viernes, 22 de enero de 2016

¿Hay alguna manera de evitar el Purgatorio y de disfrutar más del Cielo?



¿HAY ALGUNA MANERA DE EVITAR EL PURGATORIO
 Y DE DISFRUTAR MÁS DEL CIELO?

El Espíritu, inmortal, separado de Dios temporalmente y hecho a imagen y semejanza de Su Padre que está en los Cielos, tiene los poderes latentes de su creador pero necesita descender a los mundos inferiores y obtener cuerpos personales para auto-reconocerse como un Yo individual y para desarrollar la mente y la voluntad. Esto lleva al hombre (en un determinado punto de su evolución) a hacerse responsable de su propios actos y a hacer frente y a acatar las leyes divinas, y por eso en el pasado pasaba mucho tiempo en su infierno particular, algo menos en el purgatorio y casi nada en el Cielo. Comenzando por el cuerpo físico, el Ego se rodea de cuerpos que ocultan su naturaleza divina y será en un futuro, aún lejano, cuando desechemos definitivamente esos cuerpos para funcionar como Espíritus en los mundos espirituales. Como es arriba es abajo, y lo que ocurrirá en un futuro desde el punto de vista de la total evolución, ocurre ahora vida tras vida. Cuando llega la muerte abandonamos el cuerpo más denso que es el físico. Después, esas mismas leyes divinas y sus agentes ejecutores hacen que abandonemos el siguiente cuerpo de materia un poco menos densa (el cuerpo etérico) para pasar al Mundo de Deseos que es donde está el Purgatorio y el Cielo. Y es aquí, en este mundo, donde en el estado de conciencia post-morten, la ley de repulsión del mal hace que suframos cada vez que tomamos conciencia del mal que hemos hecho y por cada materia de deseos y emocional negativa que nos arrancan. 

Mientras no nos deshagamos de esa materia grosera y de baja vibración no podemos ascender al Cielo, que es como decir que, mientras no nos deshagamos de esa materia más densa de nuestra aura (como ocurrió antes con el cuerpo físico) estaremos atados al Purgatorio. Sin este trabajo de espiritualización post-morten no habría casi evolución en la próxima vida y continuaríamos con el mismo carácter. Si de verdad quiere el lector extraer un beneficio moral, intelectual y espiritual de estas enseñanzas debe olvidarse por completo de la idea de que el Purgatorio es un castigo pues, al igual que la ley de la gravedad, las leyes inmutables que rigen en nuestro universo hacen que cada uno afronte los efectos de las causas que cometió mientras estuvo en su cuerpo físico. Lo mismo que las leyes divinas hacen que abandone el cuerpo físico cuando ése ya no sirve o cuando el mismo hombre le ha hecho inservible, así también esas leyes arrancan la materia grosera y de más baja vibración del cuerpo emocional para que el Ego pueda seguir su ascenso hasta deshacerse de todo lo personal y prepararse para un nuevo renacimiento en un mejor ambiente y con una nueva personalidad.

La voluntad del hombre común no puede cambiar las leyes de la naturaleza y menos aún las espirituales que gobiernan los mundos superiores. Sólo cuando el hombre se conoce a sí mismo y se desarrolla espiritualmente lo suficiente como para expresar sus poderes como Espíritu es cuando comienza a liberarse de dichas leyes, por tanto, antes de hablar de cómo evitar el Purgatorio hay que hablar de desarrollo espiritual. La primera etapa a superar por cualquier persona es la de comprender que todo lo que atrae material y egoístamente a la personalidad no sirve para nada en el Cielo; la segunda sería la de que eso mismo que retiene a la personalidad aquí y todos aquellos apetitos y deseos carnales, pasionales, etc., lo único que engendran es sufrimiento en el Purgatorio; y tercero y como consecuencia de lo anterior, hay que dejar claro que quien desee llenar la necesidad de desarrollo espiritual con lo personal, no lo conseguirá porque lo personal no existe en los mundos superiores. El hombre no puede conocerse a sí mismo ni gozar de paz y de verdadera felicidad hasta que no sea dueño de sus vehículos como Alma evolucionante que es. En el interior de cada uno de nosotros hay un germen divino que en cada renacimiento intenta abrirse paso a través de la personalidad, y mientras no se auto-observe y se auto-analice para después comenzar a trabajar a favor del Espíritu siempre estará engañado por la personalidad y siempre pasará por el Purgatorio después de la muerte del cuerpo físico.

