernos mejor.
Meditemos. Examinemos lo que realmente queremos, que Cristo, en este momento más que nunca, está junto a cada uno. Y hay más: dijimos de abril nuestro corazón y nuestra mente para que Él penetre. Va a penetrar un rayo de Luz que nos impulsará a ser lo que Él expresa: Sabiduría y Amor, principalmente. Penetrará en nuestro corazón para hacer que nuestras acciones sean más permanentes, más nobles y más verdaderas.
Entonces podremos mirar el amanecer de todos los días con renovadas esperanzas, con alegrías nuevas, con seguridades más permanentes de que estamos cumpliendo finalidades ciertas y de que ahora ya no nos equivocaremos más. Los errores que puedan haber habido, quedarán atrás. La aurora se levantará día a día para darnos una posibilidad de cumplir con nuestros nuevos propósitos.
Y finalmente, nos habremos encontrado a nosotros mismos.
Finalmente conseguiremos ir irradiando una Luz nuestra, que aunque los ojos físicos no pueden ver – esa Luz no es física -, puede ser reflejada por nuestros actos, nuestros sentimientos y nuestros pensamientos. Nuestra simpatía, nuestra bondad, nuestro acercamiento hacia los demás podrá ir transformando un mundo hasta ahora tan separatista en una unidad homogénea y verdadera.
Sólo así se transformará nuestro mundo, que permanece todavía esperando. Si cuando lo juzgamos le notamos aún deficiencias, recordemos que somos nosotros los que tenemos que modificarlo. Es el ser humano el señor de La Tierra, y como tal tiene que dar cumplimiento a todos sus deberes.
Puedan vivir plenamente en Dios. Puedan ser una expresión de la Luz de la que Dios es la mayor expresión. Que cada uno sea, a imagen y semejanza de Dios, una expresión de Luz permanente en La Tierra. Que nuestra querida Tierra que tanto nos ha servido, pueda seguir sirviéndonos; pero que ahora poseemos nuestros pies sobre ella de forma diferente, más verdadera, sincera y más perfecta.
Que seamos expresión de es “medida perfecta” de lo que somos capaces, porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios.
Que la Paz y la felicidad de haber alcanzado a comprender inunde todos los corazones humanos y nos haga a todos mejores cada día. Que cumplamos mejor nuestros propósitos, para hacer  posible el progreso por el cual se vino a La Tierra, se ocupó un cuerpo, se hizo un trabajo celestial!

22 – XII – 1978

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