BUSCANDO AL VERDADERO YO
Todo lo que parece real para
cualquier persona es el resultado de toda una serie de sensaciones enviadas al
cerebro por los sentidos, de tal manera que solo parecen reales cuando el
pensador u observador las percibe, usa y ordena. Cada persona crea su propio
mundo real (externo o físico) según sus patrones, experiencias conscientes,
respuestas y expresiones, por eso hay quien cree en Dios o en la filosofía
oculta y otros lo contrario o sólo creen en la ciencia entre otros muchos
ejemplos. Algo similar ocurre respecto a las intenciones que una persona pueda
tener o al cómo actuar respecto a las posibilidades que surgen continuamente en
la vida, sin embargo, tanto en un caso como en otro, hay dos factores que
superan la acción o la respuesta común de nuestra consciencia, y este es la conciencia y la voluntad.
La mayor parte del día no somos
conscientes (somos pocos observadores) de la mayoría de cosas y hechos que
ocurren a nuestro alrededor ni de lo que pensamos o sentimos, tenemos la mente
y la voluntad para enfocar a ésta pero no hemos aprendido a concentrarla para
ser conscientes de todo eso y para darnos cuenta de que nosotros estamos por
encima del cuerpo emocional y de la mente misma. Nosotros estamos, como un Yo o
Alma, casi en el nivel de la conciencia pero nos falta identificarnos con ella,
trabajar para que nos pueda guiar y hablar más claro, y para eso debemos saber
utilizar la mente y la voluntad.
Somos un yo “encerrado” en una serie
de envolturas que le impiden ver su propio mundo y que, por el contrario, sólo
puede valerse de lo que le llega al cerebro por medio de los sentidos y de los
sentimientos y pensamientos que emitimos y recibimos. Sin embargo, afectamos y
transformamos el mundo y a los demás porque el cerebro responde y activa los
sentimientos y la mente en forma de reacción y no como creación original y
voluntaria que es lo que debería ser. Si cada mañana programáramos un día de
actividad con nuevos enfoques, elevados ideales, buenas intenciones y grandes
posibilidades, y lo repitiéramos a menudo durante un tiempo, se cumplirían
muchos de ellos. Si nosotros creamos el mundo de los sentidos según le
observamos y según lo que creemos ser, nuestras acciones y pensamientos tienen
que repercutir sobre él, pero si no somos conscientes y si no tenemos
intención, no podremos cambiar nada porque estaremos limitados por los
estímulos del mundo físico y de nuestros propios cuerpos. La observación
produce memoria pero es el reflejo de la memoria lo que hace que nos
reconozcamos como un Yo independiente del cuerpo físico, de los sentimientos y
de los pensamientos.
Nosotros existimos día tras día pero
no vivimos nada nuevo porque nos guiamos por los mismos patrones y por los
mismos sentimientos como respuesta a las sensaciones e impactos externos. Es
necesario ver cada día como una serie de oportunidades para hacer nuevas
creaciones y desarrollar nuevas posibilidades. Cambiar es modificar nuestra
manera de observar, de sentir, de desear, de pensar y de ver el mundo y a las
personas; es crear nuevos patrones que nos hagan olvidar al yo personal,
egoísta y materialista. Un nuevo enfoque a nuestra vida hará que el hipotálamo
trabaje para que los neuropéptidos alcancen determinadas células receptoras y
las transformen para que actúen en una nueva línea que lleve al individuo a
tener nuevos impulsos y a aprovechar más oportunidades. Esto, más la manera de
utilizar la mente de manera concentrada y consciente, harán que el individuo
vea el mundo de diferente manera.
Son muchos y cada día más los
experimentos que se hacen y que demuestran el poder de la mente por medio del
pensamiento y la palabra sobre la materia y sobre la atmósfera (pensamientos,
palabras, oraciones, intenciones e incluso bendiciones) Así es que, en este
sentido tenemos dos aspectos:
1º.- Que todos los
seres humanos somos uno en sentido atómico y subatómico; en que somos emisores
y receptores de sentimientos y pensamientos (por ejemplo la telepatía o los
conciertos donde las emociones van dominando cada vez más a los asistentes); en
que todos buscamos algo superior aunque nos valgamos de lo inferior y del mundo
físico; en que algo nos impulsa a descubrir quiénes somos y porqué estamos
aquí; etc. etc.