Vivimos en Dios, nuestra conciencia está evolucionando en la conciencia de Dios, nuestra recién nacida mente es parte de la mente de Dios y nuestros deseos personales se tienen que transformar en voluntad de Dios. El cuerpo físico y sus sentidos, el mundo físico y el Sol físico, y como efecto de todo eso el Purgatorio, representan las tinieblas que ocultan la verdadera luz que brilla en los Cielos y mundos espirituales, una luz que procede directamente de Dios y (aunque no queramos aceptarlo) donde vivimos, evolucionamos y tenemos nuestro Ser. Por consiguiente, y aunque la mayoría de las personas sean ignorantes de ello, en cada vida estamos experimentando en lo inferior pero bajo la estrecha vigilancia y reacción de lo superior sobre nosotros. Así que, cada deseo, sentimiento, emoción o pensamiento causado por el hombre, tiene una respuesta de las leyes divinas o leyes superiores, y cuanto más elevadas sean las causas del hombre más enérgica será la respuesta de los mundos espirituales que no son otras que los agentes de Dios que gobiernan y dirigen la evolución de la humanidad en general. No es lo mismo los esfuerzos del hombre egoísta y materialista que hace leyes para beneficio propio que el esfuerzo como respuesta a la inquietud procedente de ese germen espiritual que todos llevamos dentro. Cuando más se abandonan esos esfuerzos personales para escuchar la voz interna que se oye cuando en la meditación nos auto-observamos, más permitimos que las leyes superiores actúen sobre nosotros y más evitamos el Purgatorio para acercarnos al Cielo.

Mientras nosotros pongamos nuestra voluntad al servicio de lo personal y en contra de la voluntad universal, no podremos elevarnos sobre el Purgatorio ni nos podremos identificar con la Voluntad de Dios. La voluntad representa al Espíritu y mientras esa voluntad no esté centrada en desarrollar deseos, sentimientos, emociones y pensamientos positivos, no nos estaremos alejando lo más mínimo del sufrimiento post-morten. El que escucha la voz de su Alma en momentos de meditación y en cada aquí y ahora y el que es auto-consciente de sí mismo en todo momento, es el que está eliminando su propio Purgatorio a través de la buena voluntad; el que utiliza sabiamente su voluntad y cuida, gobierna y purifica sus cuerpos es el que se eleva a pasos agigantados hacia el Cielo; pero el que nace y muere habiendo sido gobernado por sus deseos y emociones personales y el que ha dado rienda suelta a su imaginación personal y a puesto a la mente a su servicio, no encontrará nada más que dolor, desesperación y desengaño tras la muerte.

Toda vida existente es parte de la Vida de Dios y lo que parezca vivir fuera de Dios es que no es vida. Nosotros vivimos engañados por los sentidos y dominados por los deseos egoístas y las bajas emociones con las cuales colaboran la mente y la voluntad sin que nos demos cuenta. No queremos admitir que si queremos elevarnos hacia el Cielo tenemos que ser dueños de nuestros cuerpos y buscar la Verdad dentro de nosotros. Para estar en el Cielo donde trabajan las leyes de Dios tenemos que desear, sentir y pensar imitando la forma que tendría de expresarse Dios en nosotros. Solo uniéndonos a la Verdad conoceremos la Verdad, y sólo olvidándonos de todo aquello que nos separa como hermanos, alcanzaremos un estado de conciencia y de felicidad que nos hará vivir el Cielo. Estamos tan acostumbrados a leer palabras como éstas sin ser auto-conscientes de su significado que, en la mayoría de los casos, no le damos importancia y no dejamos que hagan el efecto espiritual que podrían hacer en nosotros. Sin embargo, sí que ponemos empeño e intención en practicar el desprecio, la crítica, el rencor, el odio, los malos deseos y la mala voluntad en general.

