jueves, 28 de julio de 2016

Aprendiendo a Orar


Aprendiendo a Orar

CONFERENCIA DEL SR. ROBERTO RUGGIERO
en you tube, desde aquí

Estimados amigos:
Recientemente, una señora a quien siento como una antigua compañera de evolución, me prestó un pequeño libro titulado “Aprendiendo a Orar”, escrito por el sacerdote católico Francisco Jálics, de 47 años de edad, quien ejerce su ministerio en la República Argentina.
El autor manifiesta: “Quiero poner a disposición de los cristianos un libro accesible para todos, capaz de enseñar un camino de acercarse a Dios por medio de una oración adaptada al mundo moderno”.
Debo aclararles que a continuación, voy a leerles un breve párrafo, cuya esencia es harto conocida por todos ustedes, pero que, sin embargo, por la sencillez y armonía de su construcción literaria, así como por la perenne fuerza y verdad de sus afirmaciones, merece ser oído una vez más, por todo aspirante a cristiano.
Previamente a dicha lectura, deseo señalar que el sacerdote Jálics distingue 9 aspectos o matices de la Oración, cada uno de los cuales requiere un mayor adelanto o evolución en la calidad de sentimientos y pensamientos, así como la aplicación de técnicas de más difícil dominio, aunque, paradojalmente, más sencillas teóricamente.
En el capítulo No. 2, denominado “Pisar Tierra”, comienza afirmando: “El mensaje principal del Evangelio es que Dios se hizo hombre y se instaló entre nosotros.
Puso su carpa en medio de nosotros. Se solidarizó con el pobre, con el abandonado, con la viuda, con el enfermo y con todos los que se encuentren cerca de nosotros: con el prójimo. Se hizo abordable, se acercó, para estar a nuestro alcance. Nos hizo entender que las vías de acceso a Él, son las vías de acceso al hombre. El Evangelio explica esta solidaridad como una identificación entre las relaciones que tenemos con Dios y las relaciones que tenemos con nuestros hermanos. El que se comunica con su hermano, se comunica con Dios y el que no se comunica con su hermano está incomunicado con Dios. “Más adelante dice: “Esto significa que si odio a mis hermanos, odio a Dios. Si tengo miedo a la gente, le tengo miedo a Dios. Si no tengo amigos, tampoco Dios es mi amigo. Si atropello a la gente, al mismo tiempo atropello a Dios. Si en mi sentimiento de superioridad ignoro a la gente, significa que, de alguna manera, ignoro a Dios. Si soy atento con la gente, soy atento con Dios. Cuando uso a la gente, simultáneamente trato de instrumentar a Dios para subordinarlo a mis objetivos. Cuando desprecio o juzgo a la gente, desprecio y juzgo a Dios. Cuando no escucho a mis hermanos o no caigo en la cuenta de que sufren, no escucho al Señor y no tengo sensibilidad por lo divino. El que es justo con su hermano, es justo con Dios. El que estafa a un ser humano, estafa a Dios.
Amamos a Dios con nuestro corazón humano. No tenemos dos corazones: uno puro, inmaculado, elevado, para amar a Dios y otro egoísta, manchado y desconfiado por sus experiencias humanas. Tenemos un solo corazón y con él amamos a Dios y a los hombres.
Por lo tanto, si alguien quiere saber cómo es su relación con Dios, le basta hacer un recuento de todas sus relaciones humanas; el conjunto de estas relaciones indicará, tanto el grado de su unión, como también todos los sentimientos y actitudes que colorean su trato con el Señor”.
Muchas gracias.-
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