CAMBIANDO PATRONES DE CONDUCTA
Hasta ahora siempre se ha dicho que
el mundo físico es real porque es lo que nuestros sentidos físicos perciben,
pero a partir de descubrir que los sentidos pasan la información al cerebro y
que éste está compuesto de materia como cualquier otro ser vivo (células,
moléculas, átomos…) ya no podemos asegurar que el mundo sea tan real. Se ha
demostrado que cuando miramos a algún objeto se ilumina cierta parte del
cerebro, pero más curioso es que si cerramos los ojos y imaginamos ese mismo
objeto se vuele a iluminar esa misma parte; de aquí que tengamos que admitir
que el “Yo” que percibe no es físico. Lo cierto es que estamos muy
influenciados por toda una serie de patrones que (unos porque ya los traemos
por las experiencias de otras vidas y otros porque los adquirimos a partir de
nacer) nos llevan a actuar siempre pensando en lo material, en lo personal y en
lo que, egoístamente, podamos conseguir. Ese es el aspecto físico y objetivo
pero hay otros aspectos subjetivos y llenos de posibilidades para cambiar la manera
de ver el mundo y al prójimo y de actuar, y éstos son los que normalmente
llamamos “internos”.
Todo lo que percibimos gracias a los
sentidos y que es registrado en el cerebro queda a disposición de la mente
consciente, por eso hay quien piensa que “somos mente” sin saber que la mente
es el modo de obtener información del mundo físico por parte del Espíritu, el
cual se expresa como conciencia y voluntad. En realidad nuestra vida es una
experiencia sensorial (ver, oír, sentir…) es “percepción mental” pero no es
pensar desde el punto de vista real e interno. Vemos lo que somos capaces de
ver según la capacidad de percepción vibracional de la vista y comprendemos lo
que consideramos posible, sin embargo, esta información, relacionada y
comparada con la guardada, es la que hace que aumente el poder de comprensión y
que se imponga sobre los condicionamientos creando así nuevos patrones de
conducta. Somos conscientes de lo que percibimos cuando hay un conocimiento o experiencia previa de ese
hecho u objeto, pero el patrón que guardamos para transformar y elevar los
anteriores tendrá una importante relación con los sentimientos y pensamientos
que nosotros creamos como respuesta. Así, si a un choque externo, experiencia,
etc., “negativa” respondemos con ira, enfado, miedo o pasando a la acción
agresiva (como ejemplo) este patrón puede anular a otro anterior menos
negativo.
Estas experiencias y sensaciones son
la raíz del karma. Las sensaciones impulsan a la acción emocional, mental y
física. Una experiencia negativa con otra persona nos afecta al cuerpo
emocional creando un sentimiento o deseo que nos puede llevar a la acción (en
este caso y muy posiblemente) negativa si no utilizamos voluntaria y
conscientemente la mente para razonar; si lo hacemos así y buscamos los
aspectos positivos de la persona o de la experiencia, habremos mejorado los
patrones guardados y habremos creado un buen karma. Por consiguiente, es
importante ser conscientes continuamente de que si queremos cambiar nuestros
patrones de conducta, debemos utilizar la voluntad para razonar con la mente
los sentimientos y deseos que quieran llevarnos a la acción física o mental
incontrolada, como son la crítica y los malos pensamientos. Nuestra respuesta
debería ser siempre bienintencionada, correcta, como cumplimiento de un deber
espiritual y como hijos de Dios que tenemos todas Sus Virtudes latentes. Esto
es importante porque estos impulsos retenidos causan ansiedad, inquietud, etc.,
y si no se pasa a la acción o se
responde positivamente, se crea stress, al que tendríamos que combatir con la
relajación física y mental.
Las sensaciones, los impactos y otras
muchas experiencias nos alteran, y si nosotros no estamos centrados
conscientemente en lo que somos y en el buen uso de nuestros cuerpos, mostramos
esa alteración de una forma inconsciente y sin razonar. Ese es el resultado de
las percepciones negativas o de las interpretaciones que hacemos de ellas según
los patrones de conducta guardados, pero si viviéramos de una forma relajada y
tranquila y estuviéramos conscientemente atentos a todo lo que ocurre a nuestro
alrededor, superaríamos esos impulsos, enfados y reacciones negativas que tanto
afectan a nuestros buenos patrones de conducta y tanto mal karma producen. Se
trata de hacernos conscientes de todo lo que nos impulsa y nos domina
(sensaciones o impactos externos, sentimientos, deseos y pensamientos
inconscientemente creados) para poder controlarlo por medio de la voluntad. Es
decir, lo mismo que hay que sentir
tensión o dolor en cierta parte del cuerpo para saber cómo y dónde tratarlo,
así también debemos estar conscientemente atentos a las respuestas de los cuerpos
“de deseos” y “mental” para idear y crear pensamientos razonados opuestos a las
causas.