Es necesario vivir conscientemente en Dios o escuchar en el silencio la voz de Su vida (que es nuestro verdadero ser) para comenzar a vivir ese Cielo deseado incluso estando aquí en la tierra. No es a través de los halagos de los sentidos, ni del deseo material, ni del egoísmo, ni del mal uso de la mente y de su poco razonamiento como vamos a encontrar esa Verdad que sólo encontraremos en el Cielo. Quien piense que puede vivir fuera de Dios no encontrará nada que le lleve al Cielo pero sí mucho que le haga sufrir y que le desvíe de la Verdad y de Dios Mismo. Nadie puede vivir fuera de Dios ni nadie puede disfrutar del mundo si no fuera porque lo mantiene Dios. Quien sabe que todo lo que nos rodea procede de Dios (de lo invisible como nuestro cuerpo físico procede de la materia invisible) podrá valerse de ello para eliminar de sí mismo el Purgatorio y para crearse su cielo. Hay una relación entre todo lo existente y visible y las causas que lo crearon y lo invisible, cuando creamos causas de acuerdo a las leyes invisibles estamos conectando con lo superior y eliminando de nosotros lo inferior.

El hombre tiene que desarrollar su voluntad, su mente y todos los poderes que como Espíritu o hijo de Dios tiene, y eso no se puede conseguir sin las experiencias que aquí tenemos gracias y a nuestros diferentes cuerpos, por tanto, las experiencias en el mundo físico son necesarias. Pero este hecho no justifica lo que la mayoría de los que buscan una vida superior hacen, que es justificarse diciendo que no tienen tiempo para dedicarlo al Espíritu. Quien de verdad desea vivir una vida espiritual (además de cumplir con sus deberes y responsabilidades) busca tiempo y lugar para meditar u orar aunque solo sea 15 minutos, porque cuando más se retrase esta decisión y más enfoquemos nuestra conciencia en lo material y personal, más nos alejaremos de ese Cielo. Para imitar a Cristo en deseos, voluntad, sentimientos y pensamientos, no necesitamos apartarnos del mundo ni aislarnos de los demás, porque es más bien lo contrario; se puede estar escribiendo o haciendo cualquier otra cosas controlando la mente para que no piense por sí misma mientras observamos nuestras manos como parte del instrumento que es nuestro cuerpo físico; podemos enfocar nuestra atención en todo lo que nos rodea y ver la Vida de Dios en ello; podemos observar a los demás pensando consciente y voluntariamente que son nuestros hermanos, tengan el aspecto que tengan; y podemos observar nuestros deseos, nuestros sentimientos y a nuestra mente para analizar su naturaleza y cambiarla si es necesario. No deberíamos permitir que nuestra mente piense por sí misma porque si no lo impedimos se dejará dominar por los deseos y emociones personales y terminará criticando, enjuiciando, culpando a otros, excusándose y otros muchos aspectos negativos. ¿No es, pues, esto una manera de trabajar a favor del Espíritu? Todo lo grosero y negativo mencionado y llevado a la práctica origina y atrae negatividad en nuestra aura, y esas negatividades y bajas vibraciones son las que nos llevan al Purgatorio y nos impiden elevarnos al Cielo.

