Revista LA ROSACRUZ num.4
La
Genealogía de la Tierra y del Hombre
(Fragmento de la Lección mensual
del estudiante)
III PARTE
Como dijimos en
nuestra última lección la separación comenzó en la Época Atlante; ocurriendo
sobre la mitad de tal época, que es conocida como la edad de Géminis que es
cuando el Sol por la precesión de los equinoccios pasó por tal signo. Cuan
extraordinariamente, las épocas pueden relacionarse con los signos del Zodíaco,
y el tren general de la Humanidad muestra como un completo, las influencias atribuidas a las
estrellas. Géminis indica separación
“tuyo y mío”. Caín y Abel aunque vinculados por la sangre, fueron hermanos
arrojados el uno del otro. Géminis es un
signo de aire y durante tal período, el
hombre desarrolló los órganos que le permiten respirar
aire. El no podía por más tiempo
continuar respirando por las agallas como lo hizo durante el período de Cáncer,
cuando vivía en los nebulosos valles de los atlantes. Géminis rige los pulmones, y por lo tanto la
humanidad ha desarrollado tales
órganos. Los pasos hacia adelante sólo
son conseguidos por un determinado porcentaje de la oleada de vida humana. Todos no están preparados para pasar a los
períodos nuevos, consecuentemente aquellos quienes fracasaron en su intento
para alcanzar las cimas de las montañas atlantes, perecieron en las
inundaciones.
Al siguiente
periodo llamado Tauro, o sea cuando el
Sol estuvo en este signo, vemos que la humanidad mostró las características
atribuidas al signo del toro. Este fue
el periodo más egoísta de los atlantes.
El buey Apis, fue colocado como un ídolo para ser adorado, y así la
idolatría rigió soberana. Reyes fueron
adorados como dioses. Especialmente fue
así, entre los Turanianos, quienes fueron la cuarta raza de la época atlántica.
Los reyes se
convirtieron en brutos. Fueron
embriagados por la ambición, y la opresión de las clases bajas fue
excesiva. Magia negra de la más vil
especie fue practicada por reyes y sacerdotes.
Al cerrar el
Gran Año Sideral de Tauro, fue inaugurado el trabajo de preparar una raza nueva
que fue destinada a ser la originaria de la edad próxima, o sea la edad
Aria. Los semitas originarios fueron los
elegidos para dar lugar a la religión del Cordero. Moisés fue elegido como mensajero de Dios
para dar la religión de la edad mencionada.
El tuvo grandes dificultades para establecer su religión, pues el pueblo
persistía en mantener las creencias antiguas.
Pero con el tiempo gradualmente fue mirado con recelo y con desfavor la
idolatría del toro.
EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
Por Max Heindel
He aquí cómo
puede ser explicado, en esencia, el argumento que sustenta la religión
Cristiana ortodoxa sobre el sacramento del matrimonio.
Primero:
Tentados por el demonio, nuestros primeros padres pecaron y por ello fueron
arrojados del Paraíso y en consecuencia, quedaron sujetos a la ley y la muerte
de la que no podían escapar por su propio esfuerzo.
Segundo: En su
gran amor por los hombres, Dios envió a su hijo Unigénito al mundo para
redimirle y establecer en él el reinado del cielo. Luego la muerte será al fin vencida por la
inmortalidad.
Este sencillo
credo ha hecho sonreír compasivamente a los ateos, a los puramente
intelectuales que han profundizado en
filosofías trascendentales y también a muchos que estudian la Misteriosa
Doctrina Occidental. Pero tal actitud es
enteramente gratuita, según vamos a demostrar.
En primer lugar
hemos de reconocer que los guías divinos no hubieran permitido que millones de
seres vivieran en el error durante siglos y siglos. Cuando se despoja a la Misteriosa Doctrina
Occidental de todo exceso de demostraciones y prejuicios y de detalladas
descripciones secundarias, se ve claramente que sus enseñanzas concuerdan con
los de la doctrina cristiana ortodoxa.
Hubo un tiempo
en que la humanidad vivía en la pureza, desconociendo la tristeza del dolor y
la muerte.