La conciencia y la intención (voluntad)
son el Alma de todas las cosas, de hecho y como se ha demostrado, el
pensamiento afecta a la materia, es más, los patrones de pensamiento cambian la
fisonomía de la persona y transforma los sentimientos. Cuando nosotros, como
voluntad y conciencia, estamos atentos a lo que ocurre a nuestro alrededor,
podemos interiorizar y hacer real los hechos por el simple hecho de
“escogerlos” y responder, si fuera necesario, de la forma más correcta. Cuando
pensamos en una experiencia o patrón de conducta lo hacemos más real de lo que
es para los sentidos, por eso hay que analizarlo y si es necesario cambiarlo
con pensamientos positivos. Pero crear pensamientos positivos no es ser
positivo sino ocultar y aislar los negativos existentes y de lo que se trata es
de crear pensamientos positivos para que estimulen los deseos y sentimientos
positivos para que, a su vez, el cuerpo
esté sano, equilibrado, y se incline a las buenas costumbres y hábitos;
esta acción es la que cambia verdaderamente los patrones de conducta.
Pero tan importante es la buena
acción como la prevención de caer en el mal. Lo mismo que un hombre puede
manifestar en su cara (como efecto) y en su expresión el trabajo espiritual y
mental que internamente lleva a cabo, así mismo puede programar sus días
viéndose actuar positivamente (en pensamiento, sentimientos, deseos, palabras y
acciones) en cada momento. La repetición de estas programaciones hará que cada
vez se cumplan más las posibilidades y, aunque surgen pequeños hechos de la
“nada”, siempre los veremos según los patrones guardados y siempre tendremos la
libertad de “elegir” la respuesta más adecuada a nuestra voluntad espiritual.
Los impactos externos, las sensaciones y lo que percibimos, llegan al cerebro
como impulsos eléctricos, pero el cerebro no distingue entre eso y lo que tiene
guardado como efecto de impresiones pasadas, o sea, de los patrones de
conducta. Si prestamos atención a lo que nos rodea y respondemos a dichas
impresiones conscientemente y con buena voluntad y deseos, estaremos cambiando
las áreas del cerebro puesto que está comprobado que el pensamiento modela o
cambia la materia neuronal. Las ideas no están guardadas en el cerebro puesto
que proceden del Mundo del Pensamiento, es decir, del propio Yo superior, pero
la información que llega al cerebro por medio de los sentidos y que altera los
patrones guardados puede ser transformada y elegida para guardar como nuestros
patrones por medio de las ideas y la voluntad del Espíritu. Sabiendo esto,
debemos tener claro que cuando se repiten sentimientos, deseos y pensamientos
elegidos por la voluntad espiritual, se unen y fortalecen los ya guardados
anteriormente para así crear un nuevo carácter espiritual. Como ejemplo de esto
diremos que el pesimista y amargado se crea y lleva una vida de pesimismo y
amargura.
Esta es la manera de espiritualizar
el carácter y de cambiar los patrones pero, si nos damos cuenta, es
imprescindible tener siempre presente dos aspectos, estos son la concentración
y la observación consciente. Estos aspectos hacen que percibamos las cosas, y
la buena voluntad y el discernimiento hacen posible que elijamos lo más
correcto y adecuado para nuestro desarrollo espiritual. De esta manera se
pueden controlar y dirigir los diferentes cuerpos evitando así los malos deseos,
sentimientos, pensamientos y acciones. Un enfado puede crear tensión pero esa
tensión se anula con la relajación; una mala impresión o percepción puede
incitarnos a crear malos deseos y pensamientos, pero la buena voluntad y el
discernimiento pueden anularlo y ver los aspectos positivos de esas
circunstancias o personas. Incluso los pensamientos de compasión y amor y los
deseos de ayudar a los demás vencen los enfados y los malos sentimientos; luego
entonces, el poder transformador no hay
que buscarlo fuera de nosotros ni siqueira en el cerebro, sino dentro del
propio ser, donde están la buena voluntad y la conciencia.