Si la voluntad está por encima de la mente y tiene control sobre ella, y ésta a su vez sobre los deseos, las emociones y, como consecuencia, sobre el cerebro y el sistema nervioso, solo tenemos que estar atentos a nosotros mismos para que nuestra voluntad tenga buenas intenciones y para que utilice a la mente para expresar lo que esté de acuerdo con esa Vida de Dios, nuestro Padre que está en los Cielos. Dado que tenemos conciencia propia y nos sentimos individuos identificados con nuestra mente, con nuestros deseos y emociones y con nuestro cuerpo físico, creemos vivir en un solo mundo físico aislados de todo lo demás. Pero el ocultista y aspirante espiritual sabe que no es así y que, por mucho que algunos lo nieguen, no podemos vivir “fuera” o “separado” de Dios como tampoco podemos vivir sin oxígeno para respirar. El Cielo representa a algo perteneciente a Dios para el común de la humanidad, por tanto, para acercarnos al Cielo debemos acercarnos a Dios, y puesto que vivimos en Dios y no nos damos cuenta de ello, está claro que para encontrarle debemos buscar en nosotros mismos como hijos (Espíritus) suyos que somos. Ahora bien, ¿por qué medios podemos acercarnos a Dios más rápidamente? es decir ¿cómo podemos evitar el Purgatorio? la respuesta es orando y meditando. El hecho de ser conscientes de nosotros mismos y de auto-observarnos con atención ya nos hace practicar la concentración, la observación y el discernimiento; lo que significa que podemos ser creadores de causas y respuestas positivas en todos los sentidos. La oración se podría considerar otra forma de meditación siempre y cuando se tenga presente a Dios y su Obra como medio de acercarnos a Él. Por eso se dice que a menos que nuestra vida esté dedicada consciente y voluntariamente a la oración, nuestras plegarias no tendrán respuestas ni obtendremos medios para ganarnos ese Cielo. Esto es estar en armonía vibracional con la Vida de Dios y actuar en nombre Él.

Si queremos progresar por medio de las experiencias y de las oportunidades debemos hacer todo como si fuera para Dios, pero si nos dejamos llevar por la personalidad y buscamos excusas para no trabajar en Su Nombre, entonces esas oportunidades desaparecerán. Cuando el hombre sigue unas enseñanzas como estas y se auto-observa y analiza a diario crea unos hábitos por medio de la repetición, la misma repetición que desde hace eones le ha llevado al Purgatorio vida tras vida. Pero cuando esa repetición crea unos hábitos centrados en Dios y busca la manera y el lugar, incluso de apartarse del mundanal ruido para entregarse a su Espíritu, entonces puede decir que ha encontrado el sendero. El único error en esta práctica es que se convierta en una monotonía y en algo automático donde falta la devoción, la adoración, la alabanza y la persistencia. Por tanto, es conveniente preguntarse de vez en cuando ¿estoy creando un Purgatorio o un Cielo en mí mismo? Si no hay aspiración, anhelo, deseo sincero, buena voluntad y amor hacia Dios y hacia el prójimo, no estaremos evitando el Purgatorio. Y si no hacemos una verdadera invocación y una autentica oración, todo será palabrería, falsedad y automatismo que, más pronto que tarde, nos desviará del camino del Cielo.

Es evidente que si estamos hablando de evitar el Purgatorio y de ganarnos el Cielo es porque estamos convencidos de que algo nos llevamos después de la muerte del cuerpo físico, y que ese algo es lo que hará que estemos o no en alguno de esos “lugares” más o menos tiempo. Por tanto, es lógico que nuestra estancia post-morten en el Purgatorio o en el Cielo esté basada en el bien y en el mal que hayamos podido causar en la última vida, lo que significa que debe haber un mecanismo para que eso ocurra. Luego entonces, ¿cómo podemos evitar el Purgatorio? Hasta aquí hemos visto una serie de aspectos que nos ayudan a alcanzar y a estar más tiempo en el Cielo principalmente pero, aunque además de esto también evitemos en parte el Purgatorio, nadie del común de la humanidad está tan preparado como para pasar directamente al Cielo. Así es que, si hemos de intentar evitar el Purgatorio estando aquí en la Tierra, está claro que además de hacer el bien y evitar hacer el mal, debemos borrar del archivo de las experiencias todo aquello que nos pueda llevar a dicho estado de conciencia celestial. Teóricamente, para llegar al Cielo es necesario pasar por el Purgatorio como para llegar de un continente a otro tenemos que hacerlo por mar o por aire. Pero el verdadero ocultista y aspirante espiritual sabe que dicho mecanismo nos puede facilitar lo que deseamos si de verdad somos persistentes en hacer el ejercicio nocturno llamado “retrospección”.