2º.- Se ha
demostrado el poder del pensamiento con (por ejemplo) la transformación del
agua y otros productos en ella, lo que es importante porque, sabiendo que somos
un 70 % de agua, deberíamos ser más observadores de nuestros deseos,
sentimientos y pensamientos. Tal como vemos el mundo así nos viene y tal como
pensamos que somos así nos transformamos, porque nada cambiamos respecto a lo
externo ni tampoco originamos ideas o intenciones nuevas.
Como ya hemos dicho en algún otro
párrafo, desde que nacemos, el cerebro se va modelando con una serie de patrones
de conducta basados en la educación, la enseñanza, las normas sociales,
costumbres…, pero todo filtrado por los sentidos que son los que comunican al
cerebro lo que perciben. Si naciéramos con todos esos patrones y quisiéramos
descubrir el verdadero mundo y el verdadero ser tendríamos que hacer un lavado
de cerebro como el que hacían en algunos países respecto a los prisioneros de guerra.
Estamos dominados por muchas de las cosas y hechos que percibimos de lo que
llamamos mundo físico, no sólo por las emociones y pensamientos de los demás
sino que también ocurre lo mismo respecto a nuestras propias emociones y a
nuestros pensamientos a veces obsesionantes; la música, el miedo, los deseos,
la soledad, etc., pueden impulsarnos a actuar en determinada forma. Cuando
llegamos a la mayoría de edad decimos que somos más responsables y dueños de lo
que pensamos y hacemos pero, sin embargo, en esa edad ya están muy asentados
los patrones de conducta y es más difícil su eliminación o transformación; para
volver al origen habría que hacer un trabajo consciente y voluntario cuya
técnica dejara aflorar al verdadero Yo.
El Lavado de cerebro del que hablaba
antes trataba de eliminar las creencias y convencimientos de los enemigos para
imponerles otros nuevos. En nuestro caso no se trata de introducir nada sino de
no fomentar los aspectos que interfieren la expresión del Yo superior, es
decir, controlar la mente y purificarla para que ese yo pueda utilizarla sin
interferencias y para que pueda pensar cuándo
y lo que quiera. Para conseguir esto hay que silenciar la mente de tal
manera que no piense por su cuenta ni que ninguna sensación o distracción haga
que piense sin que nosotros estemos presente en ese momento, es decir, sin que
tengamos puesta la consciencia y la voluntad. Si hacemos esto correctamente
viviremos y sentiremos que somos un Yo muy superior al que creíamos ser, pero
cuando actuamos como normalmente lo hacemos, no sentimos esa unión sino que
creemos ser la mente, el cuerpo o los
mismos deseos y sentimientos.
El verdadero Yo o Ser está por
encima de la mente, la mente es la herramienta que utiliza para obtener
conocimiento del mundo físico y para extraer un beneficio de las experiencias y
de lo que aprende; pero la mente no es este Yo superior. El mundo del Yo
superior es un mundo de paz, de armonía y de ideas originales basadas en la
verdad y no un mundo de ruidos que bombardean los oídos hasta llegar a impedir
que la mente esté un solo segundo sin pensar o sin responder a las sensaciones
que la llegan. Es importante que dejemos de etiquetar, catalogar, conceptuar,
enjuiciar, criticar…, para eliminar los patrones que nos encierran en este
mundo ilusorio y que fuerza a la mente para que no deje de pensar. La voluntad
está unida a ese Yo superior y es ésta la que debe ser utilizada, en principio,
para discernir entre lo correcto y lo incorrecto o lo verdadero y lo falso, y
así ir desechando lo que nos pueda perjudicar. Cuando se ha hecho cierto
progreso, notaremos cómo la barrera que nos separaba del Yo va desapareciendo y
que cada vez nos sentimos más unidos a la vida universal, al prójimo y a Dios
Mismo.
La mente es una herramienta del Yo
superior pero, por lo general, nosotros (como personalidad sin control de la
herramienta) somos manejados por la mente casi las 24 horas del día hasta el
punto de creer que somos la mente y no el pensador u observador. Esto es cierto
y comprobable hasta el punto de que, cuando reconocemos esto y sabemos ponernos
como pensadores y observadores, nos sentimos en el nivel que nos corresponde de
consciencia. Es más, nos damos cuenta de que el pensamiento es algo que creamos
pero su origen, (su mundo) es algo infinitamente superior a lo que conocemos y
pensamos. Así es que el primer paso es observar a la mente para ver y cómo y qué
piensa pero haciéndolo sin mente, sin razonar ni enjuiciar tal y como lo hace
el Yo superior. Esto nos hace conscientes de lo que piensa la mente y, a la vez, de que somos un Yo independiente de
ella pero que la podemos controlar. Esta es quizás, la mejor manera de acabar
con la costumbre de la mente de pensar impulsiva e independientemente, porque
cuando se observa a la mente y al pensamiento, sin intervenir, éste se
desvanece y la mente deja de pensar. Esto es estar presente, con la consciencia
y la voluntad en el aquí y en el ahora de nuestra mente; esto es estar como el
verdadero yo que controla sus vehículos de expresión.