La misma costumbre de pensar en el bien y en la felicidad de las
personas y del mundo, ya es una prevención para no actuar ni pensar mal y hacer
que estemos relajados física y mentalmente pero si, además, razonamos nuestras
acciones y reacciones con la mejor voluntad, seremos felices internamente.
Pensar de forma altruista y benévola hacia los seres que nos rodean es abrir
nuestros corazones hacia ellos a la vez que nos protegemos de las malas
vibraciones que nos rodean. Simpatizar mental y sentimentalmente (no pensar mal
y fijarnos en sus virtudes) con las personas comúnmente llamadas “malas”, nos
ayuda a relajar nuestras tensiones y a cambiar nuestro karma futuro. Pensar en
la felicidad y en el bienestar del prójimo y desearles lo mejor es hacernos
felices a nosotros mismos puesto que la felicidad no es el resultado de un acto
físico sino de un estado mental y emocional positivo unido a un deseo de amor y
de fraternidad.
Por eso la mente debe estar libre y por encima de las sensaciones y de
los efectos de las circunstancias que vivimos ya que, si no es así y no hay una
concentrada y consciente atención, nos pueden llevar a los malos deseos,
pensamientos y acciones. Una mente pura y libre de malos deseos, sentimientos y
pensamientos que entorpecen la concentración y la atención, es una mente feliz
que cumple con sus deberes espirituales, con su karma y con los patrones
divinos; cuando, actuando así se es feliz en esta vida, significa que también
lo seremos en la próxima. Se trata de mantener una mente pura y libre del
intrusismo que a cada segundo importuna y para conseguir eso tenemos que
observarnos, conocernos y controlar nuestras reacciones para cambiar nuestra
actitud en pensamiento, palabra y obra. Cuando evitamos que la mente esté
suelta y que piense por sí misma como respuesta a las impresiones o
sensaciones, y cuando la gobernamos con voluntad y consciencia, interrumpimos
la larga relación neuronal que se produce en el cerebro y la desconectamos de
la actividad cerebral. Entonces nos convertimos en observadores libres de
sentimientos y pensamientos y ya no somos esa persona influenciada y guiada por
los patrones y las conexiones neuronales; es decir, somos libres.
La filosofía oculta explica quiénes somos en realidad y cómo y porqué
llegamos a ser conscientes en este mundo físico que nos parece tan real; por
otro lado, la neurociencia y la física cuántica ya afirman que el ser humano no
es quien hasta ahora hemos pensado sino que está más allá de la mente. Cuando
una persona quiere cambiar de actitud ante el mundo porque su conciencia le
dice que no está actuando bien suele decir que no es nada fácil ¿Qué es lo que
le domina o qué se lo impide? Veamos, lo mismo que el que lleva una vida
aburrida y monótona es porque no encuentra los alicientes que necesita, así
también la persona dominada por su cuerpo de deseos y por su mente incontrolada
tampoco encontrará el camino que le lleve a su Dios interno ¿Somos buenos o
malos? O lo que es lo mismo ¿Nuestra actitud en la vida está basada en patrones
egoístas y personales porque creemos que el cuerpo y el mundo físico son la
única realidad existente? La verdad es que parece como si estuviéramos
hipnotizados por todo lo que nos rodea,
por los esquemas mentales relacionados con los hábitos y costumbres, por la
opinión pública y los medios de comunicación y por un sinfín de cosas más que
impiden a la mayoría de las personas ejercer su voluntad y su libre albedrío
como verdaderos árbitros de sus destinos. Es más, la mayoría de nosotros
estamos tan “cómodos” en este mundo donde disfrutamos de los placeres que nos
cuesta creer que este mundo no sea el verdadero mundo que nos corresponde. Por
eso nos cuesta romper con los patrones antiguos y no queremos esforzarnos en
encontrar medios (como la filosofía oculta) que nos faciliten nuevos ideales,
nuevas metas y nuevos conocimientos que eleven nuestra conciencia hasta el
mundo del Espíritu.