El ser humano tiene una “película” o mejor dicho, un átomo donde, a modo de “memoria” o “disco duro”, se está guardando todo lo que decimos y hacemos y todo lo que ocurre a nuestro alrededor y que esté al alcance de nuestra consciencia y de nuestra visión. Esto ocurre gracias a un tipo específico de éter (como el éter permite que una imagen se grabe en un negativo de una cámara) que transporta esas imágenes por medo del aire que respiramos para pasar por los pulmones y terminar en el ventrículo izquierdo del corazón, que es donde está dicho átomo. La película guardada en ese átomo es la que nos llevamos y la que decidirá cuál va a ser nuestro destino, si el Purgatorio o el Cielo. Lo que significa que la “retrospección” trata de borrar el aspecto negativo de nuestras actitudes cotidianas y de nuestro carácter para intentar no tener que sufrir en el Purgatorio. En el Purgatorio se borra el recuerdo de las malas acciones por medio del remordimiento y de una experiencia penosa de acuerdo a las grabaciones negativas que tengamos en nuestra aura o cuerpo emocional. Esta es la manera que el Purgatorio tiene de que evitemos hacer el mal en futuras vidas. Lo mismo que en los colegios y en las universidades unos se esfuerzan más y se adaptan mejor que otros y terminan por dejar muy atrás a éstos, así en la evolución de la humanidad hay hermanos mayores nuestros que han investigado en los mundos superiores todo el método de evolución y el proceso post-morten y han ideado el ejercicio de la retrospección para ayudar a la humanidad.

La retrospección trata de hacer, respecto a las actividades diarias, lo mismo que hace el Purgatorio respecto a toda la vida pasada a partir de llegar al Mundo de Deseos. Esta es la manera más fácil y cómoda de evitar el Purgatorio ya que si, por un lado intentamos hacer el bien y por otro intentamos no hacer el mal, está claro que si hacemos la retrospección cada noche poco tendremos que “sufrir” voluntariamente a modo de Purgatorio personal. Como ocurre en la recopilación de la película que nos llevamos y que vemos nada más morir (la vemos desde la muerte hasta el nacimiento) y en el Purgatorio, también se hace lo mismo en el ejercicio de la retrospección, primero se analizan las imágenes de antes de acostarnos y se termina con las de la mañana. El fin es ver cómo ciertos hechos o efectos son el resultado de lo que hemos dicho o hecho, o incluso cómo esto último puede ser el efecto de lo que hemos pensado y sentido en determinado momento. Llegado a este punto es necesario comprender que la retrospección no es una mera visualización de los hechos del día, ni tampoco que haya que hacer un simple arrepentimiento de algo que hayamos hecho mal, la retrospección va más allá y tiene que tener el mismo efecto que el Purgatorio si se quiere evitar éste después de la muerte. Este ejercicio también tiene su efecto positivo respecto al Cielo siempre y cuando tomemos conciencia del bien que hemos hecho y que nos han hecho otros y revivamos y valoremos todo como un medio para seguir haciendo el bien.

Como lo que estamos tratando es la manera de evitar el Purgatorio por medio de la retrospección, ha de quedar claro que de lo que se trata es de revisar o volver a ver mentalmente, todo lo que hemos hecho desde la noche hasta la mañana para ver dónde hicimos mal (hechos, palabras, malos sentimientos y pensamientos…) y ponernos en el puesto de los demás para sentir ese mal en nosotros mismos. Es imprescindible que el remordimiento produzca una profunda contrición cuando se revisa una determinada causa negativa, sólo eso podrá borrar ese hecho del átomo que se encuentra en el corazón. Cuando esto se hace así noche tras noche, el átomo se irá limpiando de tal manera que, a la hora de la muerte, no tengamos nada que nos retenga en el Purgatorio. Por otro lado y si es que se hace el ejercicio correctamente, es evidente que cada día será más fácil hacer más cosas buenas y menos malas. La gran ventaja de hacer bien la retrospección no es sólo que no sufriremos en el Purgatorio, sino que también tendremos mucho tiempo libre para ayudar a otras muchas Almas, tanto allí como aquí. El hecho de no tener que comer, dormir ni trabajar en el Mundo de Deseos nos permite hacer grandes obras espirituales que acelerarán el desarrollo del Alma, lo que, a su vez, nos facilitará más poderes espirituales para la próxima vida.

Francisco Nieto

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