También podemos desarrollar nuestro
ser en el mismo sentido por medio del cuerpo físico, es decir, por medio de
dirigirle y observar cómo hace las cosas, eso también es estar presente como
consciencia en el aquí y ahora, a la vez que desarrollamos la concentración, la
observación y la voluntad. Por otro lado, el hecho de observar, (sin
identificarnos con nada) cómo respira el cuerpo y todas las sensaciones
relacionadas con él, también nos hace sentirnos un Yo independiente. Hay que
tener en cuenta que la actividad mental constante, el sentirse el cuerpo y
dejarse llevar por los deseos y emociones es lo que podemos llamar el yo inferior
o no-yo, pero cuando obramos como hemos dicho y obtenemos un control total de
la mente y, a su vez, de los deseos, emociones y cuerpo físico, actuamos como
el verdadero Yo. Para ser el verdadero yo y vivir en el aquí y en el ahora no
debemos ser “mente” porque la mente, como un yo inferior que basa su acción en
el pasado incluso para pensar en el futuro, no sabe situarse en el momento
presente. Por tanto para limpiar la mente hay que ser ese Yo superior que no
permite que la mente piense por su propia cuenta ni que se vea impulsada a
pensar por ningún aspecto interno ni externo, y que solo utiliza la mente
cuando es necesario y de una forma controlada y eficaz. De esa manera, libre de
ruidos, interferencias y sensaciones, se vive en la paz interior del Yo y sólo
nos exteriorizamos cómo y cuando queremos pero con consciencia.
Todas las personas están dominadas
por algún deseo o emoción, y todas ellas, por lo general, no encuentran la
manera de vencer o salir de ese dominio sin haber sufrido sus consecuencias. Y
es que los deseos y las emociones, de manera parecida a la mente incontrolada,
tienen un gran poder sobre el yo inferior o personalidad. Para vencer a un
deseo o emoción es necesario observarle, estudiarle y ver de qué manera nos
domina y cómo el yo inferior cede ante sus pretensiones; debemos hacer de
observadores pero sin involucrarnos para luego utilizar la mente sabiamente y
responder con voluntad a manera de “no acción” del hecho o de “olvidarnos” de
ello para que muera de inanición.
Como hemos podido ver, somos
nosotros mismos quienes debemos eliminar al yo inferior, a la personalidad que
no deja de pensar y que se ve dominada por los deseos y emociones para ser
impulsada a la acción física instintiva o inconscientemente. Somos nosotros como
individuos los que tenemos que anular lo guardado como patrones para sentirnos
el verdadero ser libre de toda influencia y dominio de la personalidad, los que
debemos eliminar los hábitos de pensamiento que ponen barreras a la voluntad.
La no repetición de lo guardado y de las acciones involuntarias e inconscientes
es “olvidar y dejar pasar como observadores”, por el contrario, las
repeticiones de pensamientos voluntarios y controlados, así como de imágenes, sentimientos, y deseos elevados
serán nuevos patrones de conducta que nos llevarán a la paz interna del Yo
superior. Pero como de lo que principalmente se trata es de dar paso al Yo
superior para encontrar momentos de paz, sólo es necesario la observación y la
atención concentrada y consciente a todo lo que nos rodea, a lo que hacemos, a
lo que decimos y a lo que pensamos para que sea lo que queramos y cuando
queramos como un Yo superior o Alma.
Hay que estar convencidos de lo que
deseamos hacer para conseguir “ser” pero también hay que actuar (vibrar) desde
lo más elevado, desde la posición del Espíritu. Es imprescindible que cada
individuo sepa ser una voluntad pensante cuándo y cómo desee para así dominar y
razonar todo lo que perciban sus sentidos. Él es “consciencia” y donde esté la
consciencia estará él para permitir que penetre lo que le convenga procedente
de los sentidos; debe eliminar todo lo que conoce (interno o externo) como real
y manifestar lo bello, lo justo y lo bueno para hacer que aflore el Alma.
Francisco
Nieto
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