Así es que de lo que se trata es de hacer nuevas conexiones en el
cerebro por medio de nuevas técnicas, conceptos e ideas para que se efectué el
cambio desde dentro para fuera ya que, cambiando la forma de ver las
circunstancias, las actitudes y las personas, cambiamos la forma de pensar y
tomamos nuevas decisiones que repercutirán en el carácter, en la fisonomía y en
el destino. Hoy hablan los neurólogos de que las células con receptoras de
péctidos procedentes del hipotálamo y que éstas reaccionan según la naturaleza
del péctido que la penetre, es decir, de la emoción que lleven consigo. Esto
explica las enseñanzas de la filosofía oculta respecto a la cadena de acciones
y respuesta entre los mismos cuerpos en base a las cuales se forman los
hábitos, costumbres y patrones de conducta de la mayoría de las personas que no
tienen en cuenta los aspectos de voluntad y conciencia del Espíritu. Cuando se
repiten pensamientos, sentimientos, deseos, acciones y reacciones, se forman
patrones en la red neuronal y éstos van
cambiando según se incorporan nuevas experiencias por medio de dichos péctidos (reacciones,
deseos, emociones, etc.) Así es que esos son los patrones que tenemos sobre el mundo y sobre las personas y es la
base de nuestro carácter y expresión personal. Y ahora viene la pregunta
¿Entonces, si yo repito toda una serie de pensamientos, sentimientos, deseos y
acciones seleccionadas con mi voluntad espiritual estoy espiritualizando mi
carácter gracias a los péctidos? La respuesta, evidentemente, es sí, de ahí la
necesidad de limpiar la mente y de discernir siempre con buena voluntad y
conciencia.
Si en nuestra vida diaria adquirimos el hábito de repetir pensamientos,
sentimientos y deseos de amor, fraternidad y altruismo hacia el prójimo
estaremos creando unos patrones internos que formarán nuestro carácter y entonces
seremos amor, fraternidad y altruismo. Esto es
crear adicción, por tanto, debemos ser conscientes de que si creamos un
carácter negativo solo nosotros somos responsables del karma futuro que nos
venga. Como podemos ver, lo malo no es lo que se le pueda hacer al cuerpo
físico sino a la mente. Lo ideal sería que hiciéramos una programación cada
mañana viendo, a través de la imaginación creativa, cómo influimos conscientes
y voluntariamente en cada una de las posibilidades que se nos presente.
Entonces, basándonos en esos patrones espirituales que hemos creado a través de
la repetición, es cuando debemos mantener esa concentrada atención (como
observadores de nuestros diferentes cuerpos y reacciones de los mismos) para
actuar como el verdadero Yo que somos, es decir, con conciencia y voluntad y
libres de impresiones que actúen sobre la mente.
De esta forma, la mente, como foco del Espíritu sobre los mundos en que
evolucionamos, nos ayuda a adaptarnos, a transformarnos y a alcanzar la
conciencia de ese Yo espiritual que ve dichos mundos como medios para
evolucionar pero no como su verdadero mundo. En el cerebro está todo lo que
somos como posibilidades según nuestra propia evolución, pero también tiene una
parte espiritual reservada para que trabajemos y desarrollemos ese aspecto en
nosotros, y para ello debemos centrar nuestra vida consciente en ella para perder
la noción del tiempo y de nosotros mismos como identidad personal. Esa es la
verdadera posición del ser humano, la de observador atento y consciente que
discierne y actúa desde sus más elevados ideales y a través de una mente pura y
libre de aspectos personales. Eso es vivir en lo real, porque, como
observadores de nosotros mismos, debemos vernos y analizarnos con los ojos de
Dios.
Estamos aquí para aprender a tener intenciones; para ser creadores;
para sembrar el espacio de buenos pensamientos, sentimientos y deseos; para
aprender a desarrollar positivamente nuestra vida; para espiritualizar el
carácter; para desarrollar la voluntad y la mente, y para conocer el Yo
superior. Si nuestra conciencia puede influir en el entorno por medio de sus
sentimientos y pensamientos, quiere decir que el entorno es parte nuestra y,
por tanto, podemos influir en nuestro futuro destino. Pero para ello debemos
trabajar como se ha dicho en los párrafos anteriores, así estaremos capacitados
para escoger las posibilidades que nos permitan experimentar lo verdadero como
conciencia de Dios en evolución que
somos. Hay que vivir de esta manera y en este nuevo mundo que nos permita
vencer y gobernar la personalidad emocional, tener nuevas experiencias con el
cerebro y los diferentes cuerpos, y crear nuevos patrones de pensamientos que
nos permitan alcanzar ese mundo espiritual donde tantos Maestros e Iniciados
habitan. Debemos convertirnos en científicos de nuestra vida observando los
resultados de los cambios que intentamos alcanzar.
Francisco
Nieto
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