Digamos también,
que no es una superchería ni un mito de la Cristiandad el “tentador personal” (demonio) pues los espíritus de Lucifer
fueron realmente ángeles caídos que tentaban y están tentando al hombre,
valiéndose de la sugestión en la fase material de su existencia donde el hombre
está supeditado a la ley de la decrepitud y de la muerte.
Muy cierto es así
mismo que la misión de Cristo fue la de ayudar a la humanidad a elevarse a un
estado más sutil en el cual no será necesaria la disgregación para librarse del
cuerpo denso. Este es realmente un
“cuerpo de muerte” del cual vive únicamente una pequeña porción, pues, una
parte de su masa es materia nutritiva que no ha sido todavía asimilada y otra
gran parte está ya en camino de la asimilación, encontrándose entre ambos polos
la sustancia que es enteramente vivificadora por el espíritu.
Hemos
considerado ya, en números recientes los sacramentos del bautismo y de la
Eucaristía que afectan particularmente al espíritu. Vamos ahora a tratar de la parte profunda del
sacramento del matrimonio que afecta al cuerpo.
Cual los otros
sacramentos, la institución del matrimonio tuvo su principio y tendrá su
fin. El principio fue expuesto por
Cristo cuando dijo: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, macho y
hembra los hizo? Por lo tanto, el hombre dejará padre y madre
y se unirá a su mujer y serán dos en una carne.
Así que no son ya más dos sino una carne”. (San Mateo, capítulo 19
vers.4-6).
Del mismo modo
indicó Cristo el fin del Matrimonio diciendo: “Porque en la resurrección, ni
los hombres tomarán mujeres ni las mujeres maridos, más serán los Ángeles de
Dios en el Cielo” (San Mateo, capítulo 22. vers.30).
La lógica de la
enseñanza que encierra este pasaje, es evidente, pues el matrimonio es
necesario para que se produzcan, instrumentos por el mismo nuevos, que vengan a
suplir los que la muerte destruyó, y cuando la muerte sea absorbida por la
inmortalidad y no sea preciso por lo tanto, producir nuevos instrumentos, el
matrimonio no tendrá razón de ser.
Con admirable
audacia, la Ciencia ha creído haber desentrañado el misterio de la fecundación,
y nos ha explicado de qué manera se opera aquella en los ovarios, cómo está
formado el huevecito recluido en oscura cavidad, como sale de allí para
introducirse en la trompa de Falopio, y que en ella, penetra el espermatozoide
del macho, quedando así completo el embrión del cuerpo humano. Parece pues, que la Ciencia ha hablado por
fin, de la “fuente y origen de la vida”.
Pero la vida no tiene principio ni fin, y lo que la Ciencia considera
ser fuente de la vida, no es más, ¡AY! Que el origen de la muerte, ya que todo
lo que nace de la matriz irá a parar tarde o temprano a la tumba.
El matrimonio,
al mismo tiempo que procura nacimientos, provee de alimento a la voracidad
insaciable de la muerte, y mientras el matrimonio sea necesario para la
generación y el nacimiento, la desintegración y la muerte serán inevitables.
Es de primordial
importancia conocer la historia del matrimonio, sus leyes, la duración de su
institución y como puede ser espiritualizado.
Cuando obteníamos
nuestro cuerpo vital en la “Hiperbórea”, el sol, la luna y la tierra estaban unidos y las fuerzas lumino-solares permitían
a los seres perpetuar su especie respectiva por medio de la yema y el esporo,
tal como sucede en ciertas plantas de hoy día.
Los esfuerzos
del cuerpo vital para ablandar el vehículo denso y mantenerlo vivo, no se
inter-penetraban, a la razón con él y este cuerpo-planta vivía por edades.
El hombre era
entonces inconsciente y estaba en estado estacionario como una planta, es
decir, no hacía esfuerzo alguno. La
adición del cuerpo de deseos despertó en el hombre incentivos y anhelos, y de
la lucha del cuerpo vital (que construye) con el cuerpo de deseos (que destruye
el cuerpo denso) resultó la conciencia.
Por
consiguiente, la disolución de ambos cuerpos no es más que una cuestión de
tiempo.
Continuará…
Continuará…
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